Cuando los todopoderosos equipos cubanos dominaron el béisbol amateur internacional y ganaron dos coronas olímpicas en la década de los 90, Luis Enrique Kiki González era un ‘héroe silencioso’ que contribuía, como coach, a los triunfos de aquellas potentes selecciones nacionales.

Desde su puesto, guio a algunos de los mejores peloteros que la isla recuerde desde la llegada del béisbol amateur, como Omar Linares, Orestes Kindelán, Antonio Pacheco y Víctor Mesa, y sin él, tampoco se pueden contar los históricos triunfos de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 1996.

Kiki González permaneció en el anonimato, como ocurre en muchas ocasiones con quienes desempeñan funciones similares. Pero, es considerado uno de los más avezados coach de Cuba, con un rosario de triunfos en su palmarés, desde las coronas bajo los cinco aros, hasta campeonatos mundiales y también nacionales.

¿Cómo se inclina Luis Enrique “Kiki” González por el béisbol?

Mi barrio en Santa Clara se llama Santa Catalina y es muy deportivo. Tiene el campo sport, que es un área cercana. Siempre hubo entusiasmo por la pelota. Practicábamos desde niños e hicimos un terrenito. Te diré que mi papá fue un tremendo fanático y conocedor y nos llevaba a jugar.

Fui captado a principios de la década de los 70 para la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Villa Clara, en la categoría 15 y 16 años. Tuve participación en juegos escolares y juveniles, además, jugué con los equipos de primera categoría de Santa Clara.

En 1976, me trasladé para La Habana a estudiar la licenciatura en deportes en la especialidad de béisbol. Al culminar la carrera, el director del conjunto Villa Clara en ese momento era Eduardo Martín y me dijo que necesitaba que yo trabajara con ellos. En el 80, se inicia mi trayectoria como entrenador en la pelota de mayor nivel en Cuba.

Los inicios como coach de Villa Clara

Empecé como preparador físico y tuve cinco años como coach de primera base. A la sexta campaña, comienzo en la tercera base. Para llegar no fue fácil, pero la experiencia en la banda de primera me facilitó desarrollar mejor el trabajo. Ya conocía a los corredores y los brazos de los jardineros de todas las provincias en esa época.

En 1985, fui el seleccionado para “coachar” al equipo Cuba B. Un año más tarde, para Indianápolis, me suben para el A, en la banda de primera, porque José Miguel Pineda era el de tercera.

Se enfermó Pineda para el mundial de Italia y fui el coach de la selección nacional a partir de 1988, en el año del famoso jonrón de Lourdes Gurriel contra Estados Unidos. A partir de ahí, estuve ininterrumpidamente hasta 1997 en la formación cubana y los elencos villaclareños.

Ser coach no es tan sencillo como suele parecer.

Cuando uno conoce al contrario, el margen de equivocación es mínimo. Me anticipaba a las jugadas en cuanto al jugador al bate, los outs. Atendía a cómo estaba el score, hacia dónde bate el aire, a quién corría y hasta la consistencia de los batazos.

No hay mejor coach que el mismo pelotero. Yo, por ejemplo, como coach, tengo que decirle la jugada que él no ve o tiene detrás. A veces, hay que arriesgarse y mandar a determinados corredores para el home. Si llega, dicen que corrió bien, pero si lo ponen out, dicen: ¡qué malo es el coach de tercera!

Tuve suerte, porque es una función medio ingrata, pero siempre estuve concentrado. Internacionalmente, nunca me equivoqué. Existen jugadas que tuve que decidir en fracciones de segundos.

Me fui dando cuenta de que el nivel de intelectualidad no era igual en todos los peloteros. Algunos descifraban las señas sin problemas y otros no. Me di a la tarea de ponerle una seña a cada posición e individualmente. En el Cuba, también tenían problemas con las señas y yo se las hacía más asequibles. Repasaba y preguntaba para que las automatizarán.

Nadie sabía la seña del otro. Además, estaban las que ponía el director que yo tenía que tenerlas en cuenta. Algunos me daban carta blanca. Ejemplo: Higinio Vélez, caminaba y se movía en el dogout y cuando yo miraba, a veces, no lo encontraba entre los peloteros del banco, entonces me anticipaba. Otros me la daban antes de la jugada.

Tuve buena empatía con Martín y Pedro Jova en el Villa Clara e internacionalmente, me llevé muy bien con Pineda, Servio Borges y Jorge Fuentes. Con Víctor Mesa no era fácil, tenía alrededor de 30 señas y las cambiaba todos los días. Daba lanzamiento por lanzamiento. Era mirando constantemente para el banco. Me mantenía en tensión durante todo el juego.

Yo tuve directores que tenían menos experiencia que yo y los respetaba. Nunca me fui por encima de ellos. Tenía la convicción de que yo era un auxiliar de la dirección.

A propósito de Víctor Mesa, ¿cómo ser coach con él, cuando era jugador y cuando fue director?

