Hace varias décadas, Osvaldo Alonso Pardo perforaba sin piedad las redes de las porterías en Cuba, deslumbraba con su fútbol y era uno de los referentes en la ofensiva del equipo Pinar de Río y la selección nacional. Con el pasar de los años, en el olvido quedaron las glorias que le dio a su provincia y al país. Al regreso de una misión y tras una reducción de plantilla, hasta llegaron a proponerle el trabajo en la agricultura como método de subsistencia.

“Me dieron tres opciones para trabajar: irme a cortar cañas, guataquear o chapear y la última, fue limpiar la caña. Lo que más me dolió fue que nadie me ayudó ni se acordó de mí”, recuerda.

Muchas fueron las desilusiones sufridas en Cuba. Esto, sumado a la difícil situación económica, hicieron que emigrar fuera su única vía para salir adelante.

“La situación en Cuba estaba muy mala, gracias a Dios, con la ayuda de mi hijo Osvaldito, pude llegar a Estados Unidos. En la actualidad, trabajo de lunes a viernes como estibador en un almacén. Aunque estoy contento, no soy feliz con la vida que llevo. En Cuba me quedan dos hijas que, por motivos mayores, no están aquí conmigo”, explica.

Hoy, lejos de la tierra que lo vio nacer, le duele el momento por el que atraviesa el fútbol cubano, pero piensa que la solución está en el cambio de mentalidad de los directivos y los dirigentes del país.

“En Cuba padecemos de un mal muy grande: todo lo politizamos. En mi tiempo, era imposible jugar afuera porque la dirección del país veía el profesionalismo como un problema. Ese fantasma está aún, no se debe mezclar lo deportivo con la política”, afirma.

La vida de Osvaldo Alonso dio un cambio radical al salir de Cuba, incluso, más de lo que él pensó. Para conocer cómo fue su adaptación a Estados Unidos, las anécdotas con la selección nacional, las historias de la altura en México, el contrato de 100 000 dólares, la reducción de plantillas, la intervención del gobierno en el fútbol cubano, el interés de Jürgen Klinsmann para que su hijo representara a Estados Unidos con la mediación del expresidente Barack Obama, así como otros aspectos de su vida, lo dejamos con esta entrega exclusiva en Play-Off Magazine.

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El terreno de San Cristóbal, de la provincia de Artemisa (antes pertenecía a Pinar del Río), guarda innumerables anécdotas dentro del fútbol cubano. Este fue soporte para el inicio de muchos niños en el fútbol. Tal fue el caso de Osvaldo Alonso Pardo, a quien este deporte le entró por la puerta de la casa.

“Mi infancia fue tranquila, vivía cerca del terreno de San Cristóbal. Después, junto a mis padres, me mudé para enfrente del mismo. Recuerdo que mi papá puso una malla delante de la casa porque todas las pelotas entraban. No te pudo hablar de mi infancia alejada del fútbol porque en mi localidad se respiraba ese deporte. En ese terreno nació un sentimiento que no puedo explicar; el ver jugar a grandes personalidades como Francisco Fariñas, los porteros Hugo Madera y José Reinoso me cautivó. Posteriormente, a alguien se le ocurrió la brillante idea de hacer un círculo infantil donde estaba el terreno y nos quedamos sin lugar para practicar”, dijo.

Exfutbolista cubano Osvaldo Alonso, padre de Ozzie Alonso.
Exfutbolista cubano Osvaldo Alonso, padre de Ozzie Alonso.

Con una infancia tan marcada por el fútbol, el camino no podía ser otro.

Empecé a practicar el fútbol con 8 o 9 años en mi natal San Cristóbal. Mi primer entrenador fue Manolo Santos en la categoría 9-10. Después, en la categoría 11-12, mi otro entrenador fue José Luis Flores Hernández. Participé en varios Campeonatos Nacionales en categorías infantiles y juveniles hasta que me llamaron para la ESPA. Mi formación como atleta estuvo marcada por la escasez de recursos y el apoyo de mi familia.

¿Cuáles fueron esas principales carencias de recursos que tuviste para practicar el fútbol?

