De jugar en la Liga Mundial a formar a los jugadores del futuro: Yosniel Guillén es un exjugador de voleibol cubano que salió de las calles del municipio Habana Vieja y encontró en el deporte un camino a seguir, hasta llegar al equipo nacional. Hoy, devuelve lo que hicieron con él: como entrenador, enseña a jóvenes para que encuentren también una vía para encaminarse en la vida.
“A muchos entrenadores no le gustaba mi carácter y eso me trajo muchos problemas, pero siempre he dicho las cosas de frente”, afirma.
En el equipo nacional participó en diversos torneos y hasta alcanzó medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Guadalajara en el año 2011. También, integró el elenco a la entonces llamada Liga Mundial de Voleibol. Pero, con solo 23 años fue dado de baja de la selección y, a partir de allí empezó a labrarse una carrera como entrenador y es ya uno de los mejores en La Habana.
En la actualidad, lucha para que sus alumnos no cometan sus mismos errores, por eso exige la disciplina y les brinda con el voleibol, herramienta para la vida.
“No quiero que los muchachos pasen por lo que pasé. Como soy de un barrio marginal, la mala forma y la agresividad me frenaron la carrera. Quiero contribuir en su formación para que ellos puedan llegar”, dice.
Los tiempos en Cuba han cambiado y el voleibol cubano atraviesa por otro escenario, pero Yosniel Guillén piensa dedicarle toda su vida a este deporte.
“Mientras esté en este mundo, lucharé por el voleibol: este deporte ha sido mi vida y pienso seguir dándolo todo por este”, afirma.
¿Cómo fue la infancia de Yosniel Guillén? ¿Fue el voleibol siempre tu pasión?
Nací y me crie en el barrio de Jesús María, en La Habana Vieja. De niño practicaba mucho deporte, sobre todo fútbol, pelota y voleibol entre otros. Empecé en el voleibol gracias a la profesora Felicia Mercedes Pedroso, con 8 años. Estaba tercer grado, mi papá y mis hermanos jugaban mucho y aprendí con ellos también. Fue muy complejo porque los fines de semana me chocaban los provinciales de pelota y voleibol y tenía que decidirme. Me gustaba más el béisbol porque el esposo de mi mamá, Omar Agüero, me lo inculcaba porque era pelotero. Pero, en sexto grado me llaman para el equipo pioneril de La Habana y me enfoco más en el voleibol.
Tenías el voleibol en casa, pues tu papá fue miembro del equipo nacional.
Mi papá Rodolfo Guillén integró el equipo nacional de voleibol y quise seguir sus pasos, pues él ha significado mucho porque ha sido un espejo. Además de mi papá, mi abuela y mi mamá siempre me apoyaron. A veces, mi mamá trabajaba y no podía llevarme y tenía que irme solo, pero éramos una familia unida y si mi familia no podía resolver la situación, la profesora Felicia me ayudaba mucho. A ella le digo mi segunda madre, ya que me ayudó en lo deportivo y también me dio muchos consejos para la vida. Incluso, cuando tenía cualquier problema, ella era la que salía al frente en la escuela. Ella ponía sus recursos en función de los niños. Venía de México y traía sus pelotas y nos las daba para entrenar.
¿Se puede decir que el voleibol te dio un camino en la vida?
El voleibol me sacó de las calles, a mí y a muchos muchachos. La mayoría de ellos, después de que lo dejaron, cayeron presos y han pasado por malos momentos de su vida. En lo personal, me dio otro punto de vista, me hizo salir adelante, porque en muchos barrios de Habana Vieja se vive muy mal y las personas se refugian en el alcohol y en varias cosas más negativas que te pueden joder la vida.
Durante tu etapa escolar y juvenil no estuviste en la EIDE, sin embargo, llegaste a la ESPA y lograste hacerte de un puesto entre varios talentos en Cuba. ¿Cuán difícil fue eso para ti?
Como tal me captaron para la EIDE, pero nunca entré porque como mi papá no estaba a mi lado, que era quien más me enfocaba en deporte y mi mamá no quería alejarse de mí, pues decidieron que me quedara afuera. Decían que si tenía talento iba a llegar como quiera, además, era asmático y muy enfermizo y había que bañarse con agua fría y otras cosas que me iban a dañar la salud.
Pasaron unos años y se hizo una competencia y me captaron para la ESPA provincial y allí empezó mi carrera deportiva de mayores. Recuerdo que un día estaba el profesor Rodolfo Sánchez con Víctor, que en aquel tiempo eran profesores de los equipos cadetes, y me probaron en un juego y lo hice bastante bien. Allí me di cuenta de que podía jugar a un alto nivel, que si me enfocaba podía salir adelante en voleibol.
