Nivaldo Díaz llegó a ser, en su momento, uno de los principales talentos del voleibol de playa del mundo. A sus 24 años, cuando pidió la baja de la Federación Cubana, tenía en su palmarés un quinto lugar en los Juegos Olímpicos en Río 2016, un noveno en el Campeonato Mundial de Países Bajos del 2015 y un bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto de ese mismo año.
Luego de la cita estival de Río 2016, sentía que su dupla con Sergio González se había estancado. Para el nuevo ciclo olímpico quería a formar pareja con otro compañero, para tener mayores aspiraciones. Sin embargo, el pedido de Nivaldo Díaz no fue escuchado, ni por sus entrenadores ni por la Federación, algo que lo llevó a tomar la decisión de terminar con el voleibol de playa.
A partir de ahí, comenzaría de manera tardía su carrera profesional en el voleibol de sala. Sin una experiencia previa a este nivel, le fue bastante complejo conseguir un club que se interesase por sus servicios, hasta que el Minas Tenis le ofreció un contrato exclusivamente para entrenar.
Pasado el tiempo, y tras haberse adaptado a su nueva modalidad como atacador auxiliar, concluyó recientemente como uno de los mejores en su posición en la liga de República Checa, lo cual le depara, a sus 30 años, un futuro promisorio, donde poder desenvolverse y seguir mostrando sus aptitudes. Sobre esto y mucho más conversó Nivaldo Díaz para Play-Off Magazine.
¿Cuándo comenzaste a practicar voleibol de playa?
Cuando comencé era un deporte fuerte, pero no tan conocido. Mi padre me llevó a la EIDE para practicar voleibol de sala, pero en ese momento no había matrícula. Fuimos a hablar con un primo de mi papá, debido a que ya tenía una altura considerable, y él nos recomendó practicar voleibol de sala. Al principio no sabía ni que esa modalidad existía. A los dos meses me hicieron la matrícula, y comencé a practicarlo exactamente aquí (Círculo Social Abreu Fontán)
¿Cómo te adaptaste a este deporte?
Al principio fue bastante difícil porque es un deporte físico, y mis entrenadores eran bastante rigurosos con ese aspecto. Cuando te dedicas al deporte profesional, te das cuenta de que no es nada divertido, pero con el tiempo vas viendo que vas desarrollando, destacando en el grupo, y eso te da motivación. Te mantiene con ese deseo de seguir entrenando. Los entrenadores también vieron que había bastante potencial en mí y decidieron dedicarme tiempo.
¿Cómo te captan al equipo nacional?
Me mantuve dos años aquí entrenando. Todos los años se hacen campeonatos nacionales de voleibol de playa. En los dos años de la categoría escolar obtuve buenos resultados, y en el segundo año el entrenador del equipo nacional juvenil vio que tenía condiciones y que estaba apto para formar parte de su equipo, y decidió entrarme a la selección nacional de esa categoría, en el cual también estuve dos años. Luego, el del equipo nacional decide subirme.
¿Cuál fue tu primer evento internacional?
No estoy seguro ahora, pero creo que mi primer evento internacional fue un NORCECA, en Varadero. Creo que fue con Yoendry, un compañero de mi edad. Fue un torneo que me deja un mal sabor porque era el primer evento internacional, pero nos faltaba tiempo y desarrollo.
Fue una buena experiencia, ver rivales del área, un ambiente competitivo, la presión.
¿Cómo y cuándo se decide que formes la dupla con Sergio González, con quien a la postre obtendrías tus mejores resultados?
Fue luego de ese NORCECA. También se debió a que comenzaba un nuevo ciclo olímpico, y los entrenadores tomaron la decisión de que como ingresaban dos jugadores jóvenes, integrar los equipos para que no hubiese una jerarquía por parte de los más experimentados, y las dos duplas se desarrollaran.
Como mi posición era de defensor, paso a jugar con Sergio que era el bloqueador. Empezaron a hacerse topes internos para determinar quién iba a ser el equipo que iba a liderar el ciclo olímpico.
Evidentemente tú y Sergio fueron los vencedores de esas confrontaciones. ¿Qué tenía la dupla que en el futuro llegaría a ser una de las mejores del mundo?
En lo particular no era tan especial, pero siempre llegaba el momento del partido donde sacas una distancia, y lográbamos los resultados. Independientemente de eso, también influye el trabajo que hayas hecho en la semana, y los entrenadores dieron el visto de que éramos nosotros quienes lideraban el proyecto, lo cual no significaba que había un amplio líder. Ganábamos la mayoría de los partidos, pero, por ejemplo, los entrenamientos entre nosotros eran muchas veces más difíciles que los torneos NORCECA.
