Cuando aquella bella mujer de piel blanca y ojos azules comenzó con los dolores de parto aquel día de San Lázaro de 1962, familiares y amigos de la barriada de la Habana Vieja, en el consejo popular La Catedral, prendieron velas e hicieron pequeñas ofrendas a sus santos porque sabían que el niño venía bendecido.

El alumbramiento ocurrió 15 minutos después de concluido ese día, pero el nombre de Lázaro ya nadie se lo iba a quitar. Nacer el día de la Virgen de la Esperanza también era una clarinada para esa mujer humilde que lavaba y planchaba “para la calle”, y que contra todas las barreras sociales había llevado en su vientre durante nueve meses el fruto del amor con aquel negro machetero.

Así nació quien un día se convertiría en el mejor lanzador del país y que jamás perdería un partido vistiendo el uniforme del equipo Cuba, el supersónico Lázaro Valle Martel.

En medio del sincretismo religioso y del rico folklore que caracteriza nuestra nación, creció el fuerte y mestizo niño. Su abuela le regaló una estampita de La Mano Poderosa que la madre le leía a diario, pero sin imaginar siquiera que el potente brazo de este lo llevaría unos años después a la gloria y le aseguraría un puesto entre los inmortales del beisbol cubano.

“Desde chiquito siempre me gustó andar con un palito bateando piedras. Me ponía a jugar solo en la casa, hasta que un día mi papá me regaló un guante y una pelota y ese fue el día más feliz de mi vida”, dice Lázaro Valle a Play-Off Magazine.

Allí, en el hoy llamado parque de La Maestranza, en el Camilo Cienfuegos o el Máximo Gómez, donde está el túnel de la bahía, se pasaba las horas jugando en los “pitenes” de barrio el futuro ganador de una medalla de plata olímpica, dos de oro en Juegos Centroamericanos y del Caribe, y tres del mismo color en Campeonatos Mundiales y Copas Intercontinentales.

“Siempre fui muy fan a la pelota. Fíjate que un día jugando en casa le rompí a mi mamá un juego de copas de Baccarat que era muy caro. Me dieron muchos golpes por eso”, recuerda Lázaro Valle.

Fue en el famoso Pontón de Centro Habana, bajo las órdenes de Guillermo Díaz y del exreceptor del Marianao Alberto Álvarez, donde comenzó a jugar este deporte de forma organizada, junto a Rolando Verde y Orbe Luis Rodríguez, quienes después llegarían también a formar parte del equipo Industriales.

Carismático y siempre muy honesto, este hombre que durante 15 Series Nacionales ganó 138 partidos-25 de ellos de forma consecutiva -y que exhibió una efectividad de 3.39 PCL con 16 lechadas y mil 353 ponches-, accedió a responder nuestras preguntas porque la historia tiene más valor si la cuenta el protagonista.

Sé que naciste en la Habana Vieja, sin embargo, en todas las biografías que he leído dice que fue en Villa Clara. ¿Por qué?

Nací en maternidad obrera, pero, a principios de la revolución había muchos problemas con las inscripciones de nacimiento y mi papá estaba haciendo zafra allá en Las Villas y me inscribió por allá por Encrucijada, pero soy nacido y criado en la Habana Vieja y estoy muy orgulloso de eso.

¿Lázaro Valle es religioso?

Todo el mundo sabe que soy del panteón Yoruba, soy ahijado de Celina González, la difunta cantante a la que quería mucho, y de Mario Izquierdo, tío de uno de los integrantes del grupo de Pello El Afrokán, mi padrino de Ifá. Soy hijo de Shangó hace 34 años y muy amante del Ángel de mi Guarda.

Quiero mucho a la Caridad del Cobre, pero mi santo es Yemayá y tengo fijación también con Elegguá por mi número 21, que, aunque nunca lo quise, por cosas de la vida fue el que me tocó en mi uniforme.

Comienzas como jugador de posición y luego de unas temporadas te conviertes en lanzador. ¿Cómo fue ese cambio y quiénes tuvieron que ver en eso?

Comienzo en Industriales en el 1979 como tercer cácher. Tenía un brazo muy fuerte y fuerza al bate, pero ahí estaba Pedro Medina. Dos años después, me cambian para Metropolitanos como receptor, jardinero y primera base y llegué a ser cuarto bate de ese equipo.

