Ariel Hernández es uno de los mejores boxeadores cubanos de la década de los 90 y de toda la historia, lo cual son palabras mayores. Dos veces campeón olímpico, pudo ir por su tercera corona e igualar a dos leyendas del deporte cubano como Teófilo Stevenson y Félix Savón. Edad y condiciones tenía, pero su cuerpo le pedía subir de los 75 kg a los 81kg. Esa sería la petición de Ariel, pero el jefe de entrenadores, Alcides Sagarra, se negaría. “La Revolución y la Patria lo necesitan en esa división”, dijo. De esa manera, se veía obligado a afrontar el retiro, cuando ni había llegado a los 30 años.

Hace más de 20 años que Ariel no pelea, o al menos no en un cuadrilátero. Desde entonces, lucha como cualquier otro cubano por el sostén de su casa, en trabajos dignos y que le reporten dinero. Los 8500 pesos que gana por sus medallas no le alcanzan. El pacto de entregarlo todo cuando se es atleta a cambio de ser atendido cuando retirado, se rompió.

“Esto es una moraleja. Dejaste el boxeo, ya tú no sirves para más nada. Dejaste el deporte, no das ya. ¡Ah!, si yo tuviera el dinero que me gané, no me interesara que me miraras. Pero, si me dejas encuero, tienes que seguirme atendiendo, por lo menos. Pienso que sea así, o se habló de que era así. Han cambiado muchas cosas y eso al deportista le duele. El deportista retirado no tiene nada. Yo no voy a estar todo el tiempo detrás de ellos. ¿Por qué?, el que merece no pide. Esas son cosas que duelen”, dice.

¿Cómo comienzas a practicar deportes?

Llegué al deporte por mis hermanos. Somos cuatro, el mayor empezó en boxeo. Mi hermana, que es la que le sigue, fue judoca. El tercero también fue boxeador. Uno estuvo en la academia provincial de Pinar del Río y el otro en la EIDE. Eso fue lo que me inclinó desde la primaria hacia el deporte.

Soy el menor de los cuatro, natural de Pinar del Río, Guane. Había un gran sistema boxístico y de pelota en la zona. Había muchos deportistas del alto rendimiento del municipio. Siempre ha tenido buenos resultados.

Mi primer deporte fue la pelota, donde estuve dos años. Pero de tanto ver a mis hermanos me incliné al boxeo, y fue una fijación mía. Eso fue a los ocho años.

¿Cómo comienzas a sobresalir en esos primeros años?

Me hicieron pruebas y me captaron para la EIDE provincial sin tener nada, solo por mis condiciones físicas. Ahí empecé a entrenar, y ese mismo año en que entré, en el 84, participé en los Juegos Escolares y fui medallista en la categoría 13-14 años.

En el 85, quedo campeón de los Juegos Escolares en los 38 kilos. Después paso al 15-16, que fueron años un poco duros, porque venía con otro tipo de pensamiento. Pasar de la niñez a ahí, es duro. No es el mismo estilo boxístico, lleva mayor dedicación, entrenamiento. En esta categoría había que imponerse. Me puse a entrenar y quedé campeón.

¿Qué figuras seguías del boxeo cubano y quiénes eran tus ídolos?

Había bastantes. En ese tiempo estaban Adolfo Horta, Pablo Romero -de Pinar del Río-, Idel Torriente, Teófilo Stevenson, varias figuras que me motivaban. Cuando había boxeo por la televisión, el primero que se sentaba era yo.

¿Cómo llegas a ser campeón mundial juvenil con 16 años?

En esos juegos escolares captaron a tres atletas fuera de la edad para la ESPA Nacional. Yo aún no tenía la edad. A nosotros nos captaron mucho antes: Héctor Vinent, Héctor Barrientos y yo. Era como prueba. Nos llevaron a una gira por los países socialistas. En esos torneos fuimos medallistas con nuestra poca experiencia y en el primer viaje al extranjero. Ahí el profesor que estaba de jefe de entrenadores, Pedro Roque, empezó a pensar que estábamos fuera de nivel y comenzaron a prepararnos. Participamos en el Campeonato Mundial Juvenil en Puerto Rico. Ahí me enfrenté a gente de casi 20 años y gané.

¿Cómo llegas al equipo Nacional?

Estábamos haciendo una carrera en la pista, y llega Alcides Sagarra, que era el entrenador del equipo nacional. Él siempre nos visitaba para ir viendo los talentos que había en la ESPA. Parece que se fijó en Héctor Vinent y en mí y dijo: “me los llevo para el equipo nacional”.

