Alrededor de la arena, los remates, la clínica, y las extracciones gira la vida de la olímpica Leila Martínez, una mujer llena de energías que logró conseguir lo que pocos profesionales se atreven a intentar: mantener dos carreras en igualdad de condiciones.

Antes de convertirse en una profesional de éxitos, tanto en la estomatología, como en el voleibol de playa, tuvo que sacrificar su juventud con el objetivo de hacer realidad cada uno de sus sueños. En la actualidad, a poco tiempo de haber participado en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, su historia es otro de los tantos ejemplos de superación que escriben los deportistas cubanos.

Leila Martínez dio sus primeros pasos en el deporte a los tres años de edad, cuando su mamá la inscribió en gimnasia rítmica. Esa disciplina deportiva la practicó durante tres años aproximadamente y tuvo que dejarla porque “sentía que no era mi lugar, la coordinación era un elemento difícil, no lograba controlarlo y decidí abandonar la gimnasia”, explicó a Play Off Magazine.

Un poco más grande, cuando tenía cerca de 10 años, decidió regresar a la práctica deportiva organizada: “En quinto grado me interesé por el voleibol de sala, entrenaba en Talla Piedra, Habana Vieja, y asistí a varios eventos de la categoría”.

Además, le comentó a nuestra revista que en ese momento comenzó su idilio por el deporte de la malla alta, y unos años después sufrió su primera decepción.

Varios meses después de entrar al centro deportivo inició su preparación para lograr un puesto en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE). “Comencé a prepararme para entrar en la escuela de deportes, pero no pude hacer el grado porque medía 1.58 metros, dos centímetros menos de la estatura establecida”, narró Leila en exclusiva uno de los pasajes más tristes de su carrera deportiva.

Después de ese capítulo triste, con una madurez poco habitual a esa edad, continuó con su sueño de triunfar en el deporte y ese esfuerzo fue premiado con un nuevo destino en su trayectoria.

“Me incorporé a la secundaria a cursar mi séptimo grado y al siguiente año con la influencia de algunas amistades decidí vincularme al voleibol de playa”, relató Leila Martínez sobre sus inicios en el deporte de los remates en la arena.

“No me llamaba mucho la atención esta modalidad, pero el ambiente de playa, música y sensación de vacaciones me convenció para darle una oportunidad”, afirmó la entrevistada.

Así fue como llegó, luego de una desilusión, al deporte que la colocó en la palestra pública, del que se enamoró y defiende en cada arena internacional.

Las decisiones inescrupulosas de algunos dirigentes pueden dañar el proceso de formación de los atletas nobeles. Sobre su caso particular, Leila refirió: “fue un momento triste, estaba indecisa y no sabía si quería dedicarme a ser una deportista de élite. Era regular dentro del equipo. Las pruebas tácticas y técnicas las había superado, pero por mi estatura quedé fuera. En ese momento el apoyo de mis padres fue fundamental, me dieron mucha fuerza para continuar”.

Desde que entró al vóley de playa, sus condiciones la hicieron estar un nivel más alto que el resto de sus compañeros. En tanto, lo que para otros atletas puede significar un objetivo difícil de conseguir, para la primera figura cubana de esta disciplina entre las mujeres en la actualidad, solo fue otro paso seguro hacia su realización profesional.

“Por los resultados que tuve desde noveno grado, un año antes de lo estipulado, quisieron hacerme la captación para entrar al Equipo Nacional Juvenil, que radicaba en Ciego de Ávila”, explicó la entrevistada, quien también esclareció que ese año no entró al equipo pues “estaba aún pequeña, tenía 14 años y mis padres no estuvo de acuerdo, no fue hasta que cumplí 15 años que permitieron mi inclusión en el equipo”.

Los padres de Leila, piezas claves en su carrera, fueron sabios en su decisión de retrasar el viaje a Ciego de Ávila. Un año más fue necesario en su preparación física y mental para enfrentar todos los inconvenientes que se plantearían en una tierra extraña.

“Dábamos clases por la mañana en Ceballos y teníamos que trasladarnos en cualquier transporte 16 Km para llegar a la EIDE de esa provincia, donde radicábamos y teníamos el terreno de voleyball de playa a 100 metros. Fue un cambio grande, estaba empezando el preuniversitario y andaba sola, sin embargo, me sirvió para madurar y tomar conciencia del rigor de los entrenamientos”, relató a Play-Off Magazine.