Uno de los primeros torneos donde se dan a conocer al mundo por sus resultados es el Mundial de Países Bajos del 2015. ¿Tienes algún recuerdo de ese torneo?
Fue una buena y bonita experiencia, porque era la primera vez que viajaba a Europa. Era un evento ya de la Federación Internacional que estaba mucho más organizado, a pesar de ser bastante grande, pues la sede estaba repartida en cuatro ciudades. Nadie nos conocía, y logramos salir de la fase de grupos. Vencimos a una pareja española que tenía un miembro que había sido medallista olímpico (Gaviria), y luego de eso comienza el foco en nosotros. Luego perdimos con la dupla brasileña de Evandro y Sorbes, que era un equipo con el cual, a pesar de llegar nuevos, teníamos muchas posibilidades de ganar. Durante el partido estuvimos liderando, pero se nos complicó porque eran muy buenos sacando. Aun así, se nos quedó un buen sabor, porque en un Campeonato Mundial terminar novenos es un buen resultado, y sirvió para mostrarnos al mundo.
El momento cumbre de tu carrera en el voleibol de playa llega un año después, en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Para ese torneo no tengo ninguna explicación. Llegamos tan lejos porque psicológicamente estábamos bastante fuertes. Habíamos clasificado, no había presión. Por mi parte no estaba en la mejor forma físicamente, pero sí tenía la convicción de que las cosas iban a ir bien. Da la casualidad de que en Río salimos de un grupo que era el más difícil como líderes, tras ganarle a Evandro el primer partido en Brasil, con las gradas llenas. Una experiencia hermosa. Nosotros pensábamos que, si perdíamos, nadie nos iba a decir nada.
Siempre entra la tensión del prearranque, cuando sales y ves esa cantidad de gente, de noche, las luces, el ambiente, pero fue una muy bonita experiencia. Ganar ese primer partido ante Brasil moralmente nos elevó.
¿Cómo recuerdas ese partido en cuartos de final donde con varios match point ante una dupla de Rusia terminan perdiendo?
Lo curioso de eso fue que los partidos anteriores nos enfrentamos a buenos equipos como Canadá, Austria, que hasta cierto punto les teníamos un respeto. Estábamos conscientes de que serían difíciles, pero aun así, logramos salir victoriosos. Rusia era un rival que no conocía, y pensé que el partido no iba a ser tan difícil, pensando hasta donde habíamos llegado.
Recuerdo que durante el partido me di cuenta de que el sistema no estaba funcionando, complicando hasta cierto punto. Nos vamos a tiebreak, y recuerdo que estaba 14-12. Yo siempre decía que era muy difícil perder un set de esa manera. El set incluso llegó a estar 13-8. De un momento a otro se complicó, y nos empatan el partido. Ya en ese momento todo es diferente. Estás pensando en la ventaja que perdiste, y en que el k1, que es lo más fácil de hacer, no está funcionando, por lo que dependías de otros esfuerzos.
Durante esos puntos no recuerdas nada. Miras a los lados, piensas que hay que seguir jugando. Un punto, otro, otro, y el último saque que da en la net y cae. Me tiré en la arena alrededor de 5 minutos, meditando, esperando que pasara algo. Triste, porque teníamos grandes posibilidades, y en semifinales esperaba Italia, un equipo con el que habíamos entrenado y lo conocíamos. Todos apostaban por nosotros para pasar, pero infelizmente no se nos dio. A pesar de haber sido un torneo satisfactorio fue triste, porque esa es una oportunidad que se da una vez, y si no la aprovechas, puede que no te vuelva a llegar.
Por los resultados en Río, un método de recompensa fue llevarlos a participar en el circuito mundial de voleibol de playa. ¿Qué tal esa experiencia?
Es una experiencia muy productiva. Conoces a los jugadores, tienes la oportunidad de convivir con ellos, de ver cómo se preparan, sus costumbres, como se planifican físicamente.
También tienes la oportunidad de medirte a los rivales, y te das cuenta de tu nivel, y con quién complicarte o no. Te da una gran mentalidad. Y contra los rivales más fuerte entonces buscar una táctica para poder ganarles.
¿Los resultados en el circuito fueron los esperados?
Fueron positivos, pero infelizmente nunca logramos medallas. A partir de los torneos tres estrellas ya venían equipos de nivel, y nos era difícil obtener medallas. Sin embargo, teníamos un quinto y un noveno lugar.
