Años antes de convertirse en el psicólogo de las potentes selecciones cubanas de béisbol, Juan Ramón Alvaredo fue jugador al más alto nivel en Series Nacionales con Villa Clara e integró, también, equipos nacionales universitarios.

Su amor por este deporte comenzó en un “campo” de la antigua provincia de Las Villas, cuando todavía faltaba mucho tiempo para que sus consejos ayudaran a algunas de las estrellas más importantes de la pelota en la isla.

El joven Juan Ramón Alvaredo pudo competir junto a peloteros como Owen Blandino, José Antonio Huelga, Aquino Abreu, entre otros, hasta que dejó el deporte activo para entrar a la universidad.

Después, tocaría aconsejar y ayudar a entender las complejidades del juego y de la vida, como parte del cuerpo técnico del principal conjunto de la provincia. Luego, llegaría su extenso paso por los equipos nacionales de mayores.

Juan Ramón Alvaredo fue parte de las glorias del pasatiempo nacional, pero no olvida los momentos duros de los peloteros. Recuerda, a la perfección, cómo era trabajar con caracteres difíciles como Víctor Mesa o con atletas serenos como Frederich Cepeda. También, su paso por el Clásico Mundial y Juegos Olímpicos. Esta es su historia.

¿Cuándo le surge el amor por el béisbol?

Nací en un batey rural entre Palmira y Cienfuegos y allí jugaba en el terreno de ese campo. Ya en 1967, formé parte del equipo de la categoría 13 y 14 años a los sextos juegos escolares nacionales en La Habana, en representación de la antigua Las Villas.

Después, transité por las demás categorías y en la categoría 15-16 pasé para Santa Clara. Participé en los séptimos juegos escolares. Era lanzador y jardinero izquierdo, pero a veces jugaba primera base. En 1970, paso para la academia de pelota que funcionaba en el estadio Augusto César Sandino.

¿Pero cómo se gestó el paso hacia el béisbol de alto rendimiento?

Cursando el preuniversitario, integré el equipo Las Villas a la décimo tercera serie nacional en 1971. El director era Pedrito Pérez y después, Jesús González de Cienfuegos. Compartí con peloteros como Owen Blandino, Jesús Oviedo, José Antonio Huelga, Aquino Abreu, El Curro Leiva, José Pérez, Juan Mirabal y otros.

Estuve también en una Copa Revolución. Los preuniversitarios tenían escuelas al campo de tres meses y yo aprovechaba para jugar la Serie Nacional, que era de 99 juegos. Casi siempre jugaba de home club para no perder los estudios. Ingresé en la universidad y dejé la pelota nacional, pero estuve con el equipo Cuba en los segundos juegos universitarios de República Dominicana en 1976, y Nicaragua 79 y 80. Había jugado provinciales con Cienfuegos y Palmira.

Mis resultados en campañas domésticas no fueron significativos, aunque era bueno a la ofensiva y normal a la defensiva

Al terminar mis estudios universitarios, me ubican en el policlínico de Sagua La Grande como psicólogo. Trabajando allí, matriculé en la carrera de Cultura Física y Deportes, que terminé en 1986 con una tesis de psicología deportiva. Me ayudó mucho a entender cuestiones de entrenamientos deportivos. Hice varios diplomados desde el punto de vista académico y, más la experiencia que tenía como jugador, me sirvió para tener autoridad técnica.

Actué como profesor también. Hice la especialidad de béisbol como psicólogo. Mi superación era constante. No conocí en esos tiempos ningún psicólogo ni centro de medicina deportiva que trabajara esa parte. Había masajistas, pero psicólogos no.

De pelotero a psicólogo del equipo de béisbol en Villa Clara: ¿cómo se produjo ese cambio?

Mi labor comienza en la serie nacional de 1982- 1983, cuando Villa Clara fue campeón, y después seguí con Las Villas, cuando Eduardo Martín era el mánager. Él me conocía e hizo la solicitud para que yo trabajara junto al equipo porque habíamos sido compañeros a los Juegos Centroamericanos en Dominicana.

A mí me veían como aquel que atendía a los peloteros con problemas. Tuve que convencerlos y hacerlos reflexionar para que entendieran que mi trabajo no era para tratar locos, sino para prevenir en la psicología profiláctica. Respetaron mi profesión desde el inicio. Estuve también trabajando con Pedro Jova en la década de los 90, cuando ganamos los campeonatos de forma consecutiva.

