“De la venta de mi medalla olímpica de Sydney 2000 todavía no me arrepiento. La vendí porque me vi en una situación crítica. No tenía prácticamente nada para comer ni para mantener a mis hijas, y tuve problemas personales que me llevaron al divorcio. La vendí porque era mejor tener cuatro o cinco pesos para poder comer que desertar”, dice Mario Kindelán, un doble campeón olímpico del boxeo cubano.  

“Traicionar a mi Comandante, eso no lo iba a hacer nunca, porque aunque ya no esté, mi palabra es leal. No importa dónde la gente se encuentre, si en el cielo, si en la Tierra, o si en el infierno. Cuando se es leal a alguien y a algo, hasta el propio enemigo te valora. Esa es mi forma de ser, leal 100 por ciento, que pocos cubanos ya tenemos esa lealtad.  

“Tuve que venderlas, pero, ¿por qué no sale a la luz también el robo que hubo en el Museo del INDER, de Holguín, a donde doné todos mis trofeos?”, pregunta uno de los pugilistas más recordados de la célebre escuadra cubana, quien también fue tres veces monarca mundial

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Mario Kindelán comenzó a practicar deportes con 7 años, a través del béisbol. Su barrio, más conocido por “La Colorá”, reparto Urquiola en Holguín, siempre fue cuna de muchos deportistas, por lo que las calles y los estadios se convirtieron en su sitio predilecto.   

Cuando se encontraba cursando el sexto grado, había decidido inclinarse por el béisbol, con participaciones en eventos interescuelas y municipales. También, tendría un paso por el voleibol, aunque sin suerte por sus condiciones, pero sí con muchas cualidades, como le contaba su profesor Cárdenas.  

En “La Colorá”, entre las décadas de 1960 y 1980, existía un gran movimiento boxístico. El boxeo era una tradición, recuerda Mario. Es así que uno de los primeros regalos que recibió de su padre fue un par de guantes a la edad de 9 años. Se los ponía con cualquiera.  

En el año 1986, en el periódico local Ahora, salió un escrito donde se informaba que se estaban buscando estudiantes para nuevas captaciones en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de la provincia. El padre de Mario quería que su hijo comenzara en el boxeo, y lo llevó el día de las pruebas.  

Recuerda que pesaba 44 kg y medía 1.70 m, por lo que los entrenadores dijeron que no tenía las condiciones para ser boxeador. “Mi padre, sin decir nada, me cogió por la mano, les dio la espalda y nos fuimos para la casa. En el camino me iba diciendo: ‘ves Mayito, siempre te lo he dicho, que tienes que comer, alimentarte”.  

El niño siguió poniéndose los guantes en el barrio, hasta que un día lo hizo con un compañero que llevaba entrenando dos años en el área especial Henry García, y le “hinchó los ojos”.  

“Él mismo me preguntó que por qué no me apuntaba en boxeo. Entonces, un día que terminamos el entrenamiento de voleibol, el mismo profesor Cárdenas me llevó a la Henry a ver el entrenamiento. Al otro día, volví a ir y el responsable del boxeo me dijo que formara en la clase, y así fue como empecé”, recuerda. A pesar de eso, el deporte preferido de Mario Kindelán siempre ha sido el béisbol.  

Comenzó la práctica oficialmente el 24 de febrero de 1987. Para finales de año, ya era uno de los principales talentos del país. En marzo, fue campeón municipal, en abril campeón provincial, y en los Juegos Escolares Nacionales en Sancti Spíritus se hizo con la medalla de oro en la división de los 48 kg: fue el único holguinero en alcanzar la presea.  

Para ir a esos juegos tuvo que mentirle a su madre, debido a que nadie en su familia sabía que estaba practicando boxeo. Con la ayuda de un amigo, le dijo a ella que se iba a pasar unos días en su casa de vacaciones, y así fue.  

“Al ser el único holguinero en obtener el oro, salí en el periódico, y mi madre siempre ha leído mucho periódico. Cuando me vio en primera plana, se volvió loca. Regresé de Sancti Spíritus y tuve que decirle la verdad, además de darle la noticia de que tenía la captación para la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) en la Habana, para el equipo nacional juvenil”, recuerda.  

