A pocos meses de iniciar el evento deportivo más importante del año, el buque insignia en eventos múltiples pudiera hacer agua en los Juegos Olímpicos de París 2024.

La expectación, antes acompañada de confianza, ahora da paso a una cautela marcada por la incertidumbre. La actualidad de esta disciplina, que una vez fue sinónimo de dominio, se tiñe de sombras y dudas.

El panorama que se presenta es más que una mera conjunción de hechos y motivo de preocupación del propio Rolando Acebal, jefe técnico del equipo nacional, quien dijo recientemente que “no contamos con todo el potencial que teníamos planificado, producto que tuvimos unas deserciones de atletas de mucha significación…que llegaban a los eventos y prácticamente eran medallistas”.

La realidad es clara como un golpe directo al rostro: el potencial del equipo cubano se ve mermado, y la competencia se presenta más complicada que nunca.

La lucha por el oro olímpico, que alguna vez parecía un camino de rosas, ahora anda sujetada con pinzas. La reducción considerable de la calidad y el potencial de los boxeadores cubanos es un hecho que no se puede ignorar.

Atrás parecen haber quedado actuaciones de leyenda, como las protagonizada en Barcelona 1992 y la meta de dos medallas de oro, que alguna vez parecía alcanzable, ahora se presenta como un desafío titánico.

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Talentos como Billy Rodríguez, Osvel Caballeo o figuras como Andy Cruz y Yoenlis Hernández, llamados a repetir el primero u obtener el segundo una medalla olímpica, ahora compiten en el pugilismo profesional, lejos de la Finca del Wajay.

Pero el dilema del boxeo cubano no es un caso aislado; es un reflejo de una crisis más profunda que afecta a todo el deporte de la isla. La falta de recursos, la desorganización administrativa y la fuga de talentos son solo algunas de las heridas que sangran en el cuerpo maltrecho del deporte cubano.

El panorama se vuelve aún más sombrío cuando se amplía el foco para abarcar no solo al boxeo, sino a todas las disciplinas deportivas de la isla. La crisis que afecta al deporte cubano en general es una enfermedad crónica que ha debilitado los cimientos mismos de la grandeza deportiva que una vez vistió a la nación.

En última instancia, el futuro del boxeo cubano en París 2024 es un mosaico de incertidumbre y desafíos. La esperanza, aunque persistente como un faro en la noche, no puede eclipsar la cruda realidad que enfrenta el equipo nacional.

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Imagen cortesía de Foto: IBA
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