Eduardo Martín siente que es más reconocido por sus resultados como mánager en otros países que en el béisbol de Cuba, en donde ganó varios campeonatos, entre Selectivas y Series Nacionales.

“Tengo más prestigio internacionalmente. Llevo mucho tiempo en México, Colombia, Japón y he trabajado con todos los niveles. Amo mi país, soy cubano de pura cepa y lo único que me ha dolido es que la mayoría de las veces me han sacado de equipos nacionales, pese a que lo he dado todo con rendimiento y resultado, sin darme respuestas”, dice.

Eduardo Martín conversó con Play-Off Magazine sobre la vida y carrera de un mánager ganador en el béisbol cubano con Villa Clara y el equipo Cuba. También, sobre los estudios, un campo que ha marcado su vida.

¿Cómo comenzó Eduardo Martín en el mundo de los deportes?

Empecé desde muy chico con inquietudes por los deportes y estuve en varias disciplinas con pelotas, sobre todo. Nací en Isabela de Sagua, un puerto de mar donde lo que más se practicaba era el béisbol y mi inclinación se fue hacia ahí. Mi padre fue buen jugador junto a Conrado Marrero, que es de Laberinto, lugar cerca de donde vivíamos.

Me crie jugando pelota, descalzo, casi sin posibilidades económicas. Hacíamos nosotros mismos los terrenos de fútbol y pelota. Conformé algunos equipos de fútbol y baloncesto provinciales. Con 15 o 16 años, me fui a estudiar para ser profesor de Educación Física en el Escambray, en 1968, hasta que nos pasaron para La Habana, donde me gradué cuatro cursos más tarde.

Hice preselecciones de los equipos juveniles y Azucareros, pero no integré las selecciones. Después, mis comienzos laborales fueron en Cifuentes, junto a Tomas López. En 1973, me escogen dentro de un selecto grupo en el país para el primer curso de licenciatura en Cultura Física y deportes de Cuba, en La Habana.

Me mantuve siempre ligado a la pelota y el softbol, incluso, como jugador en la provincial de la capital. En 1975, hice el conjunto nacional cubano a los Centroamericanos de México y quedamos campeones. En el 77, también fui a Dominicana y logramos la medalla de plata. No jugué series nacionales, pero nos escogían para esos eventos universitarios.

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¿Y cómo empieza su carrera de director en el béisbol?

Osvaldo Hernández y yo comenzamos en la antigua provincia Las Villas, pero a él lo dejaron en la comisión de béisbol y a mí, me ubicaron en la Escuela de Profesores de Educación Física Manuel Fajardo. A los pocos meses, Osvaldo tiene divergencias y es sustituido. Me pasaron para su puesto con vistas a dirigir el equipo de la provincia en 1977, con la nueva división política administrativa.

Comencé con jugadores escogidos y medio que improvisados. Sin adecuada preparación, alcanzamos el quinto lugar en la serie nacional con 16 equipos presentes. Existía la nacional y la selectiva y me seleccionaron para conducir a las Villas, en la Serie Selectiva, siendo un novato. Yo tenía unos veinticinco años, pero los peloteros y entrenadores me ayudaron mucho hasta lograr ser campeones contra el Habana, cuando Cheíto Rodríguez decidió con jonrón. Fue el primer campeonato que ganaba en series de ese tipo y yo comenzaba.

En 1978, culminada la serie, me dan la responsabilidad de dirigir a los juveniles que representarían a Cuba en el mundial de la categoría, cuando por primera vez participaron los asiáticos, y nos llevamos la medalla de oro. El difunto Alejo O’Reilly dio el jonrón decisivo contra Corea del Sur.

Estuve dirigiendo tres temporadas consecutivas y fuimos subcampeones en el 78,79 y 80, pero me quitaron sin más allá ni más acá: era por lo que se les ocurriera a los cuadros. No me gustó, pero estaba joven y seguí luchando. Entonces, me enviaron para Nicaragua a trabajar con los seleccionados nacionales de béisbol y softbol, cuando estaba recién triunfada la revolución sandinista.

Regresé en el 1983 y comencé a preparar al elenco de Villa Clara y ganamos el campeonato nacional. Volvimos a ganar con Las Villas. Soy de los pocos directores que han ganado dos campeonatos en un mismo año.

¿Cómo se lograban esos grandes resultados?

No había de nada. Para el desarrollo de la fuerza había que tener pesas y no teníamos gimnasio. La parte logística no era buena, había que dormir en los albergues y los estadios, para bañarse era   con agua fría. Se mandaban a hacer bates de majagua. Había muy poca infraestructura y posibilidades.

Los peloteros se entregaban y traté de ser ejemplo en todo, desde el trabajo y los conocimientos que pude aplicar para convencerlos. Yo comía en el mismo comedor, dormía con ellos en el albergue viviendo en Santa Clara, entrenábamos dos y tres sesiones al día.

