Invictos, así terminaron los Cocodrilos de Matanzas en el llamado “Tope de las Estrellas” por tierras nicaragüenses. Dos victorias contra la preselección de los muchachos menores de 23 años y balance de un éxito y un empate versus el equipo grande de ese país que irá en busca en poco más de un mes de su boleto olímpico en Arizona.

La tropa de Armando Ferrer, tal vez sin proponérselo, ha dado una gran lección a los directivos del béisbol cubano, a sus teóricos y especialistas, y no precisamente por haber salido airosos ante un rival, a todas luces inferior.

No importó que más del 30 por ciento de la delegación que hizo el viaje hacia aquellas tierras no eran peloteros; que no pudieron salir al campo de juego con su vistoso color rojo con ribetes amarillos con el nombre de su provincia en el pecho.

Tampoco que dentro de tanta multitud de invitados nadie hiciera un espacio para su alegre mascota, que tantas veces animó con fervor en los partidos y levantó el ánimo caído de sus jugadores.

Las huestes yumurinas salieron a la grama con el mismo desenfado y la misma combatividad que mostraron en la parte final del campeonato de casa que los llevó a obtener la corona esquiva durante casi tres décadas; sin grandes jerarquías ni complejos, conscientes del reto que enfrentaban, enfocados, y con una mentalidad de equipo que casi no vemos ya en nuestras selecciones nacionales.

No necesitaron largos meses de entrenamiento ni grandes rutinas de ejercicios. No hubo abanderamientos ni promesas, compromisos ni metas, largas charlas ni presión en los camerinos.

El equipo viajó completo, no hubo injusticias ni malestares, ni cortes previos ni refuerzos, ni directivos ajenos en la banca, ni intrusos, ni peloteros desfasados de la Liga japonesa, ni intrigas de pasillo.

Dirigidos por el manager campeón, con el preparador físico que los mantuvo saludables por más de noventa desafíos, con el entrenador de bateo que los llevó a tener una de las ofensivas más potentes del campeonato, con el médico que los conoce y con el psicólogo que durante más de seis meses ha sabido entrar en los complejos laberintos de sus cerebros.

La moraleja del campeón

Los Cocodrilos matanceros dejaron una moraleja, demostraron una vez más la tesis que un equipo vale más que cualquier selección de estrellas y dejaron claro en el campo las razones de las tímidas actuaciones de Cuba en las Series del Caribe, donde nuestro equipo campeón de la Serie Nacional es mutilado e intervenido, quebrado e intoxicado, antes de mandarlo a la competencia.

Sin fuegos artificiales, sin bombos ni platillos; se reunieron unos días después de un descanso, jugaron un par de partidos y salieron al ruedo, mientras otros entrenan tres meses para una pelea de una semana y son sometidos en el campo de juego.

Solo así este equipo pudo limpiar una imagen negativa y demostrar que la calidad de los peloteros cubanos sigue ahí, es algo intrínseco de los nacidos en esta tierra y que en Cuba no ha muerto el béisbol.

Sin proponérselo, han encendido una vez más las viejas alarmas y han desnudado pensamientos erróneos y malas prácticas, han dado una lección a los ingenieros del equipo grande y una clase magistral de interpretación del lenguaje beisbolero. Nos vemos en el estadio.

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