Al director técnico más ganador del fútbol cubano, Julio César Álvarez “El Pulla”, lo marginaron en numerosas ocasiones, pero no guarda rencor. Incluso, cuando había sido campeón nacional por cuarta vez consecutiva, todavía dudaban a la hora de llamarlo a la selección nacional.

“El Pulla” vive feliz de ser oriundo de Zulueta en Villa Clara, en donde comenzó un camino que lo llevaría a convertirse en el guía, desde los banquillos, de una dinastía del balompié en la isla. Durante quince campeonatos que dirigió, alcanzó trece medallas con el Expreso del Centro, de estas, cinco coronas.

“Trabajé para el fútbol, no para que me reconozcan, pero la gente sí lo hace cuando uno ha hecho algo positivo. Lo que quiero es que no me olviden”, dice Julio Cesar Álvarez, quien no pide ayuda del Inder, ni de nadie, aunque la necesitara.

“Yo trabajaba para el fútbol: siempre que he tenido las fuerzas lo he hecho y lo hago sin interés de ningún tipo”, añade.

De su vida dentro y fuera de las canchas, de sus satisfacciones, incomprensiones, experiencias y anécdotas, conversó con Play-Off Magazine Julio Cesar Álvarez, una leyenda del fútbol cubano que vale la pena escuchar.

¿Cómo descubrió Julio César Álvarez el fútbol?

El fútbol comenzó para mí como comienza este deporte en un lugar como Zulueta: en los diferentes barrios. Primero, se hizo un torneo de categorías inferiores de 12 o 13 años con varios equipos. Luego, pasé al terreno de Zulueta con atletas que hacían de entrenadores, pero allí iniciamos un trabajo un poco más serio en lo técnico y táctico.

¿Pero cómo se convierte en entrenador, la profesión que marcaría su vida?

En el 1975 me encontraba laborando en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) regional de Sagua la Grande, llevaba allí casi tres años, por necesidad de apoyo de entrenadores a ese municipio. En aquel entonces, el director regional de Caibarién me solicitó para que regresara para dirigir la primera categoría por ciertos problemas que ocurrieron. Así empiezo en la primera categoría de Zulueta, y fui campeón provincial, cuando pertenecía a la antigua provincia Las Villas.

Continué en el periodo de 1975-1976 con los zulueteños. El equipo Azucareros, que era el mayor representante de nosotros, ocupó el cuarto puesto y Zulueta el quinto. Después, se restructuran los conjuntos para comenzar con el nombre de Villa Clara y se me propone para dirigirlo.  

Julio César Álvarez El Puya
Julio César Álvarez El Puya

¿Cómo eran las condiciones para desarrollar el fútbol cubano en aquellos años?  

Los terrenos eran de muy baja calidad en la mayoría de los municipios. Los tradicionales eran los de Zulueta y Santo Domingo. Los demás tenían sus dificultades, pero se jugaba y se desarrollaban los campeonatos. Había balones donados por países del llamado campo socialista con cierta calidad para jugar los torneos provinciales y nacionales.

Pero, sí se tenían más implementos que en la actualidad. La industria deportiva nos surtía con balones de gomas para los escolares y los demás, por ejemplo 20 o 30, para un entrenamiento de primera categoría, cosa que hoy es difícil. Existía la posibilidad de un buen desarrollo. Escaseaban los implementos para trabajar las habilidades físicas.

Los trajes eran confeccionados por la industria deportiva con buena calidad. No existía tantos problemas con el calzado ni con los uniformes ni las medias. Fue un mejor momento de los materiales y necesidades para los entrenamientos y competencias. Todos los equipos de provinciales y nacionales estaban uniformados con sus respectivos colores.

