Hay decisiones definitorias en la vida que se toman, más que nada, por los hijos y la familia. Eso fue justamente lo que impulsó a Michel González, quien fue por años el máximo exponente del triatlón cubano, a emigrar: su pequeña Carolina.

“Hay que saber lo que representa que dependan más personas de ti. Llegué a un punto, durante este proceso de la pandemia, en el que tuve hasta tres trabajos. Pero sentía que no era suficiente para alimentar y mantener mi casa”, cuenta, desde Estados Unidos.

Tras su retiro, el multicampeón cubano y primera figura de esa disciplina en la selección nacional durante más de 15 años intentó seguir adelante en Cuba, hasta que llegó el momento de emigrar y separarse de la familia para ir a los Estados Unidos en busca de una mejoría económica para todos. Tiempo después, volverían a reunirse.

“Mi esposa Karlienys y la niña vinieron por la travesía migratoria que empieza en Nicaragua: se arriesgaron para volver a estar conmigo”, cuenta.

Michel González recuerda cómo empezó todo, hará unas tres décadas, cuando era un pequeño que nadaba y soñaba con triunfar, sin saber que llegaría a ser el primer exponente del triatlón cubano, muchos años después.

¿Cómo llega a Michel González el deporte?

Según tengo memoria, desde los once o doce años, en la Ciudad Deportiva, pues soy nacido y criado en El Cerro, La Habana. Junto a mi hermano, mi madre se encargó de llevarnos a practicar deporte en su tiempo libre. Lo primero que practicamos fue taekwondo, después polo acuático y en 1997 empecé en el triatlón. Recuerdo que mi primera carrera fue en El Malecón, dedicada a los jóvenes. A través de mi padre, conocí a todos los integrantes de la que sería mi gran disciplina deportiva.

También, estuve becado en la escuela Marcelo Salado de natación por intermedio de mi papá. Estando allí, como nadador, me cambio para el triatlón e inicié las practicas por las tardes, en una pista de 200 metros que hay en 5ta avenida y calle 60, en la Habana.

Michel González exatleta triatlón cubano
Michel González fue por años el principal exponente del triatlón cubano.

¿Cómo fueron aquellos primeros tiempos?

A los dos o tres meses de aquello, estuve en mi primera competencia infantil con doce años y la gané. Casi todos los cursos, yo me llevaba los primeros y segundos lugares en estas. Sacaba mucha ventaja nadando y después, podía mantenerla con la bicicleta y en la carrera.

Me mantuve durante la secundaria básica y hasta onceno grado en la Marcelo Salado, pero, a partir de 1998, mi entrenador fue Fernández, el actual técnico del equipo nacional. No había Juegos Escolares y lo que se hacía era un evento que reunía a los muchachos que practicaban el deporte en el país, casi siempre en La Habana.

Así estuve hasta aproximadamente el 2000, cuando entro a la escuela Giraldo Córdova Cardín como atleta del equipo nacional juvenil. Esa categoría llegaba hasta los 21 años, y no ganaba casi nunca, hasta que me adapté a la distancia. Fui ganando y logré record nacional mantenido durante algunos años, y con dominio en los juveniles.

¿Cómo logras empezar a destacar en la primera categoría? ¿Cómo empezaron a llegar los resultados?

Comienzo en 2002, cuando estaba en el equipo nacional juvenil. Yo era cantera de los mayores junto a Yatsely Leal y Luis Ariel Pérez Andino, quienes eran atletas muy fuertes. Leal estuvo dominando hasta 2004 o 2005, hasta que le gané por primera vez: de ahí en adelante, fui campeón nacional hasta el final de 2016. Me vinculo con todo lo que tenía que ver con campeonatos nacionales, juegos del ALBA y cuanto evento se organizara en el triatlón de Cuba.

No tardía en llegar el debut en competencias internacionales para Michel González.

Internacionalmente, empecé a competir en 2005, en San Andrés, Colombia. Fue mi primera competencia fuera del país y logré oro. Fue una sorpresa para el colectivo nuestro y el movimiento deportivo cubano, porque yo solo tenía 19 o 20 años. A partir de ahí, fui a todos los centroamericanos, universitarios y panamericanos. A Juegos Olímpicos sí no pude ir, pues se clasificaba por puntos.

