Se retira un campeón olímpico cubano. Serguey Torres Madrigal dice adiós al alto rendimiento luego de 20 años en el equipo nacional de canotaje. Enumerar sus medallas en cada torneo resulta una tarea tan complicada que hasta al propio Serguey se le olvidan. Con decir que es el canoísta más laureado en la historia de Cuba, puede que baste.  

A sus 36 años, solo le faltó el título mundial. Muchas veces lo tuvo bastante cerca, pues fue siete veces subcampeón del mundo y algunas de esas regatas se definieron por centésimas. Sin embargo, la vida lo retribuyó, y en una final olímpica, de las más emocionantes en los últimos tiempos, se colgó la medalla al cuello que cualquier atleta hubiese querido por encima de otras. El oro olímpico llegaba para darle los toques finales a una carrera que ya era consagratoria.  

Así lo demuestran sus 13 medallas mundiales, 7 de plata y 5 de bronce, sus 4 oros en panamericanos y un bronce, las 6 medallas en centroamericanos o las 25 en Copas del Mundo, si no le falla la memoria a Serguey Torres. El hecho es que lograr todos esos resultados en el contexto cubano tiene mucho mérito, pues “el deseo de ganar es mayor que las adversidades que tenemos”. 

El retiro nunca es fácil: “fue bastante difícil pensar que ya no hay una meta siguiente”, más luego de una vida dedicada a lo mismo. Por eso reconoce que ahora es tiempo de reorganizar su vida y plantearse nuevos proyectos, amén de que el canotaje es una pasión que nunca se irá del todo.  

Sobre sus comienzos en su natal Sancti Spíritus, su medalla olímpica, su bote con Fernando Dayán Jorge, el retiro y sus nuevos desafíos, trata esta entrevista concedida por Serguey Torres, un campeón olímpico cubano.   

Siempre he tenido dudas de cómo alguien comienza, sobre todo en Cuba, la práctica de un deporte de tan difícil acceso. ¿Cómo fue tu caso con el canotaje? 

En el caso mío fue de una manera muy particular. Para ese entonces, era único hijo y mi mamá por el afán de tenerme cerca de la casa y de tener más contacto conmigo, me llevó a la EIDE en Sancti Spíritus, donde empecé en tiro deportivo. 

Como no era muy bueno, al cabo de un año fui baja y producto de buscar en muchos deportes de manera que me quedara en la EIDE, surgió la posibilidad de entrar al canotaje. Recuerdo que en ese caso a Pedro Hernández, quien fue mi primer entrenador, le quedaba sólo una boleta, y así medio que indeciso, porque medía el mínimo en todos los parámetros, aceptó. Le dijo a mi mamá que no se preocupara, que me iban a enviar la boleta. 

¿Entonces, entraste al canotaje sin tener idea de ese deporte? 

Ninguna. 

¿Cómo fue tu infancia en Sancti Spíritus? 

Crecí en un poblado que se llama Abel Santamaría, relativamente pequeño. Mi padre es campesino, y cuando tenía 10 años se fue más adentro todavía, a otro poblado, donde estuve dos años más, hasta que me incluí en la EIDE. 

¿Pero el deporte te gustaba? 

Sí, a mi papá, sobre todo. A él le gustaba el béisbol y de vez en cuando jugaba en los equipos de la zona. Es muy poco el cubano que no tenga algo por ahí. 

Si entraste casi in extremis a la EIDE, ¿cómo es que empiezas a destacar por encima de los demás? 

Yo creo que cuando uno tiene talento para algo, lo que para algunos es una loma, para otros es una recta. Al principio, no era de los más altos, es cierto, pero se me hacía fácil, digamos porque venía ya adaptado a los esfuerzos del campo, donde ayudaba a mi papá. 

El caso es que al cabo de dos años ya estaba en el equipo nacional juvenil, en septiembre del 2002. 

¿Una vez en el equipo nacional juvenil, cuáles fueron tus primeros resultados? 