Víctor Mesa se hizo mejor robador de bases siendo jugador de varias series. Cuando era más veloz, lo capturaron más veces. Se sentaba en un taburete y analizaba al lanzador, lo retrataba, se anticipaba. La base se la robaba al pícher, no al cácher.

Los mánager lo liberaban. A Eduardo Paret, también, a no ser en situaciones determinadas de juego. Como director, yo fui su coach. Todo el mundo sabe que Víctor fue un gran pelotero y yo le decía que no discutiera con los peloteros porque no tenían la calidad que tuvo él. Me decía que tenía razón, pero que le daba genio y se alteraba. Tiene cosas más buenas que malas. A veces, se le “va la catalina”, como decimos los cubanos, y es demasiado. El que quiera hacerse pelotero lo logra con él. El pelotero cubano busca un techo y de ahí para allá no ve más.

Jorge Fernández, un entrenador de ‘Grandes Ligas’: “¿de qué ha valido todo si te limitan?”

¿Qué cree Luis Enrique “Kiki” González de aquellos poderoso equipos en los cuales estuvo como parte del cuerpo técnico?

Cuando inicié, había gran amor. Perdíamos y, a veces, ni comíamos. Las condiciones no eran las mejores porque vivíamos debajo de las gradas de los estadios. Después fueron mejorando a partir de los años.

Los deportistas eran diferentes, se entregaban, sufrían las derrotas, pero cuando ganábamos, la alegría era enorme. Más acá, del 2000 al 2003, vi momentos en los que todo era relajado, como si nada pasara.

En la selección nacional, mayormente, estuve bajo las órdenes de Jorge Fuentes. Era un colectivo sólido, todo el mundo estaba en función de su papel, no había ‘quinta columna’. Yo fui a tres Juegos Olímpicos y no pude disfrutar ningún otro deporte, porque era trabajar las 24 horas para lo nuestro. Había un ‘scouteo’ muy profundo.

Las series nacionales de aquella etapa no tienen nada que ver con la actual. Jugar un doble juego o uno solo a las diez de la mañana, por ejemplo, en Guantánamo, en pleno verano, no es fácil. Tienen que ser de hierro esos peloteros. El béisbol en el mundo se juega por las noches, mayormente, o después de las cinco de la tarde.

Hace falta entrenar. Antes había un espacio hasta para recuperación, pero ahora no. Al culminar los juegos, la gente se tira para los terrenos y malamente los atletas hacen algo. No hay rigor, no se puede trabajar con los defectos.

En años anteriores, cuando el béisbol estaba en efervescencia, había más pelotas. En aquella época entrenábamos con ciento y pico de pelotas y ahora con solo veinte o treinta pelotas.

Recuerdo que trabajé casi ocho años junto a Jova en Italia y traíamos pelotas de goma para las máquinas porque aquí no existían y tienen que ser especiales para ese equipo que las lanza. Cuando se introducen las que no son ideales, las deforman y lo mismo la tira alta que bajita.

Ahora pasa de todo, cosas que antes no pasaban. Los muchachos están para el internet y con el móvil. Antes había planes de la calle y ya no. El béisbol es caro y se ha limitado todo en cuanto a la carencia de implementos. Hablando claro: el pelotero cubano, como atleta, es el mejor del mundo, pero ya nada es igual. Hay academias que no funcionan, la de Villa Clara es intermitente.

Se pierden peloteros, están desmotivados. Si hubiese más contratos con otros países fuera mejor. Hay demasiado éxodo, se van hasta de los de pequeñas ligas. Los captan desde temprana edad.

Yo estuve en Italia y tenían todas las condiciones, los recursos materiales y humanos, buenos terrenos con todo. Yo decía: ¡si los cubanos estuvieran aquí! Entrenábamos con 200 pelotas. No tenían la calidad del pelotero cubano. Creo que hay que mandar más peloteros para el exterior y patrocinar seriamente el deporte.

Buenos recuerdos y sinsabores durante su carrera.

Los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron un acontecimiento grandioso, la primera vez que Cuba asistía en el béisbol y obtuvimos la medalla de oro. Después, también oro en Atlanta y en Sídney la plata.

Dentro de mis recuerdos inolvidables estuvo un momento del mundial de Taipéi. Jugábamos contra los EEUU, estaban perdidos los hits y se me da una jugada con Orestes Kindelán. Yo lo conocía y a pesar de ser lento, desplegaba velocidad promedio, sabía correr las bases. Dieron un fly corto al center field y él estaba en segunda. Lo mandé para home, pero ellos no pensaron que yo lo mandaría. Fue bola y corredor, chocó y le tumbó la pelota al receptor. Fuimos campeones por esa decisión. Si le meten out, yo creo que tengo que regresar en un avión desde Taipéi para Santa Clara.

Jorge Luis Toca: “jamás me dediqué al tráfico de peloteros”

¿No molesta a Luis Enrique “Kiki” González ser “anónimo”?  