Cuando se acaba el entrenamiento, nos forman y nos llaman a los dos para decirnos que recogiéramos la ropa que nos íbamos para la “Finca”. No entendíamos que pasaba, porque no teníamos la edad y éramos apenas juveniles, y todos los salvajes estaban ahí nos iban a matar.

Hablaron con nosotros, nos convencieron. Llevaron al psicólogo, al entrenador y fuimos.

Nos pusieron a los dos juntos en un cuarto, apartados. Entrenamos esa semana en otro gimnasio, no teníamos que ver con el equipo nacional. A la tercera semana empezaron los sparrings y nos probaron. Me acuerdo que me pusieron con Orestes Solano y a Vinent con Pablo Rojas, que era ya un veterano.

Parece que, por el susto, porque en el boxeo el que diga que no tiene miedo, miente, le parto para arriba a Solano y le gano el sparring. Aquello a Alcides le impactó y pensó: esta gente está muy acelerada.

Alcides me dice que voy a ser 67 kg, donde estaba Juan Hernández Sierra, que es mi primo. Pasé de 54 kg a 67 kg, y me dice: “ustedes están aquí para prepararse nada más”.

Participamos en el Playa Girón de ese año. Ambos cogimos plata. Yo perdí con Sierra. Recuerdo que no pudimos participar en los Juegos Panamericanos de La Habana por la edad.

De ahí me pasaron a los 75 kg y le gano a Rolando Garbey en los sparrings, y por decisión dijeron que no, que era muy joven, que todavía tenía muchas cosas por delante.

Llega el 92 y gano el Playa Girón, el Cardín, todo en la división de los 75kg y fui a los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Nunca pensé ver a todos esos grandes del atletismo y del básquet que salían por la televisión al lado mío. Yo dije, “que va, yo tengo que ser igual, yo voy a ser grande, voy a ser grande”. Me lo repetía. Conquisté la medalla de oro. Le gané en la final a Chris Byrd, que posteriormente fue Campeón Mundial profesional en 91 kg.

¿Cómo fue esa competencia en específico?

Tenía 19 años. Yo siempre escuché decir que lo más grande eran los Juegos Olímpicos y solamente por estar ahí, ya yo me creía grande. Solo faltaba la medalla.

Ariel Hernández doble campeón olímpico boxeo cubano
Ariel Hernández, exboxeador cubano doble campeón olímpico y mundial, en su casa en La Habana, Cuba. Foto: Leonardo Ruiz

Con esa edad y esos resultados, imagino que tenías muchos ojos encima. ¿Tuviste alguna oferta para saltar al profesionalismo?

Ofertas no dejaron de existir, ofertas buenas que había que pensar, mucho antes incluso de participar en la Olimpiada. En el tiempo en que yo me eduqué, no existía eso de quedarse boxeadores ni de estar pensando en ese tipo de cosas. Además, había otra atención que no daba motivos para que tú te quedaras, por lo menos en el boxeo. A lo mejor en otro deporte sí. Yo decía que no, además de que no podía dejar a mi familia atrás.

¿Cómo viviste tú y el resto del equipo que un compañero de equipo como Joel Casamayor hubiese tomado esa decisión?

Casamayor fue a la Olimpiada de Barcelona también. Cuando él decide eso, no lo critiqué ni me puse a hablar. Cada quien tiene sus pensamientos. Decidió hacer su aventura en el boxeo profesional y no le fue mal, le fue bien. Eso es suerte y verdad, la calidad la tenía. Detrás de mí venían hasta Cuba, buscándome.

¿Entre el 1989 y 1998, cuando estabas en el equipo nacional, cómo era la atención?

Siendo la segunda y tercera figura, ya tenías prioridad. La atención siempre fue buena. Por suerte teníamos a un buen padrino a quien le gustaba el deporte, que era Fidel. Tenía más inclinación para atender a los deportistas, aparte de que teníamos resultados. Él sabía que se estaba esforzando la gente. No era lo que se esperaba, pero no había las necesidades que estamos pasando ahora.

¿Dónde vivías por aquel entonces?

Tanto en Pinar del Río como en La Habana, porque tenía mis aventuras aquí también.

¿Qué recuerdas del segundo oro olímpico en Atlanta 96?

Llego a Atlanta después de ser campeón mundial. Es una cosa curiosa. Casi todos los campeones olímpicos primeros son campeones mundiales. Yo fui al revés. Llegaba con las papeletas de favorito.