¿Cómo fue el apoyo de tu familia durante esta etapa de tu carrera?
Mi madre y mi padrastro siempre estuvieron ahí. Los vecinos también, sabes que eso se vive mucho en Cuba. Me veían en la televisión, te sientes querido por la gente del barrio, te piden fotos. Mi mamá ha estado toda la vida conmigo apoyándome.
Recuerdo que en el tercer año de la categoría juvenil estaba al límite, no quería seguir entrenando. No aguantaba más y el entrenamiento era muy fuerte. Ella me dijo que no, que me iba a quedar jugando voleibol. Estoy muy agradecido de que haya sido tan estricta conmigo.
Mi padrastro me ayudó muchísimo, pues me llevaba a las competencias, resolvía zapatos. Siempre estaba pendiente.
Cuando se encontraban dentro de la élite del voleibol de playa, decides pedir la baja de la Federación. ¿A qué se debió está decisión?
Sergio y yo llevábamos tres años jugando, y yo sentía que en el circuito mundial nos habíamos estancado. Eran buenos resultados, pero yo sabía que podía llegar un poco más lejos. Fue una decisión un poco egoísta, pero tenía intenciones de jugar con otro compañero y de aspirar a llegar más lejos. No tenía la misma experiencia, pero tenía las condiciones que yo sentía necesarias. Creo que podíamos haber llegado más lejos. También éramos más compatibles en las personalidades. Era Daisel Quesada, del segundo equipo, quien jugaba con Karell Peña.
Hablé con el entrenador, le planteé mis intenciones, y no se me aceptó. También hablé con la Federación y me dijeron que no era la decisión correcta, que tenía que esperar, porque el ciclo recién comenzaba. Una serie de situaciones que al final llevaron a que Daisel, con quien tenía pensado jugar, pidiera la baja del equipo, además de que él ya estaba inconforme con anterioridad.
Sentí en ese momento que me era muy difícil mantenerme en el equipo, independientemente de que ya no teníamos con quien entrenar. Entonces, decido pedir la baja. No me arrepiento de haberla hecho, porque enfrentar un ciclo olímpico sin aspiraciones iba a ser muy difícil para mí. Quizás fue hasta lo mejor para los entrenadores, Leonides Regüiferos y Álvarez Cutiño, porque vinieron otros jugadores con más hambre.
¿Cómo eran tus relaciones con Sergio?
Eran bastante buenas. Teníamos ese choque, porque éramos muy distintos. Gustos diferentes, totalmente separados, pero en el entrenamiento sí trabajábamos muy bien juntos, y eso fue lo que nos hizo llegar lejos. Estoy muy agradecido con él, aprendí muchísimo. Tenía una personalidad muy ganadora, y eso me lo transmitía a mí.
¿Cómo fue recibida la noticia de tu baja?
Mi familia obviamente lo sabía. Cada paso que voy a dar se los comunico antes. Con 24 años mi madre apoyaba más mis decisiones, me daba más libertad. Por parte de los entrenadores, no les fue muy grato saber que el principal jugador del equipo quería abandonar, pero hasta cierto punto entendieron mis razones.
La Federación claro que no se toma muy bien perder un jugador que habían formado, por lo que toman una serie de medidas y trabas, pero independientemente de eso, todo terminó bastante bien. Una sanción, pero que no pasó a mayores.
¿Qué decides hacer con tu carrera una vez alejado de la Federación Cubana de Voleibol y del voleibol de playa?
Sinceramente, cuando dejé la Federación no tenía ningún plan. Pensé en terminar los Juegos Centroamericanos de Barranquilla, que era el último torneo de ese año. Durante ese período entro en contacto con un mánager, pero no había nada concreto. Entonces comienzo a hacer la transición al voleibol de sala.
¿Cómo fue en tu caso esa transición del voleibol de playa al de sala?
No me fue fácil conseguir un contrato. Independientemente del nivel que tenía, no tenía experiencia jugando voleibol de sala. Era un sistema diferente, tenía que aprender a jugar en equipo. Fue difícil conseguir un club bueno que se interesara y donde yo pudiera desarrollarme. Entonces llega la posibilidad de ir al Minas Tenis de Brasil a entrenar. No iba a jugar específicamente, pero esa fue la mejor opción que encontré en ese momento. La organización del club, el equipo médico y de entrenadores, todos eran muy profesionales. Tuve esa oportunidad, transferí los conocimientos de la playa a la sala, aprendí a trabajar en el bloqueo, el sistema defensivo.