Ese mismo año, mi primero en categoría escolar, ni siquiera era juvenil todavía, me fui abriendo camino y en los controles comencé a ganar. Recuerdo que fui a mi primer torneo internacional, el campeonato mundial juvenil en Japón, donde fui con Ariel Bofil. Fuimos plata y bronce, muy cerca del oro, porque fue a una disputa foto finish. Así alcancé mi primer resultado internacional.  

Desde que entré al equipo nacional, que me vine para la Habana, voy a mi casa dos veces al año. Mi madre me puso en la EIDE para tenerme cerca y resulta que me alejé. A medida que los eventos iban teniendo más rigor, incluso pasaba más tiempo sin ir a la casa.  

En el 2004 llegan las Juegos Olímpicos de Atenas. ¿Tenías realmente posibilidades de asistir? 

Sí, formamos una embarcación yo y Karel Aguilar, otro reconocido atleta de esta especialidad con quien cual me fue muy bien. Incluso, llegamos a disputar con Ledys Frank Balceiro e Ibrahim Rojas. Teníamos mucha rivalidad, de hecho, cualquiera de los dos botes que asistiera a los Juegos Olímpicos iba a tener muchas oportunidades de medallas. Balceiro y Rojas fueron subcampeones olímpicos de Atenas 2004 en la modalidad del C-2 a 500 m.  

Perdimos algunos controles, y en realidad el deporte se mide en eso, ganar o perder. Fuimos a México, nos eliminamos por allá, y ahí se decidió que fueran ellos. Yo era muy joven, tenía 17 años cuando aquello. Algunos federativos también pensaron que era mucha responsabilidad para mí, y lo entendí perfectamente. Aunque sí creo que podía haber obtenido un buen resultado olímpico desde ese entonces. 

¿Había bastante rivalidad en aquella época? 

Luego de esos Juegos Olímpicos fui campeón de la Copa del Mundo y subcampeón mundial al año siguiente, con 18 años. El único bote que nos ganó fue el que precisamente había ganado los Juegos Olímpicos, Christian Gille y Tomasz Wylenzek, un bote alemán con el cual tuvimos mucha rivalidad en ese ciclo olímpico. La escuela cubana de canotaje tiene mucha tradición, sobre todo en la parte de la canoa, y ahora se incluye el femenino. Es cierto que salen muchas canoístas. 

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Serguey Torres, canoísta cubano campeón olímpico. Foto: Hansel Leyva

Luego viene una época en la que tú mismo has reconocido que caíste en un slump, donde asistes a los Juegos Olímpicos de Beijing y Londres, y los resultados no fueron satisfactorios.  

En ese ciclo olímpico (Beijing) tuvimos muchos altibajos. Fuimos medallistas en el 2005, luego en el 2006 no fue el mejor año, a pesar de haber ganado las Copas del Mundo. Fuimos octavos en el Mundial. Luego en el 2007, volvimos a retomar el podio, plata nuevamente detrás del bote alemán, y para el 2008 supuestamente teníamos muchas posibilidades, pero producto de muchos déficits de trabajo, indisciplinas de nosotros mismos; digamos que yo no le exigí el máximo a Karel, Karel no me lo exigió a mí. El caso es que llegamos a los Juegos Olímpicos y nos fuimos sin medallas, y en el deporte al final todo se mide en resultados, no tienes cómo justificarlo. 

¿Qué tan importante es esa compenetración entre las duplas? ¿Dentro del bote durante una carrera, se dicen algo?  

Es muy poco probable que eso pase. Cuando estás en una competencia, tu cuerpo lo estás exigiendo al límite, prácticamente todo se hace empírico. Lo que te adaptas a hacer en el entrenamiento, es lo que haces en la competencia. Son señas que ya llevas incorporadas en el cerebro, que ya cuando vas a pasar por cierta distancia hay un cambio de ritmo, luego vuelves a estabilizar, sobre todo la parte del stroke, que es el que más tiene que llevar eso, es muy marcado. O sea, no existe seña alguna. 

Esa compenetración se logró al máximo con Fernando Dayán Jorge. 

