Con todo y su fama de día “atravesao”, el miércoles 17 de mayo podría entrar en la historia de Cuba, y no por efemérides campesinas ni reivindicaciones inclusivas, sino porque ese día la agencia Ascent Himalaya prevé hacer cumbre en el Everest, con la expedición en la que avanza el habanero Yandy Núñez Martínez. El destino luce cada vez más cerca, por eso hay que extremar los cuidados…

A las puertas de la llamada “Zona de la Muerte”, los escuetos mensajes que se permite enviar Yandy, a través de sus redes sociales, nos lo muestran optimista, en buena forma física y con determinación de cumplir con la estrategia de ascenso. Su más reciente “telegrama” lo envió desde el Campamento 3, a 7.100 metros sobre el nivel del mar.

“Ya en C3 mi gente nos cogió por el camino antes de llegar tremenda lluvia de nieve poca visibilidad. El tramo fue bastante inclinado. Todo bien”, escribió el cubano, mientras un geolocalizador lo ubicaba en el reducto enclavado junto al muro del nevado Lhotse. A partir de aquí el desafío es mayor aún, y lo más probable es que sea necesario recurrir con más frecuencia al oxígeno.

Bitácora al cielo (VI): Primera rotación… ¡cumplida!

Esta vez, la subida fue desde el campamento base hasta el C2, sin detenerse en el C1. El haber hecho sin problemas la rotación inicial le permitió encarar esta subida, empinada y desafiante. Claro, en las jornadas previas Yandy pudo recuperarse, e incluso realizar las tradicionales prácticas en la cascada de hielo de Khumbu, algo imprescindible para evitar errores luego.

Según cuenta, en esos días las mañanas golpeaba el calor, y al caer la tarde empezaba un frío. “Me siento bien y la tirada fue fuerte. Así que pa’ la pelea”, escribió. Esa mentalidad positiva juega a su favor, siempre que no se confíe. Viene un último tramo que le exigirá mucho física y mentalmente, y luego el no menos peligroso descenso.

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De acuerdo con el calendario adelantado por Ascent Himalayas, el 16 de mayo los expedicionarios avanzarán hasta el Campamento 4, a 8.400 metros sobre el nivel del mar, bastante arriba de la “Zona de la Muerte” (nunca es ocioso recordarlo, no por dramatismo, sino para estar claros). Así la describe la montañista taiwanesa Grace Tseng, poseedora de múltiples récords y algunas polémicas:

“A última hora de la tarde, llegamos a la “Zona de la Muerte” en el Monte Everest y colapsamos en nuestra tienda de campaña en la Base 4, pero fuimos recibidos con vientos que rasgaban furiosamente. Vientos que azotaban con tal velocidad, que incluso pedazos de roca eran arrojados por el aire y chocaban fuertemente contra nuestra tienda. Este lugar, ubicado en medio del caos de campamentos de temporadas pasadas, devastados a nuestro alrededor, se sentía fantasmal y embrujado”.

“Un marcado contraste con la belleza ilimitada y la ligereza espiritual de estas montañas. Ensordecedor, era imposible gritar y comunicarse incluso con una tienda de al lado, a menos que se hiciera durante alguna breve pausa del interminable aluvión de ráfagas”, relata Tseng.

El deterioro climático en esta zona es tal, que si se acaba el agua no se podrá salir a derretir nieve y, por ende, no habría comida para la recuperación. Es aquí que muchos han tenido que tomar la dura decisión de darse la vuelta, a solo 400 metros de la cumbre. Así le pasó a la salvadoreña Alfa Karina Arrué hace dos años, cuando pensó que dejaría la vida en aquel paraje, una noche infernal.

“El Everest es la combinación perfecta de belleza y peligro. Un lugar incomparable para maravillarse y, a la vez, sentir el mayor miedo de tu vida”, me confesó Arrué entonces, cuando se preparaba para volver al Himalaya, en 2022. En otras palabras, la montaña asusta, pero de vencer ese miedo también va esto: Yandy lo sabe, y se siente listo y con ánimos para reescribir su historia, y pararse en el techo del mundo…

Bitácora al cielo: para coronar el Everest hace falta su buena dosis de suerte

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