Es martes, 15 de marzo y alrededor de las 6 de la tarde en Marianao, como en el resto de la Habana, hace mucho calor. En la calle 118 entre 69 y 71, reparto los Ángeles, Lázaro Borges espera junto a sus jimaguas de 3 años que se esconden detrás de él. Nayet y Leyet parecen tímidas, y le llegan por las rodillas a su padre.

—No son penosas, solo les hace falta ese arranque, luego no paran —dice quien fuera subcampeón mundial de salto con pértiga. Esta afirmación sobre las niñas se confirmaría tiempo después, al igual que la predilección del exdeportista por las novelas turcas.

Lázaro Borges está a gusto. Viste camiseta y short, con chancletas, todo deportivo y algo gastado, bien a tono con la temperatura. No es alto, mide solo más de 1.70 y, aunque hace ya tres años que se retiró, tiene el aspecto de estar en forma.

Bajamos por un pasillo de tierra de unos 3 metros de ancho y, justo a la derecha, entramos por un portón metálico.

Yirisleidi, su esposa, se encuentra atendiendo a una amiga en la improvisada peluquería que da la bienvenida a la casa. Las enredaderas del árbol que sirve de sombra al portal dan la sensación de confundirse con las extensiones de pelo que cuelgan en la reja de una ventana, la cual, a su vez, es el improvisado mostrador del negocio.

—Ella es mi esposa —dice señalando a Yirisleidi.

En la habitación de Borges hay de todo: frijoles cocinándose, miles de frascos de perfumes y cremas en la cómoda, y también se percibe la mezcla de esos olores. Un edredón que resalta por sus tonos de colores, cubre la cama que ocupa más de la mitad del espacio. Se distinguen paredes formadas por distintos pedazos de loza y un televisor que proyecta a una reportera de Telemundo. A la izquierda se encuentra la cocina, pequeña, en la que no deben caber más de tres personas. Todo eso, y un poco más, ahí, entre esas cuatro paredes. Apretado, cargado, como si todo lo que necesitasen en el mundo estuviese en ese 4×4. Pintoresco y cómodo, usado, pero no con aspecto de abandono.

Afuera, en el portal mitad asfalto y mitad tierra, Yirisleidi y su amiga conversan en la peluquería. Los pájaros no dejan de cantar, se sienten bien cerca, y Nayet y Leyet comienzan a demostrar demasiado pronto su desenvoltura.

—Al principio, esto no era así —me cuenta Borges. —Siempre fue una sola casa, luego fue que pude hacer este pedacito.

Lázaro Borges nació en San Agustín, donde vivió junto a sus padres los primeros meses hasta que separaron. Al tiempo, su madre se mudó con su padrastro con quien lleva viviendo 20 años, y él se quedó a vivir con su abuela, donde ha estado desde entonces. La abuela habita en la casa de atrás, en la casa original.

Primero fue un cuarto con baño, luego vino su esposa y le dijo para hacer una cocinita. Al tiempo vinieron las niñas, y decidieron ampliarse para arriba. Aún no está terminado, pero al menos el proyecto ya está hecho. Mientras tanto, los cuatro siguen viviendo en una habitación.

Borges hace muchos gestos, con las manos, con la cara. Habla con pausa y separa las palabras, como si a cada cosa que contase le quisiese dar mayor énfasis.

—Poco a poco. La situación con los materiales está complicada.

Se sienta en la cama, yo en una silla pequeña y dura. A cada rato entra alguien a vigilar los frijoles o las niñas a llamar la atención. No se sentía como si un extraño hubiese llegado.

***

“Saltes lo que saltes hoy, conmigo no vas a ningún lado”. Era viernes, 19 de junio del 2008. No se le olvida porque era su cumpleaños 19, también, porque era su último chance de clasificar a los Juegos Olímpicos de Beijing. Aquel directivo pensó que el mejor momento para ser franco con Lázaro Borges era minutos antes de saltar.

El campeonato nacional ya había pasado, pero el plazo de la IAFF para clasificarse aún estaba abierto. Reunieron a los que no tenían las marcas y estaban próximos a lograrlas en el Pedro Marrero, entre los que se encontraba un joven Lázaro Borges.

