Convertido ya en entrenador y con su propia academia en Estados Unidos, Yeniel Bermúdez no olvida aquel día cuando él y otros jugadores de la selección cubana de fútbol abandonaron el equipo durante el preolímpico de Tampa, aunque han pasado ya unos 15 años.   

“Fue la decisión más dura y triste que he tomado en mi vida”, dice. Ahora, cuando el tiempo ha pasado, hace recuento del precio incalculable que pagó durante los años que estuvo sin ver a su familia, sin poder asistir a tres funerales de seres queridos.  

Después, vendría uno de esos momentos que lo marcaron para siempre, cuando fue pretendido por Los Angeles Galaxy, equipo de la Mayor League Soccer (MLS). Incluso, pudo entrenar y compartir cancha con estrellas de la época como Landon Donovan y el británico David Beckham. Pero, sin papeles, el club no lo contrató entonces.  

Meses más tarde, empezaría su aventura en el fútbol con el Charleston Battery de la segunda división de Estados Unidos. Luego, llegaría el paso por otro equipo. Sin embargo, cuando todo parecía encaminarse y era pretendido por equipos de la MLS, un accidente tronchó su carrera como futbolista.  

De su vida en Cuba, su paso por la selección, el abandono, su camino en Estados Unidos y su reinvención como un exitoso entrenador, Yeniel Bermúdez conversó con Play-Off Magazine 

¿Qué recuerdos tienes de tu niñez? 

Recuerdo que en la calle se jugaba a las bolas, los trompos y hacíamos las maldades de cualquier pequeño en esa época, pero después había que aguantarse al regaño de los padres. 

No puedo hablar de mi niñez sin mencionar el fútbol, pues llevo vinculado a este deporte desde que estaba en el vientre de mi mamá. Mi padre, Alberto Bermúdez Martínez, fue jugador del equipo de Cienfuegos e integró selecciones nacionales juveniles. En la familia siempre seguíamos sus partidos, así que me crie dentro de las canchas. Desde mis inicios, tuve la suerte de contar con excelentes entrenadores a los que quiero, respeto y admiro mucho por todo lo que me enseñaron.  

¿Fue fácil crecer dentro del fútbol cubano? 

Yo andaba con un balón de fútbol por todas partes, quería ser como mi padre y luché por ello. Después de esos inicios, pasé por la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) y allí no la pasé muy bien. La alimentación era muy mala, muchas veces teníamos anemia o brotes de hepatitis. Las condiciones eran muy limitadas y ni hablar de los calzados y ropa para entrenar, eso daba vergüenza. Cualquier deportista necesita tener cubiertas sus necesidades básicas. Nosotros entrenábamos en la EIDE un año para jugar una competencia de un mes y así no se puede uno desarrollar. 

Llegar a la primera categoría fue un sueño cumplido, pero para esto, se necesitaba mucho sacrificio.  

El debut en primera categoría fue soñado, es el anhelo de todo niño y fue la confirmación de que podría seguir luchando. Ese equipo de Cienfuegos tenía mucha calidad. Pero a la par de lo bonito, había otras realidades que vivíamos los deportistas cubanos. Como tal, no percibía dinero por jugar, pues mi licencia deportiva y el dinero salía por Comunales, es decir, que cobraba como un trabajador de Comunales, pero no por futbolista.  

El salario era de 190 pesos mensuales y después subieron la cifra a poco más de 200 pesos. En ese tiempo ya estaba en la selección nacional y había jugadores del equipo Cienfuegos que cobraban más que yo, pues su salario salía por brigadas de construcción y otros empleos. En el campeonato nacional pasábamos mucho trabajo, por ejemplo, en los alojamientos. A eso se añade la alimentación, que era malísima y que la trasportación era una odisea. Muchas veces, teníamos que ir en botella o caminando del albergue para poder ir a jugar un partido oficial.  

¿Cómo era la vida ya estando en la selección nacional? 

En la selección absoluta, Raúl González Triana depositó mucha confianza en mí, él es una gran persona y un gran profesional. Pese a estar en la selección nacional, pasaba los mismos trabajos que en Cienfuegos.  

