El nombre de Lázaro Madera, uno de los grandes bateadores de una generación dorada, es parte de esa extensa lista de jugadores a los que el premio de vestir la camiseta de las poderosas selecciones nacionales cubanas de béisbol se les hizo esquivo en su carrera.

“Injustos quizás en algo, pero no creo que se haya sido tanto, porque en esos momentos había peloteros de buena calidad. Por rendimiento, lo merecía y tuve años de hacerlo, pero a veces otros que no tenían rendimiento se destacaron un año e hicieron un equipo”, dice.

Lázaro Madera cuenta su historia, sentado en un banco de unos de los parques más transitados de la ciudad de Pinar del Río, sin esconder su sonrisa.

Tiene más de 60 años, trabaja en un combinado deportivo, pero sus batazos espectaculares y su peculiar zona de bateo siguen frescos en la memoria beisbolera de los aficionados cubanos.

“No haber integrado el equipo Cuba influye mucho en estos momentos, porque muchos hicieron equipo olímpico sin ser peloteros de alto relieve y ganan un dinero y otros fueron a un Centroamericano o un Panamericano. Los valoras ahora, pero se pusieron dichosos”, afirma.

Durante 15 temporadas, Lázaro Madera acumuló promedio ofensivo de 324, con 1872 indiscutibles, además de pegar 264 cuadrangulares, 297 dobles, 26 triples, 1093 carreras empujadas y en 909 ocasiones pisó el home plate: la justicia hacia este hombre nunca llegó al nivel de su bate.

Quizá, mereció vestir más el uniforme de principal equipo Cuba, más allá de los nombres que coincidieron en la misma época. Los argumentos detrás de los que se debieron escudar para alejarlo de ese privilegio en aquellos años, siempre quedaron disminuidos ante su rendimiento excepcional.

Lázaro Madera béisbol cubano
Lázaro Madera

Los comienzos de Lázaro Madera

Se presentó por vez primera a un área especial con 16 años, pero desde antes, la radio, las visitas al estadio Capitán San Luis y los juegos después del trabajo en el campo, ya lo habían acercado al deporte.

“Yo mismo fui hacer una prueba a un área especial muy buena, me hicieron las primeras pruebas y aprobé. Luego, comencé a entrenar todos los días. Bateaba mucho y ahí empecé a acomodar la posición. En ese tiempo, a la defensa no era bueno porque hasta en la Serie Nacional, cuando me inicié, tenía mis deficiencias. Empecé muy tarde en la pelota, pero batear si bateaba donde yo jugaba en el campo. El fildeo lo mejoré, finalmente, pero la ofensiva fue el alma mía toda la vida”, recuerda.

Su inicio en la pirámide deportiva comenzó en la Escuela de Iniciación Deportiva (ESPA) y su primer Campeonato Nacional Juvenil le abriría las puertas a un llamado a la preselección nacional de la categoría, de la cual no llegaría a formar parte por el llamado al Servicio Militar.

“Me dieron un papel aquí, lo entregué en el camión cuando me montaron y terminé en la Escuela de Cadetes donde lo volví a mostrar y fui a parar en Matanzas, donde pasé el curso de morteros de 120 mm. Allí vi los preseleccionados juveniles que fueron a jugar. Pineda era el director, hablé con él, pero ya no había chance, pues el equipo estaba casi hecho y entonces, comencé a jugar pelota en el Servicio Militar. Luego, regresé a Bauta para la Escuela de Cadetes”, recuerda.

Estando en esa misma institución militar llegaría su primera Serie Nacional, en la cual vestiría los colores de La Habana. “El rendimiento fue muy bueno, tenía 20 años, me achacaban mucho la defensa, pero en el bateo era excelente. Podían ponerme cualquier contra pícher. Recuerdo que jugamos un nacional estando yo en la FAR y vinieron Alemán y Vinent por Oriente y otros lanzadores nacionales y acabé con ellos”, cuenta.

“Hice el equipo provincial. Entonces, Urbano González y Navaja González eran entrenadores y Ñico Jiménez el director. Me ayudaron mucho en el sentido de que no me echaron para un lado, porque veían las condiciones, me aconsejaron muchísimo, que me preparara que podía hacer más”, explica.

En aquel primer año, el no haber completado las comparecencias al bate lo privó de obtener la corona de bateo ganada por Juan Hernández. Luego de un inicio como jugador de cambio, terminaría siendo titular indiscutible y llegó a formar parte del equipo de Ciudad de La Habana en la Selectiva.

Regreso a tierra de grandes beisbolistas

“Al otro año, regresé para Pinar del Río por condiciones que no me pusieron en La Habana. Yo recuerdo que hablé con el Comisionado estando en Bauta. Terminaba el servicio y me dieron la baja por estímulo, pero no me dieron las mejores condiciones, tenía que quedarme en el estadio y vine para Pinar del Río”, dice.

Lázaro Madera llegaba a un elenco que acababa de obtener el título nacional, un hecho que marcaba el inicio de su carrera como jugador en Pinar del Río, una tierra que ha tenido algunos de los más grandes beisbolistas en la historia de Cuba.

