Desde que Marcos Ortega nació, el béisbol estuvo presente en su vida. La influencia de su padre, Hermes Ortega, quien jugó 15 Series Nacionales con la provincia de Granma, le llevó a dedicarse completamente al deporte de las bolas y los strikes.

A pesar de que sus primeros pasos fueron en su natal Campechuela, Granma, Marcos Ortega debutó en Series Nacionales con los Industriales de La Habana. Para llegar al primer nivel del béisbol cubano sufrió algunas de las repetidas injusticias que se comenten en la Isla.

Justo en su última temporada como juvenil le tocó vivir uno de los pasajes más tristes de su corta carrera como pelotero. El campeonato nacional para menores de 18 años llegó a su fase final y Marcos Ortega era uno de los principales jugadores de Granma.

A su vez, tras su actuación en el torneo, obtuvo un puesto en la preselección del equipo de las “cuatro letras”, pero tuvo que cumplir con el llamado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

“Fue doloroso. Imagínate, terminé los juveniles, estaba en la preselección del equipo Cuba y en Granma la dirección del equipo lo sabía. Incluso, para jugar la final del nacional tuve que ausentarme al llamado y me fui para Bayamo. Así fue como pude jugar. No me presenté a ese llamado porque el béisbol es mi vida. Yo quería jugar pelota y sabía que podía aportarle a mi provincia, pues era el primer lanzador del staff”, explica.

Días más tarde, Marcos Ortega tuvo que viajar a la Habana para entrar en la llamada “previa”, concentrado que realizan los reclutas antes de entrar oficialmente al Servicio Militar Activo (SMA). Entonces, cumplió con lo establecido en la unidad de tanques y concluyó pocas fechas antes de que acabaran los entrenamientos de la preselección.

“Los directivos en Granma no me ayudaron con el permiso de las FAR. Yo no quería que me quitaran el SMA, solo que me aplazaran el llamado hasta después del equipo Cuba, porque tenía grandes posibilidades de hacer el grado. Era mi último año y sabía que estaba en condiciones de llegar”, dice.

“Lloré mucho. Pensé que el mundo se me iba a caer encima. Me pasó por la cabeza no jugar más pelota, pero gracias a Dios tuve el apoyo de toda mi familia y amigos, ellos se portaron muy bien conmigo, y por ellos me mantengo jugando béisbol en la actualidad”, afirma.

Quizás, la imposibilidad de hacer una carta, de firmar una autorización o de esclarecerse la situación entre las autoridades competentes, respondía a algún tipo de estrategia “macabra”. Tal vez, Marcos podía ocupar el puesto de uno de los “protegidos”, y la mejor forma de evitar cualquier casualidad era apartándolo totalmente de los planes.

Esa hipótesis no es más que una “especulación” a partir de las experiencias de otros jugadores. Lo cierto es que el propio atleta no sabe qué sucedió.

“Ellos nunca me dieron una explicación, simplemente lo hicieron y ya. Fue todo”. En aquel momento “mi papá vivía en la Habana y logré resolver el cambio de dirección. Entonces, él me propuso que probara suerte en la capital, con los Industriales. Por tanto, recogí mi carta de liberación en Granma por tiempo indefinido, me preparé y logré debutar con los Leones”, afirma Marcos Ortega.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva
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