Anay Tejeda recuerda, con una mezcla contradictoria de alegría y de tristeza, el tiempo intenso y bello que vivió en el deporte.

“Te das cuenta de que es un regalo y un talento que te dio Dios. Tienes la obligación de explotarlo al máximo, sacarle provecho para ti, para tu familia”, cuenta la atleta cubana, quien hace años vive en Estados Unidos.

Por aquellos tiempos de juventud, volaba sobre las vallas, corría contra las mejores del mundo y lograba medallas internacionales, como el oro mundial juvenil en 100 m con vallas y un bronce en el Campeonato Mundial Bajo Techo de 2008 en los 60 metros con vallas.

“Pasa el tiempo y te das cuenta de que sí, lo explotaste, lo sacaste adelante, pero, ¿qué tienes después de 10 o 20 años dejando la vida en esa pista?: fotos y recuerdos”, dice la recordista nacional de los 100 metros con vallas.

En Estados Unidos, Anay Tejeda encontró una profesión que también ama y que le permite ayudar a otros a recuperar sus vidas.

“Es terapia ocupacional, algo parecido a la terapia física, pero en un nivel más básico. Uno ayuda a las personas después de que sufren ataques de corazón o derrames cerebrales o tienen accidentes, a recuperar sus funciones, como vestirte bañarte, comer: es una carrera bien linda”, explica.

La excorredora disfruta de la “bendición más grande”, la familia, aunque quizás en algún momento “regrese al deporte, porque es mi pasión”.

Anay Tejeda y sus hijas
Anay Tejeda y sus hijas

¿Dónde nació Anay Tejeda y cómo llega al deporte?

Soy de Marianao, en La Habana, por 124 y 35. Crecí en un edificio de tres pisos, el cual tiene una bodega. De hecho, mi mamá nació en esa misma casa y allí nacimos yo y mi hermana.

Con el deporte empiezo bien chiquita. Como casi todo de Marianao, estudié en una escuela en Ciudad Libertad. Un día, cuando tenía 8 años, pasaron haciendo captaciones para practicar deportes. Nací en el 1983 y con ocho años, ya era el Período Especial en Cuba. Yo me apunté primero para ballet y mi hermana empezó en baloncesto. No pude dar ninguna clase de ballet. Al final, terminé en atletismo. Me captó un profesor que tuve, Faustino Heredia. Tuve muchos entrenadores buenísimos, todos me ayudaron mucho. Entrené en Ciudad Libertad un tiempo.

¿Cómo fue el apoyo familiar para salir adelante?

Mi familia me apoyó mucho desde pequeña, era como la novedad. Tuve una tía que quería ser deportista, pero no pudo. Mi hermana era la que más me ayudaba. En esos tiempos, existían los llamados eventos combinados, siempre con un evento largo, creo a una vuelta y yo le tenía pánico. Cada vez que llegaba ese evento, empezaba a llorar y les decía a mi mamá y mi papá que me sacaran de allí. Los entrenadores les dijeron que ellos no podían ir más, que fuera otra persona, y ahí es cuando mi hermana empieza a llevarme.

En Ciudad Libertad se hacían eventos de municipios, en esos, siempre ganaba. Recuerdo que iba a correr con una trusa pequeña y mi hermana estaba ahí apoyándome. Los entrenadores siempre estaban contentos con mis resultados. Después, un entrenador me llevó a entrenar al Marrero, en la etapa de 14-15 años, y empecé a prepararme más en serio.

¿Qué significó el Periodo Especial en tu carrera deportiva y cómo impactó en tu vida?

El Periodo Especial creo que fue lo que, un poco, me empujó a meterme en el deporte. Eran tiempos difíciles. Yo entraba a la ESPA con 5 pesos que mi mamá me daba. De esos, tenía que guardar dos para la guagua y me quedaba con tres. Las tableticas de maní molido, eso era lo que comía por las noches, más la comida de allí.  Gracias a mi sacrificio y de mis entrenadores, siempre estuve en un equipo priorizado, por supuesto, priorizados significa más comida, te daban una proteína extra. Lo que más me afectó a mí en ese tiempo era el transporte, cuando tenía que ir de mi casa para la escuela.

¿De qué forma llegas a tu especialidad y cómo fueron aquellos primeros tiempos?

Yo quería correr 100 metros planos, pero El Moro, mi entrenador, me dijo que en 100 metros había mucha gente, que fuéramos para las vallas. Al Moro, por sus resultados, lo subieron al equipo nacional juvenil y me llevó con él, me logró poner en la ESPA, sin pasar por la EIDE. Estuve un tiempo allí y tuve mi primer evento internacional en España. Ese mismo año tuvimos los sub-17 en Polonia y cogí mi primer bronce en 100 m con vallas.

