Pedro Orlando Reyes nació para ser boxeador y cuando se habla de calidad dentro del pugilismo cubano, su nombre es uno de los obligados. Era un púgil alto para su división, de lo cual sacaba provecho, con una técnica depurada en la que mezclaba velocidad y desplazamientos que le permitían dominar a sus rivales sin tener que acudir a los intercambios, aunque también tenía la capacidad de terminar sus peleas de un solo golpe gracias a una pegada demoledora, sumamente inusual para las divisiones pequeñas.
Años después de su retiro, el antiguo guerrero es un hombre sencillo, orgulloso de sus logros, así como de los del resto de sus familiares, muchos de los cuales también han tomado el camino del deporte con resultados de excelencia, como su hijo Rudy Reyes, expelotero de Industriales y los equipos Cuba.
Además de sus batallas sobre el ring, sumó una pasión por los estudios -se hizo licenciado en Historia- y después una prolongada vida como marino que lo llevó a perderse gran parte de los éxitos deportivos del vástago, a quien la madre cambió de deporte para que no le desfiguraran el rostro.
Pedro Orlando Reyes compareció ante las cámaras de Play-Off Tv para hablar sobre su carrera y los sueños que quedaron por cumplir.
Usted fue de los deportistas cubanos afectados por la Guerra Fría, a quienes les costó no ir a dos Juegos Olímpicos (1984 y 1988). ¿Qué siente por no haber sido campeón olímpico?
Ser campeón olímpico es el título más grande que puede tener un atleta o que anhela un atleta. No fue nuestra culpa. Tengo todos los títulos de la AIBA, menos campeón olímpico, y estos tienen ciertos beneficios que no tengo yo, que tenía calidad. Sin autosuficiencia, en 1984 y 1988, hubiera sido doble campeón olímpico, porque era un cheque al portador.
Primero fue pelotero y se fue por una decepción hacia el boxeo
Dicen que no era tan malo. Había quedado campeón de bateo en la categoría 13 y 14 años y para la preselección al equipo Habana, no me pusieron. Logré que me pusieran después, me gané el puesto, pero cuando hice el equipo, pusieron a otro en primera base. Me desilusioné y me busqué otro deporte. Fui para el boxeo, y de la calle, entrenando en el gimnasio Ciro Frías, fui para el equipo nacional. Me llevan a un torneo por equipos a pelear y a los tres del equipo nacional les gané por nocaut. Empecé de forma oficial a boxear con 15 años. Me gustaba la pelota, mi familia era de peloteros, pero me fui para el boxeo, porque me acordé de que mi padre fue campeón profesional, Orlando Reyes.
Me llevaron como tal a participar por la FAR, porque estaba en el servicio militar. Por mi grado escolar me llevaron como metodólogo para el Ejército Juvenil del Trabajo, después, me pusieron a cortar caña. Dieron un torneo de boxeo y me puse a pelear, por Matanzas. Lo hacía todo bastante bien, era 51 kilogramos, pero peleaba duro. Los rivales le huían a mi mano izquierda.
“Realmente, mi primera afición no fue por el boxeo. Yo en realidad era pelotero y bastante bueno que era. De hecho, en un nacional de la categoría 15-16 años fui líder de los bateadores. Sin embargo, no fui tomado en cuenta para la preselección nacional de dicha categoría y me decepcioné tanto que dejé la pelota y me fui para el boxeo. Eso era difícil porque estaba empezando en edad juvenil, pero mi papá era Orlando “Lagartija” Reyes, quien había sido boxeador profesional, así que yo conocía el deporte. Empecé en el gimnasio del Ciro Frías y me fue tan bien que ya con 18 años era del equipo nacional”.
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Tuvo un gran rival de años en el equipo nacional
Entré de quinto al equipo nacional, me llevaron para ver si aguantaba la carga. Vi amigos que llegaron y rápido y que se iban tras la primera paliza. Me propuse aprender a dar y que no me dieran. Mi rival era Omar Santiesteban, me ganó una bien ganada, cinco a cero, en mi primer Playa Girón en Matanzas. Yo era Licenciado en Historia, yo estudiaba a mis rivales.