Nosotros siempre hemos sido anónimos, pero tengo la satisfacción de que logramos muchos campeonatos. Entré siempre por la senda victoriosa en eventos internacionales. Disfrutamos mucho, pero trabajamos mucho a todos los niveles. Me entregué porque mi familia fue sacrificada. Yo iba a mi casa al año por quince días. Empataba una serie nacional y selectiva con otra, más los eventos internacionales.

Las condiciones de atención no son las mejores. Me preparé para la jubilación. Estoy con el estímulo que tenemos de campeón olímpico y panamericano. Vamos viviendo con mi esposa, aquí, tranquilo. Ayudo al béisbol villaclareño, mirando juegos observando, dando conferencias y asesorando en algunos momentos a los equipos y muchachos jóvenes.

Gracias a Dios, estoy normal. La gente piensa que los atletas y entrenadores que han viajado tienen mucho. Tuve viajes en los que daban dos dólares por día. Teníamos mucho amor. Después fue mejorando el estímulo de las giras. Empezaron las compras en tiendas. Ya después no y así empezó el éxodo.

Los atletas se comparaban y decían: ¿cómo ese hombre gana millones y tiene menos calidad que yo? Es posible que no gane una cifra de 10 millones, pero sí 3 o 4 pudiera ganar. El pelotero cubano tiene calidad para jugar en Grandes Ligas. Es un problema económico que tienen y si lo logran resolver, ayudan a la familia.

Tengo un doloroso recuerdo de cuando me suspendieron en el año 97 por cosas con las que no tuve que ver en nada. Fue por una llamada que hicieron desde el exterior y entonces, alegaban que estaban incitando a los peloteros a irse. Nosotros no teníamos conocimiento de eso.

Me parece que, como el equipo de nosotros tenía para ganar una década, quisieron hacer algo. Villa Clara estaba ganando campeonatos con muchachos que tenían de veinte a veinticuatro años. Me da la impresión de eso por las cosas que cometieron con muchachos tan jóvenes. La mayoría se fue del país, no los pusieron a jugar jamás. No dieron explicación ninguna. Nunca dijeron que pasó, ni lo van a decir tampoco. Después, me levantaron la sanción.

¿Qué valoración tiene del área de los coach y del béisbol cubano en la actualidad?

La función del coach se practica. Por la comisión nacional de béisbol, tuve la oportunidad de impartir conversatorios a quince equipos, hace dos años. Les explicaba que, desde que estuve en la EIDE, se hacía. Yo repasaba mientras se entrenaba. Se va moviendo a las diferentes bases para que de acuerdo a los batazos y situaciones de juego sepan cómo moverse.

Hay que exigirle la concentración a cada pelotero. Tienen que ser capaces de que, cuando batean, tengan la mente en los corridos y así sucesivamente en cada instante.

Yo no sé lo que van a hacer si no pagan más. Para hacer un equipo de pelota hay que mejorar la base. En La Habana, por ejemplo, no había equipos para hacer la provincial el año pasado y la hicieron con cuatro o cinco municipios. Las series provinciales deben ser más largas y unir las áreas deportivas. Hay que dar más facilidades. Antes no había tantos entrenadores, pero sí activistas y la pelota funcionaba. Se debe aprovechar la gente que el guste el béisbol.

¿Por qué llegó el retiro para Kiki González?

En 2003, culminé la serie nacional y me fui para Italia a trabajar con los mejores talentos profesionales. Jova me acompañó durante ocho años. Regresé y laboré en Santa Clara asesorando peloteros en la academia provincial, dando conferencias y como comisario técnico en las series nacionales. En 2022, me retiré completo y me mantengo escribiendo a ver si me publican un libro sobre cómo es el arte de ser coach.

Quisiera dejar un buen recuerdo. Como siempre he dicho, fui un obrero del béisbol. Lo que hice fue trabajar y apoyar en las victorias de la provincia y de Cuba en eventos internacionales. Traté de hacerlo bien, sin margen de errores, sin mucho protagonismo.

Mantente actualizado con Telegram y disfruta nuestras historias en YouTube

¿Quieres estar siempre al tanto de la actualidad del deporte cubano? Únete a nuestro canal de Telegram: ¡lleva a Play Off en tu bolsillo! Haz click para seguirnos: Canal de Telegram Play-Off Magazine.

Historias de deporte cubano contadas con una mirada profunda a la vida personal de los protagonistas y la sociedad, Para disfrutar nuestras exclusivas suscríbete en: Canal de YouTube Play Off-Magazine.

Imagen cortesía de Roberto Santiago

Autor

https://googleads.g.doubleclick.net/pagead/ads?ad_type=video_text_image&client=ca-video-pub-4968145218643279&videoad_start_delay=0&description_url=http%3A%2F%2Fwww.google.com&max_ad_duration=30000&adtest=on