En el portal de la casa de Vicente y Maritza, el pequeño Aricheell daba toques a la pelota. Era la rutina de los días de partido, cuando Ariel, el futbolista amigo de su padre, pasaba a hacerles la visita antes de partir hacia el estadio. Era un gran jugador, un ícono del fútbol nacional y había que aprovechar su presencia.

“Siempre que Villa Clara jugaba, yo iba a ver los juegos. Ariel Álvarez era amigo de mi papá; pasaba por mi casa antes del partido a conversar y yo jugaba con él en el portal. Cada vez que lo veía aprovechaba la oportunidad, le tiraba la pelota y me ponía a dar pases con él. Son cosas que fueron incentivando mi pasión por el fútbol”, recuerda Aricheell Hernández, hoy capitán de la selección nacional absoluta de Cuba.

Por nacer en Zulueta, cuna de este deporte en la Isla y sede del equipo más laureado de los campeonatos nacionales, es casi imposible escapar a la pasión por el más universal. En un país donde el béisbol ha sido elevado a la sacrosanta categoría de “deporte nacional”, este pequeño poblado de los campos villaclareños se ha mantenido, firme en el tiempo, como el bastión de la resistencia futbolera.

Desde que era pequeño, Ariel Betancourt —otro gran jugador— pasaba por las escuelas para ver quién quería sumarse a practicar. Así que gracias a él y al profe Ñaño, como cariñosamente le decíamos, fueron mis comienzos en el deporte en mi natal Zulueta”, comenta el jugador en exclusiva para Play-Off Magazine.

Han pasado casi dos décadas desde que aquel niño daba sus primeros golpes al balón. Hoy, a poco de cumplir sus treinta años, el joven zulueteño puede presumir de haber jugado un Mundial Sub-20, colgarse una medalla de bronce en unos Juegos Centroamericanos y del Caribe y conquistar varios títulos dentro y fuera del patio. Méritos que, asegura, nunca le han hecho despegar sus pies de suelo.

“La gente puede ver hoy a un Aricheell que tiene las posibilidades que no tenía ayer. Pero las personas que siempre me ayudaron, me marcaron. A veces no tenía la posibilidad de conseguir un par de tacos para un partido y un amigo me prestaba unos. Y así es el Aricheell de hoy día”, dice.

“Si yo tengo para ayudar a otros, lo hago. No solo futbolísticamente, sino fuera de la cancha. Esos valores son los que más me han marcado, no tanto como jugador, sino como persona. Siempre los tengo presente. Ser agradecido, ayudar a los demás, ser humilde y buscar lo mejor siempre, tanto para los que me rodean como para el fútbol cubano”, cuenta.

“Eso es lo que más yo quiero. Que el fútbol cubano mejore. Ser el día de mañana alguien que cambie cosas para que sea mejor”, añade.

¿Qué pasó con la generación dorada del fútbol cubano que fue al mundial sub-20 en Turquía?

Desde bien joven tuviste la responsabilidad de vestir la camiseta del equipo más grande de Cuba: ¿cuán difícil fue hacerte un espacio en un vestuario tan exigente?

No fue difícil. Porque jugadores con la calidad de Yenier Márquez, Clavelo, Linares, Macías, Odelín Molina, Andrey, Juan Carlos, Silvio Pedro —jugadores élite del fútbol cubano que han sufrido etapas increíbles y ganado títulos increíbles—, me dieron confianza.

Solo tenía que demostrar que yo quería y podía jugar, que cuando me dieran la pelota también podía hacer cosas importantes para ellos. A medida que fui jugando, ellos fueron adoptándome, no como un jugador más, sino como el niño del equipo. Hubo partidos en los que me hacían faltas y ellos salían a defenderme. Estas cosas te van motivando y dando confianza; pero, sobre todo, te enseñan a ser una persona humilde.

Humilde en el sentido de que hoy haces dos goles y mañana sales a entrenar como el primero. Se te olvidaron esos dos goles. Viene otro partido y tienes que hacer dos más. Era un equipo increíble dirigido por Ariel Ávarez, que siempre me dio toda la confianza, me ponía en todo momento. No solo jugaba en Zulueta para que todos me vieran. Aricheell jugaba en todos los estadios con apenas 16 ó 17 años.

Con toda honestidad, ese ha sido el proceso en el cuál yo me he sentido más confiado y más cómodo, el que más he disfrutado, el que ha salido bien desde el inicio hasta el final. Incluso metía goles en semifinales. No fue difícil para mí gracias a ellos.