Al principio, lo tomaba como un entretenimiento, pero cuando llegué a la ESPA y vi que todo era más serio, tomé más responsabilidad. No sabía ni qué era un equipo nacional, fue una etapa difícil porque todos los jugadores habían pasado por competencias nacionales y yo nunca había ido a un nacional. Era pasador, pero después me cambiaron a la posición de líbero.
¿Cómo asimilaste el cambio de posición?
Fue un cambio muy brusco, porque la de líbero es una posición muy difícil, nunca tiene protagonismo. La crítica siempre va a estar ahí, tienes que ser un jugador muy exacto para poder ser de los mejores en el mundo.
¿Cómo recuerdas la primera vez que vestiste los colores del equipo Cuba?
En Cuba no se viajaba mucho y todos no tenían la facilidad de hacerlo. En mi primer viaje, recuerdo que cuando me monté en el avión las alas hacían un sonido raro y yo pensaba que se estaba cayendo. El profesor me dijo que me estuviera tranquilo.
Ese primer viaje fue a los Juegos del Alba en Venezuela, en la primera competencia que jugué y lo transmitieron en toda Cuba. Jugué bajo tremenda presión porque era mi primera competencia internacional y prácticamente en Cuba casi nunca había jugado y en esta competencia iba con tremenda presión. Tuve la suerte de que mi papá estaba en Venezuela en ese tiempo y él me apoyó muchísimo. Estuvimos casi un mes juntos ahí y dormíamos prácticamente en la misma habitación. Él estaba dirigiendo a uno de los equipos venezolanos, pero me estaba apoyando y ahí lo hice bastante bien. Me sentí muy bien porque alcanzamos la medalla de oro. Todo el mundo me reconoció cuando llegué a Cuba. Llegamos justamente un día de las madres y mi mamá me abrazó superorgullosa.
Tras esta primera experiencia tocaron varios torneos antes de que llegara lo que podemos llamar el primer descenso en tu carrera. ¿Qué pasó realmente?
Después de los juegos del ALBA, voy a una Copa Panamericana con un segundo equipo cubano. Esa ya fue una competencia mucho más fuerte para mí porque ya eran hombres y yo era juvenil. Posteriormente, vamos para el Mundial juvenil, con todas las posibilidades de alcanzar un buen resultado, pero no salieron bien las cosas y alcanzamos el octavo lugar.
Ahí vino mi primer descenso porque cuando llegamos a Cuba había que arrancarle la cabeza a alguien y empezaron a sacar a los que no eran matrícula, y como yo era invitado en aquel tiempo, me sacaron a mí y a otros jugadores. Tenía alrededor de 19 años
¿Cómo te sentiste en ese momento?
Yo no quise jugar más y me fui para la calle a estudiar lo que yo había elegido, que era mecánico de barco. Me fui para el puerto a trabajar y me olvidé del deporte. Con el paso del tiempo, empecé a entrenar con el profesor Gilberto Herrera en la sala Mariposa con el equipo del Fajardo. Él me ayudó mucho y me dio ánimos. Yo había colgado los guantes porque pensé que no me iban a llamar más.
¿Cómo regresas al equipo?
En ese tiempo, en la Escuela Nacional se hacía un torneo interno entre los equipos nacionales e invitaron al equipo del Fajardo. No quería entrar ahí porque las heridas estaban abiertas, pero el profesor Gilberto me motivó y fui al torneo, me destaqué y terminé siendo el mejor defensa.
El entrenador del equipo nacional ya era Orlando Samuels. Se me acercó y me dijo: “¿qué estás haciendo? ¿Dónde estás que no te veo?”. Le respondí que estaba entrenando en el Fajardo porque cuando se acabó el juvenil me sacaron de la escuela nacional. Más tarde, estaba esperando el próximo partido. Samuels mandó al psicólogo del equipo, quien me preguntó: “si te llaman para el equipo nacional, ¿qué harías?”. Le dije que volvería, porque que el voleibol era mi vida, pero que me habían votado de la escuela hacía un tiempo. Él me dijo: “es mejor que vengas a entrenar aquí a que estés en la esquina sin hacer nada. Si te gusta el voleibol, esta es tu oportunidad, ven a entrenar el lunes”.
Estuve con Samuels y Lázaro Fundora entrenando todo el fin de año hasta el 31 de diciembre para entrar en forma cuando llegara el equipo que había sido medalla de plata en el Mundial de 2010.
Samuels es un tremendo entrenador de voleibol y sabe mucho: cuando le pone el ojo a un muchacho es que tiene un buen nivel. Le agradezco muchísimo a él su confianza en mí en ese tiempo.
El 2011 fue fundamental en tu carrera, porque participaste en la Liga Mundial de Voleibol y en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. ¿Cómo era jugar en una Liga Mundial de Voleibol?
