Reynier Mena siempre quiso convertirse en corredor. Después de insistirle a su padre, finalmente logró comenzar a entrenar en el atletismo. A los nueve años, el atleta cubano llevó su velocidad desde las calles hasta la pista de la Ciudad Deportiva, en La Habana.

Parecía destinado para esto, pues en el barrio era de los que más corría. Además, cuando muchacho, competía con otros mayores que él y les ganaba con facilidad. En la escuela, sucedía lo mismo.  

Sin embargo, después de tantos años de sacrificio, aquel niño que solo quería correr y ganar, ha solicitado la baja del Equipo Nacional para sorpresa de muchos, después de una carrera que incluyó también un paso por los Juegos Olímpicos y competencias con la élite mundial de su especialidad.

“Mi papá trabajaba en la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y Deporte Manuel Fajardo como profesor de atletismo. Siempre estaba arriba de él para que me pusiera a entrenar, hasta que me mandó a la Ciudad Deportiva y empecé ese mismo año con el profesor Olano” cuenta sobre sus comienzos.

“Al principio, estuve mal. En los pioneriles no tuve una buena actuación, pero con el tiempo mejoré los resultados. Al otro año entré a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) con el profesor Glauber. Éramos unos cuantos. Allí empecé a mejorar mis resultados. Poco a poco fui mejorando mi rendimiento y avancé por las distintas categorías”, recuerda Reynier Mena.

Con 10 años se convirtió en becario de una escuela deportiva. Otra dinámica de vida, un giro de 180 grados a sus hábitos y costumbres, marcaron esa etapa de entrada a la pubertad.

“En la EIDE conocí a mis amistades actuales. Al principio fue difícil porque la vida te cambia, solo iba a la casa los fines de semana. Solo quien haya vivido esa etapa sabe lo que estoy hablando”, recalcó el corredor.

La EIDE es la primera escuela del deportista de la isla. Desde niño se comienza a crecer gracias a esta práctica. Reynier Mena entrenaba con el profesor Glauber, al que considera un padre y, una vez llegó a la categoría 14/15 años, definió su especialización hacia la velocidad.

“Corría 200 metros y era bueno en los 400 m, pero esta última no me gustaba porque el entrenamiento es muy duro y en ese aspecto tenía cierta inclinación a la holgazanería. Hasta un día que le pedí al entrenador César correr en 100 m. Así lo hice y le gané a todos. Lo mejor de eso fue que me quité los 400 de arriba y empecé a correr 100 y 200”, explica.

Desde el 2012, llegó al Equipo Nacional y, al año siguiente, deslumbró al mundo con dos importantísimos resultados en el Mundial de Atletismo para cadetes, con par de medallas de bronce. “Llegué con 16 años. Fue un cambio menos brusco que lo habitual, porque mi entrenador de la EIDE conocía al de aquí y me adapté rápido a los nuevos métodos de trabajo y ponerle empeño”, expresa.   

Por aquel tiempo, Reynier Mena se codeó con corredores de un gran nivel y, antes de llegar a la categoría de mayores, derrotó a varios corredores de la élite en la actualidad. “Durante un Panamericano juvenil, pude ganarle a Christian Coleman, que hoy es el campeón mundial, tras ganar el hectómetro en Doha 2019”, dice.

Luego llegaron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro que, como cualquier cita de este tipo, siempre deviene una experiencia única en la carrera deportiva de cualquier atleta, mucho más en el caso de uno tan joven.

“Prácticamente era un niño cuando fui a Río. Al sentirme en ese ambiente, tan joven, fue muy gratificante. Correr en un estadio olímpico es una experiencia que jamás olvidaré. Este año no pude asistir, pero espero regresar en París 2024 porque aquello fue único. En mi caso pude manejar los nervios y mantenerme concentrado. El hecho de estar allí era un triunfo. Sabía que mi familia se mantenía al tanto todo el tiempo, a esa hora uno solo piensa en hacerlo bien, de dar el máximo. Cada vez que veía a (Usain) Bolt de cerca me detenía a observarlo. Verlo tan cerca fue una superexperiencia”, cuenta.   

La velocidad en Cuba

No es menos cierto que la velocidad en Cuba ha decaído en los últimos años, pero en los últimos tiempos resaltaban varios atletas jóvenes que venían obteniendo buenos resultados, además de Roberto Skyers y Reynier Mena, quienes resultan los más veteranos.

“Este año teníamos un buen relevo 4×100 masculino, pero por cosas de la vida no pudimos asistir al mundial de la especialidad, que era el que nos daba la clasificación a los Juegos Olímpicos. Algunos se lesionaron, el equipo se contagió de COVID-19 y otros elementos que nos quitaron la posibilidad de asistir a los JJOO”, afirma.

Además de esta realidad, los velocistas cubanos se han visto envueltos en otras circunstancias que limitan sus resultados posteriores, pese a destacados desempeños en categorías inferiores.

“Ocurre también que los atletas cubanos se estancan, de cierta forma. En los juveniles llegan con tremendo potencial, se incluyen entre los mejores del mundo, pero muchos quedan en el camino. Pierden la continuidad o, simplemente, no logran elevar su calidad. A mí me sucedió”, manifiesta sobre su especialidad.

“Como juvenil pude ganarle a Coleman, pero luego me costó incluirme en la élite mundial. Además, en cuanto al empleo de nuevos métodos de entrenamientos, rutinas de ejercicios, nos hemos rezagado un poco. A veces, cuando salimos a otros eventos, nos percatamos cómo los velocistas cada vez mejorar sus técnicas, implementos, eso afecta también nuestro trabajo. Por parte de los responsables del deporte recibimos todo tipo de atenciones, solo que estas cuestiones escapan de sus manos, pero el potencial existe en el país”.    

