El Manchester City ganó la Champions. Finalmente, terminó el trabajo, se exorcizó sus demonios y se convirtió en campeón de Europa. Han transcurrido al menos siete años de un proyecto configurado para dominar el mundo y que hoy consigue, por fin, tocar el cielo.

Por el camino han unido mucho dinero, mucho talento y mucho aprendizaje. Sobre todo, aprender a ganar, que es todo un mérito porque los grandes títulos solo se consiguen después de andar un camino cruel que muchas veces te entierra en el barro.

Desde la llegada de Pep Guardiola, el City no ha hecho más que crecer. Primero, desde el juego, se convirtió en un equipo reconocible. Sumó talento para una idea y no solo por traer cromos. Se convirtieron en los reyes de la regularidad e hicieron de Inglaterra su jardín particular, pero cada vez que salían de sus fronteras, la Champions les pasaba la mano por la cara. No sabían ganar porque les faltaba capacidad para sufrir, no comprendían como resistir cuando el rival era mejor y le pasaba por encima.

Les pasó contra el Mónaco o contra el Liverpool. Tuvieron medias horas malditas ante ambos y quedaron fuera. Les faltaba temple para no fallar, para no ser sus propios enemigos. El nervio no sabían controlarlo. El City hizo todo el postgrado antes de terminar conquistando Europa, perdió una final y fue remontado por el Madrid de manera espectacular. Se volvió regular en Champions, y llegó a tres semis consecutivas antes de poner sus manos en la Orejona.

Hoy Estambul se convierte en su ciudad sagrada, nunca se olvida la primera vez y menos después de haber sufrido tanto para llegar al premio. El Manchester City jugó hoy una final donde todo lo que antes le salía cruz hoy le salió cara.

El Inter de Milán hizo un partido completísimo, estuvo lejos de merecer perder. Incluso, durante mucho tiempo del trámite fue mejor o al menos se jugó como quiso el equipo italiano.

Hoy Pep decidió salir con su equipo más habitual esta temporada, pero con algunos retoques desde lo táctico. Volvió a colocar a John Stones de lateral/mediocampista, pero en vez de formar un doble pivote con Rodri, era más un interior. De esta manera los cityzens salieron con un 3-4-3 con un diamante en el medio con Gündoğan en la parte superior y Rodri en el vértice inferior. Seguramente, con la idea de jugar a los costados de los interiores del Inter de Milán que salió con su habitual 3-5-2. Pero Simone Inzaghi estuvo muy bien en la pizarra para desnaturalizar al City.

El Inter intentó hundirse lo menos posible, con sus dos puntas sobre los centrales del City más Barella saltando sobre el tercero y Brozovic cerca de Rodri, mientras los centrales exteriores saltaban sobre los interiores del City. Todo el tiempo, ensuciaban la circulación de los Pep. No podían meter el balón dentro para acelerar el juego y luego ir fuera. Entre Acerbi y Bastoni engulleron a Haaland que no pudo prácticamente entrar en juego.

Sobre el minuto 20, Guardiola agitó el árbol enrocando a Gündoğan con De Bruyne y pasó a este a jugar de mediapunta y al alemán de interior. El City amenizó con par de jugadas que terminaron en remate, pero el belga se lesionó y tuvo que salir. Entro Foden por él, y sorprendió Pep, pues no lo llevó al costado derecho para traer a Bernardo por dentro. Dejó al inglés en la misma posición que De Bruyne.

El City estaba totalmente controlado por el Inter, pues lo único que le faltó en la primera mitad fue llegar a la portería de Ederson. Los italianos rozaban la perfección su juego. Cuando se fueron a los vestuarios, el partido claramente lo controlaba el equipo neroazzurro.

No cambio mucho en el segundo tiempo, siempre dio la sensación el City de estar atenazado y de que quizás al Inter le faltaba ese punto de talento diferencial para hacer notar su superioridad en el marcador. Empezaron a llegar primero por errores de Akanji. El City pudo contrarrestarlo con Bernardo entrando más en juego. Pero esta final sería el tributo de la Champions al City. Todo lo que le debía la Copa de Europa al City hoy se lo pagó con creces.

Todo lo que pudo salir mal salió bien, como si el destino quisiera que ganarán los de Manchester. En la primera situación que pudieron romper por uno de los callejones, entre central-lateral, y llegar a línea de fondo, la jugada terminó en gol: un tiro de cirujano de Rodri desde la frontal del área después de recoger un rechace con toda la defensa interista hundida primera y única vez en todo el encuentro.

Luego del gol del City se dieron eventos difíciles de explicar. Dimarco a puerta vacía estrelló un cabezazo en su compañero Lukaku, mientras el belga minutos más tarde con toda la portería para él, mando su testarazo al único lugar donde estaba Ederson. La Champions le daba un guiño de fortuna al City. No lo tuvieron contra el Tottenham en aquel offside al minuto 94, o el fallo de Sterling a puerta vacía ante el Lyon. Para rematar, en la última acción Ederson sacó un disparo sobre la línea, para vengarse de todos los fallos que había cometido antes.

El Manchester City ganó la final de la Champions lejos de ser su mejor versión. Sin estar cerca de lo que fue en el día a día, pero con la competitividad que ha amasado en los últimos años tras cada derrota. Se corona como campeón de Europa y alcanza un triplete al alcance de muy pocos equipos en la historia. El Manchester City de la temporada 22/23 será recordado como uno de los mejores equipos de siempre. Por fin, en el Etihad, conocen el paraíso.

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Imagen cortesía de UEFA Champions League