La Liga Mundial 2011 fue muy difícil, porque no tuvimos nuestra sede en la Ciudad Deportiva y tuvimos que jugar todos los encuentros de visitantes, no tuvimos la oportunidad de jugar en casa. A lo largo de las 3 fases en Corea, en Italia y en Francia fue así, bajo presión. Pudimos clasificar hasta las finales y el equipo dio lo mejor.
Los Juegos Panamericanos fueron bellísimos, nunca había ido a una competencia así. A nivel competitivo fue muy bueno, porque conoces el voleibol de otros países. Jugamos un buen torneo, pero en la final perdimos contra Brasil.
Al regresó de estos torneos, Yosniel Guillén no integró más el equipo nacional. ¿Por qué te dejaron fuera?
Al regreso, nos tocaba la Copa del Mundo en Japón y no entro en el equipo. El profesor Samuels me saca, debido a que el pasador titular Raydel Hierrezuelo estaba enfermo y él usó como estrategia llevar como tercer pasador a Lian Sem Estrada, que tenía buen dominio de otras posiciones en la cancha también. Me incomodé conmigo mismo y empecé a entrenar mal. Al regreso del torneo, Samuels le preguntó al profesor a cargo de mí y le dijeron que entrené mal. Él tomó como medida bajarme al segundo grupo. Ese segundo grupo lo dirigió Rodolfo Sánchez, otro entrenador muy bueno y empecé a jugar de pasador, pero eso a Samuels parece que no le gustó y me propone baja. Con 23 años volví a las calles. Después, Samuels se fue y no me dijo el motivo de mi baja y la noticia me la da Sánchez, quien asumió como entrenador principal.
¿Y Sánchez no te llamó al equipo nuevamente?
No, parece que no hacía falta. Seguí jugando Ligas Nacionales y quedé como mejor líbero y no me tuvieron en cuenta. Me fui para la calle, seguí estudiando y jugando voleibol, quizás no a un alto nivel, pero en el Fajardo y en las calles. Sigo siendo el mismo Guillén de siempre, jodedor y que siempre dice la verdad en la cara. Soy alguien que ama al voleibol.
¿Cuánto cobrabas en tu época de jugador del equipo nacional?
En el equipo nacional se pagaba 400 pesos cubanos, pero yo no cobraba porque era invitado
¿Cómo sobrevivías entonces?
La familia siempre es muy importante: son personas que dan la vida por ti y te ayudan para que cumplas tu sueño. Ellos fueron mi sostén.
¿Cómo te conviertes en entrenador de voleibol?
Cuando me dan baja del equipo nacional comienzo como entrenador. La profesora Felicia me ofreció trabajar en el área de Tallapiedra y allí empecé. Al principio, para mí era como un entretenimiento, era un joven muy inexperto y no le puse la seriedad que llevaba. En la primera competencia vi que serio y los equipos estaban organizados y allí nos ganaron muy fácil. Algunos compañeros míos me decían que no servía como entrenador y se burlaron. Solo dije: el año que viene vengo por ustedes y así fue. Me preparé y hasta el sol de hoy he tenido buenos resultados.
¿Qué te distingue como entrenador?
No quiero que los muchachos pasen por lo que pasé. Como soy de un barrio marginal, la mala forma y la agresividad me frenaron la carrera. Quiero contribuir en su formación para que ellos puedan llegar y no cometan los mismos errores que he cometido. Lo primero que exijo es la disciplina. Siempre fui regado e indisciplinado, no hacía caso y quería hacer lo que me diera la gana y eso está mal. Me río y juego con los niños, pero el respeto es la base de todo resultado. Empecé ‘ciego’, lo mío era cumplir con el trabajo y ya, pero fui madurando y me fui metiendo en la cabeza de mis atletas, para entender por lo que están pasando. A veces, les exigimos a los atletas cosas, pero no sabemos lo que está pasando en la casa, en la escuela. Hay muchas cosas que los atormentan y a veces no lo entendemos.
¿Cómo manejas esas situaciones?
Trato muchas veces de resolver sus problemas. Para entender a un atleta tienes que comportarte como atleta sin perder tu lugar como entrenador. He cogido mucha responsabilidad en esta nueva etapa. He tenido muchachos cuyos padres han fallecido y ellos están a punto de perderse y a veces, lo que necesitan es alguien que los guíe.
He tenido que superarme. Era mecánico de barco, una carrera distinta al voleibol, pero hace algunos años logré alcanzar mi título de Licenciado en Cultura Física y he pasado cursos de superación, tanto de reglas y arbitrajes como para mejorar la táctica y el entrenamiento. Todo esto, lo he acompañador de los conocimientos que adquirí de Gilberto Herrera y Orlando Samuels, dos grandes entrenadores. También veo mucho voleibol moderno y estoy al día con los nuevos estilos de entrenamiento.
