El grequista cubano de los 130 kilogramos, Oscar Pino, acumula en su palmarés medallas mundiales y panamericanas -incluido el oro en Santiago  2023-, pero se permite soñar con el título del orbe. Se lo exige a sí mismo. Es su meta más preciada.

Pino se crió en Centro Habana. Allí conoció la lucha, después de haber practicado varias disciplinas deportivas como el baloncesto y, por supuesto, el béisbol.

«Estoy muy orgulloso de ser de ahí. Supe de la lucha mediante los amigos del barrio que me embullaron, empecé en el combinado deportivo Vicente Ponce Carrasco y me gustó.

Estaba al principio bajo la dirección de Cándido Mesa y fui ascendiendo por la Eide, la Espa provincial y la nacional, donde estaban los mejores atletas del país», cuenta.

Sobre su relación con la estrella de la lucha mundial, Mijaín López, Pino habló sin reparos, al tiempo que reconoció la oportunidad de coincidir en época con el que muchos consideran el mejor grequista de la historia.

«Te da mucha emoción verlo entrenar y dices: ‘¡Wao! Quiero llegar a donde está él’. Y cuando chocas piensas: ‘¡Cómo me falta!’.

Pero en el roce diario, aunque no te das cuenta, vas creciendo y dejando rivales atrás. Y cada práctica con él ha sido para crecer.

“Yo nunca pierdo, siempre me aporta. Lo veo como un hermano mayor que suma mucho a mi carrera deportiva. Es el top de la lucha mundial, la vara que quieres sobrepasar y te preparas cada día para ir cerrando las brechas”.

Mijaín López, pentacampeón olímpico, recordista y leyenda de la lucha greco

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