Como el equipo se concentraba en el estadio Pedro Marrero, los jugadores de otras provincias pasábamos más trabajo. Eran 6 u 8 meses fuera de casa. Todo futbolista cubano que se albergó en el estadio Pedro Marrero conoce la cafetería de la esquina del estadio, cerca del semáforo, pues todos teníamos que ir allí a comer porque la que nos daban, estaba malísima. El dinero se nos iba en eso.  A esas carencias, súmale la falta de indumentaria, en especial de calzado. Un día fui a ver al Comisionado Luis Hernández porque mis tacos no daban más y le pedí unos. Recuerdo que me dijo: “hay que ganárselos”. Otra cosa que me golpeó es que cuando virábamos de las competencias te quitaban los trajes y las cosas de entrenar.  

Las personas no saben que íbamos a los viajes a hacer negocios y resolver cosas para la casa. Comprábamos ron y cajas de tabacos y se las vendíamos a los extranjeros para poder hacer dinero.  Con esas condiciones era imposible ganar y tener buenos resultados.  

¿Por qué decide Yeniel Bermúdez abandonar la selección en aquel preolímpico de Tampa en 2008? 

El preolímpico significó mucho para mí, pues marcó un antes y un después en lo personal y profesional. Fue la puerta que abrió nuevos horizontes, nuevas oportunidades y la posibilidad de poder vivir ese sueño que siempre anhelaba de ser un jugador profesional y representar mi país al más alto nivel. 

La decisión de dejar mi selección, mis amigos y a mis compañeros de equipo y mi familia fue, y es hasta ahora, la decisión más dura y triste que he tomado en mi vida. Yo sentía que ya mi fútbol en Cuba había tocado el techo. Con solo 21 años había formado parte de todas las selecciones nacionales y ganado todo en Cuba. Sentía que no tenía nada y no quería eso para mí familia.  

Me miré en el espejo de glorias del fútbol cubano y al ver su situación, no quise eso para mí. Ya había sufrido una desilusión porque un año antes, en el 2007, me dejaron fuera de la Copa Oro sin ninguna explicación. Estuve en todos los topes preparatorios y a gran nivel, pero me dejaron y mi mente siguió cambiando. Muchas veces me preguntaba por qué los jugadores de otros países podían jugar en clubes fuera de sus países y nosotros los jugadores cubanos no. Realmente, la respuesta fue fácil de encontrar: todo era debido a la burocracia y el capricho de muchos a los que realmente no les importan ni le interesan sus jugadores. 

¿Cómo currió todo? ¿Tenías esperando a alguien allí? 

Tenía claro que para ser profesional tenía que estar fuera de Cuba. Sabía que en Estados Unidos varios jugadores se iban a quedar y no dejé pasar esa oportunidad. Ya todo estaba organizado. Un familiar de uno de los jugadores lo iba a recoger y así fue: el carro nos estaba esperando en el parqueo y nos fuimos todos. Le agradezco a ellos porque me tuvieron en su casa hospedado por mucho tiempo y me ayudaron a salir adelante. 

¿Cómo fue explorar ese nuevo horizonte? ¿Te costó mucho adaptarte? 

Desde que decidí quedarme tenía claro que debía seguir en el fútbol. Recuerdo que varios de nosotros fuimos pretendidos por Los Angeles Galaxy, equipo importante en la Mayor League Soccer de Estados Unidos. Con el equipo estuve entrenando por varias semanas. Allí estaban Landon Donovan, David Beckam y otras estrellas: compartir cancha con ellos fue espectacular.  

Como toda persona que llega nuevo a Estados Unidos estaba indocumentado y sin papeles, el club no te contrata. A la par de entrenar, tenía que trabajar para poder sostenerme. Pasé por una carpintería, un taller de carro y otros oficios, todo eso sin perder de vista al fútbol. La adaptación siempre es difícil, tienes que estudiar y aprender de leyes porque es un sistema de vida completamente distinto a Cuba, pero lo que más me chocó fue estar lejos de mi familia. 

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¿Cuándo fue ese momento en que cambió todo? 

Tuve la suerte de que, a los 6 meses de estar allí, me llegó el permiso de trabajo y pude empezar a jugar. Guardo recuerdos muy lindos de mi etapa como jugador. Lo primero que quiero destacar es la diferencia que tuve en el trato con respecto a Cuba.  