Dormíamos en albergues bajo las gradas, muchas veces con calor y mosquitos, con baños bloqueados y tupidos, y con duchas colectivas. No tenía distinción para compartir en diferentes lugares con todos. A veces, trabajé con Industriales, algo que parecía difícil, pero me acogieron bien el trabajo. Después, con Víctor Mesa, también fungí ocho años como psicólogo.

Juan Ramón Alvaredo fue también psicólogo de las selecciones nacionales de béisbol.

Yo estaba en México en selecciones de varios deportes y a mi regreso al país, en 2001, me integré al béisbol de la provincia. Entonces, estaba Víctor Mesa como director de Villa Clara, y yo había sido su psicólogo durante 15 campañas cuando él era atleta. Obtuvimos buenos resultados.

En 2003, desertaron algunos peloteros del equipo Cuba y el psicólogo tuvo problemas. Me solicitaron entonces para cumplir con ese papel. Tuve importantes logros internacionales y fui el primer psicólogo de provincia que había sido llamado para un seleccionado nacional, porque siempre pertenecían al Instituto Nacional de Medicina Deportiva, de La Habana.

Formé parte de equipos con resultados en varios Campeonatos Mundiales, Juegos Panamericanos, Centroamericanos, Olímpicos, así como del primer y segundo Clásicos Mundiales, o sea, de la última época victoriosa de los elencos cubanos, con directores como Higinio Vélez y Rey Vicente Anglada.

Me especialicé en la preparación psicológica de los jugadores, sobretodo, en la preparación mental de los lanzadores y bateadores. Tengo un libro editado en Campeche de ese tema.

En esos años, fuimos seleccionados Eduardo Martín, Julio Romero, Andrés Cañarte y yo para trabajar con profesionales de Japón para asesorar a jugadores cubanos. Al regreso, en 2005, me incorporé para el mundial en Holanda y en esa actividad como psicólogo estuve hasta el 2010 con Eduardo Martín para la Copa Intercontinental de Japón, el prepanamericano y el premundial.

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¿Cuál era su función en los equipos nacionales?

Caracterizaba y diagnosticaba a los jugadores. Miraba cómo respondían ante la presencia nuestra. Tenía que tener cierta confiabilidad y buscar el instante para no afectar. Por ejemplo, en la práctica antes del juego, me acercaba a ellos con discreción y les preguntaba de todo.

En el equipo nacional, iba a incidir en las especificidades, porque ellos venían con una caracterización desde las provincias, para mantener concentración de la atención y pensamiento táctico. Ellos respetaron mi trabajo siempre. Ya había trabajado y ayudado, desde antes, con “caballones” como Héctor Olivera, Pedro José “Cheíto” Rodríguez y Antonio Muñoz.

Nunca tuve problemas. Solo uno, con Higinio Vélez. Estaba yo en la liga profesional mexicana con los Piratas de Campeche y estaba sirviendo al país por CubaDeportes, pero contratado, algo que le propiciaba dinero a Cuba por concepto de mi trabajo y por supuesto, repercutía en mi economía. Él me quiso interrumpir el contrato para volver al equipo nacional para el Clásico Mundial, pero les dije a él y a Víctor Mesa, quien era el mánager, que vendría para la competencia, pero no definitivo. Todos estuvieron de acuerdo, menos Higinio.

¿Fue ese el motivo de su decisión de vivir en México?

A México vine en dos oportunidades, una a trabajar en el Comité Olímpico del 94 al 2001 y cuando salí del Cuba, Pedrito Pérez se llevó mi currículo y me llamaron con los Piratas de Campeche. Al pasar el incidente con Higinio, me salí de ese equipo profesional y trabajé con otros deportes en Campeche.

Tomé la decisión que no quería, pero rompí el contrato con CubaDeportes y vine para México por mi cuenta, me desligué de la pelota cubana. Estando en 2015 aquí, Valentín Llanes, que fue jefe de la sección técnica, me propuso laborar con equipos nacionales mexicanos.

Traje a mi esposa al trabajo con equipos nacionales. Tengo una hija psicóloga que también pasó por acá y actualmente está en Miami, le va muy bien. Tengo un hijo que estuvo aquí, es cirujano pediatra, se casó con una argentina y vive allá. Me siento bien acá, aunque no he perdido las relaciones con Cuba y voy dos veces al año porque tengo mi casa en Santa Clara.

¿Qué atletas facilitaron el trabajo y con quiénes le fue más difícil trabajar a Juan Ramón Alvaredo ?