¿Cómo fue empezar a viajar cuando apenas era un adolescente?

Sabes cómo es en Cuba la situación económica que toda familia presenta. Con 15 años se dio mi primer viaje junto con otras atletas que también habían tenido resultado. Uno se da cuenta de que hay una posibilidad de ayudar a la familia, porque el objetivo principal era echar uno para adelante, pero ayudarlos a ellos.

A esos viajes, uno va con poco dinero porque no pagan mucho y en aquel tiempo menos, pero pude comprar unas cositas. El deportista cubano, al menos en aquel tiempo, salía, competía, pero también resolvía problemas que tenía la gente en casa. Al ver que podía viajar y que en mi categoría era una de las mejores, eso me dio un propósito. Eso a uno le da más fuerza para mejorar y crecer.

¿Cuál fue el impacto del deporte en tu vida?

El deporte es una carrera muy bonita, pero se vive con intensidad. Están las lesiones, los fracasos, las cosas fuera y dentro de la pista que te afectan. El sacrificio, el entrenamiento. Si yo tuviera la experiencia de ahora lo hubiese hecho un poco diferente, pero fue una etapa bien bonita y estoy segura de que quienes lo han practicado y miran para atrás, después, cuando no lo tienen, lo extrañan.

Cuando uno es joven no piensa tanto las cosas, pues crees que todo lo que haces está bien, pero cuando pasa el tiempo, uno se da cuenta de que se equivocó. Me da mucho sentimiento hablar de mi etapa deportiva, pues fue muy bonita, pero también muy dura. Creo que eso les ha pasado a todos los atletas. Vives esa etapa con demasiada intensidad, porque es el viaje, la fama, aunque no creo que yo sea muy famosa, pero es momento, ¿sabes?, de estar mejor que las demás personas, de conocer cosas nuevas. Uno mira para atrás y piensa que tenía que haber hecho las cosas diferentes. Pero esa es la belleza de la juventud.

¿Qué metas tenías entonces, cuando empezabas a descubrir el mundo y convertirte en una atleta de élite?

Cuando eres joven, quieres llegar a las metas más importantes, ves las Olimpiadas como un sueño muy grande. Piensas en las medallas mundiales, juveniles, pero el objetivo era alcanzar una medalla olímpica y mundial.

Tuve la suerte de viajar muy jovencita. Coincidí con Iván Pedroso, Javier Sotomayor, Yamilé Aldama, grandes estrellas del deporte cubano. Con Aliuska López, Anier García, esos eran mis referentes, llegar a ser como ellos. Al menos, era lo que quería. Lograr algo así de cerca y ser alguien en la historia del deporte cubano.

Hablemos de un momento especial, el oro del Campeonato Mundial Juvenil de Kingston, 2002, cuando apenas tenías 19 años. ¿Cómo recuerdas ese momento desde la distancia?

Fue uno de los momentos más grandes de mi vida, estaba entrenando con Orlando Meneses, bellísima persona. Fue un año bueno, porque estuvimos en la gira, llegué al Mundial como una de las favoritas. Lo de Jamaica fue perfecto, en el sentido del ambiente, de la música, la comida. Además, llegué al campeonato y gané. Lo recuerdo con demasiada emoción.

Recientemente, estuve en Jamaica y me trajo todos esos recuerdos de nuevo. Lo duro de aquella competencia fue que rompí el récord juvenil mundial, pero después me entero de que había sido con viento a favor y eso me derrumba, porque tenía ilusión de hacerlo. Por supuesto, fue una competencia que marcó mi carrera.

El deportista se sacrifica durante mucho tiempo para que todo se defina, muchas veces, en instantes.

Recuerdo todas mis competencias, pero creo que recuerdo más aquellas en las que salí mal. La gente ve al deportista en los eventos y siempre viene la crítica, pero no se dan cuenta de que entrenas el año entero para que el sacrificio se defina en un segundo. Hay muchas cosas que influyen. Pasas el tiempo entrenando, sacrificándote y privándote de mil cosas en tu vida personal y privada. Veo mis competencias ahora y estoy muy contenta de haber obtenido aquellos resultados.

