Hay quienes llegan a este mundo con la misión de jugar béisbol. Desde que dan sus primeros pasos se detienen ante el televisor y son deslumbrados por el colorido y los sonidos que emanan de la pequeña pantalla. Ese es el caso de Pavel Quesada, antesalista y capitán de los combativos Elefantes de Cienfuegos.

Con apenas tres años de edad, ya le bateaba a su padre pelotas hechas con medias en un rincón improvisado de su casa y la familia sabía que su destino estaba marcado.

A los seis años, un primo lo llevó al terreno más cercano donde los profesores Frank y Ario Cantero, después de observar sus condiciones innatas para este deporte, le abrieron las puertas para que entrara en el mundo maravilloso de las bolas y los strikes.

Pavel Quesada se destacó en todas las categorías por su poderío al bate y sus manos prodigiosas para jugar en el cuadro, siempre con la sangre caliente y la mirada puesta en el futuro que todos le prometían.

Con 15 años integró por primera vez las filas de la selección nacional para el Campeonato Panamericano de la categoría efectuado en México y se vistió de héroe al decidir el partido final contra los Estados Unidos con largo cuadrangular, para regresar a la isla envuelto en un manto de gloria, con la medalla dorada colgada en el pecho, y con el orgullo de haber sido seleccionado el segunda base del equipo Todos Estrellas.

Pavel Quesada
Pavel Quesada. Foto: Roberto Morejón

Llegó a las Series Nacionales después de participar con el elenco de las cuatro letras en un Campeonato Mundial juvenil donde alcanzaron la quinta posición y fue incluido una vez más en el equipo ideal del torneo.

“Aún era juvenil cuando comencé en Series Nacionales, pero me adapté bien rápido. En mi segundo año, ya pude jugar 75 partidos, conectar 57 hits, empujar 14 carreras y promediar para 274”, recuerda.

Listo para el “combate”, se mantuvo por ocho años en la alineación de uno de los mejores equipos que la provincia de Cienfuegos ha podido confeccionar en la historia, en el cual llegaron a militar figuras de la talla de José “Pito Abreu”, Yasiel Puig, y Yoan Moncada, entre otras luminarias.

Con una progresión constante y en plena madurez deportiva, Quesada decidió emigrar del país en el año 2014.

“Decidí salir de Cuba a probarme como pelotero en un béisbol de más calidad y para ayudar a mi familia económicamente”, confiesa.

Sin embargo, el tiempo fue corriendo y los aficionados del lado de acá del mar que lo seguíamos nos quedamos sin noticias mientras lo buscábamos en vano en las nóminas de alguna franquicia de las Grandes Ligas o en las de los equipos profesionales del área.

“Cuando llegué, varios equipos tuvieron interés en mí y aparecieron varias ofertas, pero la demora de mis papeles y mi agencia libre desmotivaron a los clubes”, asegura.

“En ese negocio no esperan mucho: hay cantidad de peloteros en el mercado y yo tuve un mal manejo por mis representantes. Caí en las manos equivocadas como muchos otros muchachos que andan todavía dando vueltas y algunos hasta han perdido la vida», apunta.

Es cierto que el capitán de los Elefantes estuvo muy cerca de firmar con los Mets de Nueva York y con los Padres de San Diego -algo de lo que se enteraría más tarde-, pero las elevadas sumas de dinero que pedía su agente hicieron que se cancelaran las negociaciones sin resultados.

Después de breves incursiones con las Águilas Cibaeñas en la Liga Invernal de República Dominicana y con el segundo equipo de los Bravos de Margarita en Venezuela, Quesada entendió que era el momento de regresar a su país.

“Regresé primero que todo porque no sabía de mis hijos y me cansé de estar arriesgándome por un sueño que se veía lejos. Tenía miedo de quedarme en la calle como muchos otros compañeros cubanos o de morir en el intento, como te repito, ha pasado”, explica.

“No me sentí tan decepcionado porque todavía era joven para el béisbol, pero sí sentía que me faltaban atenciones y sabes cómo es la juventud de impulsiva”, añade.

De regreso a Cienfuegos le dieron la oportunidad de entrenar con su equipo sin problemas, pero tuvo que esperar un año para que todos sus papeles estuvieran en regla y poder jugar en el campeonato nacional.

A partir de la 58 Serie Nacional, el Pavel Quesada que vimos en el terreno de pelota no era el mismo que cuatro años antes se había ido a otras tierras. Un swing más fuerte, un mayor enfoque, y un liderazgo visible, lo caracterizaban.