Voy a hablarte del mundial primero, porque fue especial. Fue en Alemania. Era importante porque ahí se iba a saber quién era el mejor peleador del mundo de mi peso. Tanto me dediqué, que las cosas me salieron perfectas. Ganaba mis peleas fáciles, con amplia puntuación. Yo no era muy pegador, pero sí tiraba bastantes golpes. Gano ese Mundial con buenos resultados y no quedé como mejor peleador del Mundial porque estaba Félix Savón. Le dijeron a Alcides: “decide entre ellos dos”. Habló con nosotros y nos dijo que había que dárselo a Savón porque era más experimentado que yo en el boxeo. Así mismo me pasó en la Olimpiada de Barcelona 92 con el difunto Roberto Balado. Quedamos empatados en la puntuación y Alcides decidió por Balado. Me quitaron las dos veces esa distinción por tener gente con más experiencia delante.

Llegué a la Olimpiada del 96. No había perdido. Hubo una encuesta en The New York Times de Estados Unidos. Vinieron aquí para definir quién era el atleta con mayor fenotipo, y salí yo, como uno de los más formados del deporte a nivel mundial. Ahora estoy flaco, tengo 52 años. Los años no pasan por gusto.

En la Olimpiada fui por repetir. La primera pelea fue difícil, pues era un boxeador nuevo, que no había enfrentado, pero se impuso la técnica y le gané. De los otros, no recuerdo los nombres, pero los tengo guardados por ahí. La final fue contra un ruso, que era 71 kg y había pasado a 75 kg. Le había ganado dos veces a Alfredo Duvergel, pero se enfrentó al “relámpago cubano” o “El intocable”, como me decían, y no me vio por todo el ring. Esa Olimpiada la gané fácil.

¿Qué sucedió luego de esos Juegos Olímpicos?

Yo podía haber sido tres veces campeón olímpico. Mi cuerpo estaba en desarrollo y empiezo a tener problemas con mi peso. Vamos a unas competencias por Europa que marcaba puntos para las Olimpiadas del 2000 y veía que ya no podía mantenerme en el peso. Hablo primero con mi entrenador, el difunto Julio Mena, que Dios lo tenga en la gloria, que fue como un padre para mí. Él me dice que había que comunicarlo. Él lo aceptaría, pero había que hablar con el colectivo técnico. Yo les dije: “si quieren, me voy para mi provincia y voy al Campeonato Nacional en 81 kg y me busco mi puesto”.

Cuando le plantearon eso a Alcides, dijo: “¿qué?, ese está loco. No puede ser 81 kg, tiene que ser 75 kg porque la Revolución, la Patria, lo necesitan en esa división”. A lo mejor no lo dijo por malo, pero me estaba coaccionando para no ser 81 kg.

Paso ese año en 75 kg con trabajo. El rendimiento estaba bajando, no tenía la misma velocidad. Otros muchachos venían subiendo también y eran muy explosivos, con calidad, pero Alcides decía que no.

¿Quién estaba en 81 kg?

En 81 kg estaba el hijo de Armandito, Johanson Martínez. Él era de 75 kg y yo lo saqué de la división. Él lo que no quería era que yo volviera a enfrentarme con Johanson, porque sabía que era fácil para mí.

¿Qué decides hacer con tu futuro entonces?

En el 98 dije: “qué va”. Si no me suben de división, escribo a la AIBA (Asociación Internacional de Boxeo) explicando el problema, los motivos de mi retiro. Había que entregar una carta a la Federación (cubana) y una carta a la AIBA. Vine para la casa, no iba a entrenar más. Me viene a buscar la gente de Pinar del Río para llevarme al Playa Girón, pero yo estaban sin entrenamiento ni nada. Empiezo a entrenar, bajo un poco de peso. Yo pensando que podía participar en 81 kg, porque ya no podía bajar a 75 kg.

Alcides tanto dio que dijo: “no, si no haces 75 kg, no puedes pelear”. Ahí ya me dije: “bueno, pues no peleo más. Me voy a retirar elegantemente, ganando”. Después me retiraron oficialmente. Soy uno de los pocos boxeadores que fue retirado universalmente, en el sentido de que vino la AIBA y me retiró. Eso es un mérito, porque están reconociendo el trabajo que hiciste.

Fue un acto desconsiderado el que no te subieran de división, pese a que era la petición de un doble campeón olímpico.

