A los 23 años, cuando parecía destinado a ser una de las grandes figuras del triple salto mundial, Michael Calvo tuvo que ponerle fin a su carrera deportiva. Comenzó tarde y terminó bien pronto. Aun así, le alcanzaría para ser subcampeón mundial juvenil, bronce en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 y finalista en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Todo eso, cuando en Cuba existían más de cinco saltadores por encima de los 17 metros y hacer el equipo para una competencia era más difícil que la competencia en sí.
Eso recuerda Michael, cuando en el año 1999 el recordista y campeón mundial bajo techo, Aliecer Urrutia, se quedó sin asistir al Mundial y a los Panamericanos por perder las confrontaciones en Cuba ante él y Yoelbi Quesada. El joven alcanzaba su maestría deportiva y sería premiado con el novato del año del deporte cubano en el 1999.
Así de altas eran las proyecciones con Michael Calvo, quien año tras año mejoraba sus marcas de forma constante hasta que, en el 2001, sucedió la desgracia.
Dos lesiones prácticamente consecutivas que conllevaron operación, 11 meses en hospitales sin contar el tiempo de la rehabilitación y una hornada de talentos emergentes que le recordaban constantemente a Calvo que el relevo estaba ahí, a pesar de ser él mismo un talento, lo terminaron impulsando al retiro prematuro.
Natural de Limonar, Matanzas, esta es la historia de Michael Calvo.
¿Cómo comienzas en el deporte?
Comencé por el baloncesto desde temprana edad en la Pre-EIDE de Triunvirato. Este es el deporte que más me gusta, incluso, más que el atletismo, pero no más que el triple salto. De ahí paso a la EIDE, pero ya en el atletismo, debido a que me fugo de unos entrenamientos de baloncesto.
Me embullé con los muchachos del barrio y fui a hacer pruebas de atletismo. Mi mamá también me decía que era mejor que practicara un deporte individual, porque en el baloncesto dependía de otras personas, además de que tampoco era muy bueno en este último.
En la base me entrenó Carlos Manuel de Céspedes, Carlitos como le dicen, y en la EIDE entrené con Rosa Silvia. Sin embargo, ahí estuve poco tiempo debido a que no tenía una buena base de entrenamiento, y fui baja.
Gracias a una tía que tengo en Sancti Spíritus, entré a la EIDE de aquella provincia. Ahí me acoge un entrenador que se apellida Chacón. Yo era muy delgado, no me daba la cuenta para los eventos múltiples y era indisciplinado. Me iba a montar bicicleta, a correr populares, y descuidaba los entrenamientos. Vuelvo a causar baja y regreso a Matanzas a entrenar por fuera, en un combinado, donde entrenábamos salto largo, salto alto y 80 metros planos. En el largo era pésimo, en la altura peor y además era lento.
Fuimos a unos Juegos Escolares en Sancti Spíritus donde me fue mal, y empecé a ver el evento del triple. Solo de mirarlo, pedí que me inscribieran y cogí cuarto lugar. Como en esos juegos no tuve ningún resultado destacado, me dan baja una vez más, aunque esa ya significaba el fin de mi carrera deportiva, porque ya ni era matrícula de la EIDE en ese momento.
Gracias a Dios, comienza un entrenador que salía del equipo nacional al que le debo prácticamente mi carrera, Domingo, a trabajar en la Ateneo. No tenía alumnos. Hizo captaciones y me reincorporó a la ESPA Nacional. Yo seguía indisciplinado, hasta un día en que le da las quejas a mi mamá. Ella se sienta conmigo y me explica que para lograr algo en la vida se necesitaba sacrificio, entre otras cosas. Lo entendí, además de que tenía que respetar la confianza que él había puesto en mí.
¿Cómo fue tu ascenso en las categorías inferiores?
En 1995, era mi primer año en la categoría juvenil y quedo sexto en el zonal. Debido a esto me captan para la ESPA Nacional, donde pasé por varios entrenadores, hasta que me tocó trabajar con Ricardo Ponce, el actual entrenador de Leyanis Pérez, con quien fui a un panamericano juvenil en el que cogí cuarto.