Luego de esos años, monté con varios atletas, como son Rolexis Báez, José Carlos Bulnes, Raydel Ramos, atletas muy talentosos, pero en realidad tengo que reconocer que cuando formamos el bote yo y Fernando Dayán, fue un antes y un después. Lo mismo que te decía en un principio: cuando hay talento, las cosas salen mucho más fáciles.  

La técnica mía y de Dayán fueron muy compatibles desde el primer momento en que montamos. Dayán era muy jovencito, tenía como 16 años, y eso hizo que el bote despegara muy rápido.  

¿Qué edad tenías tú? 

Tenía 28. En este deporte los mejores resultados generalmente aparecen desde los 22 hasta los 25 años. En mi caso no fue así, hasta que llegó el bote con Fernando Dayán, que florecieron de nuevo los resultados en mi carrera, pues yo me especialicé siempre en el C2. Al final de mi carrera tuve mis mejores resultados.  

Cuando llega Dayán tengo entendido que intentaron sacarte del bote. 

Eso pasó en el 2019, luego de regresar de las Copas del Mundo, que fuimos cuartos. Creo que fue la única ocasión en que yo y Dayán nos fuimos sin medallas. Recuerdo muy marcadamente que fueron 580 milésimas las que nos separaron del oro. En un metro entramos cuatro botes. Eso llevó a una serie de análisis en los que algunos decidieron que yo no iba a continuar en el bote. Tengo que reconocer también que hubo otros directivos del INDER que sí me apoyaron, a pesar de que algunos no estaban de acuerdo. Al final, prevaleció la opción de que siguiéramos remando yo y Dayán. Somos uno de los pocos botes que se ha mantenido junto por cinco años con estos resultados. Quizás a alguno se le pasó por la cabeza, pero al final supimos llegar al final del objetivo, que fue ganar los Juegos Olímpicos. 

Todos vimos esa final de los Juegos Olímpicos de Tokio con la narración de Renier González. Fue muy emocionante. ¿Cómo la vivieron ustedes? 

En ese momento no existe tiempo para pensar. Ya todo lo entrenaste, no existen casualidades. Desde que empezó el ciclo olímpico habíamos sido un bote muy estable. En el 2020, a mediados de la preparación, fue el tema de la pandemia, y tuvimos que retomar la preparación en el 2021. El caso es que el bote de nosotros siempre fue el más estable del ciclo, por lo que era de esperar que, en los Juegos Olímpicos, medalla íbamos a obtener. Ahora, ganar iba a ser un tema complicado, porque no habíamos logrado el título en esos cuatro años, por lo que teníamos que hacerlo perfecto. 

Hicimos muy buena preparación en Polonia, casi cuatro meses donde no nos faltó nada. Eso es muy importante en el deporte. Estamos a un nivel en el que los pequeños detalles son los que dan el resultado. Si te falta algo, generalmente por ahí se rompe el eslabón.  

Recuerdo que llegamos en muy buena forma. El C2 alemán tenía un tripulante que era muy fuerte, tres veces campeón olímpico individual, una leyenda en el canotaje. El C2 chino había sido campeón mundial el año anterior, y en esa competencia habíamos hecho una regata en la que los últimos metros le recortamos mucho, pero no nos había dado el tiempo. Entonces sabíamos que, si lográbamos mantenernos a cierta distancia, íbamos a tener oportunidades de ganar, porque siempre tuvimos la mejor segunda mitad de los demás botes. Eso fue lo que nos trazamos, tratar de ahorrar energías sin perder mucha distancia de la cabeza, y los últimos metros aquellos fueron muy emocionantes. 

¿Hay alguna diferencia del que va delante con quien que va detrás? ¿En qué se especializa cada uno? 

Los dos tienen que ponerle alma, corazón y vida. Quien va delante marca la cadencia y del ritmo, una función más estratégica, y el de atrás tiene que seguir el ritmo y hacer mucha más fuerza, porque es quien dirige el bote. Cada uno tiene su función. 

