Varios días después de terminado el Campeonato Mundial de Atletismo son más las dudas que las certezas respecto a este deporte en Cuba. Sin medallas regresó la delegación antillana de Eugene, Oregón, en la peor presentación del campo y pista que se practica en la isla a lo largo de su historia.

Escudriñar en las evidentes deficiencias técnicas y estratégicas del atletismo cubano en el “Mundial de los por poquitos”-a la espera de una medalla que nunca llegó- sería, cuando menos, injusto. Tanto entrenadores como los propios atletas trabajan con “lo que va quedando”, y no se trata de una forma despectiva de referirse al tema sino, más bien, de tener los pies en la tierra.

El mundo ha cambiado desde los 90 ́ hacia acá. El muro de Berlín cayó hace años y la Guerra Fría, aparentemente, terminó también. La globalización y el desarrollo han llegado a niveles jamás pensados, pero una isla del Caribe se resiste a adherirse en esa realidad, motivada por factores externos e internos. No existe deporte de élite sin pensar en el profesionalismo, algo que en la Cuba de un tiempo atrás parecía una mala palabra siquiera mencionarla.

Sin embargo, se aprecia un avance en este sentido, varias disciplinas deportivas apuestan por impulsar un cambio en antiguas concepciones, incluir a sus mejores exponentes en circuitos profesionales y admitir en la nómina de los equipos nacionales aquellos que en un momento llegaron a formar parte de los mismos, o no, pero que por diferentes motivos residen fuera del país.

Coqueteos muchos, resultados, muy pocos. Sigue faltando la estocada final. Así sucedió en Eugene, así fue en Tokio. Ocurre con el atletismo y con cualquier otro deporte. A pesar de lo logrado, todavía no es suficiente y lo más grave es que el futuro no avizora un mejoramiento significativo. El atletismo cubano, en el ojo del huracán por estos días, resulta de los más afectados.

Ahora, con la reciente renuncia o destitución –no queda claro- de Yipsi Moreno, como comisionada nacional, las soluciones parecen ser, como de costumbre, descabezar el fenómeno, tratarlo cual una herida superficial, sin ir a la verdadera raíz del problema. Una sociedad desgastada como la cubana, donde la migración está a la orden del día, no basta con “estimular” a los atletas o “regalarles” casa y carro.

La realidad es más rica que eso. Los problemas estructurales de un país sumido en una aguda crisis económica no parecen tener buenas noticias en un corto plazo, por lo que la solución, para muchos, pasa por buscar oportunidades en otros lares.

No es nuevo, desde hace varios años ocurre. El deporte en la isla se desangra ante la constante salida de sus mejores exponentes, quienes logran imponerse en los principales escenarios del mundo, varios de ellos con medallas olímpicas y mundiales. Ejemplos sobran, ahí están Pedro Pablo Pichardo, Orlando Ortega o Yasmani Copello.

Es la razón de lo evidente: irremediablemente el atletismo y, de forma general, el deporte cubano, debe enrumbar la proa hacia convocar nuevamente a sus mejores deportistas que compiten en el exterior y, antes de hacerlo por otra bandera, darles la posibilidad de mantener los vínculos con la suya, sin limitantes ni objeciones. Para un país como Cuba, mantener económicamente atletas de élite resulta cada vez más complicado.

Así lo demostró la fórmula del voleibol, balonmano y algo más el fútbol, disciplinas que pugnan por rescatar el terreno perdido durante años, sobre todo el deporte de la malla alta, que ya logró acceder a la Liga de Naciones, otrora Liga Mundial, para beneplácito de la afición en el país.

No obstante, el velocista que compite por el club Benfica en Portugal, Reynier Mena, reconoció en entrevista exclusiva para Play-Off Magazine que “ocurre también que los atletas cubanos se estancan, de cierta forma. En los juveniles llegan con tremendo potencial, se incluyen entre los mejores del mundo, pero muchos quedan en el camino. Pierden la continuidad o, simplemente, no logran elevar su calidad. A mí me sucedió”

Es por ello que no basta con regresar a los emigrados o estimular exiguamente a quienes aquí permanecen. Se hace necesario también trabajar con la cantera inagotable de talento de atletas que, año tras año, vislumbran un futuro prometedor en el campo y pista, pero con el tiempo quedan rezagados, sin posibilidades de superarse.

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Imagen cortesía de Jit