En mi tercer año como juvenil vamos al Centroamericano de la categoría y obtengo oro y el piro (René Hernández) plata. Creo que salté 16.60 m. Uno o dos meses después vamos al Mundial Juvenil en Sídney, Australia, donde el piro gana y yo cojo plata.
¿Cuáles eran tus características como triplista?
Como comencé tarde en el triple, no tenía base ninguna. Por eso me decían chichí la bala, porque mi mejoría fue mucha en muy poco tiempo. Mejoraba casi que un metro por año. Eso al final me pasó factura. Cuando los entrenamientos se especializaron, fue que comencé a tener mis resultados. Por ponerte un ejemplo, René Hernández tenía un físico descomunal, era rápido, fuerte, técnico. Yo no era ni rápido ni fuerte, pero sí un poco más técnico y mis entrenamientos se enfocaban en eso. Había atletas cuya carrera de impulso eran de 15 y 17 pasos, y la mía no pasaba de 11 pasos. Tenía que buscar la máxima velocidad en un espacio pequeño. Fui campeón mundial juvenil en el 96, pero llevaba solamente dos años en el triple salto.
¿Cómo era la competitividad en aquella época?
Ahora se goza de buena salud en el triple, pero creo que en mi tiempo había mucha más competitividad: Betanzos, David Giralt, Copello. Al entrar el piro y yo al equipo, había muchos atletas de primer nivel y era muy difícil ir a la gira, porque teníamos siete u ocho hombres por encima de 17 metros. Ser la primera figura era muy difícil. Estaba Daniel Osorio, Osiris Moya, Juan Miguel López, René Hernández, Yoel García, Aliacer Urrutia, y por supuesto, Yoelbi Quesada, y atrás venía una generación compuesta por Yoandri Betanzos, David Giralt y Alexis Copello.
¿Cómo fueron tus primeros años en el equipo nacional?
Yo llego al equipo Nacional en el 1996 saltando 16.88 m. Como comencé a tener buenos resultados en muy poco tiempo, pagué muchas novatadas. No me concentraba mucho en las competencias, quería imitar a otros atletas.
En aquel tiempo, el triple en el equipo nacional estaba dividido en dos grupos. Uno con Julio Bécquer, con quien yo comencé, y otro con Sigfrido Bandera, un gran entrenador que hace poco falleció, y con el cual entrené para el panamericano de 1999. En el grupo de Bandera estaba Yoelbi como primera figura y en el de Bécquer estaban Yoel y Urrutia como primeras figuras. Ponce estaba en el juvenil que venía con Betanzos, Giralt y Copello.
Para mí, en la escuela de salto, Milán Matos, Bandera y Ponce han sido de los mejores entrenadores. Mis primos fueron triplistas y ellos me hablaban del atletismo cubano, de Barcelona 1992 y de todos los atletas. Al llegar al equipo nacional y ver a todos esos atletas, me vi que estaba en las grandes.
Una vez en el equipo nacional comienzo ir a las giras en Europa, a los Grand Prix, que ahora son las Ligas del Diamante.
¿Cómo fue la eliminación para los Juegos Panamericanos de 1999?
En los Juegos Panamericanos del 99 tuvimos que eliminarnos aquí, lo cual fue una odisea. Yo tuve que saltar más que un canguro, porque era el más chiquito. Para ese evento iban dos. En los Centroamericanos del 98 fueron Yoelbi y Urrutia. Para la gira habían ido 5 atletas. Urrutia en el Mundial bajo techo de ese año hizo récord mundial con 17.89 m, todos los ojos estaban encima de él. Pero yo digo que el único triplista que siempre estuvo seguro para cualquier competencia era Yoelbi.
Todos los triplistas en aquella época nos llevábamos muy bien fuera del terreno. A la hora de competir teníamos mucha rivalidad, tratábamos de sacar de competencia al rival, sacar el extra en determinados momentos, y creo que Yoelbi era el maestro entre todos nosotros. Era muy inteligente y difícil de ganarle. Sólo le gané una vez en una Copa Cuba. Actualmente nos llamamos y me dice, ´oye te llama tu papá’ y bromeamos. Otro que era inteligente a la hora de saltar era Yoel García. Urrutia y el René tenían el mejor somatotipo.