¿Qué problemas enfrentas para trabajar?
Dan recursos, aquí en La Habana dan 60 pelotas, por ejemplo, pero son muchos municipios. Tienes que darle a cada trabajador y a veces no alcanzan. Con la ayuda de los padres y los recursos que tengo a mi disposición, como medias y rodilleras, puedo sacar adelante a los niños. En mi trabajo como entrenador tengo que agradecer a mi esposa, quien me ayuda. Ella viaja a México, me trae mis balones y puedo tener mis instrumentos para lograr hacer buen trabajo.
Durante años te tenían marginado a pesar de tener resultados en todas las categorías, y no fue hasta el 2019 que te dieron la oportunidad de dirigir el equipo provincial de La Habana categoría pioneril, lo que marcó tu crecimiento.
Llevaba muchos años siendo campeón y con resultados y no querían darme el equipo. El antiguo comisionado Perdomo, que en paz descanse, decía que yo tenía muy malas características en los provinciales porque discutía con los árbitros. Llegó un momento en el cual me cansé y hasta me puse molesto y tuve que decir un poco de cosas: si no me llevaban a mis 5 alumnos, que eran la base del equipo, no iban a ir al torneo y así fue como me dieron el equipo. Para ese torneo que se celebró en Villa Clara me puso como entrenador asistente a un gran entrenador de aquí de La Habana, que se llama Reynaldo. Esa experiencia fue la primera a nivel nacional y ganamos la medalla de oro. Ese resultado hizo posible que en la actualidad sea el entrenador del equipo provincial pioneril, donde he mantenido buenos resultados.
Este año dirigiste el equipo Habana en el Campeonato Nacional de Primera Categoría.
Me fue bastante bien, pensé que iba a salir mucho mejor, pero fue una experiencia más. A veces, perdiendo se gana también y pienso que para el próximo año vamos a hacerlo mejor. Alcanzamos un sexto lugar que dejó muchas enseñanzas y ganas de revancha.
¿Qué crees que le falta hoy al voleibol cubano para salir adelante?
Necesita a personas que quieran trabajar y que se dediquen a esto, que amen el voleibol por encima de todo. En la Escuela Nacional han hecho buenas captaciones con los entrenadores que han llegado y quieren ponerle ganas, pero el voleibol no es de la mitad, es completo. Tenemos que trabajar más la defensa. Se podría crear una escuela o un centro para crear líberos y especializarlos en defensa y llamar a los mejores defensores que tuvo el país.
Desde hace unos años se permite la contratación de jugadores cubanos en Ligas Extranjeras. ¿Cómo valoras este fenómeno?
Para los muchachos de la selección mayor ha sido muy beneficioso porque acumulan una cantidad importante de partidos y adquieren más experiencia. Sin embargo, creo que para los muchachos jóvenes todavía es muy temprano, en el caso de los que tienen 16 o 17 años. Esos muchachos no están preparados todavía para enfrentarse al capitalismo porque físicamente los explotan y pienso que su cuerpo no está desarrollado. Eso sí, a nivel económico les va bien y eso es importante porque su nivel de vida mejora considerablemente.
¿Cuál ha sido tu principal decepción en la vida?
No pude cumplir todos los sueños que tenía como voleibolista. Hubiera sido mucho mejor de lo que fui, pero no pude terminar mi sueño por mi propia cabeza, por mis propias decisiones negativas que hice y pienso que, por no caer bien tampoco, porque a veces nos echamos las culpas nosotros mismos, pero también no le caes bien a las personas. Como los que tienen el poder aquí son los entrenadores, los jefes tienen el poder de hacer contigo lo que quieran, te tratan como una marioneta. Pero gracias a estas desilusiones, creé mi propia vida como entrenador.
¿Qué ha sido el momento más lindo que te dio el voleibol?
Cuando estábamos en los Panamericanos de Guadalajara, recuerdo que jugamos las semifinales el día de mi cumpleaños y para mí fue muy lindo. También, vestirme por primera vez con la ropa Adidas del equipo nacional fue muy importante para mí. A veces, no quiero ni acordarme, porque es triste que con 23 años te saquen del equipo nacional. Del voleibol conservo muchas amistades.
¿Qué planes tiene Yosniel Guillén con su vida?
Pienso seguir con mi familia aquí y, sobre todo, relacionado al voleibol que es mi vida. Seguiré ayudando a las personas jóvenes que están empezando ahora y dándoles mi consejo. Mi mensaje para las personas es que, si quieren trabajar, que apoyen siempre y esperemos que Cuba vuelva a ser la potencia que era en el voleibol, tanto como femenino como masculino. Mientras esté en este mundo, lucharé por el voleibol: este deporte ha sido mi vida y pienso seguir dándolo todo.
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