“Con Jorge Fuentes como director no tuve problemas. También, habló conmigo el primer secretario del Partido en la provincia, Jaime Crombet, quien me dijo: ‘si vienes para acá te doy casa y trabajo’. Efectivamente, lo cumplieron. El primer año con Vegueros estuve entre el octavo y noveno bate en la alineación. Inauguramos contra Forestales y arranqué con un jonrón contra Julio Romero y bateando muchísimo. Ese mismo año terminé de tercer bate y Omar Linares era primero y bateador designado. Después, pasó para el tercer turno. Entonces, estaban en el equipo Luis Giraldo Casanova, Fernando Hernández y siempre estuve por detrás de ellos”, cuenta.

“A nosotros nos gustaba la pelota. Yo jugué en Vegueros y La Habana y nos quedábamos en un albergue, el almuerzo era en una bandeja, había mosquitos, había que bañarse con agua fría. Lo de nosotros era jugar a cualquier precio, por lo menos, en esa generación, lo que soñábamos era eso.

“Nosotros no dormíamos, llegábamos a un albergue en el que los mosquitos acababan con nosotros debajo de las gradas y no había ni ventilador. A las 10 de la mañana entrenábamos y a las 8 de la noche jugábamos porque la mayoría de los juegos eran en la noche o a la una de la tarde cuando era en el campo y no había problema, nadie se quedaba”, dice.

Las ausencias del equipo Cuba A y la zona de bateo del “hombre que le tiraba a todo”

Sobre sus ausencias en los equipos Cuba vuelven nuevamente mis preguntas, una insistencia que no parece molestarle. Pero, por reiteradas, se muestra más sincero esta vez.

“Me sentí mal muchas veces, pero seguía, lo mío era jugar pelota, y yo jugué en muchos equipos B. Merecí más, como lo mereció Romelio Martínez, quien sufrió como pude haber sufrido yo. Hasta a Luis Giraldo Casanova se le empezó a atacar ya al final, pero logró muchos objetivos. Pasó con Lázaro Junco también, y coincidimos mucho. Cuando aquello, Miguelito Valdés era el que mandaba en la pelota, ponía al director y todo, nunca se reunían con nadie. Yo reventaba la liga y terminaba en el B, siempre el B y muchos que no jugaban en la Serie por lesiones estaban en el equipo sembrados.

¿Pudo haber sido la defensa ese punto débil para basarse en decisiones tan injustas?, pregunto.

“Lo que yo me propuse fue mejorarla y la mejoré, recuerdo que Jorge Fuentes me dijo: ‘hagas lo que hagas, tú vas a jugar jardín izquierdo’ y nunca embarqué un campeonato, eso es cuento de camino nunca lo hice¨.

Aquella amplia zona de bateo es la imagen que más ha trascendido del Lázaro Madera jugador, quien en el imaginario popular beisbolero ha quedado como el hombre que le tiraba a todo.

“Fue algo natural, yo la practiqué, porque notaba que, por donde me tiraran, la golpeaba bien. Le tiraba fuerte a todas las pelotas y cuando haces eso, aunque esté fuera de la zona, tiene que caminar. Hay quien tiene el swing bueno para la pelota que le gusta en la zona de strikes y cuando se la mueves, lo que hace es taparse y yo no me tapaba: les hacía swing duro a todas.

“Muy pocos lanzadores se me hicieron difíciles, yo me preparaba para la zona y si el pícher lanzaba bajito, bateaba a la bola bajita. Fueron 15 años viendo a los mismos pícheres y sabía cómo trabajaban”, detalla Lázaro Madera.

De esos años, intenta buscar en su memoria algún recuerdo que lo marcara y esto no se le hace difícil.

“En una ocasión, Jorge Fuentes me sentó en Villa Clara cuando estaba en la locura de robar bases, pues era un juego que estaba apretado y yo salí para segunda y me pusieron out. Seguí jugando y en otra jugada Albertico Martínez me puso out. Jorge me sentó y me dijo: ‘te voy a poner a jugar cuando me acuerde’. Me callé y a los pocos días tocaba contra Camagüey y estaba en el bullpen con los pícheres. Manuel Álvarez estaba lanzando y en el noveno el juego andaba 1×0 en favor de ellos y en el último chance, Jorge Fuentes estaba loco en el banco buscando y me llama para que fuera a batear. Di jonrón y ganamos 2×1: Manuel se tiró en la lomita a llorar y cuando me le acerqué me decía: ‘loco, me mataste el juego’.

La migración, el béisbol y la partida de su hijo

La sociedad cubana, como su deporte, no son los mismo de aquellos años en los que Lázaro Madera formó parte de una generación con intereses y motivaciones diferentes.

“El desarrollo de ahora no es el mismo de antes, ni las condiciones. Los peloteros ven muchas ligas, han emigrado muchísimos y ven el beneficio. No estamos viviendo momentos muy buenos y el pelotero también es humano”, afirma.