Cuando entras al futbol profesional te hacen ver que el jugador es lo más importante, encontré muchas diferencias, pero para mí la más importante es que los jugadores profesionales tienen una voz y derechos que son respaldados por la ley, que en este caso sería el contrato. En el profesionalismo, como jugador, no sientes la presión de estar totalmente de acuerdo con todo lo que se te diga o cómo te traten. No sientes ese miedo a que, de un momento a otro, seas expulsado de tu selección por algo que digas o simplemente por caprichos de alguien al que le seas una espinita en el zapato. También, hay diferencias en las condiciones de terrenos, zapatos, balones, todos esos elementos que son muy importantes. 

El Charleston Battery de la segunda división de Estados Unidos me abrió las puertas. Me dio la oportunidad de estar con grandes jugadores de selecciones nacionales de diferentes países. El hecho de ganar mi primer campeonato como profesional fuera de Cuba fue algo soñado, para mi significó mucho, porque incluso después de haber pasado por muchos momentos difíciles, fue una reafirmación de que había tomado la decisión correcta. Gracias a eso, hoy tengo amigos alrededor del mundo. 

Al terminarse la temporada en Estados Unidos fui a Puerto Rico y allí también tuve un gran desempeño con el  River Plate. El profesor Mario Lara fue quien me llamó y me puso en contacto con el equipo. Fue una experiencia única, la mayoría de los jugadores eran argentinos y muchos habían jugado en grandes equipos como Boca Junior, Independiente, Cerro Porteño, Saprissa y Europa. Me sentí como en casa desde que llegué, también formaba parte del equipo mi gran amigo Yaikel Pérez.  

Llegué con muchos deseos de hacer cosas grandes y ayudar: gracias a Dios, nos coronamos campeones. El solo hecho de vivir de mi trabajo y hacer lo que me gustaba me hizo ver que había tomado la decisión correcta.  

Exfutbolista cubano Yeniel Bermúdez, en Estados Unidos
Yeniel Bermúdez

¿No te arrepientes de haber tomado la decisión de quedarte en Estados Unidos?  

Abandonar la selección nacional me trajo muchos problemas. No pude regresar a mi tierra por 10 años, no pude estar en el funeral de tres familiares debido a que no se me permitía entrar al país por haber desertado.  

A mi hermano Alberto Yosbel Bermúdez lo expulsaron de la selección sub-20 por mí, que abandoné la selección. Los que abandonamos la selección en el extranjero tenemos que pagar un costo muy grande.  

El 28 de septiembre es el cumpleaños de mi madre y fue ese día, pero de 2017, cuando pude entrar a Cuba tras 10 años fuera. La sorprendí, ese día en la mañana la llamé y le dije que iba a entrenar cuando en realidad estaba en el aeropuerto rumbo a Cuba para verla: poder abrazarla fue como volver a nacer. 

A pesar de esto, no me arrepiento de haberme quedado en Estados Unidos. Primero, como jugador cumplí mi sueño de ser profesional y en lo familiar, pude traer a mi mamá y a mi papá a este país. Hoy soy muy feliz con el rumbo que ha tomado mi vida y si tuviera que volverme a quedarme, lo haría sin dudarlo.  

Cuando tu nivel iba en ascenso, con ofertas incluso de equipos de Mayor League Soccer, tuviste un accidente que te cambió la vida y te obligó a abandonar el fútbol. ¿Cómo viviste eso? ¿Fue el accidente lo más duro de tu carrera?  

Fue algo muy triste, acabó con mi vida. Estaba estacionado en el semáforo y una persona con su auto golpeó el mío y me provocó daños severos. Esa fue la etapa más oscura y difícil en mi carrera, la depresión me estaba matando y no entendía por qué me estaba pasando esto porque tenía muchos sueños y metas por realizar. Gracias al apoyo de mis familiares y amigos pude salir de ese momento tan oscuro.  

Estuve un tiempo sin caminar, con fracturas duras en la columna y al recuperarme quise regresar al fútbol, pero no pude. Estar sin jugar te pasa factura y ya no era el mismo.  

Fue el golpe más duro de mi vida, acabó con mis sueños y con mis ilusiones.  