Para eliminarnos un grupo fue a Europa y otro se quedó compitiendo en eventos del área. Yo fui al Iberoamericano y cogí oro.
Sin embargo, la decisión final era la Copa Cuba y el Barrientos. Urrutia venía con récord mundial, Betanzos medallista, y yo sin nada. Al final sucede que el chispa (Betanzos) ya estaba seguro y nos eliminábamos por un puesto Urrutia, Yoel y yo. Yo siempre saltaba de primero, porque era el de menos resultados. Todo se decidió en confrontaciones en Cuba, y termino ganándole a Urrutia, por lo que voy a los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999.
Si agarraba medalla en los Juegos Panamericanos, aseguraba mi cupo para el Mundial. Iba bien hasta que en los últimos saltos me gana el chispa y Carter, un norteamericano. Salté 17.03 m.
¿Qué sucedió en el Mundial de 1999 en Sevilla?
Para ese Mundial eran tres figuras. Betanzos y yo ya teníamos el cupo, Yoel y Urrutia se tenían que eliminar, y gana Yoel. Urrutia, el recordista y campeón mundial bajo techo no logró asistir al Panamericano y al Mundial de ese año por el nivel que había en el triple salto en Cuba en esos momentos.
Teníamos mucha rivalidad con Alemania, Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos. Buscaban la manera de enfrentarnos en la gira. En ese Mundial no pasé a la final. Tal vez fue la presión, o que el modelaje competitivo no fue el mejor. Tenía 19 años cuando eso. Ese año fui novato del año. Venía muy bien. Tal vez no con los grandes saltos, pero sí de manera progresiva.
También asistes a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.
Hicimos nuevamente las confrontaciones y se vuelve a quedar Urrutia. Estando en la gira como preparación a los JJOO, Yoel y Yoelbi se lesionan. Yo cuando aquello era de poco lesionarme, por lo que competía en los eventos de los tres. A raíz de eso, cuando llego al evento principal, no llegué en forma deportiva. Ellos se reservaron más. Yoel coge plata y Yoelbi coge cuarto. Yo me quedé atrás, no estuve entre los 8 primeros.
Luego de ese resultado, no me llevaron a la gira en Europa, con lo que estuve de acuerdo. Creo que era merecedor de ese castigo, pues mi pronóstico era estar entre los finalistas. Por eso me dejaron compitiendo en el área, y así cogía un poco de confianza.
Para ir al Mundial de Lisboa, había que estar entre las mejores 15 marcas del ranking de ese año. Llegamos tarde a la competencia por culpa de atrasos en vuelos, fui del aeropuerto directo a la pista, y agarré el sexto lugar. Si hubiese llegado bien, hubiese obtenido una medalla. Me sentía bien. Estaba alcanzando mi maestría deportiva.
¿Cuál es tu record personal?
Es 17.32 m logrados en el 2000.
Lastimosamente, se acercaba el final de tu carrera. ¿Cómo sucedió?
Estando en una gira de verano en Francia, donde me encontraba ganando la competencia. En un despegue tuve una ruptura del bíceps femoral, un desgarre total, y ahí comienza el gran problema en mi carrera deportiva. Tenía 21 años. A las dos semanas me traen a Cuba, no podía ni caminar. Me mandan al Frank País, y Álvarez Cambra con su equipo decide operarme. Yo al principio tenía miedo, de hecho, me sentía mejor. Ya caminaba, trotaba. No quería operarme, pero los médicos saben más que uno, y me operan.
Comienzo mi rehabilitación, pero como te decía anteriormente, había muchos talentos en el atletismo, y yo sabía que mi relevo estaba ahí.
El team médico me daba dos años para recuperarme, y la comisión nacional me daba uno para hacer una marca y mantenerme en la preselección nacional. La recuperación iba más o menos bien, pero me apuro, por tal de volver al nivel ese año, y es que tengo entonces una segunda lesión, esta vez en el cuádriceps femoral. Ahí me la vi fea, ya pensé en el fin de mi carrera deportiva. El mismo proceso, otra operación. Fueron como 11 meses en el hospital entre una y otra.