Había conveniencias en esos momentos, otros pensamientos. Son errores que se cometen. No pensaron que una tercera medalla de oro olímpica podía haber venido. Esa es la deuda que yo no perdono.

Jorge Gutiérrez, el campeón olímpico que rechazó millones para seguir de amateur

También tuviste una gran rivalidad con Jorge Gutiérrez.

Sí, él fue a los Juegos Olímpicos. Ese muchacho venía muy bien. Al yo no estar, él sube a esa división. No me ganó en un torneo Cardín o Playa Girón. Nada más me ganó un tope después de venir de una gira. Él estaba entrenando aquí. Llegamos, nos dieron vacaciones. Entramos al entrenamiento y a los dos días, un tope en la Kid Chocolate. Ahí me ganó él. Las dos veces que peleamos después de eso, no me ganó más. Entonces es que entro al retiro, porque no puedo hacer más ese peso.

¿Qué sucedió en el Mundial de Houston y ese año en específico?

Fue doloroso para nosotros, porque veníamos en buenas condiciones. Lo que pasó le quita el ánimo a cualquier deportista del mundo. Ese año EE. UU. quería ganar el Mundial fuera como fuera. Había mucho dinero rodando. Al verme ganando la pelea y que después no me levantaran la mano, las lágrimas se me salieron de impotencia. Casi me decepcioné del boxeo. A parte de que no me concedieron hacer ese cambio de división, me quitó las ganas.

¿Cómo fue verte tan joven y ya retirado, cuando solo unos años atrás eras el mejor en tu división del mundo?

Internacionalmente, dijeron: “¿cómo que está retirado?”. Estaba en plenitud, con 27 años. Muchos contrincantes míos me escribieron a la casa y me mandaron mensajes. Me querían ver en la competencia.

Una vez retirado, ¿qué decides hacer con tu vida?

Estuve en el equipo nacional de entrenador durante cinco años. Hubo un decreto, no sé qué pasó con el INDER, y empezaron a sacar entrenadores porque no había las condiciones para tener a tantos entrenadores en el equipo nacional, y nos pasaron para los municipios. Estuve aquí trabajando en el gimnasio Roberto Balado unos cuantos años con el difunto Jorge Hernández. Tuvimos buenos resultados con el municipio de La Lisa.

Pero dije, “como están los sueldos ahora, tengo que hacer otra cosa, porque está muy dura la cosa”. Pasa la pandemia, tuvimos problemas. Con ocho mil pesos en este país ahora no se vive. Yo estoy dispuesto a volver a ser entrenador, no es porque no quiera serlo: es que la necesidad que obliga a uno a hacer esas cosas.

¿Cuánto te pagan por tus resultados ya retirado?

Una medalla de oro olímpica que son 7500 pesos, pero ahora sumaron una, la del panamericano y en total son 8 500 pesos (mensuales).

¿Cuál ha sido tu momento más feliz?

Ser campeón olímpico. La primera porque fue cuando dije, ya soy campeón olímpico, ya soy el mejor del mundo. Volver a hacerlo otra vez, emotivamente es mucho.

¿Momento más difícil?

Haberme ido del deporte. A mí me gusta el deporte. Todos siempre me han gustado, los veo. Para mí, es la vida. A veces pienso que estoy decepcionado, pero puedo ver otros deportes. A veces, voy al Latinoamericano a ver a Industriales, aparte de que por el reparto vive el mánager del equipo.

¿Qué entrenadores te marcaron en tu carrera?

Julio Mena, que me veía siguiendo desde la EIDE, porque él es pinareño. Cuando entré al equipo nacional, ya tenía mi expediente.

¿Y Alcides Sagarra?

No era un mal entrenador, pero tenía sus cosas. No se le podía decir que no, era el jefe. Me acortó la carrera deportiva. No ahora, cuando estaba bien, yo se lo decía. Venían entrevistas, en la televisión. No solo yo, lo dijeron gente que estaban al lado mío. Él tenía su pensamiento.

Fueron alrededor de 10 años en el equipo nacional.

Cuando vienes a ver, 10 años son 10 años. Cuando están en un equipo nacional con 15 años, es duro. Desde que empiezas en el deporte, ya estás acortando tu vida. No disfrutas, pierdes la niñez, la juventud. Después tienes que reincorporarte a otra cosa. Uno sale del deporte y dice, ¿ahora qué hago?, ¿de entrenador? Muchos son licenciados, pero no les gusta ser entrenadores.

