Cuando Tite tomó el testigo de Dunga en las eliminatorias rumbo a Rusia 2018, lo primero que hizo fue construir un equipo sobre el orden. Cimentó la idea en sus jugadores que lo primero era al arquero en cero y desde ahí convirtió al Scratch en una roca para remontar el mal momento en esa eliminatoria y llegar así al país de los zares con la vitola de favorito.

Era aquel un equipo que presionaba bien en todo el campo, replegaba de manera organizada y defendía el área como pocos. El talento lo ponían Neymar, Dani Alves y algo de Coutinho. Utilizaba un trivote (Casemiro, Renato, Paulinho, matizado en el mundial quitando a Renato y colocando a Williams) en el medio con mucho recorrido y con capacidad de compensar y correr por los buenos.

El principal problema que tenía aquella selección era que no le sobraban esos “buenos”. Por eso contra equipos que se le encerraban en bloque bajo, dependía en exceso de la genialidad de esos cracks con los que contaba.

En el trascurso de Rusia a Qatar, a Brasil le empezaron explotar esos jugadores que le faltaban. Apareció Vinicius, Raphina, Paquetá, Richarlison, Antony, Rodrygo, Militao, salió la mejor versión de Gabriel Jesús y los veteranos mantuvieron el nivel.

Tite poco a poco los fue sumando a la dinámica de la selección, para desde el orden construido empezar a sumar fantasía. Hoy Brasil es un equipo al cual hacerle una ocasión de gol es subir un Everest y evitar que no te hagan goles es moverse más rápido que la luz.

Brasil se mete en los cuartos de final de Qatar 2022 dando la mayor exhibición de la Copa del Mundo. En 35 minutos le hicieron 4 goles a Corea del Sur y pudieron ser más. Tite, sin tener laterales “naturales” decidió colocar a Danilo en izquierda y Militao en derecha, lo que convertía al equipo cuando tenía el balón en un 3-2-4-1, porque el jugador de la Juventus se colocaba a la misma altura de Casemiro para abortar posibles contragolpes cuando el equipo perdiera el balón en campo rival.

Corea del Sur salió a jugar de tú a tú como si delante de ellos no hubiese un equipo infinitamente superior, el castigo a esta afrenta fue lapidario. Los cinco de arriba de Brasil: Vinicius, Raphina, Paquetá, Neymar y Richarlison estuvieron inspiradísimos al igual que los que están por detrás de ellos abortaban cualquier amenaza coreana.

Combinaciones al alcance de ninguna otra selección. Sumaban regate, velocidad, precisión e imaginación para ir desmontado el entramado defensivo asiático.

El primero fue obra de Vinicius, el crack del Madrid anotó tras parar el tiempo dentro del área y definir sutilmente por el único hueco que dejaba una muralla coreana, todo esto después de una gran jugada individual de Raphina.

El segundo lo marcó Neymar de penal. En el tercero se juntaron Richarlison, que hizo jueguitos con el balón tocó en la frontal con Thiago Silva quien, como si fuera un media punta, le devolvió una pared sensacional para que marcara a placer el jugador del Tottenham.

El cuarto fue el acabose, una transición iniciada por Richarlison, pausada por Neymar, acelerada y asistida con un gesto técnico genial por Vinicius y culminado por Paquetá. Pudo ser más la masacre, pero entre el arquero y la relajación de los brasileños no hubo más sangre.

El segundo fue para rellenar el partido, para que Allison hiciera varias paradas de mucho mérito y para que Corea anotara el gol de la honra.

Brasil convirtió el Estadio 974, el de los contenedores, en un sambodromo, en un homenaje al enfermo Rey Pele y un grito al resto de candidato que para ganar el Mundial hay que tumbar al Jogo Bonito de Tite que tiene Orden y Fantasía.

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Imagen cortesía de Getty Images