La alimentación era muy buena tanto en la base como en los campeonatos nacionales. Los albergues sí eran otra cosa. Nos alojaban, por ejemplo, en el estadio Sandino de Santa Clara, con condiciones que no eran buenas, con mucho calor, los albergues no eran los mejores y eso nos golpeaba. No había ventiladores ni posibilidades para que el atleta descansara lo suficiente. Muchas veces dormíamos en las gradas para coger fresco y descansar.

Usted es el director técnico más ganador en nuestros torneos nacionales de fútbol, con cinco coronas.

Sí, de quince campeonatos que dirigí en Cuba, en trece alcanzamos medallas. Con el Expreso del Centro, Villa Clara, fueron los mejores resultados que tuve. Del año 80 al 83 ganamos cuatro campeonatos consecutivos. Es, hasta el momento, el único equipo que lo ha logrado en estas lides. También ganamos en el 86. En el 78, 79, 85 ,87 y 89 fuimos segundos lugares. En el 94 y 2008 terceros.

Nadie ha logrado cinco campeonatos nacionales como DT (le sigue José Luis Flores con cuatro) y se acercan Rolando Rodríguez, excelente entrenador villaclareño y Ariel Álvarez, Francisco González Mena y Triana, con dos.  

¿Qué recuerda de sus incursiones con la selección nacional cubana?

Estuve en el colectivo de entrenadores de las selecciones nacionales seis años, aproximadamente. En 1987 pasé a dirigir la selección nacional en los Juegos Centroamericanos y del Caribe con un cuarto lugar. No era la selección absoluta, sino que se competía como sub-23.

Después, estuve en eliminatorias olímpicas, panamericanas, centroamericanas dentro del colectivo técnico. Participé en eventos de preparación en Corea y Europa con el conjunto que ganó el centroamericano dirigido por Roberto Hernández.

¿De quiénes se nutrió Julio César Álvarez para convertirse en el entrenador exitoso que fue?

En Cuba había buenos directores técnicos y entrenadores. En el caso de los extranjeros que han trabajado aquí, pienso que Kim Young Ja creó una base importante de disciplina y aspectos que dieron sus resultados, aunque no pude trabajar con él. Se logró ganar en campeonatos y subcampeonatos centroamericanos. Fue de la generación de Roldán y Reinoso. Había otros cubanos como Sergio Padrón, Roberto Hernández y otros.

Después, Compani enseñó cosas que no dominábamos como el trabajo en bloque y otros aspectos técnicos tácticos que influyeron en que hubiera un desarrollo del fútbol cubano. A partir de su llegada, la selección trabajaba lo técnico táctico porque veía en los cubanos fortaleza física. No creo que haya sido descabellada la decisión de traer esos dos técnicos en su momento a pesar de haber tenido buenos especialistas en nuestro país. Todos los demás importados no los creí necesarios.    

 ¿Los directores técnicos de las selecciones nacionales eran los más capacitados?

Fui convocado a la selección nacional cuando logré ser campeón o subcampeón nacional. Me premiaban con ir a ese colectivo. Sin embargo, había entrenadores que dirigían la selección que no dirigían ni tenían resultados en el campeonato doméstico.

Yo fui excluido de la selección nacional en enero de 1991, cuando se perfilaba todo con vistas a los Juegos Panamericanos celebrados en La Habana. Había dirigido los Centroamericanos y ocupamos el cuarto lugar y en la eliminatoria olímpica perdimos con Haití. Cuando hacen el análisis, alegan que no debíamos haber perdido con Haití, un país pobre, y una serie de cosas que no las entendí.

Muchos de los que alegaban aquello habían perdido contra Haití siendo jugadores. Querían decir que cuando ellos estaban eran ricos y conmigo eran pobres. A veces no doy entrevistas porque me conozco y digo la verdad cueste lo que cueste. Soy responsable hasta el día de hoy de los resultados, pero hay cosas que se deben saber.  Ellos tenían sus planes, desde un principio los tenían. Pero bueno ya tenían otras proyecciones.

¿Cuáles eran esas proyecciones con usted y otras personas?