Yo soy el que va delante. En el caso mío, soy más estratégico a la hora de racionar las energías, arrancar hasta aquí, estabilizar, volver a hacer un cambio en cierta parte de la competencia. Dayán, por otra parte, es un atleta muy talentoso, y digamos que eso hacía todo más fácil a la hora de planificar cualquier cosa. Eso hizo en que al final se tradujera el resultado en una medalla de oro, la cual, además de ser la primera de oro de Cuba, fue la primera de oro para Latinoamérica en esa modalidad. 

Además de mejor marca olímpica. 

El mejor tiempo realizado en esa distancia. 

¿Fue tu mejor carrera? 

Digamos que fue donde siempre quise estar, en el momento adecuado.  

Yo sabía que tenía muy pocas posibilidades, producto de mi edad, ya tenía 33 años. Para los próximos Juegos Olímpicos sí me iba a ser demasiado difícil. Por eso, esa competencia iba a ser todo o nada. Desde el momento en que llegué a esa regata, me acuerdo como si fuera ahora que me enfoqué en el carril y sabía que era un kamikaze. Tenía que hacerlo perfecto, y como dice el dicho: “no sabes que tan fuerte eres, hasta que ser fuerte es la única opción”.  

Luego de alcanzar la gloria olímpica, Fernando Dayán decidió abandonar una delegación en un concentrado en México. 

Sí, íbamos juntos. Ese momento me tomó totalmente por sorpresa. La relación que tenemos yo y Dayán es inquebrantable. Él puede vivir en donde sea, las cosas que nos unen siempre van a estar intactas. Mientras competimos juntos, no tuve nunca una queja de él, porque en realidad se portó muy bien en todos los eventos que compartimos.  

Casi todo el siglo XXI dedicado al alto rendimiento en Cuba. ¿Qué retos has tenido? 

Digamos que sobre todo mantener las expectativas altas, porque a veces hay que reconocer que, en el deporte cubano, el público tiene expectativas altas sobre ti. Eso ha sido bastante difícil, porque en ocasiones por situaciones ajenas al propio atleta, este no tienes las mejores oportunidades de lograrlo. Entonces, cuando te sale mal, al final quien da la cara eres tú. Nadie se sienta a decir, es por esto o por lo otro. Es mucho más fácil criticar al atleta, y es bastante fuerte.  

Incluso en la actualidad, donde prácticamente acabo de salir del deporte activo y ni siquiera tenemos un buen gimnasio. Recuerdo que fue pedido antes del 2016, y hasta la fecha todavía no está, y aun así los resultados se han mantenido altísimos. Dirán: no es necesario. Sí lo es, lo que pasa es que el deseo de ganar generalmente es mayor que las adversidades que tenemos en la preparación. 

¿Como deporte han recibido todo el apoyo? 

Uno nunca va a estar satisfecho, porque digamos que no somos un deporte muy mediático. No tiene el patrocinio y el apoyo de ciertas personas que apoyan otros deportes, y es un deporte caro, porque en sí es europeo. La mayoría de las embarcaciones cuestan mucho trabajo conseguirlas. Recuerdo que hasta después de los Juegos Olímpicos no fue que empezaron a llegar. Estando en los Juegos se compraron 7 embarcaciones, y el fabricante regaló 7 más. Hasta ese punto, los botes que teníamos aquí no tenían las mejores condiciones.  

El bote mío en particular lo traje picado, en dos partes. Me lo regaló el fabricante en una ocasión que nos invitó a la fábrica allá en Polonia. Llegando a Cuba, le llevo el bote a un amigo mío carpintero, el cual trabaja muy bien la parte de la fibra, y le pasas la mano y ni se siente. De hecho, lo dejó en el peso de competencia. Casualmente unos días después hicimos un control en La Coronela e hice mi mejor marca de por vida, 3:47 minutos. Creo que nada más la hemos hecho Ledys Frank Balceiro, Fernando Dayán y yo.  

No es menos cierto que las condiciones en las que entrenas sí influyen a la hora de competir. 

Serguey Torres campeón olímpico canoísta cubano se retira
Serguey Torres, canoísta cubano campeón olímpico. Foto: Hansel Leyva

¿Qué te quedó en tu carrera por conseguir? 