Mario recuerda que llegó de la nada, y para ese entonces no conocía ni a comisionado provincial ni a directivo del INDER alguno. Al ganar todos los eventos en Cuba, comenzó a viajar en noviembre de ese mismo año de debut, 1987. Fue a una gira por Europa y obtuvo todas las medallas de oro. “No sé si fue talento, o fue mi barrio el que me formó con los mismos muchachos, pero desde un inicio, no perdí en ningún evento”. 

La primera derrota en su carrera sería al siguiente año en su primer Playa Girón, en semifinales ante Juan Torres Odelín, quien había sido campeón en el Campeonato Mundial de 1986.  

“La pelea la dieron dividida 4-1 para él, aunque yo no me vi perder, y lo sigo pensando hasta ahora, pero él era el campeón mundial y favorito. Merecido estuvo su triunfo”, cuenta.  

Mario Kindelán se quedó con la medalla de bronce. 

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En el año 1989, en vísperas del Campeonato Mundial Juvenil, el equipo que iba a representar a Cuba viajó a Puerto Rico para un evento de preparación. En la final, Mario recibió un golpe en el brazo izquierdo y se fracturó el radio.  

“El entrenador me quiso quitar los guantes y le dije que no. Salí a pelear los otros dos rounds que me quedaban y a ganar mi medalla de oro. Eso me costó muy caro, porque tuvieron que mandarme urgentemente para Cuba. Llegando al aeropuerto, me estaba esperando una ambulancia. Me recogieron y me llevaron directamente al hospital. Cuando el doctor Álvarez Cambra vio la placa, dijo que mi operación tenía que ser de urgencia. Tras la operación, el doctor afirmó que ya no podía seguir practicando este deporte. Me dieron baja médica definitiva del deporte”, cuenta. 

En 1990, Mario Kindelán va a una de sus consultas habituales, y le dicen que hay que operarlo de urgencia. La callosidad que le había hecho el brazo era inexplicable. Según los doctores, para recuperarse de su fractura, tardaría alrededor de 45 años. Sin embargo, en un año y medio, había desarrollado una callosidad inmensa.  

Le preguntó al doctor Cambra si podía volver a boxear, y este le respondió: “usted puede continuar su deporte y puede estar completamente seguro de que su brazo estará sano. Se le podrá partir cualquier otro hueso menos ese”. 

Ya para 1991, regresa al ring, precisamente en el Playa Girón de ese año en la división de los 54 kg. Perdió en la semifinal con otro campeón mundial, Enrique Carrión, y enseguida lo subieron nuevamente al equipo nacional.  

Kindelán sería la primera figura de su división en los siguientes años y fue campeón de los Juegos Centroamericanos de Ponce en 1993. Hasta que, en el 95, antes de viajar a los Panamericanos de Mar del Plata, llegó su “caída”, como él lo llama. “Apareció un grupo de médicos para hacer unas pruebas y yo estaba entre los seleccionados. El resultado dio positivo, no me lo podía creer. La Federación Internacional me aplicó una sanción de tres años sin poder competir”.   

En el año 98, faltándole un mes para cumplir los 3 años de sanción, Mario se dirige al directivo del INDER, pues estaba necesitado de implementos deportivos para entrenar.  

“Desde el año 87 hasta al 98, el tiempo que llevaba en el deporte, nunca había ido al INDER a absolutamente nada, y ese organismo jamás en la vida visitó mi casa, ni visitó mi familia, nada. No teníamos ninguna relación”.  

“En el año 98, decido ir a esa oficina del INDER, y me presentan al director en ese momento. Le digo quien soy, y que dentro de poco se me cumplía una sanción para volver a entrenar. Es cuando le pregunto si me podían facilitar un par de tenis. Me miró y se sonrió. Me puso la mano en el hombro y me dijo: ‘Mario, nosotros estamos muy contentos de que ya tu sanción se cumpla y que todo esté bien, pero los tenis que tenemos ahí en el almacén son para atletas que tengan perspectiva inmediata para el equipo nacional, ya tú eres un atleta desfasado. No, creo que no te podemos ayudar en eso’. Como no sabía lo que quería decir la palabra desfasado en ese instante, le di la espalda y me fui”, dice.  

Con la ayuda de sus padres, Mario se pudo hacer de un par de tenis para volver a los entrenamientos. En ese mismo año, fue campeón nacional, del Giraldo Córdova Cardín, de los Juegos de la Voluntad, de los Centroamericanos y de la Copa del Mundo. Qued’o entre los 10 mejores atletas de Latinoamérica, a solo meses de que el director del INDER de Holguín lo catalogara como desfasado.  

