El béisbol corre por las venas de Reinier Roll, un cubano que jugó pelota en su Isla y que se aventuró un día a salir de su país para intentar llegar a niveles más altos en su deporte. Las decepciones han sido muchas, pero ahí sigue luchando, tal vez no donde soñaba, aunque sí en el lugar en donde mejor se siente.

Es tímido, no le gustan los excentricismos. Es una persona sencilla pero de carácter fuerte, y tiene una sola ambición: hacer feliz a su familia.

Reinier Roll participó en cuatro Series Nacionales con el equipo de Industriales. Debutó en el campeonato nacional en el 2006 bajo las órdenes de Rey Vicente Anglada y ese año los Leones quedaron campeones, pero el derecho fue llamado al Servicio Militar.

En sus cuatro campañas, el derecho capitalino lanzó en 70 partidos, ganó 11 y perdió ocho, mientras que salvó cinco encuentros. El número 34, dueño de una excelente recta combinada con efectivos lanzamientos rompientes, en 156.1 innings de actuación regaló 103 bases por bolas, ponchó a 98 rivales y su promedio de carreras limpias fue de 5.70.

Todo, antes de emprender el camino a su sueño.

La niñez y su paso por las categorías inferiores

Comenzó a jugar béisbol en la calle, pues encontró en el pasatiempo nacional su mejor diversión. Jugaba en el barrio, en las esquinas, con una cabeza de una muñeca que pasaba por pelota; con lo que fuera.

“Sabes cómo son las cosas en Cuba. En el barrio todo era béisbol y siempre me gustó desde chiquito, solo que no me lo habían presentado. Cuando ocurrió, no lo tuve que pensar mucho: me quedé, era lo que me gustaba y me gusta”, cuenta.

Un día, mientras se divertía, un señor pasó y al ver sus condiciones le propuso entrar en un área deportiva para comenzar la práctica en serio del deporte. “Eso me interesaba, pero la verdad no conocía mucho sobre el tema. A la siguiente semana fui y me incorporé al equipo. Aunque mi disciplina en el deporte empezó a experimentar cambios cuando entro a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE)”, explica.

El diestro comenzó a despuntar desde muy temprano pues con solo 11 años logró representar al siempre controvertido y competitivo equipo de Ciudad de La Habana, lo cual repitió a los 13 años y a los 15. En su último campeonato en los juveniles dio el paso que le faltaba e integró el equipo Cuba al panamericano juvenil de béisbol celebrado en México.

En sus años en las categorías inferiores, el apoyo de la familia fue imprescindible para la formación del muchacho, pues a veces los padres funcionan como profesores e incluso, fungen de psicólogos.

Reinier Roll lanzador cubano en Nicaragua
Reinier Roll.

“El apoyo de mi familia fue fundamental. Siempre estuvieron a mi lado, desde el mismo inicio. Mi abuelo me llevaba a las prácticas y se mantuvo así incluso hasta cuando me becaron. A todos les debo mucho, a mi tío, mi madre: ellos me apoyaban en todo lo que necesitaba para que me pudiera desarrollar como pelotero”, manifiesta.

De su época en la EIDE tiene sentimientos y vivencias encontradas y sobre ellas habla sin tapujos: “La alimentación en un atleta juega un papel fundamental en el desarrollo de este y en la escuela de deportes eso daba pena. Por otra parte, los artículos deportivos y las condiciones de gimnasio eran algo más que lamentables, una falta de respeto total. Si se habla de aspectos negativos también hay que reconocer las partes buenas, y no me puedo quejar de ninguno de mis entrenadores: todo el que trabajó conmigo me ayudó lo que más pudo”.

Reinier Roll fue víctima de una de esas situaciones que pueden tronchar carreras. Cuando terminó su primera Serie Nacional y tras coronarse con su equipo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias lo citaron para pasar el Servicio Militar.

“Fueron los dos meses más malos que he pasado en mi vida. Siento que eso me agotó por completo mi condición, la estabilidad que había logrado en mi primer año con los azules, en lo que es mi confianza, mi mecánica, incluso mi velocidad. Para mí eso fue lo peor que me pudo pasar como atleta”, confiesa.

Jugar con el equipo de sus sueños

Integrar las filas del equipo Industriales es el sueño más común entre los niños que crecen jugando al béisbol en la capital cubana. Sobre el primer momento en que usó una camisa azul oficialmente y su llegada a los leones, dice: “Vestir la franela azul es de los momentos más gratos, de las mayores alegrías que he tenido en mi deporte; eso era todo para mí, mientras me iba desarrollando. Soñaba con estar en el estadio, con subir a la lomita. Ese fue un momento muy especial”.

“El año de mi debut quedamos campeones en Santiago de Cuba, para mayor regocijo. La sensación es indescriptible, había sido campeón varias veces anteriormente en otras categorías, incluso con mayor protagonismo, pero nada comparado con ser campeón con el equipo de mis sueños”, recuerda.

Una vez concluido su periplo por el campeonato doméstico cubano se imponía hablar sobre el momento en que decidió emigrar. El tema cambió el ritmo de la conversación, pues significaba entrar en detalles sobre una decisión que implicó una transformación importante en su vida, un cambio de aires y, sobre todo, dejar la familia detrás.

