El deporte los unió un día del 2015. Él pugnaba por mantenerse dentro de la preselección nacional de atletas convencionales. Ella era toda osadía dentro de las pistas con un gran palmarés. Sin embargo, la propia Omara Durand reconoce que, desde que comenzó a competir con Yunior Kindelán como guía, la vida le cambió.

“Al principio nos costaba mucho sincronizar y entendernos en la pista. Demoramos unos meses en aclimatarnos, pero rápido le pusimos empeño y el trabajo salió”, confesó la gran campeona cubana, una leyenda en activo.

Lo cierto es que la dupla Omara Durand y su guía en las carreras, Yunior Kindelán, trasciende más allá de lo meramente deportivo. Según él afirma, “fuera de las pistas tenemos los mismos gustos y, como jóvenes, nos divertimos igual que los demás. Nos llevamos excelentemente, somos amigos. A pesar de trabajar juntos, mantenemos una muy buena conexión como seres humanos y siempre hemos tenido las mejores relaciones”.

Omara Durand Yunior Kindelán atletas cubanos
Atletas cubanos Omara Durand y Yunior Kindelán.

Omara empezó a correr con siete años. En su natal Santiago de Cuba apenas cursaba la enseñanza primaria en una escuela especial para niños ciegos y débiles visuales, cuando su profesor de Educación Física se percató de las cualidades de aquella niña. Las condiciones físicas excepcionales y un talento nato le abrieron las puertas del mundo del deporte en una de las disciplinas más espectaculares: el atletismo.

Tras su paso por la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) de Santiago, al pasar el tiempo y mejorar los resultados, llegó a la preselección nacional de atletas discapacitados. Pero una vez en el Estadio Panamericano de La Habana, quería mucho más.

“Mis aspiraciones crecieron y siempre traté de buscar mejores tiempos. Soñé con ser medallista. En el 2007, participé en los juegos mundiales de personas con discapacidad y ese mismo año en los parapanamericanos de Río de Janeiro. A partir de ahí, comencé a incluirme en la élite mundial”, dice.

Yunior dio sus primeras zancadas a los 11 años y poco a poco, se hizo de un puesto también entre los mejores exponentes de las pistas en la mayor de las Antillas. Como corredor de 400 metros planos, vislumbraba para él un futuro promisorio en lo individual, pero la vida le daría un giro de 360 grados.

“Desde que la profesora Miriam me planteó correr junto a Omara sabía que me enfrentaba a un desafío bien difícil”, confiesa. Y no era para menos, pues ella era campeona olímpica, mundial: una atleta de talla internacional. Kindelán conocía del reto y así lo asumió.

“Fue bien difícil porque nunca había corrido con un guía y en mi caso, nunca lo había sido. Necesitábamos tener buena sincronización y tiempo. Los dos, a pesar de ser jóvenes, le pusimos empeño y hoy nos entendemos a la perfección. Jamás pensé vivir tantas cosas que me han sucedido junto a Omara. Conocía a varios guías, pero las interioridades las ignoraba totalmente. En apariencia parecía fácil, pero luego, se complicaba la cosa. Dejé mi carrera individual a un lado, pero no me arrepiento en lo absoluto. Así es la vida, te pone a veces no donde esperas, pero sí donde debes. Puedo decir que es lo mejor que me ha pasado”, confiesa.

Para la velocista, el hecho de compartir espacio con otra persona resultó también una prueba exigente; no obstante, la seriedad y disciplina salieron airosas. Juntos tuvieron momentos de no saber cómo hacerlo, pero un todo día funcionó. Luego de mucho esfuerzo y trabajo, llegaron a un punto donde podían pasar tiempo prolongado sin usar el cordón, pero al correr de nuevo, parecía que habían pasado solo un par de minutos de inactividad.

Omara Durand, atleta cubana.
Omara Durand, atleta cubana.

“Hemos congeniado muy bien como atletas y como personas. Yunior es un hermano que me puso la vida en el camino. Nunca hemos tenido problemas de ningún tipo. Cualquier situación que tengamos la compartimos y lo resolvemos. Nadie se entera si tenemos problemas. Él es un buen muchacho ¡Hace sus cositas de vez en cuando! Estoy segura de que, al principio, a él no le gustaba tanto el trabajo como ahora”, afirma Omara Durand.

“Es verdad, me siento cómodo, me gusta mucho el deporte y nunca pensé vivir estos momentos y tan grata compañía. Omara es una persona con la que se puede hablar de cualquier cosa, con la mayor confianza del mundo. Es una maravillosa persona. No tengo nada que rebatir. Eso es muy gratificante”, manifiesta él.

Decir que la gran atleta cubana no pierde desde el 2008 o recalcar que sobre su cuello cuelgan preseas de todos los colores y de cuanto evento atlético exista, sería poco comparado con el hecho de descubrir que, para ella, nada de eso es suficiente. Quizás por eso el Comité Paralímpico Internacional (IPC) la considera la mejor atleta en los años comprendidos entre el 2011-2020. Tres medallas de oro en Río de Janeiro 2016 y dos récords mundiales en 100 y 400 metros categoría T12 (débiles visuales profundos), respectivamente, así lo confirman.

“Llevo 22 años practicando deportes y más de 15 en el alto rendimiento y todos los días me levanto con una meta, un reto, algo que cumplir; si no, no estuviera en el deporte. El atleta debe ser ambicioso, en el buen sentido de la palabra. El deporte es muy sacrificado exige empeño, dedicación. Para poder seguir, luego de alcanzar tantas medallas, hay que levantarse todos los días con metas, retos”, afirma.

Omara Durand se define a sí misma como una mujer con una evidente dificultad visual, pero con la convicción de estar preparada para asumir cualquier obstáculo que le ponga la vida. Con esta filosofía, no considera que sea una discapacidad, pues la esencia radica en la personalidad de cada uno.

“Si todos lucharan por sus sueños, no hay ni que poner la palabra discapacitado delante, simplemente somos seres humanos. Todo lo que uno se propone y por lo que lucha, lo logra”, dice.

Yunior Kindelán
Yunior Kindelán.

Para ella “si no sueñas en el deporte no puedes ser atleta. Hay que soñar en grande. Yo tenía resultados anteriormente -medallista olímpica, mundial- hasta que me bajaron de categoría por cuestiones médicas de mi enfermedad visual. Era como empezar a vivir de nuevo. Una categoría en la que nunca había incursionado y tenía más exigencia que la anterior. Teníamos que pensar en grande y bien en grande. Mis resultados con Yunior han sido mucho mejores”.

Cada nueva competencia les obliga a superarse y luchar contracorriente, bien sea por el alto nivel del certamen, alguna que otra lesión, o algún aspecto extradeportivo. En los días que corren, marcados por una pandemia, no pocos eventos han sido aplazados o suspendidos del calendario del año. Así pues, junto a su entrenadora, han tenido que readaptar la preparación en condiciones evidentemente desfavorables.

A todas luces, Omara Durand y Yunior Kindelán parecen hechos a imagen y semejanza. Sobre la pista son uno y pocos rivales pueden hacerles resistencia. Empero, lo que más llama la atención no son las medallas o el hecho en sí mismo de compartir tiempo como atletas, sino, el reto diario que asumen ambos de conocerse, de aprender el uno del otro. “Antes de salir a la pista nos ponemos de acuerdo, conversamos. Ya cuando estamos en la pista, detrás del bloque de arrancada, no hay que decir más nada”, afirma ella.

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Imagen cortesía de Foto: Hansel Leyva
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