“Dicho director se apareció el 30 de diciembre con un ramo de flores y un búcaro en mi casa. Se encontraba felicitando a los atletas que tuvieron buenos resultado ese año. Le pregunté qué deseaba, y me dice: ‘Campeón, venimos a entregarte esto y a felicitarte por el nuevo año y por tus éxitos’. Recibí el búcaro, se lo di a mi mamá y le dije al compañero director: ‘este ramo de flores, entrégueselo a su esposa de un atleta desfasado’. Me dio la espalda y se fue”. 

*** 

A partir de 1998, Mario Kindelán asume la responsabilidad prácticamente como capitán de equipo, aunque oficialmente se encontraba Félix Savón. “A veces tenía muchos problemas con su vocabulario, con su forma de expresarse, y entonces tenía yo que pararme y dar los informes”, recuerda.  

A partir de 1999, le dan la posibilidad de participar en los colectivos de cátedra y en las discusiones de los planes de entrenamiento, donde llegaría tener potestad para decidir. “Así me gané el respeto y el cariño de todo el colectivo técnico de entrenadores a nivel nacional que existía en ese momento”, cuenta.  

El Campeonato Mundial de Houston 1999, Mario Kindelán lo recuerda por el mal arbitraje, y las muchas peleas quitadas a los cubanos. “Conmigo sí que no pudieron, porque yo tenía un boxeo pulido”. 

Además de todo el prestigio por sus resultados, también es recordado por entablar una relación cercana con Fidel Castro. Dicha relación comenzó en la Ciudad Deportiva, en una reunión para la evaluación anual de cada deporte entre los líderes del movimiento deportivo y Fidel Castro, junto a los comisionados, los jefes de los colectivos técnicos y los capitanes de equipo.  

“En esa reunión, al compañero Fidel le pasan los informes, y se empieza a debatir por deportes. En ese rollo, ocurre que al boxeo lo dan de regular. Yo me quedo pensando, ¿cómo que regular, si nosotros hemos ido a todas las competencias y las hemos ganado? Me paro y levanto la mano. Imagínate, cuando Fidel estaba hablando, alguien levantar la mano, eso era una cosa inexplicable.  

-Yo quiero hacer una aclaración. 

-Dígame- le dice Fidel 

– ¿Por qué el boxeo estaba evaluado de regular? 

Toman la palabra Humberto Rodríguez y el gallego Fernández indistintamente. 

-Un momento, comandante. Está evaluado de regular porque nosotros fuimos a una visita al Hoelvín Quesada, del equipo nacional, y usted mandó a izar la bandera, y dos veces la izaron mal los atletas. 

-Sí, me acuerdo de eso.  

– ¿Entonces, está de acuerdo?  

-No, no estoy de acuerdo con la evaluación, pero sí me acuerdo de eso.  

Mario Kindelán se dirige nuevamente a Fidel y le dice: “Comandante, un momentico, para hacer una anécdota”. 

-Profesor Alcides, ¿en qué fecha entran los atletas al equipo nacional? 

Alcides le responde, y continúa Mario. “es decir, que cuando hicieron la visita, hacía 15 días que los muchachos habían entrado al equipo nacional”. 

-Del béisbol, me dijeron que está evaluado de bien. Hace una semana y media que Kendry Morales, de aquí de Ciudad Habana, desertó. -Todos se quedaron mirando enmudecidos a Kindelán-. Entonces, al boxeo lo vamos a evaluar de regular porque no estamos enseñando a izar una bandera, y el béisbol, que tiene desertores, esta evaluado de bien, ¿cómo se explica esto? -concluyó Mario. 

Fidel se para y dice: “Esos son los hombres, los atletas y los revolucionarios que yo necesito. A partir de este momento, Mario Kindelán Mesa es miembro de la presidencia del INDER”.  

“Ya te puedes imaginar cómo se puso la sala esa, y te puedes imaginar también a los directivos del Inder. Me vieron siempre como una amenaza para sus cargos”, recuerda Mario.  

Boxeador cubano Mario Kindelán junto a Fidel Castro
Boxeador cubano Mario Kindelán junto a Fidel Castro

En el 2004, cerca de los Juegos Olímpicos de Atenas, atravesaba el territorio nacional el huracán Charley, de categoría 4, con vientos de 240 km/h. El evento meteorológico dejó 35 víctimas fatales y fue uno de los más devastadores en la historia de Cuba.  

