Daniela Fonseca celebrará su cumpleaños 19 en Tokio con el incentivo de ser la cuarta mujer en la historia del tenis de mesa cubano en participar en unos Juegos Olímpicos.

En una competencia en Rosario, Argentina, se llevó el único boleto en la rama femenina, y se convirtió en la primera antillana de este deporte que estará en una de estas citas desde Sídney 2000.

Sin embargo, para Daniela todo parece todavía un sueño. “Nunca pensé llegar a las Juegos Olímpicos tan pronto, soñaba con ese momento, pero jamás imaginé que se haría realidad tan temprano. Con solo imaginarlo, es algo único”, confiesa.

Antes de dedicarse de manera profesional al tenis de mesa, antes de tener el boleto, antes incluso de conocer sobre este deporte, ya parecía que Daniela Fonseca había nacido para él.

Cuando casi tenía seis años fue un profesor a la escuela captando niños para practicar tenis de mesa. Como era tan intranquila, enseguida se apuntó para mantenerse entretenida.

“Dice mi entrenador que apenas me dio una raqueta, sin él enseñarme nada todavía, ya tenía el agarre, sin saber cómo, pero lo tenía. Luego los dominios los hacía bien, como si hubiera visto el deporte otras veces”, precisa.

Más tarde, su madre decidió sacarla de los entrenamientos porque dejó de prestar atención a la escuela. Pero Daniela no cesó en la lucha por su pasión hasta que pudo regresar a las prácticas.

Daniela boleto olímpico Cuba
Tenista cubana Daniela Fonseca. Foto: Unión Latinoamericana de Tenis de Mesa

“Representa para mí un orgullo ser la continuidad de las mujeres cubanas que han ido a los Juegos Olímpicos en tenis de mesa, y es una inspiración porque desde niña siempre he querido ser como ellas. Cuando era pequeña, los nombres de Marisel Ramírez y Leticia Suárez resaltaban entre las mejores de todos los tiempos y yo quiero seguir sus pasos”, comenta.

Cuando comenzó la pandemia por la Covid-19, la joven matancera estaba preparándose en Alemania y tuvo que regresar a Cuba. “La preparación fue muy difícil en esa etapa porque me pasé muchos meses en mi casa sin poder entrenar”, recuerda.

En su municipio le prestaron una mesa para entrenar en la casa y nunca detuvo la preparación física para mantenerse en forma, mientras que en algunas ocasiones practicaba con su compañera Thalía, pero cuenta que fue muy complicado. “Creo que ha sido la preparación más difícil que he tenido en mi vida para una competencia”, asegura.

A pesar de los obstáculos, Daniela llegó a Argentina con las ganas y el empeño para ganar. “La experiencia en Rosario fue única, en todos los sentidos tanto por el viaje pesado que hicimos, la trayectoria, la competencia, los sacrificios, las derrotas que tuvimos y después, por levantarnos de esas caídas: fue único”, expresa.

Este 23 de julio, cuando se encienda la llama de las Juegos Olímpicos y los dioses griegos se levanten para dar la bienvenida a los deportistas del mundo, Daniela Fonseca representará al tenis de mesa cubano y a las mujeres de la Isla.

“En Tokio voy a dar todo de mí. Desde que el tenis de mesa se insertó en los Olímpicos, nadie de América ha logrado tener una medalla, pues los asiáticos son una competencia muy fuerte. Sueño con romper esas estadísticas y conseguir el triunfo”, dice.

En su tiempo libre, que es poco, Daniela Fonseca escucha música, juega dominó y comparte con sus amigas como cualquier joven. En ocasiones, cuenta que sale a caminar para despejar la mente y olvidarse un poco del tenis de mesa. Así, reinicia las energías y retoma el deporte con más fuerza.

Siempre ha recibido el apoyo incondicional de su familia, sus amigos y su amado Perico, el municipio matancero donde nació y dio sus primeros pasos en ese deporte.

“Estoy muy agradecida con todos, son mi impulso hasta en las peores derrotas. Nunca me he sentido sola”, agrega.

Contra todo pronóstico, además de competir en el ámbito femenino, Daniela participará en el torneo mixto junto a su compañero Jorge Moisés Campos.

“Mi relación con Moisés es muy buena. Llevábamos dos años sin vernos, sin jugar juntos, pero entre nostros no importa el tiempo que pasemos sin vernos sin hablar: él y yo estamos sincronizados”, afirma.

En ese instante fugaz en el que consiguió el punto para la clasificación olímpica, la deportista de 18 años lanzó la raqueta al aire con la emoción de un sueño que parecía imposible y se cumplió.

“No sé lo que el destino me tenga preparado, los planes cambian muchas veces en el camino, pero voy a ofrecer todo de mí en el día a día. Quiero clasificar a los próximos Juegos y dar lo mejor a cada instante. Quiero crecer como profesional y como ser humano, jugar con el corazón y demostrar que el tenis es mi vida”, concluye.

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Imágenes cortesía de Foto: revista Mujeres y Foto: Unión Latinoamericana de Tenis de Mesa