Andy Baquero es parte de esa extensa lista de talentosos deportistas cubanos que salen del país en busca de un sueño; que viajan a otra nación para encontrar el sustento económico que en la Isla pocas veces se logra, o para practicar su disciplina a un nivel superior, con más recursos y mejores condiciones.

Pero antes de entregarse al balompié, el ex mediocampista y defensa de los equipos Habana y Cuba comenzó en una disciplina completamente diferente: el Kung-fu. Después, como gran parte de los niños cubanos, el oriundo de la barriada de Santos Suárez se inclinó hacia el béisbol, al igual que la mayoría de los miembros de su familia.

Hasta ese momento, el fútbol solo ocupaba sus horarios como mero pasatiempo. Finalmente, el encuentro con su verdadera pasión ocurrió por una casualidad.

“El destino cambió un día cuando en la escuela un amigo, Erick McKlain, me preguntó si quería entrenar fútbol y niño al fin, me embullé enseguida. Ahí empezó todo junto al entrenador Juan Antonio Lotina, padre del fútbol cubano”, cuenta.

Los primeros pasos, aunque tortuosos, marcharon siempre tras un objetivo bien claro: hacerlo su modo de vida. Recuerda que “las categorías infantiles resultaron bastante difíciles, sobre todo cuando llegué al 11-12 años. El jefe de entrenadores en la capital no me quería de ninguna manera en sus equipos, incluso sin ser el director de aquellos conjuntos. De igual forma, cuando me dieron la oportunidad de pisar el césped, pasé momentos inolvidables, pues el elenco de 10 de Octubre era una máquina y ganábamos los torneos con relativa facilidad”.

Tras varias decisiones adversas de parte de quienes mandaban en la disciplina llegó la que nunca esperó, esa que le tuvo al borde del colapso emocional: Andy Baquero recibió la noticia de su no inclusión en la EIDE “Mártires de Barbados”, al menos no de forma oficial.

“Me tocó dar tantos viajes al Cotorro, imposibles de imaginar. A pesar de no estar en la escuela jugaba de titular en el equipo. Son cosas que nadie entiende, pero suceden. Después de un duro bregar y varios intentos fallidos pude, finalmente, matricular en la institución. De allí lo más preciado que recuerdo es la relación con grandes atletas, algunos de ellos fuera del país”, dice.

El salto de calidad no tardó en llegar y en la medida en que creció comenzó a despertar el interés de seleccionadores y técnicos. Aunque, según el criterio de algunos entendidos, jugaba torneos nacionales a un alto nivel, “pero en la Selección Nacional Sub-17 no fui convocado, y eso constituyó un duro golpe. La llegada al Sub-20 también se complicó. De no ser por jugadores y amigos como Daniel Luis Sáez, Arturo Diz Pe, Yolexis Collado, y Dairon Pérez, el seleccionador Chande González jamás me hubiese llamado”.

Su recorrido vistiendo la elástica de Cuba deparó varios de los momentos más luminosos del balompié cubano en la historia cercana. A su participación en el Mundial Sub-20 de Turquía 2013, se le suma el bronce de los Juegos Centroamericanos en Veracruz 2014, los octavos de final alcanzados en la Copa Oro 2015 y la participación en el Mundial de Futbol Sala de Colombia 2016. En lo individual, reconoce dos momentos importantes: marcarle un gol al Cosmos de Nueva York de la MLS, y terminar como líder goleador en el torneo de Futsal de Clubes Campeones en el 2017.

“En Turquía compartimos hotel con la selección de España. Fue muy gracioso porque todos queríamos hacernos fotos con Suso, Oliver Torres o Jesé, por solo citar algunos nombres. De aquel mundial recuerdo también la clasificación, lo difícil de jugar con esa altura, los tanques de oxígeno a los que acudimos en el hotel y el frío tremendo en Puebla y, por supuesto, aquella victoria contra Costa Rica”, comenta.

“Los Centroamericanos de Veracruz evidenciaron nuestro poco roce internacional y la falta de experiencia. Al faltar solo un minuto y ganando un gol por cero, en ninguna acción detuvimos el reloj. El desempeño del equipo fue estupendo, incluyendo los servicios médicos y la del ojeador (primera vez que lo vi en la selección nacional)”, afirma.

Andy Baquero
Andy Baquero

Mientras estudiaba, entrenaba e iba a competir, existía un apoyo imprescindible por parte de la familia. “Mi familia es lo más importante, no solo en mi carrera deportiva sino en mi vida en general. Sin ellos no sería Andy Baquero. Ellos son insustituibles para mí”, expresó.