Hice dos misiones. Una en Panamá y otra en Venezuela. En este último tuve tres campeones nacionales. Tuve mis méritos. Hugo Chávez me dio una medalla. Fui el único campeón olímpico que fue a Venezuela, porque nadie quería ir.

¿A qué te dedicas en estos momentos?

Si hay un trabajo que pueda hacer, lo hago. Un trabajo que sea digno y que me ingrese dinero, lo hago. No estoy ‘delincuenteando’ ni nada, pero sí estoy buscándome el sostén de mi casa.

¿A parte del boxeo qué más ves?

La pelota

¿A quién le vas?

Yo soy pinareño. Vivo en La Habana, pero soy pinareño. Le voy a los dos, pero primero a mi tierra.

Coméntame sobre la calidad de la escuela cubana de boxeo en la actualidad

Voy a hablarte desde que empezaron a retirarse esos campeones olímpicos que se retiraron en Atlanta, que muy pocos participaron en el 2000. Después de que salimos nosotros, hubo un cambio en el boxeo. Se fue perdiendo resultados. Le están echando la culpa a la economía, que si no había viajes. Eso es incierto. Ellos tuvieron la misma preparación de nosotros. No sé qué pasó.

Técnicamente, en mi criterio, hay algunos muchachos que vienen con perspectivas que han tenido buenos resultados, pero hay otros que no dan ganas de ver boxeo, porque deslucen el boxeo cubano totalmente. No voy a decir nombres, porque para qué.

También hay otro factor y es que cada vez más boxeadores cubanos deciden saltar al profesionalismo. ¿A qué crees que se deba ese fenómeno?

Muchas cosas, y solamente no es aquí en Cuba, en otros países también. El boxeo y el deporte son un trabajo. Aquí en Cuba no se quería ver, pero es un trabajo. Como si fuera la construcción, y ten cuidado, porque físicamente lo pierdes todo. Y si no hay un estímulo, el deportista se pierde, porque le hace falta ese estímulo. Antes no era monetario, pero era de otro tipo. Ahora la gente quiere la moneda, porque es lo que le hace falta. ¿No la hay?, me voy a buscarla.

Luego del retiro, ¿cómo ha sido la atención que se te ha dado?

No es muy buena, pero tampoco tan mala. No sé si viste la entrevista anterior que di. Después de ahí, porque no fui solo yo, hubo otros deportistas grandes que la dieron, y más furiosos que la mía, parece que están pensando, todavía no, pero están pensando, y están ahora tratando de ver cómo llegan a nosotros. Nos ves todos los días, ves que estamos mal, y yo tengo que hablar para que vengan a mí. ¿Pero si tú estás viendo cómo estoy?

Esto es una moraleja. Dejaste el boxeo, ya tú no sirves para más nada. Dejaste el deporte, no das ya. ¡Ah!, si yo tuviera el dinero que me gané, no me interesara que me miraras. Pero si me dejas encuero, tienes que seguirme atendiendo, por lo menos. Pienso que sea así, o se habló de que era así. Han cambiado muchas cosas y eso al deportista le duele. El deportista retirado no tiene nada. No voy a estar todo el tiempo detrás de ellos. ¿Por qué?, si el que merece no pide. Esas son cosas que duelen

¿A parte de esta situación, te sientes satisfecho con tu carrera?

Sí me siento satisfecho. Pude dar más, pero hasta donde lo di, me fue muy bien. Mi carrera va a repercutir durante años. Por lo menos en mi división, soy el que más títulos ha tenido, ten cuidado en el mundo. Yo estuve estable. Me siento satisfecho que mi división sea de las mejores del mundo y que sea yo, Ariel Hernández, sea el mejor.

Un mensaje para la afición.

Siempre he dicho que Cuba es mi país. Siempre he tenido muchos fans. Saludos para ellos y para los que no lo son también. Decían, “ahí viene Ariel, ya estamos seguros”. Muchos estaban pegados todo el tiempo a la televisión. Un gran saludo para ellos, porque son los que realmente me inspiraban. Paso por dondequiera y me dicen, “pa’ lante campeón”. La población cubana es todo. Mi ayuda. Al que no le gustaba, me hacía esforzarme mucho para hacerlo sentir bien. Que no se desaminen, que hay que encontrar la forma de levantar el deporte, y no solamente el deporte, el país completo, porque para eso estamos, luchar contra todo lo malo.

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Imagen cortesía de Foto: Leonardo Ruiz
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