En cualquier equipo te encuentras con diferentes caracteres y como conocía la personalidad de los atletas cubanos, no pasé mucho trabajo. Sabía adaptarme a los de experiencia, sus ideas, sus creencias. Hacía intervenciones muy individuales, específicas. No era lo mismo tratar a Norge Luis Vera y Ormari Romero, que a Frederich Cepeda, Eduardo Paret, Carlos Tabares o Ariel Pestano.

Tengo varias anécdotas, pero tuve más acercamientos con Frederich Cepeda. Creo que ha sido de los atletas con más madurez con quien trabajé, porque puedes hablar de psicología. Lo utilizaba hasta para que me ayudara a abordar a otros peloteros.

Adiel Palma era de los que admiraba la psicología. Estuve con él en varias etapas. Me hablaba de la diferencia entre Juegos Olímpicos y el Clásico. Tuvimos cuestiones muy especiales de cómo trabajar con determinados bateadores, aunque fueran muy famosos en cuanto a pensamiento táctico, estrategias contra determinados peloteros.

Norberto González y Tabares, por ejemplo, se apegaban bastante en esos aspectos. Anglada, como mánager, llegaba a veces a mi habitación y me pedía criterios para incidir en determinados jugadores.

Pasaron atletas difíciles, a quienes en la psicología llamamos “atletas problema”, pero lo abordábamos en el lugar preciso. Víctor Mesa lo era, pero me conocía a mí y yo sabía que no le podía hacer crítica fuerte colectivamente porque no la aceptaba: tenía que ser muy sutil, pero si lo hacía individual, era diferente.

Había que profundizar en los antecedentes familiares de Víctor, que genera un sistema nervioso devenido por herencias. A veces, no lo dejaban responder como es debido y están en zonas temperamentales, difíciles de reeducar. Tuve el tacto para trabajarlo como atleta. Daba conductas de autosuficiencias, pero era suficiente. Era un ejemplo de cómo prepararse y las ansias de ganar eran muy expresivas.

Como mánager, él quería que todo el mundo tuviera sus habilidades y quería impulsar y criticaba fuerte. Le explicaba que todos no podían hacer lo que había hecho él. Eso creaba cargas psíquicas, a pesar de la cantidad de juegos que se ganaban. En los playoffs, cuando hay estrés, si le sumaba más por parte de la dirección, los atletas no responden debidamente. Esas acumulaciones se reiteraron y las respuestas fueron evidentes y los peloteros no podían con esa carga.

Era fantástica la capacidad de predecir lo que podía suceder. Todos saben su temperamento, pero tengo buenas anécdotas por algo que no me hizo ningún otro. Me dijo que yo concluiría siempre los mítines de cada juego del campeonato y así lo hizo, aunque estuviera presente un dirigente político o administrativo en todos esos años.

Me permitió prepararme cada día mejor. Yo anotaba los juegos completos y ni la televisión describía más que yo. Abordaba temas al finalizar, sobre errores de pensamientos tácticos- defensivos y de contraofensiva y del lanzador. Llevaba lanzamiento por lanzamiento, efectividad, tipo, zona, si daban rolling, en fin. Todo eso lo hice diariamente durante los nueve innings.

Con Ariel Pestano, quizás esa autosuficiencia y carácter a veces un poco irracional lo impulsaron a cometer errores, incluso, con Víctor Mesa. Hubo una guerra que no la pude ver terminada. La expresión del jonrón de Ariel en la discusión del campeonato contra Matanzas fue evidente contra Víctor Mesa. Son cosas de reacción y no de respuestas.

Se dice que el hombre por tener un buen cerebro responde, y el animal por no tener casi cerebro, reacciona. Eran atletas con reacciones y no con respuestas. Había que saberlos tratar. Cometieron indisciplinas que el público no las tolera, ni las va a absorber porque son difíciles en un deporte que se televisa y la gente conoce.

Pedro Luis Lazo era complejo, pero poco a poco aprendió a sentir que a veces le hacía falta cuestiones de psicología, aunque yo lo hacía aparte con él. Norge Luis Vera era un atleta superintrovertido, porque para sacarle dos palabras era muy difícil, pero me valía de otros peloteros. Lázaro Vargas, por otro lado, era insubordinado en su carácter, aunque no tan violento.

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¿Cómo era el tema de la “economía personal” de los deportistas en el equipo Cuba? ¿Qué hacían para buscar algún «beneficio extra» para ellos y sus familias?

Es un tema aparte, porque viví problemas de cuando daban diez pesos diarios y después un poquito más. Cuando íbamos a Japón, nos daban mejor “dinerito” con relación a Cuba, no pensando en que fuéramos profesionales ni mucho menos, aunque nos buscábamos mil o mil quinientos dólares en una gira por allá. Los peloteros buscaban otras alternativas, como es lógico. Vendían tabacos, los trajes, sus camisas para defenderse, para poder subsistir y traer cosas para sus casas y familias. Traían unos pesitos para poder comer mejor.

