Aún el sol no despunta en Cuba, son cerca de las seis de la mañana y las miradas de millones se centran en el crucial juego con Japón, — otra vez Japón en el camino de los clásicos mundiales — dicen los comentaristas. Todos en Cuba también piensan en ello entre la modorra del sueño y el sabor a café, piensan en esa fatídica suerte de resignarnos a pelear con los nipones. Gracial piensa en lo mismo, pero la idea se le esfuma al instante y recuerda que quizás sus hijos y su mujer en ese momento lo están viendo por la tele. Es el segundo inning arriba y Cuba al bate, Despaigne llegó a primera y él  sale del cajón de espera rumbo al home,- “… yo puedo hacerlo,… este es mi turno, es ahora….”-  pensó y el nerviosismo se fue desvaneciendo ante el ánimo de los del banco y el consejo previo de batear la recta pegada.

— «…Ese fue el homerun más importante de mi carrera deportiva…» — me dijo casi dos meses después, con cierta melancolía, mientras conversábamos en la sala de su casa y debatíamos sobre el partido, ese maldito partido de pelota que nadie olvida.

Aquella tarde, fui atrás y adelante en el tiempo. En leves flashazos,  recordaba cuando en la Universidad  escuchaba de Gracial,  de Yurisbel Gracial. Era el jefe de uno de los “famosos pelotones” en el regimiento de tropas especiales que está por Gelpis, allí en la ciudad de Matanzas. En poco tiempo escuché también de su licenciamiento para ir a jugar  pelota, de todas las trabas para soltarlo y de los obstáculos que le impusieron antes de irse con la selección de la provincia para las Series Nacionales.

Gracial es amigo de mi suegro, un gran amigo de sus años en lo militar. La idea de conversar, de acercarme a él se me ocurrió, la comenté y en menos de lo pensado se hizo realidad.

Esa tarde llegaba de La Habana y me acomodaba para descansar cuando José me dijo — Vamos a casa de Gracial, ya casi se va… creo que el sábado—   No estaba preparado para esa sorpresa, jamás imaginé que fuera tan rápido todo, pero allá fui sin pensarlo mucho.

«… No, no se puede dar entrevistas, nada de grabar ni de escribir, nada …, si quieren lo que podemos hacer es sentarnos a conversar como algo normal y ya… es lo que puedo hacer, ya pronto, en unos días me voy de nuevo para Canadá y nos dijeron que nada de entrevista… » – su voz sonó gutural, ronca, fuerte, tal como la esperaba. Lo vi sentirse incomodo pues le habían hablado de mí, el periodista. El carácter no me sorprendió del todo, me había preparado para una personalidad así.

Él se hacía “el duro” para ocultar sus temores, nervios que en ese instante lo atacaban al sentirse escrutado. Todo estaba normal, nada de entrevistas, simple conversación. Pero era el mismo nervio que le ha jugado malas pasadas en varios juegos de postemporada, el cual lo ha traicionado muchas veces y lo dejan por debajo de las expectativas a pesar de haber sido lo mejor de Cuba en el último Clásico Mundial.

Nuestras miradas se escurrieron suavemente por la sala de su casa, mirábamos  sus fotos con los Capitales de Quebec, con Matanzas, con sus niños, lo hacíamos para relajar, para aliviar la tensión y “romper el hielo”.

En ese mismo instante recordé cuando días atrás Holanda vapuleaba a Cuba 14 por 1 y el semblante de Gracial, ese de águila escrutadora, de camaleón subrepticio, estaba normal, con algo de tristeza pero bastante normal. – Gracial y sus caras, Gracial y sus miles de caras,- pensé al evocar el recuerdo de su euforia tras el batazo contra Japón y a la vez el “moco caído” que ha mostrado por las incontables pifias en los partidos “ duros” en “ los buenos de verdad”.

Nos acomodamos y en su rostro se veía escapar de a poco ese pavor inicial que lo habían puesto recio, “cerrado”. Sabía que Gracial no era así, que su origen humilde, de gente sencilla no le podía jugar también una mala pasada aunque quería hacerse “el hombre de hierro”.