“Luego vino la cuarta pelea en la que le fracturé tabique y maxilar y ahí se tuvo que retirar del boxeo. Pero fuera del ring nuestras relaciones eran magníficas. De hecho, hace poco fui a Las Tunas a verlo y él jocosamente me retó a pelear, pero le dije que él ya estaba fuera de forma porque ha engordado mucho. Para que veas si nos llevábamos bien, en el 80, cuando las Olimpiadas de Moscú, fui de los que dijeron que él era quien tenía que ir en los 51 kgs, pero el colectivo técnico se decidió por Jorgito Hernández que había sido campeón cuatro años antes en Montreal y de Jorgito nunca hablaré mal porque ya falleció y era mi hermano, pero en ese momento Omar era el que estaba mejor”.
El mundial de Reno lo marcó en su carrera y le causó un problema con las autoridades
La única persona que confiaba en mí era mi entrenador, yo no estaba para medallista y más con el sorteo que tuve. Estaba en buena forma. Gran parte de mi familia estaba en Estados Unidos, y cada uno tiene sus ideas. No pueden quitarme mi familia. Mis primos y abuela fueron a verme y nos abrazamos y mi abuela empezó a llorar. Pedí permiso para verlos, porque eso traía problemas. No compartía la idea de que no te dejaran verlos, pero si estoy viviendo en un proceso que rige esas ideas, debo acatarlas. Lo que pasa es que no estoy satisfecho, porque incluso me arriesgué y me salió mal, en el mejor momento de mi vida. Fui a saludar a mi familia, y eso que no salí con ellos, pese a que me propusieron que me quedara. Pero nadie [del equipo] me dijo nada entonces. Cuando llegamos aquí, nos hicieron un recorrido. A los días fui a la Ciudad Deportiva, que íbamos para Varadero y me dijeron que no podía ir, porque iba a reforzar el equipo para los Juegos Centroamericanos. Fuimos, gané y cuando regresé, me mandan una citación para una reunión. Me hablaron de que mi familia eran apátridas. Se me salieron las lágrimas y me pusieron una sanción: estaba suspendido en mi mejor momento. Me sacaron completo, para ganarme el puesto de la calle, pero fui para mi casa y dije que no iba a pelear más. Si me dicen eso, yo no iba a los Centroamericanos.
¿Cómo le fue en ese tiempo fuera por sanción?
Fue un caos. No quería estudiar, no quería saber del boxeo. Me llamaban para el boxeo y no quería ni verlo. Después fueron a verme para que volviera. Entrené, me llevaron a la finca y querían desaparecerme. Después me fui para el CEAR, y así me preparé. Hicieron la preselección para los Panamericanos y entré. Doy gracias a un amigo carnicero, que me ayudaba a balancear la dieta. Me eliminé, con jueces y todo, y gané los tres sparrings. Demostré y no me llevaron. Cuando dieron el equipo, recogí lo mío y me fui de la finca.
“Cuando me sancionaron dejé de entrenar incluso y Sarvelio Fuentes fue a buscarme y me dijo que tenía que regresar y demostrar que conmigo todavía había que contar, por eso siempre diré que para mí Sarvelio fue padre, amigo y hermano. Regresé y gané el Girón del 88 y fui al Mundial de Moscú un año después, y ahí llegué a la final contra Yuriy Arbachakov y me quitaron la pelea. Le partí el tabique y el maxilar y el árbitro dijo que había sido un cabezazo y me descalificó. Nosotros reclamamos la decisión y al revisar las tarjetas yo iba ganando, pero la AIBA argumentó que había reconocido la derrota porque subí al podio a recibir la medalla de plata, inclusive, Teófilo Stevenson no quería que subiera precisamente por eso y me encerró en el baño, pero Llano, que era también miembro de la AIBA, me dijo que subiera al podio. Por eso fue que en el mundial de Houston, cuando le quitaron la pelea a Juan Hernández Sierra, Alcides lo mandó a sentarse en el ring luego de que dieran el resultado y le tuvieron que dar su medalla de oro, se demoraron dos años en dársela, pero se la dieron. Fíjate si todos estaban claros de que yo había ganado que en el podio Arbachakov se quitó la medalla de oro y me la puso a mí”.
¿Cuándo se fue de la finca dejó el boxeo?
Me volví a entrenar para ir a los Juegos Olímpicos de Barcelona, regresamos muchos. Me puse bien, pero no ya en 51 kilogramos, y cuando lo dije, Alcides se preocupó. Dije que me iba a eliminar en 54 kilogramos, pero me dijo que no: ya el equipo de Barcelona estaba confeccionado. No quería que me eliminara en esa división porque estaba Ariel Casamayor, que fue campeón olímpico. Quería ir a Barcelona.