“Mi nivel de juego aumentó porque subieron mis expectativas. Me preparé muy bien, todo lo que me decían lo hacía con el doble de la intensidad y aunque allá tuve muy buenos entrenadores al igual que aquí, el éxito estuvo en la motivación y la entrega con las que hice las cosas”, asegura.

En la serie 59, el cienfueguero quemó la liga. Por primera vez en su carrera pegó 94 imparables, terminó segundo en porcentaje de embasado (482), tercero en OPS (1.005) y cuarto entre los mejores bateadores del torneo (356 Ave.); números que lo llevaron al Juego de las Estrellas donde acaparó titulares al ganar el Derby de jonrones.

“Ganar el derby de los jonrones me emocionó mucho. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, al igual que el día en que decidí el juego contra Artemisa con un jonrón en el noveno inning con el juego empatado y aquel que te dije en el Panamericano cuando tenía 15 años”, reconoce.

Con ese currículo fue convocado al equipo Cuba que participó en el Premier 12 donde no se pudo pasar de la primera ronda y los bates antillanos estuvieron más fríos que nunca. Entre todos promediaron para un anémico 163 de average sin cuadrangulares y con apenas tres carreras impulsadas y Pavel Quesada conectó un imparable en el único turno al bate que le dieron en ese torneo.

“Allí tuve muchas ansias de jugar y aportar al equipo. Le dije a Borroto que estaba listo para lo que fuera desde el primer día, pero entiendo que es difícil en un campeonato de tres días hacer cambios en el line up”, comenta.

“Creo que pudieran contar más conmigo, al menos darme la oportunidad de demostrar, pero también reconozco la calidad de los atletas que tenemos en la selección nacional y nada, soy paciente y seguiré esperando mi oportunidad para agarrarla con las uñas”, añade.

No teme a la competencia, pues está consciente de que vendrán nuevos tiempos donde serán convocados al equipo Cuba peloteros que juegan en otras Ligas y que no están bajo el auspicio de la Federación Cubana de Béisbol.  

“Mientras todo sea porque Cuba recupere el respeto que una vez tuvo en el mundo, quisiera que vengan todos y hasta los Grandes Ligas si pudieran; lo que sí me gustaría que atiendan más a los que dan aquí el espectáculo al pueblo y no pueden tener el estímulo de al menos un viaje al exterior”, manifiesta.  

“Lograr el boleto olímpico ahora es una tarea fuerte, pero creo que si nos lo creemos se puede: hay calidad de sobra, solo es mentalidad”, señala Pavel Quesada.

El número 10 de Cienfuegos le da gracias a Dios por haber tenido el privilegio en su carrera de estar bajo las órdenes de los dos mejores directores que ha tenido la provincia según su opinión: Iday Abreu y Alaín Álvarez.

“Abreu sabe que él es mi padre en el béisbol. Fue un gran guía de aquel grupo de jóvenes y tenía un excelente equipo de dirección. Álvarez es un gran mánager y gran persona. Tengo muy buena amistad con él”, dice.

En esta temporada que recién finalizó, otra vez el capitán de los paquidermos movió el bate. Fue segundo en cantidad de veces que impulsó el empate o la ventaja (21), cuarto en bateo (378 Ave.), quinto en OBP (491), y sexto en OPS (1.058); sin embargo, apenas pudo conectar un sencillo en 12 turnos al bate en los playoffs, donde su equipo fue barrido en tres partidos.

“En este playoff no pude aportar nada a la causa cienfueguera y mi equipo estaba esperando por mí. No quiero justificarme, pero me faltó tiempo de preparación. Soy un atleta que con el entrenamiento pule los errores y me pongo bien”, reconoce.

Por su rendimiento en la temporada fue seleccionado para el equipo nacional que estará presente a partir de este 8 de mayo en la III Copa del Caribe de Curazao, pero al ser contagiado con la COVID-19 al igual que varios de sus familiares, sus planes inmediatos se han quedado congelados.

“Esto ha sido un golpe que me ha sacado prácticamente de ritmo. Ahora, en lo único que pienso es en la recuperación de mi hija y mi madre y demás familiares. Curazao es una gran vitrina, pero Dios sabrá lo que hace”, expresa.

“De Pavel Quesada siempre esperen entrega y amor a la camiseta. Cienfuegos va por más siempre”, dijo para terminar la conversación.

Foto: Roberto Morejón

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Imagen cortesía de Roberto Morejon