Ahora estoy en un país diferente, en Estados Unidos, y cuando les digo a las personas mis resultados, creen que soy como una diosa. Ahora es que valoro realmente todo aquello que hice en Cuba, ahora es que uno piensa: era especial. Pude lograr muchas cosas que mucha gente no pudo. Estoy muy orgullosa de mis resultados, mi récord centroamericano. Sé que me sacrifiqué y pude poner el nombre de Cuba en alto y también el de mi familia. Lo que ellos hicieron por mí, lo pude recompensar. Eso es lo que me llevo de mi vida deportiva.

Anay Tejeda cuando ganó bronce en el Campeonato Mundial Bajo Techo de 2008 en los 60 metros con vallas.
Anay Tejeda cuando ganó bronce en el Campeonato Mundial Bajo Techo de 2008 en los 60 metros con vallas. LLUIS GENE/AFP via Getty Images

El otro gran momento fue el bronce del campeonato mundial bajo techo de 2008 en los 60 metros con vallas. En ese mismo año, implantaste récord nacional en los 100 m con vallas. ¿Qué recuerdas de aquel resultado tan importante?

Tuve el mundial de Jamaica, después el Centroamericano y llega el Mundial Bajo Techo, que para mí fue algo muy grande porque era una medalla entre adultos. Fue una competencia bien bonita de un año en el cual estuve muy bien. También logré el récord nacional en el 2008 antes de la Olimpiada, y eso sí que no me lo esperaba. Ya estaba entrenando con Santiago Antúnez. Uno como atleta ve el resultado del sacrificio y los entrenadores también, es un momento de alegría.

¿Qué pasó con los Juegos Olímpicos de 2008? ¿Crees que pudiste obtener mejores resultados entonces?

De la Olimpiada me fui muy decepcionada porque realmente ese año estaba muy bien. Fue el año en el que, inclusive, había roto el récord nacional de los 100 metros con vallas. Fue una Olimpiada en la cual los resultados tampoco fueron tan altos, no tan buenos como en años anteriores, pero eso es lo que pasa en el deporte y más, en la carrera con vallas. Sucede en los eventos de velocidad: puedes llegar al 100%, pero ocurren cosas que uno no puede explicar. La primera olimpiada mía fue en el 2004 y llegué con una lesión en el tobillo, con muchos dolores. En 2008, llego más preparada, pero igual: no pude dar lo mejor. Fue muy frustrante, pero es la vida del deportista.

¿Qué puede decir Anay Tejeda de ese gran entrendor que es Santiago Antúnez y de la escuela cubana de las vallas?

¿Qué te puedo decir de Santiago, si los resultados hablan por sí solos? Muy buen entrenador, a mí me apoyó muchísimo durante toda mi carrera. Creo que todo el mundo puede decir lo mismo de él, es una persona muy preparada, con mucho respeto ganado a nivel internacional. Defiende muchísimo a su grupo. Fue un privilegio haber sido parte de esa gran escuela de vallas que tuvo Cuba.

Compartiste época con grandes figuras del atletismo cubano. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos tiempos y tus compañeros?

Tuve la dicha de viajar muy jovencita y compartir con grandes figuras del deporte. Lo que me llevo de ellos es la personalidad de todos, pues eran muy sencillos, humildes. Para llegar a esos niveles tienes que tener ciertas características: ser muy competitivo, alegre, positivo. Ellos tenían como un grupo, todos se apoyaban, se ayudaban. Era un ambiente muy sano, en nivel bien alto. Fue un orgullo haber coincidido y mantener la amistad. Eso es lo que me llevo: las relaciones con personas con tanta calidad deportiva como humana.

¿Cuándo y por qué decides dejar el atletismo? ¿Cuán difícil fue tomar esa decisión?

Ya ese año no estaba compitiendo bien. Me estaba costando muchísimo trabajo poder cumplir con el entrenamiento y ponerme en forma para tener los resultados anteriores. Y en un arranque, pedí la baja. Fue una decisión difícil, porque el deporte era el centro de mi vida: fue así por más de 15 años. Pasar de estar en el deporte al 100 por ciento a tener contacto cero con este, fue complicado.

El deporte en Cuba tiene varios niveles. Están las superestrellas, que son los medallistas olímpicos y ellos, por supuesto, tienen más beneficios por los resultados. Luego, estábamos nosotros, que no teníamos muchas medallas, pero viajábamos, y luego, los que estaban en el equipo nacional, pero no viajaban mucho.

El mayor beneficio de los atletas de mi nivel era hacer un dinerito, comprar “pacotilla”, perder los hombros y la espalda cargando los superbolsos llenos de cosas, rezar mil oraciones a mil santos conocidos y no conocidos para poder montarlos en el avión y después, volver a rezar para que no te quitaran nada en la aduana, para poder sacar el bolso y, finalmente, poder sacar un dinerito para sobrevivir hasta el próximo viaje y repetir la misma historia otra vez. Llegó el momento en el cual me cansé y yo quería algo más, pero, en Cuba los sueños tienen alas cortas, por desgracia.

