Tony Oliva regresó a su tierra natal Pinar del Río y, esta vez, luego de una larga e injusta espera, como miembro del Salón de la Fama del Béisbol de Grandes Ligas, una exaltación materializada en julio del pasado año, confirmándolo como uno de los más grandes bateadores de este país.

La peña del profesor Juan Antonio Martínez de Osaba, Deporte y Cultura, en la sede del Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, en la ciudad de Pinar del Río, fue el espacio para homenajear a Tony Oliva, quien estuvo acompañado de su hermano Juan Carlos, además de otras luminarias del béisbol cubano como Luis Giraldo Casanova, Rogelio García entre otros nombres, incluyendo al entrenador de picheo José Manuel Cortina.

Tony Oliva escribió una brillante carrera de 17 temporadas en las Grandes Ligas con Minnesota Twins, logrando el título de Novato del Año en 1964 con promedio de .323, en lo quería su primera de tres coronas de bateo, dos de ella de manera consecutiva, 1964 y 1965 y posteriormente en 1971 con 337.

En intercambio con el público presente, Oliva habló de su inicio en el béisbol estadounidense, su inclusión en el Salón de la Fama, en un espacio que también sirvió, para agasajar a un hombre que merece mucho más.

Sobre la llegada a las Grandes Ligas comentó: “Era muy difícil, en aquel momento cada equipo tenía ocho equipos en Ligas Menores, a veces venía de un buen año en Clase A y regresaba para el mismo equipo, costaba mucho trabajo para llegar a Grandes Ligas, yo me puse dichoso que subí rápido”.

“Era increíble que un novato quedara campeón de bateo, repetir es más difícil todavía y todos pensaban que había sido un milagro, en el segundo año me hicieron cambiar mi manera de batear porque querían que bateara más jonrones, el primer año fueron 32 y no era jonronero”, dijo Tony Oliva.

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“A mitad de temporada estaba bateando .250, entonces, en la segunda vuelta, dije: yo voy a batear como sé batear, y lo hice para .378, fue increíble. Yo entendía mi cuerpo, algo muy importante”.

Participante en ocho Juegos de Estrellas, todos de manera consecutiva, en 1966 logró un Guante de Oro, mientras que a la ofensiva logró el liderazgo en todas las Grandes Ligas en indiscutibles con 217 en 1964, hazaña que repetiría en 1965 y 1966 dentro de la Liga Americana con 185 y 191 respectivamente, en los años 1969 y 1970 volvería a ser dueño en este apartado en el circuito americano al conectar 197 y 204 indiscutibles.

“Cuando llegué a Grandes Ligas no hablaba Inglés, ni tenía familia, las personas desconocen cómo se siente uno cuando se va a otro país y no se tiene amigos, ni dinero, es muy difícil. Pienso que le caí muy bien a los dueños del equipo porque de Clase A me subieron a Grandes Ligas, eso es increíble”, confesó el miembro del Salón de la Fama.

“Extrañaba mucho a la familia, pero los jugadores cubanos me ayudaron mucho. En los primeros años no sé cómo podía jugar porque era una tristeza muy grande, cuando estás en el terreno de pelota lo olvidas todo, pero al regresar al cuarto es diferente, tienes que tener muy buenos amigos, fui dichoso de que todos los fueron”.

Más de una de sus palabras provocaron emociones, arrancaron aplausos y también risas, sobre su llegada al Salón de la Fama comentó: “Siento que he estado en el Salón de la Fama toda mi vida, me fui para Estados Unidos, pero pensé que nunca iba a jugar profesional o Grandes Ligas, tener la oportunidad de jugar en República Dominicana, Puerto Rico, en México”.

“Eso del Salón de la Fama había fallado tantas veces, me sentía más mal por mi señora que por mí, y mis amigos y fanáticos, sufrían más que yo, sabían que estaban haciendo una injusticia, llegaron otros peloteros que no tenían mis credenciales, hay muchas cosas que cuentan que no son solo los números, hay que estar limpiecito, tienes que recibir la ayuda de Dios para que todo esté bien”.

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“Fallaba por unos dos puntos, un punto, pero esa vez no fue tan dura para mí porque no le estaba poniendo atención al reloj, pero sí para las personas que estaban en la casa que había como 30, mi señora, algunos fanáticos, mis hijos”.

“A las 4 de la tarde me llaman y me dicen, si te llamamos va hacer de 4:15 a 4:45, pasaron y sonó a las 4:42 lo tomo y digo what y dice la muchacha del otro lado: ¿Tony tú sabes quién soy yo?, estoy esperando tu voz por 45 años y en la casa mi señora llorando, algunos fanáticos también”.

Tony Oliva continúa siendo parte de los Minnesota Twins, una relación que ya se extiende por 62 años, premio a su legado. “Todavía trabajo con ellos, tengo 84 años y todo el mundo me pregunta ¿cuándo te retiras?, yo digo por qué, si ahora yo me siento mejor que nunca”.

Quien definitivamente no anda con buen estado de salud es el béisbol cubano, tema del que comenta con mucho respeto desde la distancia, ¨Yo no estoy aquí y no sé lo que está pasando, pero le puedo decir honestamente sin darle vuelta, porque hablan mucho de los entrenadores y yo creo que aquí en Cubita son muy buenos y hacen muchos milagros”.

“La pelota en Cuba hoy ha decaído porque no tenemos los mismos peloteros de los 60´, 70´, 80´, 90´, no le podemos echar la culpa a los entrenadores es la cualidad de los peloteros que no es la misma”.

“Si se puede tener 5 o 6 peloteros de los que están en Grandes Ligas y agregar al equipo Cuba que van al Clásico, tienen más chance de competir y ganar, si hacen lo mismo que los otros equipos”, alertó Tony Oliva.

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“Tuve la oportunidad de ver los equipos de antes de Cuba, esos no eran amateur, podían haber intervenido en Grandes Ligas, aquí tenemos peloteros que pudieron haber salido directamente a Grandes Ligas a jugar, el señor José Dariel Abreu ha matado la Liga Americana, la calidad de los instructores de aquí y el corazón de los cubanos es que lo hace al pelotero cubano tan bueno”.

La relación entre Oliva y Cuba ha perdurado en el tiempo y por encima del desinterés de las autoridades cubanas en su nombre y legado, ese mismo que forma parte del béisbol cubano y que merece mucho más que un rato de peña, aunque para este gran hombre le sea suficiente.

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Imagen cortesía de Darién Medina
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