En las categorías juveniles comenzó a tener sus primeros resultados en la arena nacional. Junto a su pareja Claudia obtuvo la primera presea, un metal plateado, y luego alcanzó el primer puesto en el campeonato nacional. Tras ese resultado, la invitaron al torneo de mayores y quedó entre las cuatro mejores ubicadas.

Asimismo, con solo 17 años participó en el segundo Norceca de Varadero en el Hotel Caguama. “En aquel momento solicitaron una tercera pareja para participar en el evento. Yo estaba con fiebre y así fui para allá, siendo mi primera intervención en el contexto internacional. Mi pareja era Lianma Flores, juntas partimos hacia el evento sin tener experiencia y logramos un meritorio segundo puesto. Ese segundo lugar significó la primera ocasión que recibí un premio en metálico por mis resultados en el deporte”.

Cuando comenzó en su último año del preuniversitario, las autoridades del deporte decidieron promoverla al equipo nacional de mayores. Entonces, inició un proceso de grandes sacrificios para ella.

“Me llevaron para el equipo nacional, pero sin poder ser matrícula oficial, porque en el Cerro Pelado no estaba habilitado el doce grado. En tanto, tuve que inscribirme en una escuela convencional y eso significó dar un extra en mi vida diaria, pues estaba en un año terminal, preparándome para enfrentar las pruebas de ingreso, con la misiva de obtener una carrera universitaria”, explicó.

Leila Martínez voleibolista cubana
Leila Martínez, una estomatóloga que brilla en el voleibol de playa a nivel internacional en representación de Cuba. Foto Hansel Leyva

En medio de su crecimiento como atleta, Leila Martínez tuvo un arranque de valentía pues decidió esforzarse para conseguir una carrera universitaria. Como cualquier adolescente que se enfrenta a la situación de escoger una profesión llegó el momento y no tenía claro que ocurriría en su futuro. Al menos, con lo académico.

“El año que hice las pruebas de ingreso a la universidad no asignaron plazas de Cultura Física y Deportes a los preuniversitarios urbanos. Entonces, comencé a ver el listado, revisándolo por orden alfabético. La primera que marqué fue Derecho, luego Estomatología, y así continué hasta llegar a 10 plazas. Para mi sorpresa la que obtuve fue Estomatología y, desde que entré el primer día me enamoré de ella”, contó Leila Martínez.

El proceso para graduarse fue complejo. Vivió jornadas de mucho esfuerzo físico y mental, pero aún así no se rindió, descansaba el tiempo mínimo y continuaba luchando por sus aspiraciones.

“Mis días exigían de una gran preparación física, pero, sobre todo, de mucha concentración. Las acciones comenzaban muy temprano”, dice.

“A primera hora de la mañana asistía a la facultad. Luego de dos horas en clases, me incorporaba a la sección de entrenamientos matutina. Después, regresaba y completaba la docencia, para volver a la arena. Cuando llegaba a la casa intentaba dormir el tiempo necesario, para despertarme en la madrugada a estudiar. Y así se repetía el ciclo cada día. Logré llevar las dos carreras; primero por convicciones, no me gusta dejar incompletos mis proyectos. Además, recibí la ayuda de mis profesores de la facultad, que fueron flexibles en todo momento con mis entrenamientos y competencias”, explicó.

Los retos y las responsabilidades durante esa etapa fueron incrementándose. Por los resultados que arrastraba de años anteriores, se convirtió en la primera exponente del voleibol de playa en Cuba. De esa forma, su agenda era cada vez más complicada y para mantenerse en la élite internacional debía tener un rendimiento estable.

Pasaron varios años en el equipo nacional hasta que pudo llegar por primera vez al campeonato mundial de la disciplina. “En el 2015 tuve mi primera participación mundial. Esa fue la primera ocasión en que enfrenté parejas de primer nivel. Después de algunos años jugando Norceca, encontrarme en Holanda junto a Lianma, permitió que nos diéramos cuenta que nuestro juego era muy diferente a ese nivel. Finalmente, terminamos en una decimoctava posición y decidimos ponernos nuevas metas y objetivos para igualar o superar ese nivel”, afirma.