Cuando regresé al estadio ya no era igual. Tenía mucho déficit muscular. Me limitaba mucho. Tenía que aprender a correr nuevamente, todo desde cero, y me vi imposibilitado de hacer la marca que me pedían en el tiempo que me daban, además de que venía saltadores atrás como Betanzos, Giralt, Copello. Decidí dejarlo, tuve miedo de volver a pasar por lo mismo.
¿Qué hiciste luego del retiro?
Regresé a Matanzas, lo cual me chocó mucho. Yo soy muy hiperactivo. Ya me había graduado, comienzo a trabajar en la EIDE, y esos primeros meses fueron letales para mí, porque extrañaba mucho competir.
¿Cómo te sentías y qué pasaba por tu cabeza?
Yo me cuidaba más que un gallo fino, me gusta la música popular bailable, las fiestas, pero no fumo, no tomo alcohol. El yogurt, el refresco, eso sí, cantidad. Me preguntaba, entonces, por qué me había pasado a mí, si yo me cuidaba. Luego, con el tiempo, lo comprendí. Al final, mi cuerpo me pasó factura por toda la mala base que tuve y me apresuré en mi desarrollo.
Cuando comienzo a trabajar en la EIDE, con 24 años, me fue muy difícil. Veía a los muchachos entrenar y me iba. No podía verlos. Faltaba a mis responsabilidades con los muchachos, hasta que mi mamá, que ha sido muy importante en mi carrera deportiva, habla conmigo. Mi mamá y mi abuela fueron mi motor durante mi carrera e incluso después.
Me llevan al psicólogo, porque me sentía muy mal. Finalmente me tracé una nueva meta y me propuse que, si ya no podía ser atleta, que lo fueran mis alumnos.
Comienza entonces tu etapa como entrenador.
Como entré nuevo a la EIDE, era claro que me iban a dar los peores alumnos. Eran los peores en el entrenamiento, en la docencia, en todo, y me puse como objetivo lograr resultados con ellos. Luego salí de misión, al regreso me incorporo al municipio, al INDER municipal a trabajar en las categorías pequeñas, lo cual no me gusta.
Actualmente trabajo en un combinado deportivo con esas categorías. Es difícil, ya no es igual que antes. Quizás por las condiciones de trabajo, que no son muy buenas, y porque siempre se evalúa por un resultado o una medalla en juegos escolares. Por eso no me gusta trabajar en estas categorías.
Nosotros inventamos los medios, hacemos trabajos de fórums. Pero eso es algo de categorías pequeñas, Mientras se crece, es más complicado, porque todo se especializa más, y no depende de que un entrenador consiga algo.
¿Qué te gustaría lograr como entrenador?
Me gustaría entrenar primeramente a un equipo nacional juvenil, pero con alguien al lado que me guíe.
¿Cómo ves el nivel del triple salto cubano actual?
Yo lo veo bastante bien. A nivel mundial lo estamos y al igual que los que compiten por Cuba, como Lázaro Martínez y Cristian Nápoles. Pienso que en el triple le tienen que dar la oportunidad a todos, porque no sabes quién te pueda dar el susto el día de mañana.
Digo que el triple salto cubano es el mejor que hay en el mundo, contando a los atletas que compiten por otro país. Salieron de aquí, fueron formados por la escuela cubana. Su base, su potencial, es de aquí, y eso todo el mundo lo sabe.
Me gustaría que todos esos triplistas se vieran en los Juegos Olímpicos de París 2024 en forma, y que Lázaro, Nápoles o Andy ganasen, y que, en la final, de los ocho, seis sean cubanos, porque ahí se verá bien la potencia de la escuela cubana de salto.
¿Te sientes satisfecho con tu carrera deportiva, a pesar de su corta duración?
Yo digo que fue buena a pesar de mis lesiones, porque disfruté y aprendí. Conocí atletas que nunca hubiese imaginado. Salté con los mejores atletas del mundo y a pesar de la rivalidad que existía, todos éramos buenos amigos. En la actualidad seguimos comunicados, incluso con los que nos relevaron.
Si volviera a nacer, hiciera dos cosas. Me gustaría ser triplista y músico. La música cubana me encanta, sobre todo Maikel Blanco y su Salsa Mayor.
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