Cuál crees que sea la principal diferencia entre el voleibol de playa y el de sala para un jugador.
No voy a decir que es más difícil, porque si vienes de la playa, tienes mejores condiciones físicas, sientes que saltas más, etcétera, pero a la hora de trabajar en equipo es bastante complejo. Cada uno tiene sus particularidades, y todo depende de la experiencia del jugador, porque había partidos en playa que no me esforzaba al máximo y lo terminaba, y he jugado juegos de sala en los que me he cansado mucho.
¿Cómo se ha desarrollado tu carrera en el voleibol de sala?
Llegué un poco tarde, con 24 años y sin experiencia previa. Estuve en Brasil en el 2019, aprendí bastante, tuve que hacer muchos cambios. En el 2020 voy a República Checa para hacer una prueba, pues no tenía videos de competencias oficiales. Este club me invita un mes, y el técnico y el presidente del club vieron que tenía potencial y me hicieron un contrato durante dos o tres años. Viene entonces la pandemia, que fue un golpe bastante duro. Venía bien encaminado, pero ya tenía 25 años. No se podía viajar y me cancelan el contrato. Afortunadamente, al otro año el club se vuelve a interesar y pude ir y desarrollarme. Jugué Campeonatos Europeos y la liga Checa, un torneo que está alcanzando un gran nivel, con dos equipos jugando en Champions.
¿Cuál es tu posición en el voleibol de sala?
Auxiliar.
¿Cómo se te da la recepción y cuál crees que sea tu principal fortaleza?
Mi fortaleza está en el ataque, como la mayoría de los cubanos. Mis números en ese apartado son muy buenos. Mi complicación es en el recibo y en el bloqueo, porque cuando jugaba voleibol de sala no me especializaba en esto último, independientemente de que la pelota en República Checa era muy diferente, no era MIKASA. Después en el segundo año, cambiaron la pelota, de la misma marca, pero la trayectoria era más predecible, y gracias a eso y al trabajo que estuve haciendo, y a las condiciones del club, pude mejorar y destacar en la liga hasta estar entre los mejores auxiliares del torneo.
¿Qué planes tienes futuros, cuáles son tus aspiraciones y próximos destinos?
Terminé mis tres temporadas con el club. Estaba esperando para dar el próximo salto de nivel, avanzar a una nueva liga, nuevos retos, salir de la zona de confort. Por eso decidí terminar el contrato del club y buscar un destino con más aspiraciones. No pienso parar hasta llegar a jugar en las mejores ligas.
¿Te ves jugando en la liga italiana algún día?
Sí, existe la posibilidad. Italia, Polonia, Rusia. Creo que donde se puede definir todo será en las dos temporadas siguientes. Serán decisivas.
¿Cambiarías algo de tu carrera deportiva? Quizás llegar antes al voleibol de sala o tal vez haber sido escuchado en aquel entonces y seguir en la playa.
Hace varios años, quizás te hubiera dicho que sí, pero ahora creo que no. Estoy muy agradecido de todos los procesos que he tenido, los entrenadores, la educación. Una serie de cosas que me han llevado lo suficientemente lejos para estar aquí ahora, y seguir planificando mi carrera. Todo influye. A veces me ha pasado que me cancelan contratos, lo cual me afecta, pero después han llegado otros mucho mejores. Por experiencia, lo importante no es lamentarse. Lo que ha pasado es lo necesario para que hoy estés aquí.
¿Qué consejos le darías a las nuevas figuras que los ven a ustedes triunfando en el voleibol profesional?
Principalmente, decirles que el deporte de alto rendimiento es un sacrificio. Tienes que tener una mentalidad muy fuerte, y ahí los jugadores jóvenes, para mantenerse en ese nivel, tienen que tener el apoyo de la familia. Tener las personas alrededor que te estén dando ese impulso, hasta que llegas a cierto nivel donde tú mismo te das ese apoyo cuando no tienes a nadie, como en una liga extranjera donde estás solo, que no dominas el idioma. Un camino que no es fácil. Siempre tener una proyección futura, un objetivo, y no abandonarlo.
Lo peor que puede pasar es que no lo logres, pero queda la satisfacción que lo entregaste todo por ese objetivo. Más triste es pensar qué hubiera pasado si lo hubiese dado todo en x momento. Tampoco desesperarse porque las cosas no te salgan en el momento, o porque se caigan contratos, o porque no te lleguen. Estar enfocados, y como decía mi entrenador, siempre estar listos.
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