—Ese año lo único que había era Juegos Olímpicos y los veía bastante lejos. Fue un año de muchas decepciones por parte de algunas personas que no confiaban en mí, y no querían que viajara por mis resultados anteriores.

Los resultados anteriores de los que habla son la hoja blanca, el vacío. Su primer evento internacional en el 2005, un campeonato centroamericano de mayores en Bahamas. Fue un gran paso, viajar, salir del país, y eso le abrió una puerta hasta ese entonces desconocida para él, y lo vio como una vía para ayudar a su familia. Nada de eso impidió que se fuese en blanco. Regresó con más fuerza, entrenó mucho, quería volver a salir del país.

—Ese año, por el esfuerzo, me premiaron con tres viajes más.

El último, Centroamericano de Cartagena de Indias. Su primer evento de juegos múltiples, incluso con posibilidades de medallas.

—Me fue muy mal, me fui en blanco. Todos con sus medallas, fue un palo duro.

En el Panamericano del 2007 en Río de Janeiro pedían 5.15 metros para clasificar y llegó con 5.50 m.

—También me fui en blanco, de un momento a otro empezó a llover.

A lo mejor aquel directivo ya se había cansado de Lázaro Borges y este le había hecho quedar mal en varias ocasiones. “Cuando tiene que demostrar, no lo hace”, pudo haber pensado. La desconfianza de la jefatura era palpable, puede que, con razón, pero esa frase, dicha con un dejo de venganza, al pertiguista no se le olvidaría.

—Me hizo sentir bastante mal en aquel momento. Mi mamá me dio mucho apoyo, luego vino mi entrenador y le explico. Me dijo una palabrota y que fuésemos a demostrar, que saltara y no me desanimara, pero yo estaba renuente.

En el año 1992, Miguel Ángel García se elevó hasta los 5.65 metros en el salto con pértiga. Entonces, era el cubano que más alto había llegado en la especialidad. Hubo que esperar 16 años para que, un 19 de junio del 2008, en el último chance, en el día de su cumpleaños, Lázaro Borges rompiese esa marca y se elevara hasta los 5.70 metros.

—Todo el mundo abrió los ojos, y a esa hora había que intercambiar los papeles.

Borges salió corriendo por todo el estadio, se apartó lo más que pudo, quería estar solo, asimilar lo que había logrado.

El directivo, herido en su orgullo y viendo que su profecía primera estaba próxima a romperse, utilizó su última carta. El árbitro tuvo que comprobarlo varias veces. “Compadre, el muchacho impuso récord nacional, cómo quieres que te lo diga”. Midieron el poste, utilizaron la lienza, 5.70 m por todos lados. “¿Qué tienes contra el muchacho?”, le dijo.

Sábado, al otro día. “Estamos aquí para informarte que estás incluido en la preselección olímpica”, le dijeron. Lázaro Borges se queda mirando la cara de aquel directivo y del comisionado de atletismo. Les da las gracias, parece que es serio. Cuando sale del Pedro Marrero,  los brincos de felicidad superaban los 5 metros.

—¿Y no le dijiste nada al directivo?

—En el deporte, como en la vida, uno no puede irse nunca contra los jefes, porque al final ellos son los que quitan y ponen. En el momento sabía que estaba mal por su parte, pero tampoco lo podía enfrentar. Mi entrenador me decía que todos los problemas que tuviese en la vida los iba a resolver saltando, y realmente fue así.

Expertiguista cubano Lázaro Borges
Lázaro Borges.

A los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, él y Yarisley Silva fueron con 40 días de antelación, pero solos, sin sus entrenadores. Se decidió que asistieran con el entrenador de Leonel Suárez, Gabino Arzola, pero, realmente, el apoyo era entre ellos dos.

—También me voy en blanco. En el salto con pértiga, a diferencia de otras modalidades del atletismo, dependes de un instrumento. Influye como esté el día, qué pértiga utilizarás, cómo estás físicamente, en qué altura esté la varilla puesta. A veces, hasta los mejores fallaban en eso —me explica Borges, para que comprenda cómo aun sintiéndose bien se iba en blanco.

