“No decidí dejar el deporte para estudiar mi carrera universitaria: me llevaron a eso. Pensé que podía compaginarlo todo, pero no se pudo”, cuenta Karla Duarte, una estrella del deporte universitario cubano que estuvo cerca de entrar al equipo nacional de pentatlón moderno.

Ella creció ligada al deporte desde pequeña. Siempre soñó con triunfar en el alto rendimiento, sin embargo, una decisión por parte de quienes regían esa disciplina borró su ilusión. El hecho de haber tenido una carrera universitaria preotorgada fue la justificación para alejarla de su sueño de triunfar.

Por años, antes de aquella negativa que cambiaría su rumbo, pensó que su destino estaba unido a las piscinas, mientras luchaba contra prejuicios racistas, por parte de quienes afirmaban que ella no iba a ser buena nadando, por el color de su piel.

Pero, la vida llevó a que Karla Duarte encontrara su lugar en el deporte universitario para erigirse en una atleta con resultados sin precedentes a este nivel. Lejos de su familia, mientras estudiaba periodismo, se convirtió en la mejor atleta de su facultad y de la Universidad de La Habana.

¿Cómo llegas al deporte?

Venía de una casa donde todos practicaban algún deporte, por tanto, supe que ese sería mi camino. Antes de llegar a los deportes acuáticos, estuve en gimnasia rítmica, pero tenía muy mala coordinación. Entonces, me decidí por la natación. Básicamente, yo solo quería aprender a nadar, pero la realidad fue muy chocante al llegar allí y ser tan pequeña.

¿Cómo viviste esos años a nivel personal?

Estuve en la EIDE de Pinar del Río, Ormani Arenado, desde los siete hasta los 12 años. Fue duro, porque existe un mito que dice que los negros no saben nadar. Además, era malísima. Siempre quedaba última en las competiciones. Así que imagínate, ser negra y además ser la peor de la clase, eso alimentó mucho más el racismo que había allí. En quinto grado intenté desistir, pero mi mamá confiaba mucho en mí y no fue hasta séptimo que decidí cambiar de deporte.

¿Qué deporte comenzaste a practicar y cómo fueron esos años?

Mi mamá me dijo que incursionara en el polo acuático. Precisamente, en Pinar del Río, había una academia muy buena e inicié mi andar allí. Fue un cambio radical el pasar de la academia de natación al polo. Eran distintas idiosincrasias: durante mi paso por la natación me sentí discriminada, mientras que en este otro deporte fui arropada por mis entrenadores y compañeros. Era un ambiente distinto. Me encantaba el polo, pero teníamos el mejor equipo del país y nunca pude participar en competiciones importantes. En mi caso, me gustaba mucho el contacto, no le tenía miedo al golpe. Tanto es así, que nos enfrentábamos a los varones.

¿Cómo eran las condiciones de entrenamiento?

Los trajes eran muy malos y las condiciones también. Llegamos a nadar en la piscina con el agua verde, pero nunca paramos de entrenar. Para los maestros, era importante que estuviéramos listas y listos, físicamente. La unión del equipo era clave. Los entrenadores eran muy exigentes: en una ocasión, había mucho frío y era prácticamente imposible nadar allí. Me empujaron y caí en el medio de la piscina. Fue duro, porque era alérgica y tenía un ritual antes de nadar: tomaba muchas pastillas para apaciguar el efecto de la alergia. Ahí me dio un ataque alérgico y me sacaron automáticamente.

Uno de tus sueños se cumplió tras culminar la etapa secundaria. Entraste en el equipo de pentatlón moderno. ¿Qué significó esto para ti?

Fue muy bonito, pues el pentatlón era mi primera opción tras salir de la natación, pero pasé por el polo antes: me encantaba esa disciplina. En la esgrima estaba muy bien, pero en la natación teníamos solo un entrenador. La esgrima era especial, yo agarraba la espada y automáticamente comenzaba a temblar. Se me daba excelente y cada vez que tocaba a los rivales daba unos gritos que no eran normales para este deporte, sentía una liberación grandísima, lo disfrutaba mucho. Hubo momentos en los que, incluso, me enfrentaba a los varones, porque con las hembras ya se me hacía muy fácil: realmente era buena.

¿Cómo combinabas el estudio con la escuela? ¿Había exigencia?

En la escuela no me lo exigían mucho, pero en mi familia sí: tenía que sacar 100 puntos en las pruebas y, además, ser oro. Fue mucha presión y, a los 17 años, obtuve bronce en una competencia y exploté, pues no podía con tanto. Yo era parte del secretariado provincial de la FEU y eran muchas cosas a la misma vez. El 4 x 800 lo terminé llorando y le pedí a mi mamá que me sacara. Durante ese tiempo, recibí el apoyo de mi familia y superé el bajón emocional. Regresé y fui campeona en tiro combinado con carrera y natación en mi último año. El apoyo de mi mamá fue vital, se dio cuenta de que había sido muy exigente. Nunca se lo he reprochado, porque sé que lo hizo por mi bien.

Karla Duarte deporte universitario Cuba
Karla Duarte, estrella del deporte universitario cubano. Foto: Hansel Leyva

¿Por qué no continuaste en el pentatlón moderno cuando parecía que ibas a entrar al equipo nacional?