También tuve otros momentos muy tristes, como la muerte de la mamá de nuestro hermano, Alexey Carrazana, que al mismo tiempo era la esposa de nuestro entrenador Francisco Carrazana. Para nosotros fue muy duro y difícil, ella nos quería tanto como nosotros la queríamos a ella y era como nuestra madre.Recuerdo que ya éramos hombres de 21 años. Estaba en la selección de mayores entrenando para la Copa Oro cuando nos enteramos de lo sucedido y le pedí permiso al profesor Raúl González, quien nos dejó ir a Cienfuegos para darle el último adiós. La noche del velorio todos nos abrazamos a ellos dos y lloramos mucho. Creo que esas vivencias y la distancia de 10 años con mi madre han sido muy duras. 

¿A qué te dedicaste tras dejar tu carrera como jugador activo? ¿Qué haces en la actualidad?  

Me dediqué a ser entrenador en las categorías pequeñas. En la actualidad, trabajo como entrenador del club de niños de las inferiores del Real Salt Lake de la MLS, además creé mi propia academia de fútbol (Bermúdez Fútbol Academy) donde trabajo con jugadores de todos los niveles y donde se dan entrenamientos personalizados. De una forma u otra, estoy vinculado al fútbol, disfruto lo que hago y me gusta ver feliz a los niños, aunque a veces sufro más que ellos cuando no salen las cosas. 

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¿Cómo valora Yeniel Bermúdez el panorama del fútbol cubano? 

Me enorgullece ver en las diferentes ligas alrededor del mundo cómo los nuevos muchachos están rompiéndola. Se está demostrando que los jugadores cubanos tienen calidad para jugar al más alto nivel. Ojalá y en los años en los que estuve en Cuba se hubiese permitido eso.  

Muchos de mis compañeros de equipo en los clubes se incorporaban a sus selecciones nacionales durante las fechas FIFA, mientras yo solo tenía que conformarme con escuchar cómo me decían que mis compañeros de la selección de Cuba me mandaban saludos. No entendía por qué no podía jugar en una liga extranjera y representar a mi país. Hoy, eso ha cambiado, pero hay algunos jugadores que aún no se admiten en la selección, es algo que va más allá del deporte. 

No llegaremos nunca a nada si no acaban de separar la política del deporte. Es inconcebible que los grandes equipos llamen a sus selecciones a jugadores que, inclusive, no nacieran en el país, pero tengan sangre de allí y Cuba desprecie a sus propios jugadores que están alrededor del mundo jugando al más alto nivel. Es triste y frustrante, por el bien del fútbol cubano eso debe cambiar. Para que el deporte salga adelante tiene que ser privado, que exista una liga profesional y que los equipos no pertenezcan al INDER, que sean libres y puedan realizar sus operaciones con normalidad. 

¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? 

La vida de un entrenador es bastante compleja: de lunes a viernes entrenas y el fin de semana a jugar. Muchas veces nos vamos fuera del estado para disputar varios campeonatos. El poco tiempo libre que tengo, lo dedico a estar con mi familia, mis hijos mi esposa y mis padres, pues tenerlos aquí es una bendición. Soy muy feliz con la vida que llevo y la oportunidad de crecer que me dio Estados Unidos.  

Como cubano que soy nunca me olvido de mis raíces. Cada vez que viajo a Cuba trato de llevar uniformes y muchos utensilios que son básicos para el desarrollo del fútbol. Cuando aporto algo, creo que estoy devolviéndole algo a mi país y de alguna manera, puedo contribuir al mejoramiento del fútbol. 

Me gustaría ser recordado por quién fui dentro y fuera de la cancha. Alguien que le gustó hacer las cosas bien, ser mejor persona cada día y ser un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones. Para mí hay dos cosas muy importantes como lecciones de vida: una, ser agradecido y la otra, nunca olvidar de dónde vienes. Nada de lo que soy hoy lo hubiese logrado sin el apoyo, la enseñanza de mis padres, el sacrificio de mis entrenadores y mis amigos. A ellos les debo todo. 

Me siento muy orgulloso de mi carrera deportiva y de todo lo que logré dentro y fuera de Cuba. Me siento orgulloso de ser cubano, de mis raíces, por eso cada día me esfuerzo más y doy lo mejor de mí, para seguir creciendo porque siento la obligación de seguir poniendo en lo más alto el nombre de mi Cuba en el mundo del fútbol. 

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Imagen cortesía de Yeniel Bermúdez
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