Trataba de educarlos, pero era y es imposible de bloquear porque era y sigue siendo otra la realidad. Es como una defensa personal y había que ver cómo resolvían los problemas personales en ese sentido. Se sabía, pero no se puede detener por necesidades claves y básicas. A veces, no daba la cuenta y se buscaban alternativas.

Estar en un equipo Cuba y viajar al extranjero ha sido un incentivo y motivación, porque te dan un dinerito, pero en la provincia te dan alguna distinción y atención especializada con el Poder Popular para solicitar una casa, un refrigerador y otros medios materiales. Eso, hasta psicológicamente, es bueno, porque los atletas salen a buscar algunas cuestiones materiales que no las encuentran en el país.

Como decía Tabares, dejar el pellejo en el terreno. Buscan eso porque saben que pueden tener resultados en su vida desde su municipio. Ha cambiado mucho y todo, porque la vida está muy dura y como es lógico, el estado no puede porque no tiene millones como sí los pueden ganar en el extranjero.

Están las alternativas, pero deben ser mayores. El atleta tiene que sentirse mejor y vivir mejor con otra estimulación jugando en el extranjero, ya sea en ligas latinoamericanas, europeas o asiáticas. El deportista tiene una sola oportunidad, que es su tiempo de vida activa, si se le pasa, ya pierde. Antes, el estímulo era estar en el equipo Cuba y buscarse los diez pesos que daban y lo que le daba la provincia, pero ya ha cambiado, porque el pelotero prefiere que le den dinero para comprarse lo que desee.

Las necesidades básicas de cualquier ser humano son fundamentales para la vida. El atleta que es joven y que sabe que tiene talento y potencialidades con posibilidades en otra parte del mundo, donde remuneran mejor, como es lógico, se concentra más en la economía que en sus funciones en un terreno.

Eso puede estar afectando la calidad del deporte cubano en general. El mundo está muy mentalizado en tener una vida más digna. Se han dejado atrás los valores de la patria, personales, de la sociedad, porque realmente, es difícil estar económicamente mal y hacerlo bien.

En las categorías menores están pensando en dar un vuelco total, en busca de un mejor estatus de vida: eso está en la mente de cualquier ser humano. Las necesidades básicas son imprescindibles. Van a la realidad y chocan con el cerebro. Por eso esta chocando el avance del deporte en Cuba. Los atletas miran hacia afuera en todo tipo de ligas.

¿Sinsabores, frustraciones, nostalgias?

Lo más difícil fue aquel momento en que jugábamos la final contra Industriales, con Eduardo Martín como mánager. Regresamos al Sandino a ganar un solo juego de dos y perdimos los dos. Fue una de las mayores frustraciones que hemos tenido de forma colectiva porque teníamos para ganar.

También recuerdo una vez en la que regresamos a Puerto Rico en un prepanamericano. Al estar en Cuba para ir a Japón, dejaron fuera a Frederich Cepeda y Pedro Luis Lazo por incertidumbres o seguridad, no sé. Me dolió muchísimo, porque he tenido muy buena relación con Cepeda por la capacidad intelectual, de comprensión y de atleta íntegro. También pasaron muchas cosas que se han declarado en los equipos Cuba, cuando Miguel Valdés dejaba a los peloteros como Pierre.

¿Se daba algún tratamiento psicológico por el tema de los abandonos de equipos por parte de los peloteros?

Había peloteros que querían abandonar el país. Recuerdo una anécdota de una preselección en Cuba para el preolímpico en Panamá, con vistas a clasificar para Atenas. Estábamos en Las Yagrumas, en provincia Habana, y veíamos desconcentrados a varios atletas.

Me pidieron criterios de qué podíamos decirles a los que no se fueron. Les dije que, solamente, hablarles con la realidad. No iba a ser una noticia nueva para ellos, porque sabían quiénes eran compañeros de las habitaciones. Algunos debían saber cómo se fueron.

También recuerdo que ya se había conformado ese mismo conjunto del Cuba en Panamá y percibíamos la conducta de Kendry Morales, que era fundamental en la alineación. Se notaba inquieto e intranquilo. La dirección del equipo y otros integrantes de la delegación decidieron enviar a Kendry para Cuba después del segundo juego, acompañado por Anglada. Ya los atletas han perdido miedo. Lo tienen todo preparado y no se limitan a nada.