¿Qué hiciste y a qué te dedicaste después del retiro? ¿Cómo fue pasar de tantos años de competir a la vida fuera del deporte?

Después de que dejo el deporte, en 2010, me mantuve haciendo ejercicio. Más tarde, empecé a ser entrenadora. En Cuba cualquier cosa que tú vas a hacer es polémico, es difícil. Estuve un tiempo en el Ciudad Deportiva, aprendiendo con los entrenadores allí. Después, estuve un tiempo en el área de Marianao, en donde no había atletismo, porque es un área muy pequeña. Me pusieron un grupito de niños ahí de una escuela. Después, conocí al papá de las niñas y salgo embarazada. En el 2013, tuve una niña, Lauren. La más grande de las dos. Ellas son mis bendiciones. Pero, mi hermano vivía en Estados Unidos y cuando se hizo ciudadano, nos pone la reclamación a mi hermana y a mí. Llegamos en 2014 acá.

¿Por qué emigras?

Como todo cubano, por situaciones económicas. Es muy difícil, no vi ninguna manera de poder quedarme en lo que es el deporte, de poder salir adelante, o en algún momento tener un resultado. No vi forma posible de poder ejercer y lo intenté, porque la gente lo sabe.

En una esfera tan centralizada como el deporte, en la hay un solo equipo, es difícil que la gente que sale, los atletas que se retiran, se puedan insertar como entrenadores. A eso sumas las condiciones que hay en Cuba, que no eran las que había antes. Entonces, decidí dejarlo.

¿Cómo te adaptaste a la vida en un nuevo país?

La vida en Estados Unidos es muy diferente a la que uno tiene en Cuba. Vine con el papá de las niñas. Llegas a un país nuevo y tienes que empezar de cero. Por suerte, sabía un poco de inglés, pues mi mamá tuvo la visión de ponerme a estudiarlo.

Fue difícil, pero el deporte te crea condiciones físicas y también cualidades de carácter. Estás acostumbrado a salir adelante, a dar lo mejor de ti en lo que te propones. Llegué con la niña chiquita. Tuve un trabajo en una escuela secundaria, entré como traductora para enseñarle a los niños que acaban de llegar de países hispanos.

Doy gracias a dios por llegar a Estados Unidos. Nunca pensé vivir aquí. Como viajábamos a Europa, creía que terminaría viviendo allí, en España, por ejemplo, que me encantaba. Pero la vida me trajo hasta aquí. Estoy en un país que no es perfecto, tiene sus cosas buenas y malas, pero lo mejor que tiene es la libertad. Si te enfocas, llegas tan alto como quieras, pues el país te da las herramientas para eso. Estoy agradecida de haber salido de Cuba y haber llegado a Estados Unidos, pues este le da muchas oportunidades a los migrantes y la libertad se respeta. Estoy feliz de poder criar a mis hijas en un país así.

¿No intentaste insertarte en el atletismo?

Ellos tienen en esa secundaria su equipo de atletismo y me puse de voluntaria. Así fue como, más o menos, me inserto un poquitico en el deporte, por supuesto, en un nivel de secundaria. Después de unos años en esa escuela, salgo embarazada de mi segunda niña, mi segundo sol, que nace en 2017. Tras eso, paré un poco el sueño de perseguir el deporte y regreso a la universidad. Aquí estudio terapia ocupacional, algo parecido a la terapia física, pero en un nivel más básico. Uno ayuda a las personas después de que sufren ataques de corazón o derrames cerebrales o tienen accidentes, a recuperar sus funciones, como vestirte bañarte, comer: es una carrera bien linda.

Creo que he sido bendecida, porque tuve mi deporte, que me dio la oportunidad de conocer muchísimo, de explotar mi condición física y las habilidades que me dio la vida. Ahora, en Estados Unidos, encuentro esta profesión que también la amo, porque es una carrera en la que puedes ver mucho progreso en las personas que ayudas. Es totalmente opuesto a lo que hacía antes, pero también lo amo y estoy contenta.

¿Has logrado lo que buscabas?

Es una pregunta bien difícil, porque el ser humano siempre está buscando superarse. Si comparo mi vida en Cuba contra mi vida aquí, es diferente en muchos sentidos, pero he logrado muchas cosas. Aquí tienes la posibilidad de que, si trabajas, tienes tu salario y puedes vivir una vida decente con calidad. Puedo proveer un futuro para mis hijas, mi mamá.

