En los terrenos, el éxito y la derrota se entrelazan en una batalla eterna, donde los sueños de gloria pueden impulsar a un equipo hacia alturas insospechadas o dejarlos sumidos en la frustración. Pero para uno en particular, el mánager de un equipo que ha sido esquivo en su búsqueda del campeonato, los conflictos internos se suman a la inmensa presión que siente.

Es Guillermo Carmona este mánager, cuyo nombre se convierte en una incógnita ante la inmensidad de su propia lucha constante, quien ha soñado con levantar el preciado trofeo que corona al campeón.

El deseo de ganar atraviesa cada fibra de su ser y lo llena de una pasión arrolladora. Pero, hasta ahora, la victoria se le ha escapado constantemente de las manos.

En su mundo íntimo, donde sus pensamientos se entrecruzan, se encuentra con sus demonios más profundos. Cuestiona sus decisiones, repasa cada jugada, analiza cada movimiento estratégico una y otra vez, buscando incansablemente el error que ha obstaculizado su camino hacia el codiciado campeonato. A menudo, se ve atrapado en un laberinto de dudas, ansiedad y autocrítica implacables.

La carga del deseo incumplido recae pesadamente sobre sus hombros. Sueña con ese momento de celebración, de abrazos y lágrimas de felicidad, pero la victoria sigue siendo un eco lejano. Cada derrota se convierte en un puñal en su corazón, alimentando su insaciable sed por el triunfo y dejando cicatrices invisibles en su alma.

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En esos momentos de oscuridad, su espíritu lucha por encontrar la paz y la confianza en sí mismo. Busca respuestas en el espejo, se enfrenta a sus propias limitaciones y se pregunta si está a la altura de la tarea que se ha impuesto.

Repasa la cicatriz que le produjo una reciente visita al quirófano, pero al mismo tiempo se cuestiona si su deseo de ganar puede convertirse en un monstruo devorador de sueños, llevándolo a una espiral de obsesión que lo aleje de lo que más ama: el juego en sí.

Sin embargo, también encuentra momentos de calma y lucidez. Se aferra a la pasión que lo ha llevado hasta aquí y se recuerda a sí mismo que el béisbol es más que ganar o perder. Es un juego donde la perseverancia, la dedicación y la camaradería también son pilares fundamentales. Saluda a la (dura) afición industrialista.

Carmona descubre que buscar la perfección absoluta puede ser una carga insoportable y que encontrar la felicidad en el proceso y en el trabajo en equipo es lo que realmente importa.

A medida que avanza en su travesía hacia el anhelado campeonato, el mánager se convierte en un verdadero guerrero, luchando en el campo de batalla y también dentro de sí mismo.

Aunque pueda sentirse abrumado, Guillermo Carmona merece el reconocimiento y la admiración por su valentía y por seguir persiguiendo su pasión, a pesar de los obstáculos.

En su lucha por encontrar la armonía entre el deseo de ganar y la aceptación de su propia humanidad, se convierte en un símbolo de resistencia y determinación.

El béisbol, como la vida misma, es un viaje lleno de pruebas y desafíos, y el verdadero héroe es aquel que sigue adelante, sin importar el resultado final. Si llega el título, mucho mejor.

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Imagen cortesía de Foto: Hansel Leyva