En mis inicios no tenía tacos. En el Campeonato Nacional nos daban un par de tacos al año. Tenía 31 años y tenía que entrenar descalzo. De la ropa y la indumentaria para jugar mejor ni hablemos. Los entrenadores de base se sacrificaban mucho, se puede decir que eran magos porque siempre trataban de buscar implementos o los sustituían por otros creados desde su empirismo.

¿Te apoyaba la familia en tu carrera como futbolista?

En mi familia no había muchos deportistas, pero me apoyaban mucho, iban a mis juegos no solo en Pinar sino también en La Habana. Sufrían y celebraban a la par mía, yo me fui convirtiendo en el ídolo. A nivel social, no teníamos muchos lujos, pero tampoco teníamos muchas necesidades.

¿Cómo vivías y ayudabas a la familia con tu salario de futbolista entonces?

En un inicio no cobraba por ser futbolista, empecé a cobrar cuando nació mi hijo Osvaldo Alonso. Estaba en la plantilla de comunales y por allí mi salario era 107 pesos cubanos al mes. Con ese dinero no podía hacer nada, era muy poco y tenía que viajar semanalmente a La Habana: sobrevivía inventando y guapeando. Me acuerdo que todas las semanas me llevaba un tanque de 4 litros de malta o refresco para San Cristóbal, para que la familia tuviera porque eso en mi pueblo no se veía. La vida era muy dura y tenía que ir peleando a diario.

El fútbol cubano tuvo varias generaciones históricas, en una época donde la calidad era inmensa, aunque la manera de vivir este deporte por aquel entonces nada tiene que ver con la actual.

Era un fútbol muy fuerte, los árbitros dejaban jugar mucho y por eso había tantas lesiones y muchos jugadores no llegaban a la élite. Había una selección nacional con mucha calidad, muy superior a cualquiera de estos tiempos en nuestro país. Es digno destacar que las aficiones de los equipos eran muy emotivas y apoyaban a las provincias: había fiebre de fútbol.

En cuanto a las condiciones, hubo años con 60 pares de tacos para usar entre todos los equipos y jugábamos 8 equipos en una zonal. Cuando terminaba el juego, le teníamos que prestar los tacos a los otros equipos. El desarrollo era muy limitado, la vestimenta era muy escasa y los trajes teníamos que entregarlos al terminar los torneos: nunca tuvimos apoyo de ninguna parte.

Desde muy pequeño, Osvaldo destacó por su olfato goleador, dotes que le hicieron integrar la selección nacional con solo 18 años.

Llegar a la selección nacional fue el resultado de mucho sacrificio. Fui llamado en 1982 después de los Juegos Centroamericanos en La Habana y mis últimos partidos con la selección fueron en 1994 en la gira por Islas Caimán. El equipo era una constelación de estrellas y para estar, había que ser bueno. Tuve la oportunidad de compartir con varios de los mejores jugadores en la historia de este deporte en Cuba.

En aquellos tiempos, la selección viajaba mucho, teníamos mucho roce internacional. Fuimos invitados para ver 3 partidos del mundial de Italia 1990; asistir fue algo grandioso e increíble y tuvimos la oportunidad de ver a los mejores jugadores del mundo. En esa visita, jugamos partidos amistosos con equipos de la segunda división.

 

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¿Cómo era la vida en la selección?

Cuando viajábamos con la selección nos daban 2 dólares diarios y con eso tenía que sostenerme y comprarle un regalo a la familia: suerte que la mía era pequeña. En mi tiempo, cuando se viajaba, no se podía inventar mucho y tenías que conformarte con los 2 dólares que te daban, porque no podías llevar nada para vender. En el último viaje sí llevé escondidos unos tabacos de la bodega junto a Lázaro Darcourt y los vendimos. Fuera de eso, no se podía hacer mucho.

Varios clubes extranjeros se interesaron en tus servicios y te presentaron contratos muy jugosos. ¿Por qué no se concretó nada?