A menudo escuchamos sobre terrenos en malas condiciones, escasez de balones, el precio de los tacos para competir, y otras condiciones adversas que golpean a este deporte en la Isla. Se sufre más cuando se escuchan desgarradoras historias contadas por alguien que jugó al más alto nivel por unos días. Un hombre que hizo barridas sin temor a herirse, que pateó sin pensar que se perdería el balón en el monte.

“Resulta demasiado difícil tener resultados meritorios cuando desde que comienzas a entrenar careces de lo mínimo (una buena cancha para el fútbol), o tan siquiera tienes agua fría para tomar para tanto calor como hace en Cuba. Las condiciones para nadie es un secreto que son malas y eso muchísimas veces fue tema de discusión, pero desgraciadamente las mejoras nunca llegaron”, explica.

“Anécdota triste, cómica y devastadora fue un partido frente a Santiago de Cuba en la tierra caliente. Jugábamos en un terreno de los peores en ese momento, bajo un torrencial aguacero donde la pelota no rodaba y, aun así, el árbitro y el comisario del partido decidieron continuar. En fin…. fatal para el fútbol”, recuerda.

Deporte priorizado o no, en el fútbol cubano (tanto el llamado once como en el de sala) escasean las pretensiones por parte de muchos decisores de avanzar, de colocarse, al menos, en la élite del área y adaptarse a las prácticas implementadas en todo el mundo.

“Los hechos hablan por sí solos. La falta de atención al fútbol es evidente. Desde los campeonatos provinciales hasta los nacionales, e incluso las eliminatorias del equipo Cuba se pasa demasiado trabajo, a veces innecesariamente. Lo que más duele es la falta de atención al futsal, deporte cubierto de gloria, que ha logrado incursionar cinco veces en campeonatos mundiales”, refiere.

“Se debe llamar a la selección a todos los jugadores cubanos que militen en otras ligas, hace años abogo por eso, pero en mis manos nunca estuvo la solución. Además, se debe potenciar el trabajo en la base, cambiar la mentalidad de los dirigentes y potenciar la motivación y atención a los futbolistas”, propone.

Andy Baquero
Andy Baquero

Con una calidad probada sobre el césped o desde el tabloncillo, no pocas veces le dieron a elegir entre el campo o el salón, sin embargo, siempre supo llevar ambos de la mano, a expensas de un regaño.

“El futsal siempre fue un problema para todos mis entrenadores, en cambio a mí me hacía feliz, por ello nunca lo dejé a un lado. Cada vez que tenía una oportunidad me escapaba a jugar y eso me hizo mejor jugador. Mi consagración a este me llevó incluso a tener resultados en la arena internacional”, detalla.

Baquero decidió partir hacia otro país para su realización personal y como variante a una situación económica que en ocasiones llegaba a malograr su juego. “Tal decisión llegó en el momento exacto, cuando sentí la preparación para iniciar una nueva vida alejado de lo más importante, la familia. Es simple, yo tengo un sueño, jugar profesional al fútbol y en Cuba me resulta imposible. La tapa al pomo fue cuando me prohibieron poder tener un contrato en el extranjero, eso me decepcionó mucho”.

Aunque le cuesta hablar de su salida, para acostumbrarse a tal lejanía entendió que lo mejor sería pensar positivamente, pues la distancia constituía un precio a pagar para poder brindarle un mejor futuro a los suyos.

“La familia lo entendió poco a poco. Ellos hicieron por mis 25 años, entendieron que en Cuba mis ilusiones se frustraron en más de una ocasión. Todos los días lucho para ayudarlos y, de cierta forma, agradecer lo que han hecho por mí. Aquí en Canadá te cambia la forma de pensar, esto es como escuela y la estoy disfrutando. Trabajo, juego fútbol, hago música. Soy feliz”, confiesa.  

Parte de su tiempo libre lo dedicaba a componer canciones y grabarlas para luego darlas a conocer bajo su nombre artístico AB2. Dicho proyecto nació durante una salida de amigos, y la juventud, las fiestas y las historias lo llevaron a escribir su primera canción. Luego, entró en el estudio a grabar y la conexión fue tal que este se convirtió en su segunda casa.

“Me preguntan mucho si me dedicaré solo a la música y mi respuesta siempre es la misma: soy futbolista, la música es solo una vía de escape para alegrarle los días a quienes les gusta escucharla”, dice Andy Baquero.

“Nunca pensé en abandonar el fútbol, pero el mundo es un pañuelo y aquí conocí personas que se dedican a realizar shows. A ellos les gustó mi música y de ahí nació una alianza. Mientras que el balompié me lo permita, seguiré cantando. Cuando el rigor en el más universal me lo impida, la música tendrá que esperar en el teléfono”, afirma.

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