¿Cuándo sentiste que tu futuro estaba en el triatlón?

Le debo mi inserción a mi padre, quien fue funcionario del INDER mucho tiempo, vinculado al ciclismo. Nunca mi hermano y yo tuvimos bicicleta porque éramos una familia humilde. Nos daba muchas ganas de montar un ciclo y siempre pedíamos a alguna amistad montar bicicleta.

Como estaba en el polo acuático y con esa preparación, además de mi gusto por las carreras, eso me permitió desarrollarme. Me sentía bien en todas las disciplinas de mi deporte. La madurez, como tal, fue en 2007, cuando obtuve séptimo lugar en los Panamericanos de Rio de Janeiro, a menos de dos minutos del campeón. Aquellos eran atletas de talla mundial, de copas del mundo, campeones panamericanos. Fue una carrera a pie de 31 minutos, 40 segundos, tiempos que muy pocas veces se habían logrado en nuestro país.

En Cuba, mi ídolo que seguía era Luis Javier Pérez Andino, quien fue el campeón nacional durante mucho tiempo. Me gustaba su sacrificio, forma de competir y de entrenar. Era buen nadador y ciclista, de ahí la identificación con él.

¿Competían en desventaja con otros países en cuanto al equipamiento?

Llegó un punto en que para mí el equipamiento deportivo era una limitante. Empecé a competir con atletas de otros países y veía que las condiciones nuestras no eran las mejores por mucho esfuerzo que hiciera la Federación Cubana y el que hacíamos nosotros, personalmente. Siempre estuvimos atrás. Sabía que iba a competir con la más mala de las bicicletas o, al menos, una de las más malas. Así y todo, hacía mi mayor esfuerzo.

Cuando gané en San Andrés, en 2005, fui con una bicicleta de hierro, cuando hubo atletas que competían con bici de carbono, cambios en las manillas, o sea, con lo más moderno. Nunca me consideré inferior, aunque lo fuera materialmente. Sabía que mi preparación era buena, me sentía confiado y fuerte en la mayoría de las veces. No pude ganar siempre, pero me consideraban uno de los mejores ciclistas del pelotón.

Tratábamos de comprar algunos recuperantes e implementos que nos alcanzaran hasta la venidera competencia que saliéramos. Si conocíamos de algún certamen que se iba a desarrollar en Cuba, mandábamos a buscar cosas con atletas para comprárselas y así, apoyar un poquito los entrenamientos y condiciones.

En nuestro deporte, los más fuertes son México, Estados Unidos, Canadá y Argentina. Para clasificar, lo hacen tres hombres por equipo y trabajan en función de uno; él que gana la competencia final no es el que marca la anotación ni el ciclismo, pues lo van protegiendo para que sea el hombre que corra con más fuerza. Nosotros los cubanos nunca pudimos hacer eso.

Una vez, fuimos a los centroamericanos con tres y no podíamos darnos el lujo de trabajar uno para el otro. En el último Panamericano sí pudimos hacer algo en el relevo de la rama varonil. La idea era tratar de estar en la punta, de escondernos, de rodar de la forma más inadvertida posible para poder llegar descansados al final de la carrera. Es un deporte que requiere mucha técnica y táctica, además de la concentración.

¿Hubiera podido lograr más Michel González de haber contado con más recursos?

Hacía mucho tiempo que entendí que mi situación económica no era la ideal con respecto a los demás atletas. No hubiese dejado el deporte y estoy convencido de que, si mi carrera deportiva hubiese sido en otro país, con condiciones, hubiese llegado a Juegos Olímpicos: no me cabe la menor duda ni a mí ni a los entrenadores ni atletas nacionales e internacionales.

El triatlón es un deporte en el que la clasificación a Juegos Olímpicos no es pareja para todos los atletas. En el caso de América, sobre todo, ocurre a partir de puntos en copas del mundo y alrededor de catorce o dieciséis de estas, al año, se realizan en Europa. Nos golpeaba mucho eso.

No me arrepiento de haber hecho mi carrera deportiva en Cuba. Me rodeé de muchas personas que me apoyaron, aprendí mucho. Mi familia jugó un papel fundamental e incondicionalmente al cien por ciento, pero si hubiese tenido mejores condiciones, hubiera participado en dos Juegos Olímpicos.

