Con la reciente ola de púgiles cubanos que inundan el boxeo profesional en la división de los pesos pesados, no son pocos los amantes de este deporte en nuestro país los que se ilusionan con la llegada de un título mundial en dicho peso.

La ilusión está más que justificada, pues se trata de una división que nunca ha contado con un campeón cubano dentro del boxeo profesional y al día de hoy son varios los exponentes de nuestro país de gran nivel que buscan cambiar dicha historia.

Lo que muchos desconocen es que en la década de los años 50’ del pasado siglo, (una época que muchos consideran como la era dorada del boxeo) un cubano estuvo a punto de pelear por un título mundial. Fue Geraldo “El Niño” Valdés, un púgil oriundo de La Habana quien figuró para enfrentar al campeón de la época Rocky Marciano.

Marciano, uno de los mejores púgiles de todos los tiempos, cuenta además con el mérito de ser uno de los pocos campeones que se mantuvo invicto durante toda su carrera profesional en el boxeo (el único en los pesos pesados).

Llegada del “Niño” al boxeo

Geraldo Ramos Ponciano Valdés nació en 5 de diciembre de 1924. La pobre situación económica de su familia le impidió al pequeño Geraldo asistir a la escuela. Desde niño tuvo que trabajar en diferentes oficios hasta que cumplió los 15 años, fue en ese entonces que su madre se encontró de manera fortuita al afamado entrenador Luis Felipe “Pincho” Gutiérrez y le pidió que adiestrara a su hijo.

-Mi niño quiere ser boxeador señor Pincho y como usted llevó a Kid Chocolate a ser campeón quiero que me lo guie-, le pidió la madre.

Ante la inusual petición, el entrenador respondió

-Tráigame al niño mañana señora- al otro día la madre llegaría al gimnasio acompañada de su niño, que en realidad era un muchacho de solo 15 años, pero que sobrepasaba los 1.90 metros de estatura. Desde ese momento nadie lo llamaría Geraldo, sino “El Niño”.

El “Niño” Valdés era un supercompleto bastante alto y corpulento (pesaba alrededor de 220 libras) para los estándares del boxeo de la época, aunque quizás en la actualidad sería algo normal de ver.

Su pegada era su mayor fortaleza y su debilidad era que se agotaba demasiado pronto, aunque con el paso del tiempo fue mejorando en ese aspecto y su resistencia era cada vez mayor.

En sus primeros años de carrera en el boxeo tuvo que combinar el pugilismo con otras profesiones, pues el dinero que ganaba sobre el ring no le alcanzaba para vivir. En su carrera enfrentó a varios de los grandes nombres de todos los tiempos como Sonny Liston, Bob Satterfield, Archie Moore (en dos ocasiones) y Joe Louis (en tres peleas de exhibición), aunque siempre salió derrotado contra los tres.

Su mayor victoria llegaría el 11 de agosto de 1953 cuando enfrentó a Ezzard Charles en el Miami Beach Auditórium, en una pelea en la cual el ganador debía enfrentar a Marciano por el título mundial.

Charles fue mejor en los siete primeros asaltos, pero en el octavo episodio Valdés lo mandó a la lona y de ahí en adelante todo fue diferente. Tras finalizar los 15 asaltos, los jueces vieron ganador al cubano por decisión unánime.

La pelea más esperada y jamás realizada

A pesar de la victoria, Valdés no recibió la oportunidad contra Marciano, quien decidió defender su título ante Charles en junio y septiembre de 1954 en peleas que ganó por decisión unánime y luego por nocaut. En 1955 vencería a Don Cockell y Archie Moore, con quienes Valdés había ganado y perdido respectivamente ese año.

La tan ansiada pelea entre Marciano y Valdés se acordó en primera instancia para el 10 de noviembre de 1955 en el Burdine Stadium de la ciudad de Miami. De hecho, no fue poco el andamiaje publicitario que se puso en marcha alrededor de este combate. Sin embargo, la pelea seria cancelada alegando desacuerdos en el aspecto económico y luego de eso Marciano optaría por retirarse.

Valdés continuaría su carrera en el boxeo hasta 1959, retirándose con un récord de 48 victorias, 18 derrotas y tres empates en una época bien competitiva. Luego de culminar su carrera trabajó algunos años como guardia de seguridad en un club nocturno de Nueva York, ciudad donde residió hasta su muerte, ocurrida el 3 de junio del 2001 sumido en la pobreza.

Muchos analizan la cancelación de la pelea en contra de Marciano como algo muy curioso. Ciertamente, los desacuerdos a la hora de repartir las ganancias devienen motivo por el cual se cancelan peleas constantemente, pero esto es algo que ciertos entendidos de la época no creyeron del todo.

En una época fuerte para el boxeo y los pugilistas, y en las que las oportunidades por el título escaseaban, no resulta lógico pensar que un boxeador como el “Niño” Valdés se arriesgara a perder una oportunidad por el título, por ganar unos dólares extras.

Por otra parte, Valdés no era mejor que otros rivales que ya había enfrentado Marciano en su carrera, pero había ciertas características en el cubano que muchos coinciden podrían haber resultado difíciles de manejar para Marciano sobre el ring.

Rocky Marciano era un boxeador que basaba su estilo en su potencia física y su pegada, lo que le permitió vencer a muchos rivales que incluso técnicamente eran superiores a él. El problema es que eso no sería tan fácil de hacer contra un hombre que tenía una pegada igual de demoledora y que además era mucho más alto (12 cm de más), que tenía mucho más alcance (25 cm de más) y mucho más fuerte (30 lb de más).

En base a eso, cabe destacar que, según los entendidos, Marciano era un púgil al que se le hacía difícil enfrentar a rivales que lo superaban en estatura, aunque siempre encontraba la manera de vencer. Claramente, una pelea Marciano vs Valdés hubiera sido algo interesante de ver, aunque es lógico afirmar que el estadounidense hubiera salido como el claro favorito.

Ojalá que no tengamos que esperar mucho para ver el primer campeón mundial cubano de peso completo dentro del boxeo profesional. Lo que sí está claro es que el “Niño” Valdés fue uno de los que se situó en la élite de esa división en una época en la que muchos consideran como la de más calidad dentro del deporte de los puños.

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Imagen cortesía de Archivo