Nunca me gustó pichear. Si hubiera sabido que iba a ser el pícher que fui nunca hubiera bateado, pero yo quería ser como Luis Giraldo Casanova, como Armando Capiró.

Recuerdo que era niño, tenía unos 11 o 12 años, cuando se fue una bola de foul para el left field, yo lo busqué y la lancé. Ahí estaba Capiró y me dijo que yo tenía tremendo brazo. Aquello se me quedó en la mente.

Ya después en Series Nacionales, el desaparecido José Modesto Darcourt, el mismo René Arocha, y Pedro Chávez, me animaron para que lanzara. Me decían que a pesar de mi fuerza al bate no era productivo y que me dedicará a pichear, y así lo hice.

Comencé en la Serie Provincial y di un juego perfecto a un equipo de Boyeros.

En la primera temporada mía como lanzador (1985), Arnaldo Raxách le dice a Chávez que me ponga a lanzar. En Grandes Ligas había un lanzador que se llamaba Bob Feller que era un supersónico, y cada vez que salía a calentar me decía: ahí va Bobby. Yo solamente tiraba rectas.

Después tuve la ayuda de Juan Izaguirre (que en gloria esté) que me quería como un padre, y entre Arocha, Darcourt, y Ángel Leocadio Díaz, me enseñaron la slider, aprendí el cambio y fui evolucionando como lanzador.

Exbeisbolista cubano Lázaro Valle
Exbeisbolista Lázaro Valle, quien integró las selecciones nacionales cubanas y también el equipo más ganador del béisbol cubano, Industriales. Foto: Hansel Leyva

¿Qué necesita un lanzador en cualquier liga para ganar 25 partidos consecutivos como Lázaro Valle hizo una vez?

Hoy en día la juventud tiene que aprender más. Tienen que saber que existen tres tipos de slider. Yo tenía una que era para dar strike, otra que era para ponchar y otra para que me batearan de rolling. Ya lo dijo Ted Williams, que desde que se inventó la slider, se acabaron los bateadores de 400: es el único lanzamiento que te crea un túnel entre el swing y el bate.

Mi recta, aunque era supersónica, tenía que tirarla de dos o tres formas, pero mi mejor lanzamiento el bateador no lo veía hasta que no había una situación difícil de juego porque después no tenía como defenderme.

El cambio es otro lanzamiento muy bueno que yo usaba porque desestabiliza al bateador, pero hay que saber cómo lanzarle a cada jugador. Yo siempre decía que la recta que le tiro a los primeros cinco bateadores no puede ser la misma que le lanzo al resto, porque antes se lanzaba nueve innings. Eran bateadores tan buenos que con el mismo lanzamiento que tú lo ponchabas, después te cambiaban la decoración del juego.

Aprendí a conocer a los bateadores, sabía quién corría más, quien era más efectivo, etc. Antes de pichear estudiaba a los contrarios, le pedía una carta de picheo al estadístico para saber cómo bateaba el equipo contrario. Todas esas cosas yo las fui implementando.

En Cuba, los muchachos vienen con mucho déficit de las categorías inferiores. Han tenido muy buenos entrenadores, pero como digo yo: el papel no te ayuda a sacar outs.

Hay que rescatar algunas glorias deportivas que fueron lanzadores de nivel para que ayuden esos jóvenes, porque nos estamos quedando atrás. Ya no es el equipo Cuba que la gente veía y se asustaba, muchos países nos han perdido el respeto, cualquiera viene y nos pinta, nos da siete u ocho ceros.

Me gustaría que me hablaras de tu experiencia en aquel famoso partido con los Senadores de San Juan, primera vez que Cuba se enfrentaba a profesionales

Recuerdo que llegué a Puerto Rico y me puse a mirar a esa gente, ellos ya me conocían. Vino un periodista y me preguntó qué yo sentía al ser aficionado y lanzarles a esos profesionales de la talla de Carlos Baerga, Juan González, Javi López, y Carmelo Rodríguez. Le dije que sentía mucho respeto por ellos por ser jugadores de mucho nivel, pero que las 97 o 98 millas que yo tiraba eran lo mismo en el béisbol rentado que en otro lugar y había que fajarse.

Siempre me dije que ellos iban a ver mi recta cuando yo quería, pero para eso había que pensar y tenía que dar strike. Dejé el juego ganando 3-2 en el octavo, solo me hicieron dos carreras sucias.