Según refirió Leila Martínez, el certamen sirvió para medir el estado de su juego, y tras terminar su intervención revisaron los aspectos que debían mejorar: “Nos faltó muchísimo para acercanos al gran nivel, aunque teníamos buena técnica y físicamente estábamos en la media, nos faltó un plan táctico, y eso se conseguía con mayor fogueo. Teníamos muchas ganas de jugar, pero no fue suficiente frente a nuestras rivales”.

Un año después, en el 2016, regresó al evento. En esa ocasión, la experiencia y el ritmo de entrenamiento que emplearon en Cuba les alcanzó para entrar entre las 10 mejores de la competencia, con un importante noveno lugar. De igual forma, quedaron asuntos por resolver y la meta de ese año era llegar a los Juegos Olímpicos de Río 2016.

“Para llegar a los Juegos Olímpicos de Río 2016 nos incluimos en el grupo de perdedores afortunados, al igual que en Tokio 2020. Estábamos en el grupo junto a Alemania, España y Colombia; perdimos con las dos primeras, pero logramos sacar una victoria ante las suramericanas y eso nos permitió pasar entre los ocho terceros mejores binomios. Entonces, en compañía de Lidianmis Echeverría, ganamos un partido frente a las rusas, nos correspondía luego las holandesas a quienes derrotamos dos set por cero con amplias diferencias. Así pasamos al noveno lugar para enfrentarnos a la dupla canadiense con las que perdimos en un tercer set con marcador de 15-13”, narró con cierta tristeza en la mirada.

Luego de quedar eliminadas para la cita estival de Brasil y, como cada vez que ocurren fracasos, comenzaron los análisis y uno de los temas recurrentes fue la poca inserción en circuitos mundiales. Sin lugar a dudas esa cuestión pasa por un tema económico, pero también de mentalidad. Indiscutiblemente, la Federación Cubana de Voleibol, en consonancia con las autoridades de Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación (INDER) debería cambiar la forma de gestionar tanto el deporte a lo interior, como las competencias en la arena internacional.

“La disciplina deportiva nuestra necesita una gran inversión económica. Tanto en el de sala, como el de playa, cuentan con equipos en ambos sexos y todas las categorías necesitan de un fondo monetario para apoyar y desarrollar cada uno de los atletas. En los últimos años, la Federación no se pudo hacer cargo y cada vez resulta más difícil alcanzar buenos resultados”, detalla.

Leila Martínez, dada su experiencia alcanzada en eventos internacionales, entiende perfectamente cómo funciona la disciplina en el resto del orbe. El deporte profesional tiene sus puntos a favor y en contra, como casi todo en la vida, pero lo cierto es que así funciona en el resto del mundo y “navegar contra la marea” no es aconsejable para un país del tercer mundo.

Leila Martínez voleibolista de playa de Cuba
Leila Martínez, una estomatóloga que brilla en el voleibol de playa a nivel internacional en representación de Cuba. Foto Hansel Leyva

“Recuerdo que, en la época dorada del vóley de playa en Cuba, las distintas duplas tenían un patrocinador, Pepe Sierra, que se encargaba de mantenerlas en el circuito mundial e incluso hacía que permanecieran en una beca en España, lo que permitía topar durante todo el año con las parejas europeas, continente en el que se concentra el máximo nivel”, reflexionó Leila.

Ante tal escasez de recursos monetarios, su participación durante el año en las competencias que prepone la Federación Internacional es efímera. “Depende del año hemos tenido algunos momentos que hemos participado en 12 eventos, pero no se pueden medir los resultados cuando quedas en el área o las parejas presente no alcanzan el nivel medio de las duplas. Tenemos confianza en que eso pueda mejorar. Sabemos que las propuestas están ahí, tenemos las condiciones y constantemente nos comentan las intenciones existentes”, explicó la atleta cubana.

Para suerte de ella, de su pareja actual y del vóley de playa cubano, este año consiguieron su primera participación en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con su incursión en el último momento. Según explica, desde que aterrizaron en la capital nipona, comenzaron a vivir una de las experiencias más bonitas de su carrera deportiva.