Tuve varias ofertas, pero la que más recuerdo fue en la final del torneo de Clubes Campeones de CONCACAF en México. Allí se me acercó un entrenador por la noche ofreciéndome un contrato de 100 000 dólares por una temporada en un club de primera división.

Le dije que yo quería jugar profesional, pero con mi equipo Pinar de Río. Le di la respuesta más conveniente en ese momento y la adecuada, porque aquí no se podía hablar de jugar en el extranjero, eso era una controversia y podía afectar mi futuro como deportista.

¿Nunca te pasó por la cabeza quedarte en algún país?

Nunca me pasó por la cabeza, tenía a mi hijo Osvaldo chiquito. Me ofrecieron jugar en varios países, pero no acepté. Me atrevo a decir que al igual que yo, muchos jugadores cubanos podían haber triunfado en el extranjero.

Háblame de la Esperanza Verde, el equipo pinareño que reinó a finales de la década de 1980 y que llegó a representar a Cuba en el Torneo de Clubes Campeones de CONCACAF.

Ese equipo era muy completo, uno de los mejores que posiblemente tendrá está provincia. Teníamos una defensa muy sólida y segura, el medio campo muy creativo y con buenos dotes en la recuperación. La delantera, era bastante buena y con excelentes jugadores. De forma general, era un equipo muy compenetrado y teníamos también un gran cuerpo técnico.

En aquella época había mucho nivel, la rivalidad era enorme y era un estímulo para nosotros representar a Cuba contra los mejores clubes de CONCACAF. Para este torneo se clasificaban los equipos de la región que habían quedado en primero y segundo lugar en sus respectivos torneos locales, menos en Cuba, que solo llevaba un equipo. En el primer año fuimos directo como campeones cubanos en 1989, participamos en el torneo junto con los clubes de Trinidad & Tobago, Haití y Antigua y Barbuda. Después de ganar esta primera fase del torneo efectuado en Trinidad fuimos a la Final contra los Pumas de México. Allí caímos en partidos de ida y vuelta.

Al otro año, como solo iba un club en representación de Cuba, tuvimos que eliminarnos con el equipo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que había quedado en segundo lugar en el Campeonato Nacional. En esa ocasión pasamos la primera y segunda ronda del torneo y llegamos a la final contra el América. Al igual que el año anterior, empatamos en casa, pero de visitantes volvimos a perder.

De esas finales contra los mexicanos se recuerda lo duro de la altura, lo cual afectó la condición física de los futbolistas cubanos y, por ende, el resultado.

Lo primero que tengo que destacar es el ambiente: el estadio Azteca lleno completo era un espectáculo, eso sin contar la calidad de jugadores a que nos enfrentábamos. Un factor que nos jugó muy en contra fue la altura, pues nosotros no teníamos preparación para enfrentar esos partidos. Para tratar de adaptarnos aquí en Cuba nos llevaban a unas lomas que hay en Pinar del Río, sobre las 5: 00 am para coger aire en los pulmones, pero era imposible. La altura en México era algo increíble, estábamos casi ahogados, soltando sangre por la nariz y por la boca.

Llegábamos un día antes de jugar y al otro nos íbamos para Cuba, no había tiempo para adaptarnos. La altura nos jugaba en contra, ibas corriendo y lo que te entraba por la nariz era un aire muy frío que no te dejaba avanzar. Tuve la oportunidad de anotar en las dos finales a los mexicanos, pero recuerdo más el gol contra Pumas, fue casi desde el centro del campo.

Tras 15 campeonatos nacionales, ser máximo goleador de Cuba en un año y mejor futbolista del año, entre otros méritos, llega el momento de retiro, una situación motivada por factores ajenos al fútbol.

En 1996, tomé la decisión de retirarme porque ya no aguantaba más. Tenía 31 años y entrenaba descalzo y me cansé de esperar las migajas que nos daban. En esa etapa estaba un poco distraído en otras cuestiones y decidí no jugar más. Quería que mi pueblo se acordara de mí con la última imagen buena de mi fútbol.

¿A qué labores te dedicaste después de tu retiro del deporte activo?