Tenía técnicos muy buenos junto a mí, como Pedro Pérez, Luis Enrique “Kiki” González, Pedro Moré, quienes que estuvieron ligados a la pelota y la jugaron con vivencias. Todos conversábamos mucho con los atletas, en función de la cohesión grupal. Fue de los primeros equipos que tuvo un psicólogo con José Ramón Alvarado, quien, además, fue pelotero.

En esos tiempos tuve oportunidades de participar con equipos grandes como preparador, entrenador o coach a una copa intercontinental y en unos panamericanos en Caracas, pero dirigían los de más experiencia. Con las segundas selecciones nacionales, dirigí por Italia y México.

¿Por qué, pese a su carrera, ha sido “inestable” como mánager en el béisbol cubano?

En 1987 me sacaron nuevamente, sin saber por qué ni cómo, pese a mantener una generación que se ubicaba del uno al tres o al cuatro, en Cuba. Entonces, comienzo como profesor de la Universidad de Cultura Física de la provincia, como jefe de departamento. Después, me mandan para Polonia unos nueve meses a apoyar la federación nacional de béisbol, pero regresé para mi maestría.

En 1990, me llaman para dirigir nuevamente el equipo Villa Clara porque no se estabilizaron los resultados. Empezamos a trabajar duro con una buena generación de peloteros como Eduardo Paret, Toca, Osmani García, la “araña” Díaz, Oscar Machado, Eddy Rojas, Ángel López y muy buenos lanzadores. Tenía a Pedro Jova de entrenador de bateo, a Kiki de coach y a Pedrito Pérez en el picheo.

En medio de los entrenamientos para conformar el equipo me dieron fuertes giardias y caigo con una hepatitis reactiva parasitaria, que hizo estar seis meses de reposo. No pude dirigir como pensaba con aquella maquinaria. Me preguntan quién podía quedarse de director y propuse a Jova porque era un líder, sabía el ritmo de trabajo, conocía a los muchachos y ellos a él. Empezó y ya todos saben que fueron tres campeones tres campañas y una, subcampeones.

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¿Qué vino después para Eduardo Martín?

Al recuperarme, me proponen irme para España e hice buena labor dos años. Después, estuve en Argentina con el elenco de ese país en los panamericanos de Mar del Plata y logramos un quinto lugar. Cuando retiran masivamente a los peloteros cubanos me dan la tarea de estar al frente de los atletas que irían para Japón. Dirigí a los semiprofesionales de Chidá, que es una gran compañía.

En 1997, fui para Colombia como mánager de los profesionales de Córdova, con los cuales gané el campeonato. Estando en la segunda campaña, cambiaron al presidente y regresé a Cuba.

Víctor Mesa empezaba a dirigir la selección juvenil cubana y me acoge en su colectivo. Entonces, trabajé en la preparación para el campeonato mundial del 98. Cuando Víctor es propuesto para conducir el equipo Villa Clara en el 99 me mantuve con él. Ahí estuve tres temporadas como entrenador principal discutiendo los campeonatos y con resultados de ganados impresionantes.

Me separé para hacer el doctorado, pero formé parte de la preparación para los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, con Servio Borges. Nunca tuve suerte con la comisión nacional para unos Juegos Olímpicos. Terminé la maestría y en 2005, volví para Japón a trabajar.

Tras un tiempo, dirigí a Villa Clara para la serie 2007-2008 y alcanzamos la tercera posición nacional. Al año siguiente discutimos con Habana y en 2010 logramos el subcampeonato, al perder contra Industriales.

Por esos años, volvió a dirigir en la arena internacional.

Aunque no me llevaron a los Juegos Olímpicos de 2008, en 2009 sí estuve con el equipo Cuba en todos los eventos. En 2010, vuelvo al mundial universitario en Japón. Ganamos el prepanamericano de Puerto Rico. Volví para la Copa Intercontinental y la ganamos en Taipéi contra Holanda, con el jonrón de Alexei Bell y quedé seleccionado el mejor entrenador del mundo. La medalla estuvo almacenada en la Habana como diez años y no me la daban.

Me mandaron a buscar para el Challenger de Canadá en 2011, porque se enfermó Alfonso Urquiola y lo ganamos. Al regreso, tocaba el Panamericano y vuelven a llamar a Urquiola y a mí no me llaman y terminé. Tuve miles de discusiones, pero no podía hacer nada: me quitaban y ya. Tras eso, me fui a trabajar para México de metodólogo principal de deportes.

¿Ha sido aprovechados sus conocimientos, como la tesis de doctorado, por las autoridades deportivas?

Me dieron un premio en la Universidad de La Habana y mi tesis fue la mejor del país de corte pedagógico de ese año. Tengo dos libros propuestos a la comisión nacional sobre esos trabajos que refuerzan la preparación al deportista con más de mil ejercicios de juego y un orden para organizar la preparación de equipo y no han salido ni van a salir. Parece que no interesa. Se habla de ciencia e innovación constantemente en este país, sin embargo, nada de eso se pone en práctica.