“Estoy agradecida de haber participado. Ese siempre fue mi más grande anhelo, desde que llegué al equipo nacional y en la edición de Río no lo pude conseguir. Estuvimos cinco años preparándonos para llegar a Tokio, entrenando muy fuerte y siempre proponiéndonos una meta más alta, sin importar los fallos que ocurrieran en el camino”, relató Leila Martínez.

“Verme en los Juegos Olímpicos fue grandioso. La conformación de la dupla estuvo clara desde el inicio. Al máximo evento deportivo asistirían las dos mejores atletas, entonces había que hacer un buen trabajo de equipo, pero a la vez teníamos que dar el cien por ciento en competiciones y entrenamientos. Un día de mal trabajo que te dejaras vencer por el cansancio podía costar la oportunidad de participación” añade.

Asimismo, valoró los resultados obtenidos, encantada por todo lo que significa para un deportista encontrarse en una capital olímpica, rodeada de lo que más vale y brilla en el mundo del deporte.

“De manera general la experiencia en Tokio fue muy bonita, logramos ocupar el puesto número 12 entras las 24 duplas que asistieron. Con el resultado no estoy conforme, porque me encantaría ser campeona olímpica o de algún circuito mundial. Además, fue el espacio ideal para conocer algunos de los deportistas que admiro. Por ejemplo, tuve la oportunidad de conocer a Novak Djokovic y muchos de los atletas de la NBA”, explicó.

Lo mágico de los Juegos Olímpicos es la oportunidad que genera para que los deportistas de distintas partes del mundo se conozcan y compartan las culturas de sus países. Leila Martínez y su compañera Lidianmis vivieron un momento único, que las llenó de esperanza y lograron comprender que su dupla debería a representar a Cuba en cuanta competencia se celebre.

“Una experiencia muy bonita fue cuando las canadienses y brasileñas se nos acercaron para preguntar que había qué hacer para vernos participar en los circuitos mundialistas. Porque nos necesitaban para darle más visibilidad al deporte y considero que esto es algo saludable para el voleibol cubano. Para eso es necesario trabajar con  mayor organización, conociendo desde inicios de años a los torneos que asistiremos, para de esa forma crear los planes de entrenamientos”, sentenció.

En sus dos carreras, el apoyo de la familia fue imprescindible para superar todos los objetivos que alcanzó. “Mi familia ha sido incondicional, no tengo quejas de ellos. Mis padres han estado muy atentos a todo, nunca he tenido que pedirle algo, porque siempre han sabido lo que necesito. Nunca faltaron a un Norceca en Varadero, incluso en una ocasión se reunió toda la familia y hasta vecinos para verme competir”, relató Leila Martínez.

Cuando tiene la oportunidad de escaparse por varios días del alto rendimiento y la clínica estomatológica asegura que “me encanta bailar, busco cualquier oportunidad para hacerlo. Adoro reunirme con mi familia, luego de terminar una etapa importante con respecto a un evento, pues el deporte de alto rendimiento genera un estrés inmenso. Además, me encanta la noche y cada vez que puedo la aprovecho”, afirmó.

Dentro del imaginario social no existe la posibilidad de que un deportista rechace una oferta para jugar en el exterior, para mejorar su nivel deportivo y económico. Entonces, si así funciona, Leila no entra en los cánones identitarios cubanos. Ella es una visionaria que lucha cada día por sus sueños, desde que inició en el deporte soñó con representar a su país. En la actualidad, siendo la figura representativa mantiene el mismo sueño.

“Soy feliz con lo que hago. He recibido propuestas para jugar en el voleibol de sala europeo. Me han dado, por mis habilidades de recepción y la potencia de ataque, la posibilidad de ser auxiliar de algunos equipos de primer nivel, pero esa idea a mí no me ha motivado. Yo prefiero seguir luchando por mis sueños”, aseguró.

“Me encantaría ir a París 2024, pero clasificada por el circuito mundial. Queremos enfocar nuestra preparación en el Mundial del próximo año que se realizará en Roma, nuestras ganas y disposición están puestas en buscar resultados para el voleibol de playa cubano. Ya para años siguientes tenemos Centroamericanos, Panamericanos y circuitos mundiales, aunque para ello necesitamos reunirnos con la federación para plantear cual es nuestra situación, porque nuestra carrera depende de ellos y no queremos quedar por debajo de nuestras aspiraciones” concluyó Leila Martínez.

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Imagen cortesía de Foto Hansel Leyva