Estuve trabajando en la Academia Provincial de Fútbol como comprador y después viajé dos años a Venezuela. Regresé a Cuba y en la academia ya habían cambiado la dirección, vino la reducción de plantillas y hubo que sacar personas de los centros de trabajos. El director de la academia, Frank González, me llamó y me dio un papel que aún conservo con tres opciones: irme a cortar cañas, guataquear o chapear, y la última, limpiar la caña. Lo que más me dolió fue que nadie me ayudó ni se acordó de mí.

En ese momento vino la nueva división política-administrativa y caímos en la provincia Artemisa: eso me salvó un poco. Gracias a Hugo (ya fallecido) quién era el Jefe de Actividades Deportivas en Artemisa, mejoró mi situación. Les dijo a los directivos del INDER que cómo me iban a mandar a cortar caña siendo un atleta de los equipos nacionales y con conocimiento de fútbol. Un tiempo después, gracias a su ayuda, me ubicaron junto Osvaldo Espinosa y estuve trabajando con la categoría 11-12 de Artemisa. Con ese equipo quedamos campeones municipales y provinciales durante dos años. Después, estuve de entrenador del equipo juvenil y fuimos campeones provinciales durante tres años.

¿Cómo te sentiste en ese momento?

Muy mal, fue muy amargo. No recibí ninguna ayuda económica ni moral ni espiritual, de ningún tipo. Lo que más le duele a uno es que a las los dirigentes se le olvida los goles y las glorias que le di a la provincia y al país. Además de Hugo, quiero destacar a alguien que siempre estuvo conmigo y me ayudó, Adalberto Flores Hernández, hombre y amigo, quien actualmente trabaja en la Academia.

¿Cómo te enteraste de que Osvaldito, tu hijo, había abandonado una delegación y no volvía a Cuba?

Yo estaba de misión en Venezuela y no sabía nada. Recuerdo que, al principio, me puse mal, pero después lo apoyé. Yo soñaba con que él fuera futbolista y lo logró

¿Cuándo y por qué decides emigrar?

Emigro por la situación económica que había en Cuba En un inicio quería ir de visita y no me aprobaron la entrevista. En ese tiempo, mi hijo Osvaldito estaba ya aquí en Estados Unidos y me ayudó a venir. Lo único que me dolió fue dejar a mi hija de 5 años en Cuba, pero era una necesidad para mejorar económicamente.

¿Cómo fue la adaptación a Estados Unidos teniendo en cuenta que llegaste con 51 años? ¿Qué haces en la actualidad?

Fue muy difícil, un cambio radical por completo con respecto a la vida de Cuba, pero, como se dice, a lo bueno todo uno se adapta. Cuando tu trabajo vale y ves el fruto del mismo, te das cuenta de que valió la pena. En la actualidad, trabajo de lunes a viernes como estibador en un almacén de envíos para Honduras. Allí cargo cajas y me va bien, en un tiempo estuve con un part-time como entrenador de fútbol, pero tuve que dejarlo.

¿Cómo es ser padre de alguien tan reconocido como Osvaldo Alonso?

Osvaldito me trajo a este país y me ha ayudado mucho. Él siempre está para mí, incluso, tuve que realizarme varias operaciones y se hizo cargo de los gastos, que aquí cuestan mucho. Yo tengo mi propio trabajo y trato de no molestar, trato de cambiar por mí mismo, aunque mi hijo siempre me dice que está para lo que haga falta. Lo más importante para mí es tener cerca a mi familia y en el caso suyo, fueron muchos años separados. Él fue mi primer hijo.

¿Es feliz Osvaldo Alonso con la vida que lleva?

En la actualidad estoy contento, pero no soy feliz con la vida que llevo, pues tengo a mis dos hijas en Cuba y por motivos mayores no están conmigo, aunque las quisiera aquí. Eso, para un padre, no es fácil.

¿Como valoras la actualidad fútbol cubano?