Tres boxeadores del equipo nacional, Odlanier Solís, Yan Bartelemí y Guillermo Rigondeaux, este último viviendo en un alquiler, habían perdido sus viviendas. Las familias de Bartelemí y Solís vivían con los vecinos del barrio. 

“Me dejaron de entrenar como tres o cuatro días. Me dirigí entonces a Raúl Fernández a La Habana, a donde estaban radicando. Tuve una entrevista con los vecinos y con ellos mismos, y les pregunté por qué me estaba faltando el entrenamiento, que ya los Juegos Olímpicos los teníamos ahí. Me dijeron: ‘Mario, nosotros no tenemos cabeza ahora para eso, coño. Mira esta situación”. 

Kindelán decide dirigirse al INDER, y le plantea a Humberto Rodríguez la situación. A pesar de explicarle que los tres boxeadores tenían altas probabilidades no solo de medallas, si no de alcanzar el oro, el directivo le responde que no podía hacer nada.  

Cuando ya Mario se encontraba dispuesto a regresar, divisa algo a lo lejos, el Consejo de Estado. Se va a pie, lo dejan pasar. Ya todos lo conocen, y lo recibe el jefe de despacho del presidente. 

Este le explica que el presidente está reunido, y Mario le insiste en que necesita hablar con él personalmente. “Lo esperé a que terminara su reunión, y cuando se enteró de que yo estaba ahí, me mandó a pasar urgente para su despacho. Me saludó, y me preguntó qué sucedía”, recuerda.  

-Mire, Comandante, tenemos esta situación con estos tres boxeadores, y tenemos los Juegos Olímpicos ahí mismo. Ellos son prácticamente medallistas de oro. 

-Está bien, dame una hora, espérame-, le responde Fidel, quien se puso a llamar por teléfono. 

A la hora, el primer secretario del municipio llamó al equipo nacional para informar que el asunto de los muchachos ya estaba resuelto. 

“Humberto me llamó para decirme que era una falta de respeto mía aparecerme en el Consejo de Estado. Bueno, si es una falta de respeto, que Dios me tenga en la gloria, porque por una falta de respeto resolví el problema. Pero, de lo que más orgulloso estoy, es de que los tres fueron campeones olímpicos”, afirma.  

“Ya te puedes imaginar la cara de Humberto y la de los vicepresidentes del INDER, porque ellos deseabana que esos tres hubiesen perdido, incluido yo, para darse en el pecho ante el Presidente o ante cualquiera. Pero yo les demostré a ellos que estaban dirigiendo personas que no saben de deporte, y eso es una muestra más de todas las contradicciones que yo he tenido con el organismo y los directivos del INDER. 

“A partir de ese momento, he tenido muchos problemas. Jamás tuve un problema por indisciplina ni por falta de respeto de ningún tipo. El INDER a mí nunca me interesó en lo absoluto, jamás tuve que ver con ellos ni depender de ellos. Me veían como un estorbo, como un enemigo prácticamente, porque cuando yo necesitaba algo y que podía ver al presidente del INDER, iba directamente a Fidel, porque él me dio esa facultad”.

“Cualquier problema, cualquier situación que usted tenga, viene a verme a mí personalmente”, le decía Fidel. 

“Me veían como una amenaza, pero mi educación, mi lealtad, mi compromiso y mi humildad no me daban como para decir los desastres que ellos estaban haciendo. De eso tenía que darse cuenta otra gente a quienes les pagaban por eso, yo no. Mientras ellos no se metieran conmigo ni con el boxeo, eso a mí no me interesaba. Nosotros teníamos un padrino que nos ayudaba en todas las situaciones habidas y por haber en la vida, que era nuestro Comandante Fidel”.  

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Tras el regreso de las Juegos Olímpicos de Sydney 2000, al equipo técnico y los boxeadores les espera la sorpresa de la suspensión del entrenador Alcides Sagarra. A todos les sorprendió, menos a Mario Kindelán.  