¿La estrategia para lanzarles te la trazaste tú mismo?

Bueno, teníamos a Miguel Valdés y a Jorge Fuentes que sabían mucho, pero ya yo sabía pensar porque desde el día antes yo estaba analizando los numeritos que ellos tenían en la MLB.

Una vez dije que prefería lanzarle diez veces a Omar Linares que no cinco a Antonio Pacheco, no porque no fuera un extraclase, porque aquí hubo un tiempo que a él no se le podía lanzar, era por el sistema que tenía.

En ese juego me sentí muy bien y levanté mucho la autoestima. Nosotros teníamos un lema: con una yo gano, con dos es difícil, y con tres es imposible. Eso tienes que tenerlo en mente cuando eres un pícher de nivel.

Cuando le dieron el jonrón a Omar Ajete y nos ganaron el juego fue muy doloroso porque significaba mucho para mí, eran jugadores de élite. Cuando hay dos outs, él le pichea a Brian Thompson en conteo de dos y cero y le conecta hit. Luego, quiso tirarle curva a Javi López y le da el batazo, es decir, lo perdió todo en dos lanzamientos.

Después en la entrevista, yo mismo me levanté el ego porque era el béisbol cubano el que estaba en juego y no Lázaro Valle, porque Lázaro Valle puede ser cualquiera.

Me gustó porque vinieron Víctor Mesa, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, etc., y me motivaron con sus palabras, pero desgraciadamente perdimos y los juegos buenos no se pueden perder a la hora cero, y por eso me sentí un poco abrumado.

Pocos saben que, en aquella victoria que le diste a Industriales en 1996 para proclamarse campeones tuviste que lanzar con el dolor de haber perdido a tu padre hacía muy pocas horas ¿Cómo pudiste sobreponerte a eso?

Por el amor al uniforme, a la camiseta. Eso se lo agradezco a mi señora esposa Margarita. Esa fue la victoria más amarga de mi vida, la más triste. Aquella victoria la tengo grabada en video, pero, hoy por hoy, aún no puedo verla porque me trae muchos recuerdos.

Mi papá se me muere un 21 de febrero, ese día me tocaba pichear y fue El Duque quien tuvo que hacerlo. Ellos ganan 5-3 y hubo que ir para Villa Clara con la serie 3-2 a nuestro favor.

Lo enterré el 22 y Margarita me dijo que fuera al juego. Llevaba 31 horas sin dormir y déjame decirte que el director Pedro Medina me apoyó mucho. Leocadio no quería que yo lanzara, pero lo hice por aquellas cosas que uno hace por su equipo, por la camiseta, por el amor al béisbol.

Recuerdo que Javier Méndez me dijo que tenía mucha fe y una confianza del carajo en mí, y fui para allá.

Cuando llegue salí a calentar, tiré solo cinco pelotas y me mandé a correr para el bullpen sin que me llamaran. Medina me preguntó qué yo hacía ahí y le dije que venía a pichear.

Le di ocho ceros a esa gente. Acebey abrió dándome tubey y después creo que solo me dieron uno más y el equipo se desbordó a batear, pero fui con tanta fe y tantos deseos de ayudar a mi equipo porque hacía rato que Industriales no ganaba y creo que se lo merecía, que todo salió bien.

Le agradezco mucho a Medina por eso. Verde y Lázaro Vargas también me apoyaron mucho ese día. Esos tiempos eran diferentes, a pesar de todas las limitaciones que había.

Yo no tenía carro, estaba el Periodo Especial y tenía que ir desde Guanabo en bicicleta a entrenar a la Ciudad Deportiva. Son 26 kilómetros para acá y 26 para allá, se vio el fruto del sacrificio que uno hacía.

Lázaro Valle fue uno de aquellos peloteros que fueron retirados a la fuerza por la Comisión Nacional, aunque en tu caso, luego pudiste regresar a los terrenos.

A nosotros nos retiraron, nos botaron a todos. Tuve que estar en Japón dos o tres años y luego regresé. Yo no quería jugar más, me habían mandado para Japón sin decirme nada.

Aquello fue un retiro masivo que me privó de varias victorias en Series Nacionales. No sé de quién fue esa idea, pero así fue. Un día me llamaron y me dijeron que si quería ir para Japón e imagínate, desde el punto de vista económico eso hacía falta. Mi hija tenía dos años, nadie me dio una explicación y estaba entre la espada y la pared, y me fui.