“Hay que motivar a los peloteros, continuar con los contratos, pero por la federación cubana para que pueda utilizar sus peloteros. Esos que no nos han abandonado pueden jugar aquí, hay que tratar de motivarlos. A nosotros antes nos daban una casita, como la que tengo, que me la dio la pelota. El carrito que tengo es por los viajecitos, y jugué en Japón y pude coger un dinerito. Hay que motivarlos con algo y que ellos sientan que vale la pena seguir aquí”, añade.

El fenómeno de la emigración también ha tocado de cerca a Lázaro Madera, con la partida de su hijo Osniel, quien formó parte en series nacionales de equipos de Pinar del Río.

“Él estaba muy herido cuando lo dejaron fuera del equipo, se enteró como a las 2 de la tarde después de todas las entrevistas que le hicieron en La Habana. Fue a una segunda entrevista en la Villa Panamericana y también los suspendieron. Me llamó como a las 6 de la tarde para buscarlo. Sus compañeros se iban a las 5 de la mañana y él no podía ir, eso fue para mí como sentir la muerte, llegué en la madrugada y comencé hablar con él. Lo único que me dijo fue: “en Cuba, no juego más pelota”.

“Al otro día, lo fui a buscar, hicimos una comidita, empezamos hablar y se encaprichó en no jugar más pelota: eso fue entre un martes o miércoles y el viernes me enteré de que se había ido y ni me lo dijo a mí. Si se va y logra su objetivo, que lo haga”, dice.

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El regreso de los que “se fueron” al equipo Cuba del Clásico

Varios de los peloteros que un día estuvieron dentro del campeonato cubano regresaron para integrar el equipo nacional que participa en el Clásico Mundial de Béisbol y Lázaro Madera tiene una opinión muy clara al respecto.

“No, no puedo estar de acuerdo nunca. Quisiera que a los peloteros de aquí les dieran la oportunidad y que participaran ellos en el Clásico Mundial porque no es lógico que todo el que se ha ido esté por arriba ahora del que se quedó jugando la Serie Nacional”, afirma.

“La única motivación que tiene un pelotero en Cuba es un viaje, que nosotros ‘luchábamos’. Nos gustaba mucho la pelota, pero estábamos locos viendo cuando salían los equipos A, B y C para saber en cuál estábamos para dar un viajecito y traerles algo a la familia, para llegar al barrio y decirlo. Esa es la única motivación del pelotero cubano y si se la quitas, que se vayan todos y que hagan los equipos con los de afuera”, añade.

“Los que están fuera mediante contrato por la Federación Cubana sí, pero los que se han ido y se han puesto a hablar hasta mierda de esto, no hay motivo para ponerlos al mismo nivel que los de aquí, porque a los pocos que van los vuelven locos allí”, expresa.

El adiós y la nueva viva como entrenador

Su última temporada en la pelota cubana fue durante la II Copa Revolución en la que terminó con promedio de 409, solo por detrás de Javier Méndez. Después, vino el adiós de los terrenos cubanos como jugador, pero Colombia y Japón fueron sus siguientes escenarios antes de pasar a trabajar como entrenador en la EIDE, áreas especiales, series provinciales y ligas de desarrollo. Los títulos no le han faltado.

“Hasta ahora estoy conforme con lo logrado, pues el tiempo en la pelota es una cosa y la calle es otra, pero he sabido llevar las dos. Cuando estoy en la pelota lo hago serio y he tenido resultados como jugador, también como director, con equipos provinciales sub-23. Quizás me deban alguna propuesta para trabajar algún equipo sub-23 o Pinar del Río, porque pienso que me lo merecía y creo que por disciplina no haya sido. A lo mejor, es por cosas que a alguien no le convino o interesó o no le gustó, alguien que no me conoce y no sabe cómo soy yo: por ese lado, sí siento alguna molestia, pero por lo otro, no tengo problemas.

“Ese reconocimiento es el que falta. Recuerdo que Casanova tuvo una Serie Nacional muy buena, clasificó y lo desaparecieron y así mismo pasó con Giraldo González y Alfonso Urquiola, por un comentario mal enfocado en una entrevista acabando de ganar un campeonato. De una persona que sea capaz de hacer eso que hizo con Urquiola, ¿qué se puede pensar? A Gallardo también se lo hicieron, discutiendo un campeonato, al otro año ya no estaba dirigiendo. Yo trabajé mucho, jugué mucha pelota y logré lo que pude. Cuando eres jugador está en tus manos, pero cuando eres trabajador, depende de las decisiones de mucha gente y a veces, son erróneas”, explica.

“Estoy trabajando aquí, no quiero entorpecer ni quitarle el trabajo a nadie: quiero ayudar para que la gente salga adelante. Tengo mi carrito para moverme, la casa, mi familia y me siento bien. Cumplo con mi horario de trabajo en el combinado deportivo y lo hago bien, y voy cuando me llaman para el estadio para apoyar, o para ayudar con los muchachos”.

A Lázaro Madera también le ilusiona y disfruta acompañar a su otro hijo de 13 años, quien se abre camino en el béisbol desde el jardín central. Desde ya, nos anuncia que “la puede luchar” y quién sabe si el apellido Madera siga su legado en un equipo que ha visto a más de uno de ellos triunfar.

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Imágenes cortesía de Darien Medina y Cubadebate
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