A mí me envían para Haití junto con otros compañeros. Hicimos un trabajo bastante bueno después. Me sustituyó Compani, un técnico italiano que dirigió para los Juegos Panamericanos del 91. Me pidieron que me quedara, pero me reusé porque si no cumplí con los pronósticos que me impusieron lógicamente no iba a aceptar estar allí.

Eso tuvo su situación: el comisionado se molestó por eso, pero yo hablé claro. Hay que ser honesto. El problema no es estar en un equipo por estar y por viajar. Uno debe defender los intereses fundamentales, que son los resultados.

Después, en Villa Clara, estuve un tiempo sin dirigir. Más tarde, fui comisionado provincial. En ese tiempo me comprometieron, otra vez dirigí. En tres temporadas obtuvimos dos platas y un bronce. Acto seguido, partí para Haití.           

Al regreso de Haití ni siquiera en mi provincia se interesaron porque yo dirigiera nuevamente. Al final no hubo una decisión. Yo digo que cuando uno merece algo no lo pide y nunca he pedido nada. Existía otra mentalidad. No estoy en contra. Nadie es vitalicio. 

Cuando fallece mi esposa, pensé retirarme y Florido, el actual comisionado de fútbol en Villa Clara, habló conmigo para que apoyara al equipo y a los técnicos jóvenes. Ese trabajo lo fui realizando siempre sin enfocar nada que no fuera sus criterios. Así continúe y lo sigo haciendo de esa manera. 

¿Qué le pareció el talento y la calidad humana de los futbolistas que dirigió de diferentes generaciones?  

Me es difícil definir quiénes eran mejores. Tuve extraordinarios jugadores bajo mi mando, que en su época, hicieron historia. Fueron brillantes y también hubo otros no mencionados que no vistieron las franelas del equipo Cuba, pero que eran capaces de competir con los que hacían selecciones nacionales. Logramos ser una familia. Cuando se logra luchar por una causa justa y que todos lo veamos, así se alcanzan los resultados.

Los atletas de Zulueta y Santo Domingo tenían sus discrepancias por los campeonatos provinciales al igual que Caibarién, pero llegó el momento en que jugábamos en esos lugares y hasta se quedaban a festejar. En la unión estaba el éxito. La meta de nosotros era vencer y vencer.

La Habana era la potencia más grande en el fútbol cubano y derrotábamos a los capitalinos allá y acá. Hubo un tiempo en que cuando tocaba jugar en Zulueta no venían. No creo que fuera miedo, pero sí influía el lugar. No buscábamos refuerzos, aun con dificultades en la defensa. De los cinco campeonatos que ganamos, tres fueron con atletas que estaban en la selección nacional, pero los otros dos sin ellos. Había una base sólida entre jóvenes y veteranos.     

¿Qué opina Julio César Álvarez del fútbol cubano actual?   

Cada generación ha tenido sus situaciones, a favor o en contra. La actual es diferente porque se ha abierto un campo que no existió en otras épocas. En mi tiempo, había atletas que pudieron haber jugado en determinados clubes por su calidad. Los muchachos de ahora han visto que en los clubes hay beneficio económico y mayor desarrollo. Han buscado nuevas aventuras.

Es una generación con otras posibilidades. No es menos cierto que nuestros campeonatos nacionales tienen muchas deficiencias. En cuanto al alojamiento, este ha mejorado. Se da en hoteles, el transporte es en guaguas Yutong con mejoras con respecto a mi época, en que eran en Girón y Skoda. La alimentación es bastante buena.

Siempre he estado en contra de la conformación de los campeonatos de Cuba: el fútbol no es de playoff, es para otros deportes y aquí queremos que un equipo que ha ganado un torneo sacando tres o cuatro puntos al más cercano perseguidor, después juegue en un cruce el uno contra el cuatro y puede que quede eliminado. Eso es una injusticia.