“Realmente, me sentía fuerte para ir a Tokio, pero no me salían las cosas. Estuve también con Covid-19"

Ante un panorama tan adverso, Reynier Mena regresaba cada día a la pista con la mentalidad puesta en su preparación. Aunque le costaba separarse del ejercicio físico, se reconoce, una y otra vez, como un haragán para el entrenamiento. “Me quejo con mis profesores, les doy trabajo. Con César, en la EIDE, eso me costó. Constantemente me sacaba de las prácticas, pero eso sí, siempre fue muy estricto en su trabajo e inculcó en mí la necesidad de siempre dar el máximo”.

“Todos los entrenadores han sido superimportantes. De ellos tres me han marcado mucho, son como mis padres, siempre preocupados, Glauber, César y José Alberto Sánchez, este último en el equipo nacional. A cada rato los llamo para conversar. La relación con ellos es muy estrecha”.         

No obstante, en pocas semanas, las circunstancias en su vida han cambiado por completo. El deporte rey de la isla ha visto como varios jóvenes atletas, entre estos el propio Reynier Mena y tres representantes del triple salto, han abandonado delegaciones o solicitado la baja de los equipos nacionales, caso este último del protagonista de nuestra historia. 

De alegrías y tristezas, a la baja del equipo Cuba

Para Reynier Mena, las alegrías se resumen en cada evento en los que ha obtenido una medalla. De su vida personal, aunque habla poco, destaca su fuerte apego a la familia y la tranquilidad del hogar. En el barrio le conocen por “el deportista”, una persona de no salir mucho, acostumbrado a una vida tranquila. “Cuando estoy en mi casa me pongo con el internet, a ver películas, una que otra salida ocasional”.

El deporte exige una vida sacrificada y llena de limitaciones. “Para ser un velocista, específicamente, se debe tener un físico fuerte, porque dependen mucho de eso. Es un atleta que tiende a ir al detalle. El atletismo en general lleva muchos complementos, pero la velocidad en particular, como evento principal, uno busca detallitos que son necesarios tener en cuenta. En los 100 metros, si cometes el mínimo error, puedes perder la carrera. El tiempo de corregir es mínimo”, afirma.

“Por eso tienes que renunciar a miles de cosas que un joven normalmente hiciera. Estoy en el deporte desde muy niño y prácticamente no tuve infancia: no jugué bolas, casi no podía “mataperrear”. Después, cuando crecí y llegué a la edad de las fiestas y las salidas, recuerdo que mis amistades prácticamente me sacaban de la casa, tuve que renunciar a vivir, prácticamente, para entrenar y dedicarme a mi carrera. Pero al final el resultado se nota y te das cuenta que vale la pena, cuando llega una medalla, una buena marca, me llena de satisfacción”, afirma.

En todo esto, mucho tuvo que ver el apoyo de la familia, decisivo a la hora de enrumbar el futuro de un atleta en el alto rendimiento. La exigencia de la pista y lo intenso de la velocidad, encontró su contraparte en el calor de sus seres queridos: “Yo soy la joya de la familia, el deportista. Siempre me están cuidando, desde que empecé me apoyan. Están muy orgullosos de mí y siempre pendientes a mis necesidades. Sobre todo, arriba de mí, para que no me salga del carril”.

Pero en los últimos días, en medio de la noticia de barias bajas del Equipo Nacional, resaltó precisamente la de Reynier Mena, a quien el escenario de la Covid-19 y otras causas ajenas a su voluntad, le hicieron sufrir un parón en su carrera, al perder la posibilidad de clasificarse para la magna cita bajo los cinco aros, tras cinco años de espera.

“Cada resultado lo atesoro, pero este año, específicamente fue muy triste para mí. Fue la primera vez que me quedé fuera de un evento tan importante, este año marcó mi carrera deportiva, solo comparado con el Mundial de Londres 2017, cuando padecí de conjuntivitis y no pude ir”, comenta.  

Para acceder a un evento internacional la World Atlhetics, ente rector del campo y pista mundial, exige ciertas marcas. Es así que, por ejemplo, los JJOO pedían 20.25 en los 200 metros y 10.04 en el hectómetro. Con estos registros se podía acceder directo al magno evento. De lo contrario, los atletas que no consigan dichos tiempos, como fue el caso de Mena, podían tener su cupo mediante el ranking por puntos. No obstante, al no salir a competir fuera de Cuba, no pudo asistir a los Juegos Olímpicos.

“Realmente, me sentía fuerte para ir a Tokio, pero no me salían las cosas. Estuve también con Covid y eso me hizo perder días de entrenamiento. Además, tampoco pude salir a ningún torneo para conseguir la marca. Tenía que correr aquí, casi que contra mí mismo y eso me restó. Quien más me halaba era Skyers, pero él también se lesionó. Fueron muchos elementos en contra y, finalmente, me perdí la cita bajo los cinco aros”, cuenta.

Ante esta realidad, optó por tomar una decisión difícil para él, que representa un cambio drástico en su carrera y su vida.

«La baja fue una decisión propia, era algo que ya tenía pensado hacer desde hace tiempo ya que quiero darle un giro a mi carrera deportiva y buscar otras opciones. Quiero salir de la zona de confort y buscar también una mejoría en todos los sentidos, tanto en el deporte como en mi vida personal. Aclaro que no tengo ningún problema con la Federación ni con la Comisión Nacional de atletismo; simplemente, quiero darle un giro a mi carrera deportiva y también quiero decir que este no es el fin de mi carrera: pienso seguir entrenando y compitiendo, es todo lo que puedo decir hasta ahora”, concluye. 

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Imágenes cortesía de Hansel Leiva y Hansel Leyva