No se ganaba lo que pueden ganar hoy esos muchachos contratados en otras ligas. Les tocó a ellos y no a mí, pero yo tenía necesidades.

Cuando regresé, me puse a pichear en la provincial aquí en La Habana y después el comisionado Tony Castillo le dijo a De la Torre y a mí que nos iba a llevar a la preselección de Industriales.

Le dije al director Guillermo Carmona que iba a lanzar de relevo y que entre los dos le íbamos a hacer un buen papel. Ese año gané 11, perdí tres y salvé 15 juegos con cuatro victorias en los playoffs. Recuerdo que lancé para 1.13 de efectividad, o sea que lo hice todo bien.

Después, lancé un año más y me fui porque no podía más. Aún lanzaba 90 y 91 millas, pero hay que reconocer cuando uno no puede lanzar más de cinco innings. Luego me dediqué a lo que estoy haciendo ahora: entrenador.

Lázaro Valle Beisbolista cubano
Exbeisbolista Lázaro Valle, quien integró las selecciones nacionales cubanas y también el equipo más ganador del béisbol cubano, Industriales. Foto: Hansel Leyva

¿Qué siente un pelotero como tú cuando la mayoría de sus compañeros de equipo deciden emigrar del país?

Voy a ser muy sincero: digo una cosa siempre dondequiera que esté y lo voy a seguir diciendo: Orlando Hernández Pedroso, Euclides Rojas Martínez, René Arocha Rodríguez, Rolando Arrojo, Osvaldo Fernández, etc., son mis hermanos.

Yo fui pelotero y ahora soy entrenador. Le he dedicado la vida al beisbol y tengo una cosa que no me la va a quitar nadie: toda la gloria del deber cumplido, porque lo mejor de mi juventud se lo di a mi país y al deporte, por lo tanto, nadie me puede juzgar.

A ellos les deseo lo mejor porque hicieron lo que yo no fui capaz de hacer, nunca me interesó. Me sentí muy contento en el caso del Duque cuando triunfó porque fue un compañero mío de muchos años y hay una cosa que es real, se pasa más tiempo con ellos que con tu propia familia.

Nosotros compartíamos lo mismo una litera que un pan con tortilla, un vaso de agua con azúcar o un sirope. Verlo en una Serie Mundial y ser campeón con un equipo como los Yankees, tiene que hacerme sentirte bien.

Como hombre tienes que admirarlo y respetarlo porque fue su decisión. Hay que respetarlo como ser humano, como amigo y como hermano. A quien haya decidido triunfar en el beisbol rentado por los motivos que sea, lo respeto y lo admiro por eso.

Les deseo una larga vida, porque más que compañeros y excelentes personas son mis hermanos y lo seguirán siendo, y nadie puede venir a decirme a mí lo contrario.

¿Mantiene Lázaro Valle relaciones con ellos?

Hay que ser muy sádico para no hacerlo. El ser humano puede ser muchas cosas, pero si hay algo que no puede ser nunca en la vida es ser ingrato. La ingratitud es algo que todo el mundo va a criticar.

¿Cómo tú crees que puedo hacerlo con una gente que estuvo a mi lado, que cuando mi padre falleció no solamente me dio una mano para levantarme del piso, sino que me prestó el hombro para yo llorar encima?

Cuando no estaba mi familia, eran ellos los que te cuidaban y te alertaban. Yo tuve mi problema en el brazo y muchos de ellos fueron a mi casa a verme y otros que yo pensé que lo harían no lo hicieron.

Eso hay que respetarlo porque sería muy poco decoroso valerte de algo, de algún medio, para criticar la decisión que tomaron. El hombre es libre de tomar la decisión que sea, aunque se arrepienta después, y yo, como ser humano, le doy gracias a Dios todos los días de tenerlos a ellos como familia, de todo corazón te lo digo.

No puedo hacerlo de otra manera como persona, como ser humano y como religioso. Yo vivo en Cuba porque me gusta. Ya no me queda mi papá, a mi mamá la perdí hace poco más de un año tres días después de mi cumpleaños, pero me queda el recuerdo y la vivencia que tuve con ellos en una época dorada del beisbol cubano.