En la última competencia de 12 grado, previo a dar el salto al equipo nacional de Pentatlón, obtuve oro con el doble de puntos con respecto al segundo lugar. En el camino de regreso a casa, noto que la Comisionada, que estaba todo el tiempo pendiente a mí y a mis resultados, no me hablaba. Yo estaba expectante, pues sabía que de su boca saldría la noticia que tanto estaba esperando, que era ingresar al equipo mayor.

Nunca me dieron una respuesta directa. Mi mamá, que visitó La Habana en una ocasión, fue la que recibió la información de que yo no había sido seleccionada porque justamente ese año, darían oportunidad a alguien de categorías inferiores para subir al equipo Cuba. Incluso, le dieron como excusa que ya tenía preotorgada la carrera de periodismo, y que si iba a la Universidad no podía seguir practicando el Pentatlón.

¿Cómo te sentiste tras esta negativa?

Mal, muy mal, porque yo era la mejor y había luchado por conseguir ese objetivo. Sin embargo, no reprocho nada, si sucedió así, por algo fue. No decidí dejar el deporte y estudiar, me llevaron a eso. Pensé que podía compaginarlo todo, pero no se pudo. Ahora, veo las cosas desde otra perspectiva. Me enfoqué en estudiar periodismo y superarme en ese sentido. En el fondo, sabía que mi camino en esta carrera estaría ligado al deporte, porque es lo que me apasiona.

¿Por qué el periodismo?

La comunicación y el periodismo siempre se me dieron bien. Si no puedo participar en el evento, al menos lo comunico, fue lo que pensé. Ahora, en cuarto año, siento que es mucho mejor de lo que esperaba. Se me abrieron muchas puertas en cuanto a investigación, en cuanto al festival de cultura y el deporte universitario. Tenía debilidad por la cultura, y ahora he podido explorar ese mundo. Sin embargo, mi preferencia es el deporte: ya que no puedo estar compitiendo ahí, al menos lo cuento desde el otro lado del terreno.

Al ser de Pinar del Río, has tenido que vivir becada durante estos años.

Me independicé. Disfruté ser una alumna promedio y no con la presión de ser la mejor. La situación en la beca es mala, pero uno siempre la supera. Es cierto que he extrañado a mi familia, pero sé que están orgullosos de lo que he logrado. También, creo que necesitaba ese paso en mi vida para superarme a nivel personal y disfrutar un poco más.

Durante tu periodo en la Universidad, te has convertido en una estrella del deporte. ¿Qué diferencias tiene la práctica a este nivel con respecto al sistema del alto rendimiento en Cuba?

Hay mucho amor en competir cada uno por sus facultades. Es duro que tengamos que ir a lugares prestados cuando tenemos un estadio tan histórico para los universitarios. Las condiciones, obviamente, no son las idóneas. Nosotros resolvemos prácticamente todo, es por eso, creo, que se vive con tanta intensidad. Cada logro es de todos, la satisfacción que se siente al conseguir un triunfo para tu facultad, para tus amigos, para los tuyos, es indescriptible. Me ha servido para confraternizar y crear una hermandad a nivel universitario. Nos gusta muchísimo lo que estamos creando.

Karla Duarte deporte universitario Cuba
Karla Duarte, estrella del deporte universitario cubano. Foto: Hansel Leyva

¿En cuántos deportes participas en los Juegos Caribe (juegos de la Universidad de La Habana)?

No lo sé, me llaman y yo voy: karate, sófbol, voleibol. En el futsal, he sido hasta portera, cuando a mí ni me gusta el fútbol. También, participo en natación, polo acuático, atletismo. Yo siempre estoy dispuesta a participar. He cosechado, en este lapso, 22 medallas en Juegos Caribe.

El año pasado, se desató una polémica con respecto al título de “Atleta Caribe”, cuando se pensó que el título sería para ti ¿Qué sucedió y cómo te sentiste?

Sí, fue una polémica que realmente afectó a las facultades. Vivo el deporte como rivalidad, nunca para demeritar a los adversarios y mucho menos para vanagloriarme de ser la mejor. En esa ocasión, se dio una situación con la cantidad de medallas logradas por mí y otra muchacha de la Facultad de Turismo. Cada facultad debe llevar las estadísticas de sus atletas, se esperaba que fuera yo, pero según las estadísticas de la otra facultad, fue otra muchacha. Y así se decidió, yo no tuve mucho problema con eso, la realidad y lo que me importó fue que ayudé a los Vikingos de la Facultad de Comunicación a sumar puntos en la clasificación.

¿Qué lugar ocupa ahora mismo el deporte en tu vida?

Por el momento, me estoy desentrenando, pero voy a hacer deportes hasta que el cuerpo me lo permita.

¿Sueña Karla Duarte con volver a practicar Pentatlón Moderno?

Sé que es muy poco probable, pero me gustaría volver a ser atleta de alto rendimiento. Quizás pase, quizás no, pero creo que me queda para dar. No he tocado alguna puerta para volver, pero lo haré. Mientras tanto, contaré lo que suceda desde mi posición de periodista.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva
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