Hoy en día, el Aricheell de la selección que todos conocen, el que ayuda a los demás, es gracias a ellos. Es esa mezcla de disciplina, coraje y talento que ellos me fueron inculcando. Porque jugar en ese equipo, a esa edad, donde todos te están viendo, puede hacer que tu mentalidad cambie fuera del terreno. Con ellos yo no podía hacer eso, tenía que seguir siendo el mismo. Y gracias a eso mi carrera continuó de la mejor manera.

En 2012, fuiste uno de los principales referentes en el nacimiento de una generación que marcaría la historia del fútbol reciente en Cuba. ¿Qué recuerdos te trae aquel Premundial Sub-20 de Puebla?

En esa generación estábamos convencidos de que íbamos a clasificar al mundial. Estábamos convencidos de que podíamos. Triana fue un padre para nosotros. Nos exigía muchísimo, pero nos apoyaba en todo y nos daba confianza. En aquel juego contra Costa Rica, nos empatan el partido, y aun así sabíamos que íbamos a ganar.

Ese premundial fue muy bonito. Fue una experiencia que no vamos a olvidar nunca, porque clasificarse a un mundial no se olvida. Lo disfrutamos mucho. Lo vivimos. Fueron cosas que nos marcaron para siempre. Hoy en día aún seguimos hablando del premundial, seguimos recordando esa historia. Eso es lo más importante y lo más lindo que hemos tenido todos nosotros.

En 2014, esa misma generación, vuelve a darle otra alegría al país obteniendo la medalla de bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014; pero una lesión en el segundo partido no te permitió tener el protagonismo habitual. ¿Cómo fue vivir desde fuera esos días tan históricos?

Fue bien difícil. En ese momento pensé hasta en dejar el fútbol. Dije, “no más”. Pero mis compañeros, mis entrenadores, incluso otros deportistas como Julio César la Cruz o las chicas del baloncesto, me iban a ver y se preocupaban por mí. Todo el mundo estaba enfocado en su competencia, pero siempre había alguien pendiente a mí.

El doctor Anillo y otra doctora me ayudaron mucho. Mi familia, mis amigos y otros entrenadores me hicieron ver que en el mundo del deporte uno puede complicarse con lesiones y las cosas se pueden poner difíciles. Que la idea no era renunciar sino continuar, recuperarse y seguir.

Fue difícil, pero mis compañeros me apoyaron tanto que pude lidiar con eso. Sobre todo me ayudó ver los resultados. Ver lo bien que estábamos jugando fue una motivación para llegar a decirle al médico que me examinara, porque si estaba bien, iba a jugar.

Ver lo bien que estaban mis compañeros me fue involucrando. Ver el partido contra México metido en una habitación, ver a los chicos lo bien que estaban haciendo las cosas, el gol de Yordan Santa Cruz que en lo personal es mi hermano, todo eso me motivó a ponerme bien, a tener mente positiva para continuar.

¿Sientes que el tratamiento que se le dio a esa generación estaba a la altura de los resultados que consiguió?

El tratamiento que se le dio a esa generación no fue el correcto. Y no lo digo por haber estado en esos procesos. Lo que se alcanzó no fue recompensado con un buen manejo para que ese equipo continuara, para que sus jugadores se asentaran en ligas profesionales. Estamos hablando de futbolistas de menos de 20 años.

Creo que ahí no pensaron en el jugador, ni en el equipo, ni en el bien del fútbol cubano. Era una generación que había que aprovechar al cien por ciento insertando a todos en ligas profesionales y sumando a otros jugadores talentosos que no pudieron hacer el viaje a las Juegos Centroamericanos ni al Mundial.

Hoy todos tenemos 27, 28 ó 29 años. Tuviéramos una mejor selección y, sumando a los legionarios, hoy Cuba tendría un equipo para discutir todo en el área.

Hasta ese momento, no se permitía que los atletas cubanos salieran al deporte profesional. ¿Cómo hacías para ganarte la vida en Cuba?

Ahí me tocaba ganarme la vida, porque no me alcanzaba lo que nos daban como jugadores de una selección o como matrícula de una escuela. Si mal no recuerdo eran 200 pesos. Tenía que pedirles a mis padres. Y ellos, que son personas humildes y trabajadoras, me ayudaban con ese tema. A mí me tocaba ahorrar y saber manejarme con poco porque la situación estaba difícil.

Cuando se abrió esta posibilidad tuviste oferta del Cruz Azul. Incluso se daba por hecho tu llegada al club. Sin embargo, terminaste yendo a CAI, de la Liga de Panamá. ¿Qué pasó? ¿Por qué no se dio esa oportunidad en el fútbol mexicano?