La vida sigue igual, los entrenamientos del béisbol siguen lejos de lo que pueden ser. Son muy individuales, no se realizan acciones de grupos con la táctica incluida, y los elementos de la técnica son los priorizados, no los de la táctica.

¿Qué opina sobre el béisbol en estos tiempos en Cuba?

No hay afición porque los horarios de juegos son ilógicos. Se supone que las personas vayan a los estadios después del trabajo. Nunca estaré a favor de eso. En los buenos años del béisbol cubano recuerdo que respetábamos la relación trabajo-descanso.

Las condiciones del país no están creadas para los juegos como debe ser. Los entrenamientos no deben ser los que llevan los atletas. La mayoría de las actividades se hacen cuando culminan y ya está el cansancio y otras situaciones psicológicas que influyen.

En años atrás había más seriedad, se entregaban más y se cuidaban más por sus posibilidades de hacer equipos nacionales. Ahora, buscan otras cosas como salir del país, jugar en otras ligas. Hay menos profesionalismo porque tampoco tienen remuneración económica. No es posible que con su talento este bien económicamente, no resuelven las condiciones excepcionales para poder crear una familia.

Imagínate, esperar a que les den una casa. Si con su talento pudieran comprarse la casa o un carro, ¿por qué no? Todas esas cosas determinan. En otra época se iban del país, pero no es como ahora. Recuerdo que no se podía estar hablando en un evento internacional con cualquiera.

Después del 2010 o 2012 se va cualquiera del país, hasta con 12 años y 15 años. Venden todo lo que les dan porque no reciben lo que tienen que recibir y cuando salen al extranjero tampoco y ahí aparecen los escapes.

No hay casi diferencia entre la Liga Élite y la Serie Nacional. No le llamaría así, porque de élite no tiene nada.

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¿De qué se enorgullece y de qué se apena Eduardo Martín?          

Mi primer campeonato con Las Villas me llenó de glorias. Los resultados en eventos internacionales también. Hay varios récords que rompimos con equipos anaranjados en campeonatos que son difíciles de superar. Me he superado constantemente, he llegado al máximo nivel del deporte. Me satisface mucho haber creado y aportado libros al país, aunque no los han editado, pero están ahí.

No he sido reconocido ni tenido en cuenta como el doctor que soy, siendo el primero de Cuba en el béisbol. He sido olvidado en muchas ocasiones. Nunca me llamaron para unos Juegos Olímpicos, pese a tener grandes resultados como director de equipo. He sido de los que alcanzaron más efectividad entre ganados y perdidos de por vida conduciendo un conjunto; creo que está Jorge Fuentes y después, yo. Me enorgullece la familia que he creado. Con su apoyo he llegado a ser un universitario superior en la universidad del deporte, tengo dos maestrías y grados científicos.

Las penas son espinas clavadas que tengo. Ahora mismo, hubo entrenamiento para el Clásico, reunieron a varios entrenadores y yo he hablado con el comisionado y con el vicepresidente del INDER con la mejor disposición de ayudar, cooperar y aportar, aunque fuera para lo técnico y no materializaron nada.

Tengo más prestigio internacionalmente. Llevo mucho tiempo en México, Colombia, Japón y he trabajado con todos los niveles. Amo mi país, soy cubano de pura cepa y lo único que me ha dolido es que la mayoría de las veces me han sacado de equipos nacionales, pese a que lo he dado todo con rendimiento y resultado, sin darme respuestas.

Tengo mi casa, que me dio el gobierno. El carro lo compré por Cubadeportes, por el derecho que ganábamos con el 20 por ciento: así reuní el dinero. No tengo más nada. Todo lo demás ha sido con mi esfuerzo y mi sacrificio, trabajando aquí y fuera del país.

En 2012, me fui para México para sostener a mi familia porque si me hubieran tenido en cuenta en el equipo nacional, no estuviera todavía en el vaivén con mis 72 años. Mira que tuvieron tiempo, pero nada. Entonces, me jubilé y estoy por mi cuenta allá, pero viviendo aquí en Santa Clara.

No sé hasta qué punto me puedo comparar, pero creo que lo mismo que me ha pasado le ha pasado a mucha gente en cuanto a estimulación. A quienes hemos sido fieles y no hemos decepcionado, no nos han tenido en cuenta.

¿Qué desea y aspira?

Quiero seguir llevando el deporte en mi sangre porque lo amo, es parte de mi vida y por supuesto, el béisbol. Amar a mi país, aunque haya sido olvidado en muchas ocasiones. Cuando ya no esté físicamente, quisiera que me incineren y depositen mis cenizas en la bahía de Isabela de Sagua, mi pueblo natal.

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Imagen cortesía de Roberto Santiago
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