Se juega muy poco. Ahora, con apertura y clausura, ese no es el fútbol que necesitamos. Tenemos que acercarnos a las ideas de los grandes equipos como el Madrid, el Barcelona. Juegan cuarenta partidos. Ahí hay desarrollo.

Estoy en desacuerdo con el sistema de competición del fútbol cubano y la poca cantidad de partidos que se celebran. Así no se desarrolla nada ni nadie. Cuando comencé se jugaba todos contra todos y salía el campeón por mas puntos. Discutimos campeonatos en partidos extras, lo que quiere decir que sí se puede dar un gran espectáculo y eso obliga a los elencos a mejorar sus deficiencias.   

La base del fútbol cubano está perdida. Las áreas no tienen balones para trabajar ni recursos para formar a los niños, jóvenes y adultos. Por supuesto que cuando llegan a un nivel superior tienen miles de deficiencias. En nuestro tiempo, por lo menos, teníamos balones y recursos. La gente podía trabajar.

Como estamos, no le vamos a ganar a nadie. A veces, me llama la atención que los técnicos de la selección nacional cuestionen la base. ¿De dónde salieron ellos? Bueno, muchos no salieron, se lo han dado. Hay quienes no se han esforzado ni han formado atletas. ¿Cómo van a mejorar la técnica individual y colectiva con uno o dos balones, a veces? Eso hay que superarlo. Todo está basado en los que están afuera y eso no puede ser así.

Los federativos nuestros, a veces, no conocían ni siquiera a los entrenadores de nuestro país. No han dirigido en ningún lugar. Han sido puestos por obra del espíritu santo, no sé. Muchos de ellos, la inmensa mayoría, no han dirigido ni han estado vinculados con el fútbol. Ese deporte hay que sentirlo y jugarlo.

Tenemos provincias con un federativo en cada una y se ha sacado a un comisionado sin estar en ninguna federación. Con el mayor respeto: no quiero saber nada de la comisión nacional de fútbol. Mucho de los que están dirigiendo un equipo nacional no han ganado ni siquiera una liga cubana. ¡No, no han dirigido! Los campeones son los que tienen que dirigir, que son los que tienen vivencias. Son los que merecen respeto por el trabajo realizado.

¡No nos engañemos! Hemos jugado dentro del Caribe con equipos de segunda A y B, estamos en la B y los partidos se tornan cerrados, inclusive. Hay que topar para, por lo menos, llegar a CONCACAF para aprender con conjuntos superiores para ver las deficiencias. Hay que jugar fecha FIFA.

La actual selección, para mí, es pasajera, con el mayor respeto de bombo y platillo que le estén dando. Esto muestra que cuando tuvimos que buscar la clasificación para CONCACAF no se logró. Antes éramos los dueños, el único que nos seguía era Haití. Quiere decir que cada vez nos alejamos más de una forma victoriosa.    

El mundo futbolístico no juega menos de cincuenta partidos en cualquier liga por lo que sea. Eso lo saben todos los jugadores actuales. Se ven con posibilidades, se comparan y por supuesto, tratan de jugar en las islas del Caribe para desarrollarse profesionalmente y en su economía.   

Hay éxodo real en Cuba. Algunos porque quieren irse del país, que a mi juicio son contados por los dedos de la mano: los demás, buscan un futuro mejor e ir a la selección nacional, incluso jugando desde el exterior. Hay muchos problemas, incluido los salarios y eso, en la actualidad agobia a los atletas y entrenadores.

No tienen la mente enfocada en el deporte. No quieren jugar porque algunos, por ejemplo, consiguieron un contrato particular en un merendero y dejan el fútbol porque económicamente están limitados: sin eso, no pueden mantener a una familia. Si ve la nómina cubana de los últimos tiempos, casi todos los futbolistas están en determinadas ligas. Del campeonato doméstico apenas hay dos o tres.