Sinceramente, yo aún no concibo qué pudo haber pasado para que, de momento, con todo listo para irme para el Cruz Azul, en Cuba me dijeran que ya no procedía, que se había caído, que ya no iba a salir.

Y no solo a mí, sino también a otros jugadores. La federación manejaba esos temas así. Les decían, “se cayó”, “no se dio”, pero no daban una base de las cosas. Te engañaban de esa manera y creo que todos los jugadores sufrimos en ese sentido. Muchos jugadores perdimos contratos.

Aunque a nivel colectivo saliste campeón con C.A.I, a nivel individual terminaste siendo suplente. ¿Qué sucedió ahí? ¿Cómo un jugador que es pretendido por un equipo de la Liga MX termina siendo suplente en el fútbol de Panamá?

No me justifico, porque al final del día tienes dos opciones: consigues el objetivo o consigues excusas. Eso lo tengo bien claro. Pero cuando un jugador llega a mitad de temporada, cambian los entrenadores y pasan cosas así, siempre choca. El once titular está prácticamente hecho, el técnico ya tiene hasta los cambios. Uno llega y va buscado oportunidades. Yo intenté buscarlas y salimos campeones, gracias a Dios.

Todo fue producto a llegar tarde porque Cuba tenía problema con los papeles, porque no podía salir de Cuba, porque Cuba no dejaba y cosas parecidas. Por poco pierdo ese contrato también.

Le pidieron al club que firmara una cláusula que decía que me podían comprar, pero no vender. Era prácticamente como decirle al club “no te lo lleves”. Cosas así pasaban en Cuba lamentablemente y nosotros los futbolistas somos los que sufrimos eso, porque perdemos contratos. Porque eso en el fútbol no le pasa a nadie más. Mañana un jugador recibe una oferta de tal equipo y al otro día está ahí. El cubano se puede pasar tres o cuatro meses, porque en Cuba todo el tema es de mucho papeleo, todo el mundo tiene que firmar un papel.

Recuerdo que el contrato mío lo tenía que firmar el presidente del país. Y yo no tengo nada que ver con el presidente, ni con política, yo soy futbolista. El club me insistía, me preguntaba por qué aún no había podido ir. Así que pregunté. Me dijeron que faltaba la firma del presidente y él estaba en China. Entonces yo tenía que esperar a que él regresara de allá para que me firmara los papeles y yo pudiera salir, supuestamente.

Son cosas que nada más nos pasa a deportistas cubanos. Por eso perdemos contratos. A veces los salarios son menores por cláusulas que ponen en ellos, como la que te mencioné. ¿Cómo un club va a adquirir tus servicios y no te va a poder vender porque Cuba no quiere?”.

Son cosas que fueron dándose en Cuba. Uno resistía y hacía presión para que fueran cambiando. Y es producto a la mentalidad, con el nivel de organización y actualización que tienen con el tema de los contratos.

En 2019, partes al fútbol dominicano, donde tuviste la oportunidad de jugar durante cuatro temporadas con Universidad O&M. ¿Cómo valoras el nivel de esa liga con respecto a la nuestra?

Llego a la Liga Dominicana gracias a una persona que quiero mucho, Carlos Ramírez, que es como un padre para mí. Es una liga muy parecida a la cubana, salvando las posibilidades que tiene una liga profesional.

Es una liga que va en ascenso y cada año es más competitiva. Están trayendo buenos jugadores, buenos técnicos y se están desarrollando los jugadores dominicanos. La liga se podría comparar con Cuba en el sentido de que, físicamente, los jugadores se manejan de forma muy parecida, casi todos los equipos tienen jugadores habilidosos.

Creo que la liga cubana debería estar mejor si tuviera las condiciones que tiene la dominicana. Una es profesional y la otra no.

En Universidad O&M te ganaste el brazalete de capitán, la camiseta número 10, fuiste uno de los artífices del primer título en la historia del club, pudiste llevarte a tu familia hacia República Dominicana. Se puede decir que habías creado una zona de confort. Entonces ¿qué motivó tu salida del club rumbo a Guatemala?

Yo estoy muy agradecido con la Liga Dominicana y con el club Universidad O&M. No solo por los logros, no solo por lo que aprendí, también por la calidad humana, el trato que tuvieron con mi familia y conmigo, desde los trabajadores de limpieza hasta los directivos del club. Logramos quedar campeones. Es algo que siempre va a ser parte de la historia del club, porque fue la primera vez.

Cuando llegué, poco a poco fui dando pasos firmes, ganándome la confianza de todos, pero, sobre todo, fui haciendo grupo, fui haciendo una familia, intentando que hubiera una mayor cohesión, que todos pensáramos igual, que nos apoyáramos mutuamente. Fui buscando la manera de que el club se fortaleciera más como institución, porque creo que tiene el potencial para eso. O&M siempre va a ser mi casa, siempre los voy a querer así.