¿Alguna vez recibiste ofertas para abandonar el país? ¿Por qué nunca lo hiciste?

Sí, muchas veces. Yo pasé una infancia bonita, pero triste. Nací y me crie en La Habana Vieja. Mi mamá era blanca y mi papá era un negro.

Mi mamá tenía tíos que no le daban la mano a mi papá. Se tuvieron que casar en el 1982 porque, cuando aquello, no le permitían casarse. Ella tiene los apellidos de mi difunto abuelo.

Ella lavaba y planchaba para la calle y yo iba y la ayudaba, y mi papá cortaba caña haciendo zafras y eso hay que respetarlo. Yo dije que ellos se morían en su casa y que yo iba a cerrarle los ojos a los dos, me lo prometí y aquí estoy.

Otros optaron por tener una mejor vida, pero yo tuve el sueño de darles a mis padres en vida lo que ellos necesitaban, como se lo doy a ellos que son mis hermanos. Mañana vienen a Cuba y mi casa es su casa porque son parte de mi vida y de mi quehacer como ser humano.

Teniendo en cuenta los bajos salarios que perciben hoy peloteros y entrenadores, ¿qué hace Lázaro Valle para llevar los frijoles a la mesa? ¿Tienes algún otro trabajo o entrada monetaria?

Yo vivo en Guanabo y tengo muchas amistades. No es que uno mendigue ni nada parecido, pero tengo gente que me quiere todavía, que me estima, y lucho como lo he hecho siempre. A veces tengo deseos de decirle a mi esposa que no voy más a los entrenamientos, que me voy a quedar en la casa porque estoy cansado, pero bueno, hay que seguir luchando porque la vida es una lucha constante.

Tengo posibilidades y trato de vivir como hace todo el mundo, pero quizás con un mayor margen que otros. Tengo mi carro que me resuelve mucho, amistades por ahí que me ayudan, en el campo hay otros que le gustan la pelota y les llevo su pelotica, le doy un bate, me dan esto o aquello.

Es como un canje, no de amistad, pero no hay otra forma. No te puedo decir mentiras porque todos saben la situación que tiene el país y no gano un suelto tan alto ni nada de eso. Hay que seguir luchando.

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Eres asmático y en tus tiempos de jugador eras un fumador empedernido. ¿Cuánto te limitó este hábito en tu carrera y en tu vida personal?

El que me enseña a fumar es Darcourt, pero ya no fumo como antes. No se lo aconsejo a nadie y sin embargo, cuando fui a la liga japonesa más del 60% de los peloteros fumaban.

Ni el asma ni el hábito de fumar me limitaron en mi carrera. A mí me limitó no poder ser el Lázaro Valle que era. Un atleta tiene que darse cuenta de que sus posibilidades y sus potencialidades no son las mismas cuando tienes 20 o 30 años que cuando tienes 40.

Es difícil para un atleta porque no es como los músicos que se mueren haciendo canciones. Un médico me dijo una vez que el alto rendimiento es la negación de la negación de la salud. Terminas con hernia discal, te duelen los pies, etc. Él me dijo que tratara siempre de prepararme para ese momento, pero en eso influye mucho la compañera que tengas al lado.

Le doy gracias a Dios por tener a Margarita que siempre está en el detalle, vigilaba que no me fuera sin desayunar, tenía mis almuerzos y meriendas listos, son cosas que te ayudan porque desgraciadamente eso no sucede con muchos de nuestros atletas.

Tengo a mi hija, tengo dos nietos, y hay cosas en la vida para las que tú tienes que prepararte y saber que tienes una familia que depende de ti y que te quiere, y tienes que cuidarte para llegar un poquitico más lejos, y es lo que hago.

Tú esposa Margarita te ha acompañado por muchos años. ¿Cómo la conociste?

A mi esposa no le gustaba nada absolutamente del béisbol y mi suegro decía que los peloteros eran chulos. La conocí cuando quedé campeón, después nos casamos un día antes del viejo Lázaro (16 de diciembre) y ya vamos para 34 años de matrimonio.

Es una excelente mujer y más que una esposa es una amiga, una madre.

¿El mejor lanzador que has visto en Series Nacionales?

El más completo respecto a lanzamientos era Arocha, tiraba cuatro o cinco que eran fatales, pero el más técnico que he visto en mi vida que era muy difícil de batear es el Duque. No te lanzaba alto y tenía un ángulo de salida que por ahí mismo te tiraba todo y se le bateaba poco. Era un pícher de muy buenos movimientos y con una bola pesada.