«… El Clásico fue mi mayor experiencia, … ese nivel es único… muchas estrellas compitiendo a la par contigo, es algo inigualable. Nosotros no teníamos mal equipo, la calidad estaba, de hecho, está, lo que pasa es que no tenemos training, nos faltan horas de juego, jugar todo el año quizás, ver otros torneo y ligas diferentes…»- me dice con cierta frustración al enarcar sus cejas y mirarme de soslayo tras mencionarle sobre la actuación cubana en el evento que apenas terminaba.

Él sabe que tiene talento para jugar donde sea, lo sabe y eso lo pone orgulloso, diría que altanero. Al comentarle sobre la posibilidad de jugar en Grandes Ligas, me esquiva como dejando pasar una slider  cortante, hace una pausa y luego responde…

« Mira: Heredia, Puig, Abreu, Céspedes, en fin…, todos los que están allá salieron de aquí, se formaron aquí como yo y están demostrando que sí se puede hacer el trabajo,… cuando llegue la posibilidad ya veremos ,… por ahora hay que luchar con lo que tenemos y esperar a que las cosas mejoren… »- el temor inicial retornó al ambiente, muchas dudas afloraron en él, sus muecas y su constante cruzar y descruzar de pies lo delataban.

Para entrar en confianza de nuevo, le expuse mi criterio sobre lo que pensaba acerca del problema real de nuestra pelota. Le hablé de las malas decisiones en la comisión nacional, de Aragón echando tierra a las conversaciones con la MLB mientras Manfred les daba impulso en una conferencia de prensa celebrada en Tokio a inicios del Clásico.

«… Compadre, yo creo que el mal es ese, el del miedo, el de las ideas brutas y caducas, por no querer ceder es que todo se frena…» – le dije confiado, buscando que de una vez se abriera conmigo, – … Es algo incontrastable, por sí solas, las cosas dicen todo…» – me espetó con parquedad.

La ansiedad lo roía por dentro, en unos días se iría a Canadá, los capitales de Quebec le habían renovado su contrato y creo que pensaba más en ello que en otra cosa, pero con modestia siguió hablando conmigo otro rato más….

«… Yo quisiera, quién no quisiera jugar en una liga más fuerte, en las del Caribe o en las Grandes Ligas incluso, es algo que sueña todo pelotero…», – me soltó como una centella lo que tanto había anhelado escuchar; de a poco, ya sabiendo que se acercaba el final, comenzaba a quitarse el caparazón de tipo osco y terco que puso al principio.

Él sabía que faltaba algo por hablar, bueno yo hubiese querido saciar mi curiosidad respecto a  unas cuantas cosas como, por ejemplo, lo de su mentada bronca con Pestano tras la final de 2013 ante Villa Clara, pero era del equipo Matanzas lo que quedaba pendiente, el tiempo apremiaba…

«… Mira el equipo ha estado ahí en la pelea, siempre en el podio en los últimos años, no se ha ganado porque los play off son cosas diferentes, la calidad se concentra y no es igual. También es verdad lo de la mala suerte y la presión, pero bueno, cosas que pasan…»

— ¿Y Víctor?, ¿Cuánto ha influido en eso?, lo inquirí, sin dejarlo respirar siquiera. Él como un pez que busca oxígeno mira hacia arriba, luego hacia abajo, se rasca la cabeza y sonríe, – «… lo que pasa con él es lo que todos ven. Eso de estar todo el tiempo ahí y ahí, diciendo las cosas una y otra vez, repitiendo mil veces lo mismo, eso claro que influye, el entrenador tiene que darle confianza al pelotero, es verdad que él cambió la pelota aquí en Matanzas para bien, pero imagínate…»

Yurisbel Gracial
Yurisbel Gracial. FOTO: Ricardo López Hevia

Un sordo silencio invadió todo a nuestro alrededor, lo vi incomodo, tenso, tal vez no esperaba hacer esa confesión, no creía que era el momento, pero lo hizo.

En medio de aquella bruma, una llamada, – «… papeles de última hora, esto del viaje me tiene fundido…»- me dijo y con un fuerte apretón de manos nos despedimos. Lo que más me impresionó de Gracial fue su humildad, lo humano que es, todavía recuerdo esa última frase aquel día, … «Para mí lo importante es la familia, mis hijos, es lo imprescindible, lo demás es secundario…».