“El ministro del deporte en ese tiempo -no voy a decir el nombre por respeto a él y a su familia, solo que Dios lo tenga en la gloria, y que allá arriba se arrepienta de todo el mal que hizo-, no le gustaba el boxeo. No sé si era porque no sabía de deporte o por racismo. Yo siempre lo vi por el racismo. Nos trataba mal, lo veía hablando cosas incoherentes y me paraba y me iba. No es que le faltara el respeto, es simplemente que cuando escuchaba que estaba diciendo mentiras, tenía que pararme e irme”, dice.   

Cuando la sanción, lo mandaron a buscar a la Ciudad Deportiva. Ahí lo estaba esperando dicho ministro junto al vicepresidente del INDER, Julio Christian Jiménez. Estaban todos, una comitiva. 

Le explicaron que era para que firmara unos documentos, en los cuales daba su consentimiento para retirar a Alcides Sagarra. Las cláusulas recogían la disconformidad de los atletas con la dirección del entrenador y su mal proceder. 

“Les dije que no iba a firmar nada, que eso era mentira. Yo como capitán, no voy a firmar nada de eso. Les di la espalda y me fui, pero en ese momento me vuelven a parar. ‘Mario, usted sabe que firmando eso, el día de mañana, usted puede asumir esa responsabilidad’. Y les digo: ‘Si yo para asumir una responsabilidad como esa dependo de traicionar a Alcides, prefiero morirme y no ser como ustedes’. Así mismo lo dije,” recuerda Kindelán.  

“Después citaron a algunos compañeros, amigos míos, que sí firmaron. Después se arrepintieron, porque tras firmar, duraron solamente un año en el equipo nacional, los desaparecieron a todos. Ellos mismos me lo reconocieron, que con Alcides, todavía estuvieran boxeando y podían haber optado por otra medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Y sí, porque estoy hablando de campeones olímpicos para que sepan que no estoy hablando de cualquiera”. 

Boxeadores Mario Kindelán y Amir Khan bxoeo cubano
Boxeadores Mario Kindelán y Amir Khan

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“Así ha sido toda mi trayectoria prácticamente en el deporte. Mis peores enemigos, mis peores contrarios, los he tenido siempre en mi país, pero gracias a Dios siempre me he preparado muy bien para salir vencedor, y en esta no voy a salir como perdedor, al contrario, voy a salir dando un nocaut.  

“Nuestro presidente de hoy, Díaz-Canel, tendrá que dedicar cinco minutos un día de su tiempo libre, y darse cuenta de las barbaridades. Yo no sé de política, no sé de economía, pero sí sé de organismo. El INDER está acabando con toda la corrupción, todo el descaro y el robo que está existiendo en ese organismo. 

“Antes, no había una reunión en la cual, el primer punto no fuera el trabajo político ideológico. Ese punto tenía que existir en todas las actas y en todas las reuniones en el deporte. Actualmente, ¿quién habla de eso? No existe. Se terminó cuando murió nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, porque era el único que velaba por eso. 

“Antes, prácticamente era una deshonra que un atleta desertara. Eran analizados los entrenadores, los capitanes de equipo y los miembros del deporte que participaron en ese evento. Ahora se celebra un cumpleaños cuando se quedan dos o tres. Salieron 10 y se quedaron seis, coño, menos mal que no se quedó el resto, que no se quedó el equipo completo. Es una falta de respeto, una falta de ética. 

“Mucha gente me ha dicho que los atletas están desertando por problemas económicos. No, ahí están equivocados, esa es la parte donde los jefes del INDER se justifican.  

Nosotros los atletas, las glorias deportivas, los campeones, somos el espejo de esa juventud. Si nos ven pasando lo que estamos pasando, que nos quitaron los 300 CUC y nos los convirtieron en 7.400 CUP, que desde que impusieron esa ley, al otro día ya Mario Kindelán nunca más pudo comprar un caramelo a sus hijas en una tienda, que jamás Mario Kindelán tuvo seguridad de si comía, porque la calle está perdida y no tiene acceso por los precios; si ellos mismos me ven a mí, doble campeón olímpico, tres veces campeón mundial: ¿qué dirán ellos? Es cuando ellos deciden luchar por su futuro y el de sus familiares. 

“Ah, de que yo no voy a claudicar nunca, eso lo sabe el mundo entero. Que mí me ofrecieron millones para que desertara y nunca lo hice, y no me arrepiento, también». 

