Entre muchas penas y pocas glorias han convivido los boxeadores profesionales cubanos en los últimos años. El limbo deportivo en el que se encuentran nuestros principales exponentes ha provocado que cada vez haya menos presencia de púgiles antillanos en las principales carteleras.

Para empezar, tomemos el caso de Erislandy Lara. El púgil guantánamero es hoy la principal figura cubana dentro del boxeo profesional. Con un título mundial superwelter (154 lbs) de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), recientemente recuperado, el apodado “The American Dream’’ busca las grandes peleas que nunca ha podido obtener a excepción de la contienda que libró hace cinco años ante el mexicano Saúl “Canelo’’ Álvarez, en la cual cedió por decisión dividida.

En dicha pelea, el cubano conectó más golpes, tuvo mayor efectividad e hizo fallar a su oponente continuamente, y sin embargo los jueces le dieron la victoria al azteca, un resultado con el que muchos no estuvieron de acuerdo, entre ellos grandes leyendas del boxeo mexicano como Juan Manuel Márquez.

Desde entonces, Lara ha pedido la revancha, pero El Canelo ha hecho caso omiso argumentando que el cubano corre en vez de boxear, en relación con el estilo de contraataque de Lara. Lo curioso es que el mexicano también ha sido criticado por este estilo durante toda su carrera. Los 36 años del guantánamero pueden ser un problema para encumbrar definitivamente su carrera, aunque parece tener mucho aún en su arsenal.

Boxeadores profesionales cubanos
Erislandy Lara. Foto: Gene Blevins/LA DailyNews

¿Qué pasa con otros famosos de la escuela cubana?

En una situación similar a la de Lara se encuentran Guillermo Rigondeaux y Yuriorkis Gamboa, dos históricos pugilistas antillanos. El primero sufrió su primera derrota hace un año ante Vasyl Lomachenko y, a pesar de haber ganado títulos mundiales, no exhibe una hoja de ruta muy amplia, pues solo ha efectuado 20 peleas en casi diez años de carrera profesional. Su estilo también es la razón por la que las grandes carteleras no cuentan con él, lo cual lo llevó a enfrentar a Lomachenko en condiciones sumamente desfavorables, pues tuvo que subir dos divisiones de peso y como consecuencia, entró al encerado diezmado físicamente, sin fuerzas para soportar el ritmo del ucraniano que se llevó el éxito por nocaut técnico (por abandono) tras seis asaltos.

En el caso de Gamboa, exhibe una carrera más amplia y exitosa pero con un período de inactividad de casi tres años y un estilo de vida como principal causa de su desfavorable pronóstico. A diferencia de otros púgiles cubanos, El ciclón de Guantánamo si supo adaptarse para brillar en el profesionalismo, pero su personalidad excesivamente fiestera le ha hecho olvidar que para triunfar en el boxeo rentado la palabra de orden es disciplina, algo que parece estar aprendiendo desde su regreso en septiembre del 2018.

¿Por qué no triunfan los boxeadores profesionales cubanos?

Las razones de por qué estos tres hombres de sobrada calidad no han alcanzado la cima en el pugilismo profesional, es algo difícil de entender para los seguidores del deporte de los puños en nuestro país y, sin embargo, su explicación no es tan compleja.

Este deporte, en su variante profesional, constituye más un negocio que un deporte en sí, y la palabra espectáculo es la clave del éxito. A esto debemos sumar que los dos mayores mercados consumidores y exportadores de este producto son Estados Unidos y México, por ese orden, y priman las visiones particulares de ambos países sobre cómo se ve al pugilismo. Sobre todo los aztecas, siempre han defendido el estilo frontal, con el objetivo primordial de noquear o ser noqueado, y en donde una victoria que no venga por esta vía no resulta convincente.

Esta “filosofía” atenta contra el estilo contragolpeador que practican la mayoría de nuestros peleadores, sobre todo los mencionados, porque noquear no es una prioridad.  Por esta razón, en varias ocasiones son calificados como buenos pero aburridos, y lo aburrido en estos circuitos no trasciende simplemente porque no vende. Esto ha llevado a que los promotores centren su atención en competidores más agresivos como los mexicanos, norteamericanos y los nativos de Europa del Este o de los países de la antigua Unión Soviética, fundamentalmente.

La otra parte de este problema es el negocio propiamente. Los promotores buscan las peleas que mejores ingresos aporten a sus boxeadores y que resulten asequibles para un resultado victorioso, concepto que va en contra de la idiosincrasia del cubano, basada en pelear contra cualquiera. Esto ha devenido en peleas sumamente desfavorables para los nuestros, que han conducido, por lo general, a derrotas que colocaron sus carreras al borde del abismo. Como ejemplo tenemos los duelos de Gamboa contra Terrence Crawford, o la ya mencionada de Rigondeaux frente a Lomachenko, en que decidieron subir dos divisiones buscando grandes victorias y los resultados fueron desastrosos.

Robeisy Ramírez (derecha) incursiona en el boxeo profesional.

¿Hay futuro para los cubanos?

Para muchos podría ser lógico pensar que las mayores esperanzas para un futuro mejor recaigan en las jóvenes figuras que comienzan sus carreras, y sin embargo ahí también hay dudas y esperanzas.

Por un lado, vemos a figuras como Johanys Argilagos y Frank Sánchez, quienes han comenzado con buen pie. El primero, con el aval de dos títulos mundiales amateur y de un boxeo adaptado para este escenario, que le ha permitido ganar las tres peleas efectuadas. El segundo, con una pegada demoledora y siempre útil para la división de los superpesados, invicto tras trece peleas, sin olvidar su técnica propia de la escuela cubana que no es para nada despreciable.

Pero, también está el caso de Robeisy Ramírez, quien cayó en su debut profesional por decisión dividida, y fue enviado a la lona. Este combate se trató de un golpe de realidad para un doble monarca olímpico que no ha entendido aún que para ganar en el profesionalismo no le basta con lo que ya aprendió: tiene que ampliar su arsenal, sobre todo usar el jab e imprimir más potencia a sus golpes, porque allí el propósito no es marcar, sino castigar. El daño que logres infligir a tu oponente es lo que cuenta para los jueces, algo que no dudó en recalcar el ex campeón de los pesos welter (147 lbs) Timothy Bradley. Sin dudas, Robeisy tiene que apresurarse si aspira a tener una carrera profesional tan buena como fue la amateur.

Con todas estas incertidumbres, los boxeadores profesionales cubanos se encaminan hacia el futuro. Siempre habrá que esperar grandes actuaciones porque talento tienen, pero el éxito dependerá mucho de cuánto se adapten a un escenario complejo y atípico para ellos.