La salida esta semana de otros tres peloteros cubanos de la isla, incluido el talentoso Santiago Torres, ha vuelto a destapar un fenómeno que, a pesar de tryouts, contratos o equipos nacionales, afecta sobremanera a la pelota cubana.

Sin duda, el fenómeno del éxodo de peloteros cubanos ha sido un tema recurrente. A lo largo de los años, hemos sido testigos de la salida, casi en masa, de talentosos jugadores que dejan su país en busca de mejores oportunidades en las Grandes Ligas de Estados Unidos u otros circuitos alrededor del mundo.

Aunque se han implementado varias medidas para evitar este éxodo, es evidente que hasta el momento han resultado infructuosas. El béisbol en Cuba tiene una rica historia y tradición. Durante décadas, ha sido considerado uno de los deportes más populares y queridos en la isla.

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Las razones detrás de esta masiva migración son comprensibles. Los peloteros cubanos anhelan la posibilidad de competir en las ligas profesionales internacionales, donde se les ofrecen mejores salarios, condiciones de trabajo y oportunidades de desarrollo.

Además, el deseo de escapar de las presiones políticas y la falta de libertades individuales en Cuba también juegan un papel importante en la decisión de abandonar el país. Ante esta situación, tanto el gobierno cubano como la Major League Baseball (MLB) han intentado implementar algunas medidas para frenar este éxodo.

En 2018, se firmó un histórico acuerdo entre la Federación Cubana y la MLB, con el objetivo de facilitar el camino para que los cubanos pudieran firmar contratos con equipos de las Grandes Ligas, sin tener que abandonar ilegalmente su país, congelado luego durante el mandato de Trump.

La dificultad para encontrar una solución efectiva a este problema es evidente. Por un lado, Cuba tiene el desafío de encontrar un equilibrio entre mantener a sus talentosos jugadores en el país y permitirles perseguir sus sueños en el extranjero, pues la falta de una liga profesional en la isla limita cualquier posibilidad de mantenerlos jugando en el país.

Es importante reconocer que el éxodo de peloteros cubanos no es un problema exclusivo del béisbol, sino que es un reflejo de una situación más amplia en la que muchos cubanos buscan mejores oportunidades.

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En última instancia, cualquier forma de evitar el éxodo de peloteros cubanos requerirá un enfoque integral que involucre tanto al gobierno como a las ligas y organizaciones deportivas internacionales. Será necesario un diálogo abierto y una colaboración constante para encontrar soluciones que beneficien tanto a los peloteros cubanos como al deporte.

A medida que el béisbol evoluciona, es vital que todos los actores involucrados trabajen juntos para crear un entorno donde los peloteros cubanos puedan desarrollar todo su potencial sin verse obligados a abandonar su país.

Solo a través de un esfuerzo conjunto y una voluntad genuina de abordar este problema se podrá encontrar una solución duradera. El éxodo masivo de peloteros cubanos es un recordatorio de las complejidades y desafíos que enfrenta el deporte en un contexto político y social.

Aunque las soluciones no sean fáciles, es fundamental que se continúe trabajando para encontrar una manera de evitar la salida forzada de tantos talentosos jugadores y para garantizar que el béisbol en Cuba pueda florecer en un ambiente más propicio y justo para todos sus protagonistas.

Sin embargo, la solución no radica en el Latinoamericano, ni siquiera en poder del INDER. Tal realidad, responde al corazón mismo de la sociedad cubana, degradada por una crisis económica feroz, en la que el camino de la migración parece ser la única salida.

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Imagen cortesía de Boris Luis Cabrera