«No me arrepiento porque tuve el mejor amigo del mundo, que los días de mi cumpleaños y los 31 de diciembre sonaba el teléfono y era él para felicitarme. Con eso nada más ya en mi casa no había ni que desayunar, ni almorzar, ni comer. Ya con eso te llenabas, y eso es un privilegio para mí y para mi familia. Cosas que desde que murió mi comandante, se perdieron. Por eso es que la gente no sabía que Mario Kindelán existía. Ah, ¿cuándo la gente se enteró de que Mario existía?, cuando le di la entrevista a Julita Osendi”. 

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Para las Juegos Olímpicos de Atenas 2004, Kindelán enfrentó en el preolímpico a Amir Khan y lo venció cómodamente. Por eso, le sorprendió volverlo a enfrentar en la final de la cita estival, aunque el resultado fue el mismo. 

En el regreso a Cuba, Mario se dirige directamente del aeropuerto hacia su tierra, Holguín. Ya tenía decidido no volver a boxear, incluso desde antes de los Juegos, como se lo había comunicado a Fidel Castro.  

A los 8 meses, lo llaman de la presidencia del INDER. Le piden que se dirija a La Habana, pues el tema no podía ser tratado por teléfono. A Mario le explican que el país estaba teniendo relaciones muy cercanas con Inglaterra, y querían unir más dichas relaciones. Los ingleses habían pedido que se efectuase una revancha entre él y Amir Khan.  

Mario les responde que no se encontraba listo para una pelea dentro de 15 días y menos con 8 meses sin entrenar. Los directivos lo convencen aludiendo que la pelea no sería pública y que no le iba a afectar su carrera deportiva, pues todo el mundo sabía que ya estaba retirado.  

“Asimilé eso y comencé a entrenar en esos 15 días, pero cuando llega la pelea, es donde me entero de las atrocidades que habían hecho los directivos del INDER. Habían cobrado un cheque de 250 mil dólares, cosa que a mí y a mi entrenador jamás en la vida nos mencionaron. La otra, Inglaterra pagó 5 pasajes para que yo pudiera llevar a un familiar para que viera la pelea, y tampoco se me dijo. ¿Quiénes fueron? Los que ya habían cobrado el cheque. De madre, ¿no?”, cuenta.   

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En el Mundial del 2001, en Belfast, Mario Kindelán fue seleccionado como el mejor boxeador libra por libra del mundo. Por dicho reconocimiento, el presidente de Irlanda le obsequió, personalmente, una daga de oro y platino, considerada un símbolo de dicho país. El boxeador cubano la donó al museo junto a otros trofeos.  

“La daga fue robada de ese museo sin romper puertas, ventanas, cristales; sin romper nada. Me enteré por mediación de unos policías que me detuvieron cuando iba en el carro. A día de hoy, estoy esperando que algún directivo del INDER se acerque y me diga lo que pasó, o que están detrás de ellos, o que resolvieron algo. Se preocupan por la venta de mis medallas, pero no se preocupan por el robo de mis trofeos”. 

Ahora, Mario se encuentra en Baréin, un país que le está dando la oportunidad de buscar un futuro mejor y prosperidad para su familia. “Salí muy legal y regresaré muy legal a mi país”. 

“Aquí llevaban más de siete años tratando de localizarme para que les trabajara como entrenador, y el INDER siempre les respondía que no estaba capacitado o en plenitud de formación para asistir a esos contratos. El INDER les preguntaba si querían a otro entrenador con experiencia, pero que yo no estaba localizable”. 

Por suerte para Mario, dicha institución siempre se negó a recibir a otro entrenador, hasta que un día directamente lo contactaron por las redes. Cuando llega a Baréin, le muestran todos los correos intercambiados entre ellos y CubaDeportes con la Federación de Boxeo de Cuba. 

Amir Khan sobre Mario Kindelán: «quería venderme el oro olímpico, me tocó el corazón» 

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Mario Kindelán, en la actualidad, ha recuperado por sus medios varios de esos trofeos, y también sabe quién tiene la daga, un secreto que se quiso guardar para otra ocasión. Su aspiración, confiesa, es volver a regresar al país con todos ellos, a no ser que se vea en la necesidad de venderlos. 

Recientemente, intentó venderle su medalla de oro olímpica de Atenas 2004 a Amir Khan, quien lo rechazó, no sin antes obsequiarle el dinero que el doble campeón olímpico del boxeo cubano necesitaba para construirle una casa a su madre.  

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Imagen cortesía de Cortesía de Mario Kindelán
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