Lo que me motivó a salir de esa zona de confort fue la ilusión de poder volver a Centroamérica, seguir creciendo en mi carrera y llegar a Copa Oro en óptimas condiciones, en mejor ritmo y mejor nivel. Todo partió de ahí, pero también por el desarrollo futbolístico. Uno siempre quiere crecer, quiere mejorar y vi una buena oportunidad de llegar acá a Centroamérica. Lástima que se me haya dado casi con treinta años y que no me haya ido muy bien.

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Precisamente sobre eso te quería preguntar. En Deportivo Mixco no has gozado de muchas oportunidades en la titularidad. ¿A qué se debe esto?

Nada, respeto al míster y respeto sus decisiones. Hay que seguir trabajando y agradecerle mucho a Mixco. Principalmente a la directiva, mis compañeros y a la afición que me apoya muchísimo.

En la selección actual quedan muy pocos de los jugadores de aquella generación tan gloriosa de la que fuiste parte en tus inicios. Algunos han emigrado, otros han dejado el fútbol. ¿Cómo has vivido tú este proceso de fragmentación?

Fue difícil, es difícil y siempre será difícil. Cuando tú llevas mucho tiempo con amigos que se convierten en hermanos, sufriendo y disfrutando del fútbol día a día, les agarras un cariño, un aprecio, que la distancia después te hace sentir mal, incómodo.

Hoy por hoy, no sé de muchos de mis compañeros. He preguntado, busco la manera de seguir hablando con varios. Por ejemplo, Yordan Santa Cruz es mi hermano. No está en Cuba. Desertó. Pero siempre va a ser mi hermano. Eso no va a cambiar. Porque somos seres humanos y el hombre a través de la historia escoge su camino.

Si mañana algún jugador quiere irse yo no se lo critico, porque somos seres humanos y cada cual tiene su forma de pensar y a todo el mundo se la respeto. Ese trato, esa relación que tuvimos, nadie la va a cambiar. Aunque hayan desertado, aunque hayan dejado el país o la selección, seguirán siendo mis hermanos. Porque así es como yo pienso. Así es como lo siento.

Precisamente, hoy estaba hablando con Yordan y le decía cuanto lo extraño, cuanta falta me ha hecho dentro y fuera del campo. Es lo que pienso, es lo que siento y mi mentalidad no va a cambiar.

Antes me dijiste que querías ser, en un futuro, alguien que cambiara nuestro fútbol. Si hoy fueras presidente de la AFC, ¿qué medidas implementarías para mejorar el fútbol cubano?

Para cambiar el fútbol cubano, lo primero que hay que tener es sentido de pertenencia. Que uno sienta, ame y quiera al fútbol. Si uno siente por el fútbol cubano, todo lo que haga día a día va a ser para mejorarlo, desde los niños hasta la absoluta.

Hay que mejorar no solo los terrenos, no solo las condiciones del jugador, la uniformidad, el calzado, la organización; sino también acercar a esas glorias del fútbol cubano más a los equipos nacionales, a la base, a la asociación. Una federación del fútbol cubano con esos protagonistas que lo han vivido, que lo han sufrido, que lo han entendido, que han tratado de buscar la manera de mejorar el fútbol, que sienten por este deporte, que lo aman.

Yo acercara a esos jugadores para que estuvieran ahí conmigo, para organizar y reestructurar desde cero una nueva Asociación de Fútbol de Cuba. Donde los jugadores tengan las condiciones de un futbolista, que estén motivados, que puedan entrenar, que puedan alimentarse, descansar.

Eso es lo primero que hay que hacer. Si uno no ama, no siente, no quiere al fútbol cubano, no le importa si la selección absoluta gana o pierde. No pasa nada. Porque tú no sientes, porque alguien no siente o porque los que están hoy no sienten por el fútbol cubano. Por eso es que creo que nuestro fútbol tiene que estar dirigido por una persona que lo sienta, que lo ame y —sobre todo— que lo haya sufrido.

Sé también que no todo el que ha jugado está capacitado para dirigir. Para eso hay que estudiar, hay que prepararse, pero tienes la base más importante, que es haberlo vivido, haber pasado todo el proceso desde las inferiores. Creo que eso es importantísimo para dirigir. La experiencia no se improvisa, no se obtiene sentado en un escritorio. Tienes que haberla vivido.

No solo es haberlo practicado, ni solo es haberlo estudiado. Ambas cosas tienen que ir de la mano.

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Imagen cortesía de FIFA
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