El pueblo conocía los porqués de injusticias hacia peloteros que tenían resultados en las series y los dejaban fuera hasta yendo a las preselecciones, por cuestiones a veces de conductas, y tronchaban una meta, un propósito, un estímulo, una motivación. Ni lo entiende el pueblo ni nosotros, pero ocurría.

Recuerdo la sanción a Eduardo Paret, aunque yo no estaba porque estaba en México, pero sé que le troncharon tiempo de su carrera deportiva. Se decían cosas y no eran así. Realmente, uno que conoce al atleta y como piensa, me sentía impotente. Lo único que me quedaba era comunicarme con él para que no cometiera ninguna violencia y no empeorara su situación.

Los veo que piden la baja para irse del país. Si estas en el deporte y te lo ganas, debes ir. Son cosas por las que transitan los deportistas que a veces no tienen perdón, se confunde el deporte con la política y no se vale en ese sentido. Es un tema muy delicado para el deporte cubano.                                                      

¿Qué opina de los actuales equipos cubanos, con presencia de peloteros profesionales y otros que solo juegan en la Serie Nacional?

Es un tema difícil de explicar o de entender. La nueva integración, desde el punto de vista psicológico, en una semana o quince días, para integrar un conjunto es muy dificultoso. Llegaron atletas cuatro días antes para hacer el equipo.

Un colectivo no es que todo el mundo se lleve bien o se conozca, hay una compatibilidad psicofisiológica que a veces está en una alineación de un equipo, por ejemplo. Cada uno tiene que pensar igual o parecido para llegar a hacer equipo. Quizás haya otros factores, pero eso falta y lleva más tiempo para modelar en juegos lo que vas a hacer.

Antes de esta entrevista, hablé con Cepeda por teléfono y me dijo algo: les quitaron el dinerito a algunos atletas de aquí por dárselo a algunos a los que no les hace falta dinero, pero bueno, son decisiones que no tomamos nosotros. Es como que en el equipo pudieron haber estado otros atletas que están en Cuba, que podían defenderse económicamente y haber hecho una actuación parecida.

Como es lógico, la opinión pública nacional e internacional ha estado muy fuerte con esa integración. Esto es una experiencia más y veremos qué resultados tiene. Creo que las oportunidades deben dárselas a los de adentro y a los de afuera, porque siguen siendo cubanos. Para buscar resultados, pienso que hay que hacer como el fútbol, por ejemplo. Sabemos que la temporada de MLB es larga y quizás no lo permita, pero puede ser una alternativa.

Se dice que “sacaron de la manga” a Armando Johnson sin haber estado integrado a ningún equipo de clase profesional. Quizás hubiesen hecho mejor una preselección de mánager para escoger. Eso es importante hacerlo de forma temprana.

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¿Se siente realizado Juan Ramón Alvaredo como psicólogo deportivo?

Fui un representante anónimo para el público. Quizás no aparezca en una nómina oficial, pero serví de mucha ayuda para un pelotero que atravesaba por un mal momento ofensivo o defensivo y eso es más mental que físico o técnico, y los saqué muchas veces de esas situaciones. Uno aparecía en nóminas y en otras no porque no éramos aparentemente necesarios.

Sigo sintiendo el béisbol en general y en particular con el cubano. Viví los mejores años de la pelota y sus resultados, a los cuales contribuí. Tengo esperanzas de que Cuba regresé a los planos estelares. Conocí a figuras políticas y de gobierno de la cultura y personalidades cubanas. Tengo la satisfacción de ser amigo de muchos que jugaron y otros que juegan en Grandes Ligas.

No me arrepiento de nada. Creo haber dado mis herramientas, experiencias y ejercer mi profesión en todo lo que pude. En series nacionales, con Villa Clara, estuve en cuatro campeonatos como campeones. El peor lugar, internacionalmente, fue un segundo lugar, y todo lo demás fueron glorias. Siento que fui reconocido, incluso me dieron lauros en el aula magna de la Universidad de La Habana. Estuve beneficiado con todo lo que le daban de estímulos al equipo Cuba.

Las mejores sensaciones mías me las saca el béisbol, por eso veo pelota cubana y de Grandes Ligas. Estoy satisfecho de mi vida personal y profesional. Aquí en México me consideran bastante por la trayectoria que dejamos en Cuba y equipos nacionales mexicanos, así como de Nicaragua. Mantengo muy buenas relaciones con peloteros que han estado en Grandes Ligas y con algunos que están en Cuba, y eso es me llena espiritualmente.

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Imagen cortesía de Roberto Santiago
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