Un solo título, el mundial. Tengo 8 de plata, creo que lo intenté bastantes veces. Lo que sí me queda es que siempre voy a estar ligado al canotaje, porque es una pasión que nunca voy a perder. Yo digo que me enamoré de esto hace muchos años, y lo voy a seguir hasta que me muera. Pero sí me quedó el detallito ese. De hecho, en el último campeonato mundial fui de manera individual y me quedé a 0.9 centésimas del oro. Fue una regata bastante reñida. Pero digamos que no me tocaba. Hice mi mayor esfuerzo. 

Y sí, ya, oficialmente pienso retirarme. Desde las Copas del Mundo, donde no fueron mis mejores resultados y tuve una lesión en la muñeca, lo que me causó una perdida muy grande de entrenamiento por primera vez en mi carrera deportiva. Llegué de las Copas del Mundo y después de siempre regresar por tantos años con medallas, el haberme ido en blanco en esta ocasión, me hizo replantearme mucho las cosas. 

En lo que siempre he sido yo especialista fue en el C2, y no tengo oportunidades reales de lograrlo. No quiere decir que no haya atletas talentosos, pero quizás para mucho más tiempo delante, tiempo que ya no tengo. Entonces preferí cortar por lo sano e irme por lo alto. En el último campeonato mundial que asistí fui plata, y así lo prefiero.  

¿En materia personal qué significa el retiro para ti? 

Me siento muy bien, porque digamos que le dediqué más de la mitad de mi vida a algo, y haber logrado lo que me propuse, en realidad me hace sentir realizado. Sí te digo que ha sido un cambio difícil. Sólo quien está en el alto rendimiento sabe lo complicado que es. Levantarte todos los días a las 5:00 a. m. Prácticamente, eres una máquina. Desde que vas al comedor es pensando en qué comer para suplantar lo que gastaste. El resto del día, ver qué entrenamientos te tocan. Cada vez que terminas un evento, trazarte otro objetivo, y así.  

Fue bastante difícil pensar en que ya no hay una meta siguiente. Tienes que pensar en otro objetivo de vida. Ahora estoy en un momento en que tengo que pensar cómo organizar mi vida, enfocarla desde otro punto de vista. 

¿Qué nuevos objetivos tienes? 

Por el momento, un descanso, aunque por un tiempo relativamente corto. Fueron muchos años dedicados al alto rendimiento, tengo que descansar. También tengo que desentrenarme, mucha gente me lo dice. Es peligroso porque las cargas que recibimos son bastante fuertes. El médico, cada vez que lo visito, me dice que tengo el corazón bastante duro. Me han llamado la atención mis entrenadores, mi madre, pero es difícil entrenar sin un objetivo.  

Es una etapa también para pasar más tiempo con tu familia. 

Totalmente, es otro plano diferente. Tengo una hija de 9 años, que es mi vida, de mi primer matrimonio. Aprovechar el tiempo con ella, y encauzar de nuevo mi vida. A mi madre también, que me reclama que hace tiempo no voy por allá. Estoy en construcción también, cosas que atender, y el tiempo no alcanza. 

Cómo ves el futuro de esta disciplina. 

Tengo que decirte que en realidad no estamos en el mejor momento, pero todo empieza desde algo pequeño hasta que llega a pulirse. Creo que sí tienen talento, atletas como José Ramón Pelier, Yarisleidis Cirilo, que sí tienen muchas posibilidades, son los que más cerca están de alcanzar un mejor resultado. Como equipo sí creo que se tiene que trabajar todavía, y eso proviene de las condiciones de trabajo y del apoyo que puedan recibir. 

Toda vez que acabas de anunciar tu retiro, quisiera felicitarte por la exitosa carrera que has tenido en nombre de la revista y de toda la afición cubana 

Para mí es un honor, siempre he dicho que soy seguidor del contenido que publican, y nada, un placer estar aquí.  

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Imagen cortesía de Hansel Leyva
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