No podemos pensar que los que están afuera van a resolver todo. Se hicieron dos selecciones, la A y la B. ¿Cuántos fueron de la selección B? ¡Busquen! ¿Qué me están hablando de selecciones? Es como una justificación para decir: nosotros hicimos el campeonato nacional a la primera fase e hicimos la preselección. No existe. No es verdad.

En Cuba hay lineamientos. Al que abandono el país en delegaciones se le aplica la medida. Al que haya ido por su cuenta o haya buscado otros aires deportivos debe permitírsele jugar con la selección cubana, en definitiva, todos son cubanos y aman a su patria y quieren representar a su país. No es un problema de opinión, es de muchos que hasta el momento se respetan. A mi juicio, siempre digo que vayan los mejores.

¿Se sintió marginado usted, pese a todos sus éxitos como entrenador?

Eso sucedió en toda mi carrera. Aun cuando fui campeón nacional por cuarta vez consecutiva y los comisionados de Holguín y Cienfuegos propusieron que fuera invitado al colectivo de entrenadores de la selección nacional, el comisionado en aquel momento planteó que no era lo suficiente para que yo estuviera en la selección, sin embargo, había otros que no dirigían nada.

Hay gente valiosa que están dirigiendo, pero se debe tener un respeto. Fui un poco rebelde con apuestas que hubo que hacer y las gané en defensa del equipo de mi provincia. Se tomaron medidas arbitrarias, pero no me preocupa, yo trabajaba para el fútbol: siempre que he tenido las fuerzas lo he hecho y lo hago sin interés de ningún tipo.

Lo que se logró no fue solo de mi esfuerzo sino de las áreas de los municipios y las provincias. A mí solo me tocó materializar todo el trabajo anterior. Me marginaron y se quiénes lo hicieron, pero no me preocupa porque no busco un medio para atacar a nadie. Para los que hicieron eso conmigo, allá ellos, porque soy feliz: amé al futbol, trabajé para él y es mi pasión.  

¿Tuvo beneficios con el fútbol?     

Jugábamos por ese gran amor que le teníamos a la camiseta y representatividad de la provincia y por Cuba en los eventos internacionales. No es menos cierto que la parte económica es importante: en una eliminación olímpica, jugando en Haití, nos dieron diez dólares para si queríamos comer caramelos o lo que quisiéramos.

Las veces que más nos dieron fueron en unos Centroamericanos, unos ochenta dólares, y también en un torneo en Corea, con igual cifra. En las demás ocasiones, fue por debajo de ese dinero. En España estuvimos un mes y nos dieron sesenta dólares. Así, por el estilo, para traer lo poquito para la casa y la familia. No había apoyo económicamente. No podíamos ni llevar dinero, eso era penado. Sufrimos eso en carne propia. Solo me dieron una casa por necesidad en el reparto José Martí de Santa Clara en 1990 por orden de Corona, en aquel entonces director del INDER nacional.

Actualmente, tengo dos hernias discales, soy diabético, vivo solo. Gracias a amigos míos que me ayudan, tengo una situación diferente. Aquí a esta casa no ha venido nadie del INDER ni a preguntar por mí. Eso lo enfrento como un problema mío que tengo que resolvérmelo todo yo. No voy a pedirle nada a nadie. Si quieren apoyarme, que me apoyen, si no, que no me apoyen.

¿Cuál ha sido la mayor satisfacción para Julio César Álvarez?     

Que me recuerdan saludándome, diciéndome profe, reconociéndome la labor que tuvimos. Sencillamente, trabajé para el fútbol no para que me reconozcan, pero la gente sí lo hace, cuando uno ha hecho algo positivo. Lo que quiero es que no me olviden. Tengo la satisfacción de que el sacrificio no fue en vano. Quería despedirme hablándote de mi pueblo Zulueta. No puedo negar que tengo un pasaporte libre, que no me lo puede quitar nadie: soy zulueteño, villaclareño y cubano.

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Imagen cortesía de Roberto Santiago