¿Cómo se sintió no poder ir?
Me vi cerrado, como si me faltara algo. No me siento realizado, porque no cumplí el anhelo más grande de mi vida, ser campeón olímpico, poner esa medalla en la pared; igual que lo que me hicieron con mi hijo, que tiene todos los títulos, pero no pudo hacerlo, en su mejor momento, pese a que fue al Clásico Mundial.
Hoy no soy militante del Partido, porque me dijeron que mi hijo era un posible desertor. ¿Cómo que posible desertor si estaba viajando desde los juveniles? Tiré el carné de militante y lo tiré encima de la mesa. ¿Es un posible desertor y tiene visa?
Fue marino mercante
Estudié en los Camilitos y siempre quise ser capitán de barco. Cuando me retiré estaban buscando gente para la marina. Fui para allá. Entre en marina mercante, como marinero de cubierta. Aprendí y después me fui superando, por el nivel de escolaridad. Pasé a ser sobrecargo, el proveedor que alista el barco. Estuve 10 años navegando. Seguía la carrera de mi hijo, pues el telegrafista eran fan a la pelota y seguía la pelota.
Dicen que los boxeadores son brutos y usted rompió esos estigmas
Eso es un mito, pero cuando llegué el equipo nacional, el nivel de escolaridad era de sexto grado. Muchos no sabían hablar.
“A nosotros la vieja nos inculcó que había que estudiar. En mi casa sacar buenas notas era obligado, y si sacaba menos de 95 puntos la vieja me daba con una correa de cuero de esas de afilar navajas de afeitar. Pero independientemente de eso, siempre me gustó estudiar y cuando estaba en los Camilitos (Escuela Militar Camilo Cienfuegos), porque yo era militar, decidí estudiar Licenciatura en Historia en la Universidad de la Habana, porque la Historia siempre me ha apasionado y aquí también tengo una anécdota. En el último año de la carrera a nosotros nos sancionan en la Finca por una indisciplina que cometieron tres atletas y nos prohibieron salir de ahí a todos, pero le dije a Alcides que no me había pasado cinco años estudiando para perder la carrera, que tenía que presentar mi tesis y me fui”.
Uno de los aspectos a destacar de este hombre es su amor por el estudio, el cual cultivó desde niño y que lo llevó a una carrera universitaria que nada tenía que ver con el deporte.
“A nosotros la vieja nos inculcó que había que estudiar. En mi casa sacar buenas notas era obligado, y si sacaba menos de 95 puntos la vieja me daba con una correa de cuero de esas de afilar navajas de afeitar. Pero independientemente de eso, siempre me gustó estudiar y cuando estaba en los Camilitos (Escuela Militar Camilo Cienfuegos), porque yo era militar, decidí estudiar Licenciatura en Historia en la Universidad de la Habana, porque la Historia siempre me ha apasionado y aquí también tengo una anécdota. En el último año de la carrera a nosotros nos sancionan en la Finca por una indisciplina que cometieron tres atletas y nos prohibieron salir de ahí a todos, pero le dije a Alcides que no me había pasado cinco años estudiando para perder la carrera, que tenía que presentar mi tesis y me fui”.
Cuando un atleta muestra un nivel tan elevado y además es víctima de ciertas injusticias, muchas personas piensan que la idea de pelear profesional podría pasar por su mente, a pesar de que era una época en la que ese fenómeno prácticamente no sucedía, sin embargo, Pedro Orlando Reyes no lo vio así.
“A mí nunca me pasó por la cabeza la idea de irme ni en mis peores momentos. Para mi Fidel era un dios, sin embargo, en el aspecto deportivo te confieso que sí hubiese sido bueno probarme a ese nivel porque yo le gané a muchos que luego fueron campeones mundiales profesionales. Inclusive, muchas veces cuando salíamos al extranjero hacíamos sparring con profesionales y les ganábamos; además, en esas divisiones no hay muchos boxeadores con pegada y yo pegaba duro contra gente que tenía cabecera, así que imagínate si no la tuvieran. Estoy seguro de que ahí también hubiera sido grande, pero para mí nunca fue un objetivo”.
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