Sí quiero más, por supuesto, sigo luchando por mejorar mi vida siempre. Estoy tratando de darles una mejor opción y una mejor oportunidad a ellas. En ese sentido, sí, he logrado lo que quería. Cuando me fui, más bien era pensando en mí, en mejorar mi vida económica, algo que he logrado también, pero ahora que tengo dos niñas, que soy más responsable y pienso más en ellas, sigo trabajando en eso.

Estoy en lo que es la rama de la salud, hago terapia. Uno venía con mucha ilusión de incorporarse al deporte, porque es la pasión. Pero aquí es diferente, tienes que llevar un equilibrio entre tu pasión y lo que te gusta contra pagar las cuentas, sostener una vida. No puedes vivir de ilusiones, porque hay muchas responsabilidades financieras que cumplir para poder lograr el sueño y ese futuro para las niñas.

Hace un año me intenté insertar de nuevo, estuve de voluntaria en una universidad trabajando un tiempo en la temporada de atletismo y me encantó. Pero, la vida que es muy dinámica y a veces tienes que bajarte de la nube y poner los pies en la realidad.

Quizás en algún momento regrese, porque es mi pasión y creo que, con los conocimientos que tengo, sería un desperdicio no poder transmitirlos.

¿Sigues pendiente al deporte en Cuba?

No veo mucho deporte, no estoy muy pendiente de los resultados de la gente en Cuba, aunque sé que hay muy buenos atletas. No por nada, sino porque esa parte es un poco dolorosa, son cosas que tengo en la memoria. Amo mi vida de deportista, pero es un poco triste por tanto amor por el deporte que uno tiene, por la forma en la que uno tuvo que irse. Es un tema un poco complicado.

¿Cuáles han sido los momentos más duros de tu vida, dentro y fuera del deporte? ¿Cuáles, las mayores bendiciones?

Cuando eres joven y pasa algo en el deporte o con los novios, las medallas, uno piensa que es el fin del mundo, que se te cayó la vida. Por ejemplo, en la olimpiada del 2008, cuando llegué y vi a la gente con tiempos que yo había hecho mil veces en ese año, y no pude, eso para mí fue un momento triste. También recuerdo un Panamericano en el que salí mal y estaba llorando afuera. Esos fueron momentos difíciles, pero pasa el tiempo y mi papá fallece. Ese fue el momento más negro de mi vida.

En cuanto a lo mejor, creo que la bendición más grande es mi familia y estoy criando a mis hijas con el concepto de que la familia es lo principal. Puedes tener afuera todos los logros del mundo, pero tu familia es tu pilar, tu roca. Así es como las estoy criando a ellas. Siento que los logros más grandes son ellos, mi madre, el padre que tuve, mis hermanos. Hasta ahora, el golpe más duro de mi vida fue perder a mi papá cuando estábamos tan llenos de planes y tan a la puerta de lograr tantas. La bendición más grande, mis hijas.

¿Eres feliz?

Miro para atrás, hago un resumen y creo que sí, independientemente de que ahora ya tengo más experiencia. Por supuesto, como todo mundo, si pudiese regresar atrás, hubiese hecho cosas diferentes. Saco cuentas y creo que sí, soy feliz.

He hecho lo mejor que he podido con el conocimiento que he tenido gracias a la educación que me dieron mi madre y mi padre, y los consejos que me dieron mis entrenadores. Me siento una persona realizada. Tengo muchas metas, muchos proyectos y quiero seguir creciendo, como profesional, como madre. Sé que la vida me va a dar la oportunidad porque pienso que a las personas buenas les pasan cosas buenas y yo me considero una persona buena. Porque cuando puedo, ayudo, no trato de pisar a nadie. Estoy en mi mundo tratando de salir adelante.

He podido construir grandes momentos con mi familia y eso es lo que uno se lleva. Quiero seguir trabajando, seguir creciendo y aprendiendo de la vida.

En cuanto al deporte, es triste, porque te das cuenta de que es una cualidad, un regalo y un talento que te dio Dios. Tienes la obligación de explotarlo al máximo, sacarle provecho para ti y tu familia. Pasa el tiempo y te das cuenta de que, sí lo explotaste, lo sacaste adelante, pero, ¿qué tienes después de 10 o 20 años dejando la vida en esa pista?: fotos y recuerdos.

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Imágenes cortesía de Anay Tejeda y LLUIS GENE/AFP via Getty Images
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