En Cuba no hay una estabilidad en la dirección de los equipos nacionales, cambian de técnico muy rápido. Cada entrenador tiene su librito, sus ideas, eso se debe respetar. Nos damos el lujo de no llamar a la selección a muchos jugadores que tienen un gran nivel. La inclusión de los (legionarios) es una buena alternativa, pero no es solución. Hay otros jugadores con calidad para estar en el equipo y no los llaman. Hace falta quitarse esa venda de lejos y llamar a los mejores jugadores que tenemos. Esos jugadores a los que llaman desertores son personas comunes, muchos de ellos contribuyen al desarrollo del fútbol cubano: donan ropa, tacos y otros implementos necesarios, pero eso no lo dicen, todo lo manejan a su manera. La mentalidad de los directivos del país debe cambiar también para tener buenos resultados.

Gracias al fútbol muchos deportes se benefician. La FIFA da dinero y lo utilizan para otras cosas. Hay que mejorar el torneo de casa, pues de esa manera no vamos avanzar y se debe tener presente que la mayoría de jugadores cubanos están allí.

Tras varios años, se aprobó que los jugadores puedan jugar en ligas en ligas extranjeras, pero no se permite que todos regresen a jugar con la selección. ¿Cómo valoras esta nueva decisión?

Es muy positiva esta apertura, en mi tiempo de atleta activo no existía esa posibilidad y había jugadores de mucho talento. Siempre he dicho que nuestro fútbol se va a mejorar cuando los futbolistas cubanos puedan jugar en el extranjero, que jueguen temporadas afuera y cuando se reúnan aquí se conforme un equipo de calidad, países más pobres que nosotros lo han hecho y han crecido.

En Cuba, padecemos de un mal muy grande, todo lo politizamos. En mi tiempo era imposible jugar afuera porque la dirección del país veía el profesionalismo como un problema. Ese fantasma está aún y el deporte se ve muy afectado. No se deben mezclar lo deportivo con la política, hay jugadores que han abandonado la selección y manifiestan que quieren jugar por Cuba y no los tienen en cuenta.

En el caso de mi hijo Osvaldo Alonso, llamó la atención del seleccionador nacional de Estados Unidos, Jürgen Klinsmann, quien abogó por él para que jugará por dicho país. Pidió en aquel entonces una cita con el presidente Barack Obama para que ayudara en esto. Recuerdo que el caso llegó a FIFA y el presidente estuvo en Cuba para que lo autorizaran a jugar por Estados Unidos, pero tampoco lo permitieron. Ellos ni lo llaman, ni permitieron que jugara por Estados Unidos.

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¿Cuál ha sido su mayor decepción en la vida?

Al pasar de los años, uno se da cuenta de que los directivos solo buscan su bienestar y te manejan a su conveniencia. Recuerdo que estaba estudiando la carrera de Cultura Física y la dejé: Juantorena me sancionó en ese momento y estuve un tiempo fuera.

Mi mayor decepción fue en las eliminatorias mundialistas para Indianápolis. Yo estaba muy bien, venía de ser goleador en Cuba y anotaba como quiera, sin embargo, el entrenador Roberto “El Nene” Hernández me mandó para la grada y no contó conmigo. Años después vino el torneo de clubes de El Caribe y le anoté a los clubes mexicanos y un aficionado se le acercó al entrenador Roberto Hernández y le dijo: Viste, ese es el que tu no querías y mandaste para grada.

¿Qué ha sido lo más importante?

Para mí lo más importante es la familia, ocuparme de esta y ver cómo mis hijos crecen. Siempre quise que jugarán fútbol, estoy muy contento porque Osvaldito triunfó en la MLS en Estados Unidos y el otro, Osvel Alonso, viene en buenos pasos también y juega también al fútbol.

Respecto al fútbol tuve la dicha de compartir con grandes futbolistas. Agradezco a todos mis compañeros del equipo de Pinar del Río y de la selección nacional, hombres como Ramón Núñez, Dagoberto Lara, Jorge Rafael Massó, Osmín Hernández, Andrés Roldán, Roberto Pereira, Juan Francisco Caro, Jorge Maya, Rolando Rodríguez, Lázaro Darcourt y otros que ya no están, quienes fueron muy importante en mi carrera.

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Imagen cortesía de Cortesía de Osvaldo Alonso