Pícher de potencia, José Ariel Contreras, quien tiraba 96 y 97 millas, tenía un tremendo tenedor y era muy al seguro, y entre los zurdos, Pablo Miguel Abreu, con una curva endemoniada que demoraba mucho en llegar, y Omar Ajete.

Al que más admiré fuera de Cuba fue a Nolan Ryan y en el presente, a Justin Verlander.

Si pudiéramos regresar en el tiempo, ¿qué haría Lázaro Valle?

Volvería a ser pícher, pero hubiera empezado más joven y volvería a casarme con la mujer que tengo. Me hubiera gustado tener, además de mi hija, a otros dos varones para tener un sucesor porque tengo dos sobrinos y ninguno es pelotero.

No me arrepiento de nada. Estoy orgullosísimo de ser de la Habana Vieja a pesar de que tengo una espinita por dentro que te la puedo decir:

Cuando di el juego perfecto, los amigos del barrio quisieron hacerme algo allí en la Bodeguita del Medio que estaba cerca de mi casa y recuerdo que llegó una delegación y no pudieron hacerlo. Desde entonces, me prometí que jamás volvería a pisar ese lugar y desde ese año 1989, jamás lo hice.

Tanto es así que una vez Eusebio Leal, cuando me hizo Huésped Ilustre de la Habana Vieja, quiso hacer algo allí y le dijo que no, que yo le había prometido a mi mamá y a mi papá que más nunca iría allí y así fue. Aquello me dolió mucho porque yo soy de ahí y eso no me gustó.

¿Qué harías si tuvieras la posibilidad de cambiar cosas para que el béisbol alcanzara los triunfos y el desarrollo que una vez tuvo?

Tener entrenadores como los que yo tuve, de élite como Rey Vicente Anglada tener lanzadores corajudos, como De la Torre, técnicos como el Duque. Todo está perdido porque, desgraciadamente, lo dejamos perder.

Cuando veo ahora que cualquier equipo nos cae a palos, hay que decirlo así, y nos somete, y que nos cuesta trabajo ganarle a cualquiera, me molesto y lo menos que hago es ver la pelota.

Saco mis propias conclusiones y veo que mis dudas son razonables porque no puede ser que tú ganes diez juegos en la Liga Élite, para ponerte un ejemplo, y no seas capaz de pichearles tres innings a equipos como Curazao, Aruba, Holanda. Por mucho que traten de explicarme, no lo voy a entender.

Hay que rescatar muchas cosas y hay que ser muy profundos. Un entrenador tiene que saber lanzar, tiene que saber batear, tiene que saber fildear, tiene que ser polifacético. Hoy en día te encuentras entrenadores que no saben “fonguear” y hay que reírse.

Muchos se creen que esto es desde el punto de vista teórico y la práctica es la esencia de la verdad y no se premian los esfuerzos, sí los resultados.

Tú ves en otros lugares donde hay entrenadores de élite y ellos no te caen atrás. Si tú crees que eres capaz de tener resultados lanzando como lo haces, yo trato de mejorar algo de tu técnica, pero soy incapaz de quitarte nada.

El béisbol moderno no es como antes. Si crees que para tener resultados tengo que correr de La Habana a Guanabo, para eso buscamos corredores de fondo y lo ponemos a lanzar.

Todo tiene su momento y su lugar, tenemos que ser más profesionales, saber pensar, cuidar la forma de vestir, de hablar, de comportarse. Esto es un centro de trabajo y si vas a dedicarle varias horas a algo, tienes que sacarle provecho.

Lo dije antes: ¿en qué son buenos los peloteros cubanos? En las redes sociales. He visto peloteros en un playoff (lo vi ahora) hablando de la final de la Champions League [de fútbol], y ahí te das cuenta de que la mentalidad no es buena.

¿Cómo le gustaría a Lázaro Valle que lo recordaran los aficionados?

Como una gente que no fue mejor que nadie, pero que sabía hacer su trabajo. No quiero que me comparen con nadie ni que sean como yo. Que me recuerden como una gente que lo dio todo en el terreno, pero, principalmente como buen padre, buen amigo, buen hijo, buen hermano y buen compañero: es lo único que me interesa.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva

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