Es una disciplina dura y muy cara. Tuvimos una etapa de 2006 a 2010 en la que fuimos un colectivo muy unido con atletas, entrenadores y comisionado. Nos ayudamos en la economía, si uno no tenía, el otro apoyaba. Estábamos pendientes unos de los otros en función del objetivo del deporte. Allí, en el Centro de Alto Rendimiento (CEAR) Giraldo Córdova Cardín donde estábamos, no estaban las mejores condiciones, pero se hacían gestiones para que fuéramos al comedor de los medallistas olímpicos.

El triatlón se comenzó a ver un poquito más después de mi resultado y el de las muchachas. Se sintió más el apoyo del INDER. En 2007, para los Panamericanos, nos compraron bicicletas nuevas de fibra de carbón a la altura del nivel medio. Luego, en cada ciclo olímpico, volvíamos a tener otras nuevas, también trajes y estrenábamos zapatillas de carrera. No era lo más ideal, pero fue un apoyo mínimo básico.

Me llegué a convertir en un referente tanto en resultados como en opiniones. Me veían como alguien de más experiencia o un entrenador. Me había graduado en 2015 de licenciatura en Cultura Física y empecé a trabajar con atletas y la comisión me respetó y consideró mis decisiones.

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¿Cuáles momentos han marcado la carrera y vida de Michel González?

Mis mejores resultados fueron en el Panamericano de 2007, que fue muy feliz con el séptimo lugar, y las medallas de los Centroamericanos de 2018. Mencionar la copa del mundo en Monterey en 2012 y otra competencia en la cual me inserté en el doble de la distancia olímpica: 2 kilómetros de natación, 90 en bicicletas y 21, en el Iberoamericano en La Habana. También, esto lo comencé a experimentar en Campeche, Cozumel, y terminé en quinto puesto en contra de atletas que fueron top cinco y diez en Hawái.

Tengo la dicha de haber conocido a Karlienys Calzadilla, la periodista de la televisión que atendía este deporte, quien más tarde se convirtió en mi esposa. Ella me apoyó desde que comenzó y se convirtió en madre de mi hija. Ha sido todo lo mejor para mí: hemos sido uno, pues ambos sentimos el amor y la pasión por el deporte y tratamos de hacer las cosas bien hechas. Estamos felices de los que logramos.

¿Qué circunstancia adversa enfrentaste?

También tuve momentos funestos: estos fueron los eventos que no pude terminar, dos o tres a nivel internacional, por algún ponche de la bicicleta, caída o enfermedad. En el último Panamericano de Lima, Perú, el lugar no representó la condición que yo tenía en ese momento. Tuve un error imperdonable saliendo del agua después de tantos años de experiencia y me costó perder casi un minuto del primer grupo y terminé como en el puesto treinta.

Estaba haciendo la distancia que venía haciendo, la media distancia que no era olímpica. La motivación no era la misma. No podía mantener la economía de entrenar y competir con mis propios medios.

¿Cuándo llegó el momento del retiro?

Tengo 38 años, mi retiro fue después de la pandemia. Impactó mucho el que no se pudiera salir a competir al exterior. En Cuba, como en todos los países, se afectó en todo. Ya tenía mi hija y decidí enfocarme en la vida del hogar, en trabajar y buscar un futuro para mi familia. No podía seguir con el rigor de entrenamiento. Quizás hubiese aguantado unos años más sin haber sido ganador, pero después de tanto tiempo siendo primera figura, no me quería ver detrás de nadie.

¿Por qué tomaste la decisión de emigrar?

Hay que saber lo que representa mantener o que dependan más personas de ti. Llegué a un punto en este proceso de la pandemia, en que tuve hasta tres trabajos: de entrenador del INDER en la Ciudad Deportiva, con lo cual ganaba cinco mil pesos; como entrenador de un gimnasio de musculación, me pagaban cuatro mil; y también pescaba submarino, con días de ganar mil hasta otros de no hacer nada, para un total aproximado de quince mil al mes. Sentía que no era suficiente para alimentar y mantener mi casa. De ahí, la decisión de emigrar para mejorar mi economía y sentirme útil con las personas que dependen de mí.