Reinier Roll con Industriales
Reinier Roll con Industriales.

El momento de la emigración

“Decido abandonar el país desde que vengo del panamericano juvenil, incluso antes de llegar a la Serie Nacional. Era algo que traía en mi cabeza. Me culpé por no quedarme cuando era juvenil, ahí se me acercaron para que me quedara. Estuve con eso por dentro, callado, esperando por alguien y así pasaron tres o cuatro años hasta que de nuevo se volvieron a acercar”, cuenta.

Su salida fue un momento trágico y muy peligroso, que contó antes al sitio Pelota Cubana Usa: “Estaba decidido a irme. El día previsto me recogen y para mi sorpresa conmigo también se iba mi compañero Deinys Suárez. En la noche salimos en un camioncito hasta un manglar. Allí esperamos alrededor de 20 minutos por causa de dos lanchas guardacostas al parecer avisadas de que habría alguna fuga. Se sintió una explosión y de repente, nos dicen que entremos al mar, no teníamos mucho tiempo, había mujeres y niños llorando”.

“Tuve que ayudar a una señora que no sabía nadar y casi le cuesta la vida. Desembarcamos en Cancún en un lugar en que ni siquiera podíamos hacer nuestras necesidades fisiológicas. Nos montaron en una camioneta amontonados como animales y nos llevaron a un lugar en donde pasé 21 días escondido. Después de eso, estábamos cruzando hacia territorio de los Estados Unidos”, contó.  

Desgarradoras historias la que cuentan los atletas cubanos. Es triste que una persona tenga que poner en riesgo su vida para poder ofrecer mejoras económicas a su familia, que en muchas ocasiones no conoce sus intenciones.

“Mi familia nunca se enteró de que yo me quería ir. Lo conocieron cuando llegué a México, y la verdad que es doloroso, no me di cuenta del gran paso que estaba dando hasta que vi mis sueños frustrados”, dice a esta revista.

En busca del sueño de MLB

Una vez en Estados Unidos comenzó el duro bregar por conseguir el sueño de llegar a las Grandes Ligas. “Allí fue donde más me corrigieron y ayudaron, me cambiaron la mecánica al 100 por ciento. Fue como si hubiesen quitado al Reinier Roll de niño o de las series nacionales y lo hubiesen modificado, me pusieron al tope de mis capacidades. En Cuba tiraba duro, unas 96 o 97 millas por hora, pero en USA lograron que sostuviera esa velocidad, cosa que en la Isla nunca logré. Además, trabajaron en mis lanzamientos de rompimiento”, detalla.

Reinier Roll no sabía lo que le deparaba el destino. Sus planes, sus sueños, comenzaron a desmoronarse uno por uno por la mala gestión de una compañía que entiende a los peloteros como mercancía.

“En un inicio, el plan de la compañía donde estaba era sacarnos de Estados Unidos y llevarnos a República Dominicana. Ellos tenían todas las condiciones creadas para recibirnos y luego se suponía que en tres meses sería firmado. El plan cambió y mucho, tuve problemas con esa sucursal y después apareció otro agente que terminó estropeándolo todo”, manifiesta.

Un comienzo desde cero

Sus últimos días en Quisqueya no fueron nada buenos. Se sentía sin posibilidades de seguir avanzando y decidió buscar otras opciones. Ahí es cuando aparece la posibilidad de llegar a Nicaragua.

“Fue la luz al final del túnel, encontré una opción. Cuando salí de Dominicana me sentía estancado, encontré a mi esposa, me dio una hermosa bebé y tuve la oportunidad de seguir haciendo lo que me gusta”, afirma Roll, quien luego de siete años de espera logró obtener la nacionalidad nicaragüense.

“El proceso duró mucho, mis condiciones han mermado bastante. También la velocidad. Jugaba en una liga que no era muy fuerte, por lo que bajé el ritmo de mi preparación. Ahora tengo que volver a entrenar más fuerte y creo que volveré a alcanzar mi velocidad”, explica.

Reinier Roll lanzador cubano
Reinier Roll

El regreso a Cuba

Reinier Roll extraña Cuba y en sus planes está regresar luego de 11 años sin visitar a su familia. “Creo que no existe una ley que lo impida, aunque la última vez que fui a la embajada cubana en Nicaragua me dijeron que para comprar el pasaje tenía que llegar y asegurarme de que me dejarían entrar en mi país”, expresa.

Después de tanto sufrimiento, de navegar en busca de prosperar y realizarse como persona y profesional, encuentra en su mujer e hija todo lo que necesita para olvidarse de lo oscuro que rodea su mundo. “Me siento estable con mi familia, mi hija vino a calmarme mi mundo y a demostrarme que sí existen cosas buenas”, afirma.

Aunque siente añoranza por lo que dejó detrás, en su Isla, confiesa abiertamente que no le interesa volver a vivir en Cuba.

“Me gustaría regresar, ver la familia, los vecinos, el barrio, volver a mi gente es lo que más deseo en el mundo. Pero lo que es regresar y quedarme a vivir, no lo creo, tendrían que cambiar muchas cosas allá”, concluye.

Por: Gian Franco Gil y Alejandro Abadía Torres

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