Nunca pensé venir para los Estados Unidos. Yo había venido varias veces, tenía visa desde 2017 y en 2021, estuve en una competencia. A la última, decidí dar el paso. Después se lo dije a mi familia Empecé con que debía empezar a hacer en cuanto a adaptación y a salir para adelante. Mi esposa Karlienys y la niña vinieron por la travesía migratoria de Nicaragua, arriesgándose para volver a estar conmigo.

Mi familia, al principio no lo entendía y no estuvieron de acuerdo conmigo, pero con el tiempo y los días, les hicimos entender nuestros puntos de vista. Los convencimos de que cada cual tiene sus criterios y decisiones por distintas que sean y merecen respeto. Hay que echar para adelante y tratar de vernos pronto, para que todo sea por una mejoría.

¿Cómo ve Michel González el triatlón cubano desde la distancia?  

Goza de buena salud el triatlón, aunque no de buena reserva o de atletas que pudieran continuar. Hay muchachos y muchachas que están haciendo tiempos muy buenos. Falta, lo que les falta a todos los atletas cubanos: el roce internacional, que es imprescindible para confiar en lo que hacen.

Mi criterio, por como los vi entrenar y mejorar, es que tienen muchas ganas y deseos de triunfar. Hay entrenadores que son los que motivan y compatibilizan los deseos de entrenar a los atletas con los planes de entrenamientos y las ganas que le ponen al deporte.

Michel González exatleta triatlón cubano
Michel González fue por años el principal exponente del triatlón cubano. Pedro Enrique Rodríguez

¿Qué espera de su futuro, ahora en Estados Unidos?

No me preocupa mi futuro. Pudiera estar aquí o allá, con un plato de comida y haciendo lo que me gusta, que es el deporte. Mi hermano y yo crecimos en pleno periodo especial, mi madre era del MININT, con dos abuelos y ella sola, con un salario muy malo, pero crecimos siendo universitarios. Quiero intentar darle a mi hija algunas condiciones y oportunidades que yo no tuve y que me hubiese gustado tener, como cualquier otro ser humano. Esto, aunque tengamos que sacrificarnos, dejar cosas atrás momentáneas y otras definitivas para abrirnos un poco más a mejores condiciones.

Espero mis papeles de residencia para empezar a trabajar y tener un mejor estatus. Me tienen visto trabajo en una tienda de bicicletas como mecánico, reconocida en Miami. Mi esposa está recién llegada. Aun así, me mantengo activo: el año pasado hice algunos triatlones, aunque no tengo aspiraciones de llegar a Juegos Olímpicos ni a equipo nacional, más bien es por salud y entretenimiento.

En cuanto pueda ir a Cuba, voy y me inscribo en el triatlón de la Habana. No creo que tenga problemas por eso. Mi decisión de salir no tiene que ver con política ni estoy en contra de la Federación, porque se produjo tiempo después de haberme retirado de la selección nacional.

Llevo un año aquí y sentimos que estamos haciendo las cosas bien, avanzando y dando pasos. Si valió la pena o no, el futuro lo dirá. Un sueño sería que mi niña se encaminara en mi deporte y que pueda lograr cosas que yo no logré, pero si va a darse, que sea por ella, no porque yo se lo imponga. Trataré de propiciarle el amor y darle a entender la importancia por el deporte y la actividad física. Ojalá que mi Carolina salga triatleta también.

¿Cómo desearía Michel González que lo recuerden desde Cuba?

No quisiera que me silencien con la historia que dejé en el triatlón cubano, más para los atletas y entrenadores. Fui un deportista que se dio a respetar, querer y ayudar mucho a todos. No creo que me ignoren. A mayor escala, a nivel de movimiento deportivo e INDER, no me preocupa ni me interesa verdaderamente si me olvidan. Las cosas que hice fueron por hacer lo que me gustaba y por mi familia.

Con que ellos, que me quieran y me recuerden; con que mi hija sepa quién fui yo y me tengan presente, me es suficiente. Cuando vuelva a Cuba, lo primero que haré es ir a la Ciudad Deportiva y saludar a todos los muchachos del equipo de triatlón, quizás correr, nadar: más que mi casa, en la que me crie, queda cerca.

Los que realmente siguieron el deporte y el triatlón no olvidan. A esas personas, decirles que sigo activo, entrenando y que siempre apoyaré el triatlón cubano.

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Imagen cortesía de Pedro Enrique Rodríguez UZ