Además, me cuenta sobre la amplia gama de garrochas que tienen los saltadores de experiencia, mientras que ellos sólo tenían una y a esa, le habían puesto otra pequeña por dentro y le echaban resina de arreglar los cascos de los barcos para que pegara y así extenderlas.

—Me fui en blanco, pero nadie ve el trabajo que uno está pasando para llegar al evento.

***

Varios han sido los métodos de los jóvenes cubanos para evitar ser captados por el servicio militar desde que este se impusiera de manera obligatoria en Cuba en el año 1963. Por eso, cuando su madre se sentó y le abrió su abanico de dos opciones, o para la EIDE o para el servicio, Lázaro Borges no se lo pensó.

Su primer entrenador fue su primo Ángel García, al mismo que años después le rompería el récord nacional. Comenzó en Ciudad Libertad por varios deportes, bien joven, hasta que, en séptimo grado, se enfrentó por primera vez a una garrocha. 

—Yo no sabía muy bien qué era el salto con pértiga. Entré por palanca, como se dice en la calle.

Y entró, también, a enfrentarse a un evento que no tenía ni la historia ni las atenciones de otras disciplinas. No incursionaban en competiciones, no tenían los implementos adecuados. Los entrenadores se paraban en las reuniones y explicaban las carencias, de una de las cuales, según Borges, una vez estuvieron a punto de botarlos del equipo nacional por molestar con los mismos temas y ser tan pedigüeños. La indicación era hacer mucho con poco.

—Optamos por no pedir más y trabajar.

Año 2009: luego de alcanzar los 5.70 m e imponer el récord de Cuba, el próximo paso de Lázaro Borges era lograr esas marcas en el plano internacional, lo cual consigue en Bogotá, en donde saltó 5.40 m. No le sería suficiente para clasificar al Mundial en Berlín de ese mismo año, para el cual se pedía 5.60 m.

2010: Borges lo considera el mejor año en el plano deportivo. Se le abre la posibilidad de participar en los eventos europeos. Hay una razón.

En los juegos del Alba, en Venezuela, se decide no llevarlo a la competencia. A la par, se hace un evento en Cuba para hacer comparativas y poder sacar al equipo que asistiría al Campeonato Iberoamericano en España. Salta 5.50 m.

El comisionado, al enterarse de la marca, pregunta por qué Borges estaba en Cuba.

—Llegó un momento en el que aquel jefe me veía en una lista y me quitaba. Había que reorganizar la lista y al primero que sacaban era a mí.

“¿Quién es el recordista del Alba?”. Lázaro. “¿Y por qué no está aquí?”. Por eso, y por muchas cosas más, se decide sacar a ese jefe de las filas de la jefatura.

Le habían quitado su traba, la piedra en el zapato que no lo dejaba andar como quería y como podía. Una vez en España, Borges salta 5.60 m y comienzan a llegar las invitaciones.

2011: su primera gira. Se hace un estudio biomecánico para la enseñanza en escuelas europeas, y Lázaro Borges es tomado como material de estudio. Su salto se consideraba muy técnico, pues al medir 1.73 m, hizo más énfasis en ese aspecto para contrarrestar su físico.

Javier Sotomayor era el mánager por aquel entonces, y le dice a Lázaro que tenía una invitación para la liga del diamante. Cuando llegan al aeropuerto para ir a Qatar, Sotomayor llega tarde. Quedando media hora para abordar y con el estuche de 5 metros en que iban las pértigas aún encima, la mujer del vuelo les dice que la bodega del avión ya había cerrado. O se quedaban las pértigas o se quedaban todos.

—Sotomayor se vira y me pregunta qué iba a hacer. Le digo a mi entrenador Rubén Camino: yo me voy. —Avanza, le respondió este—. Me monté y le dije a Soto que cuando llegara teníamos que pedir pértigas prestadas.

Se las pidieron a un ucraniano, al cual le ganó con sus propias pértigas, pues llegó a saltar 5.60 m y quedó tercero.

—Después se hizo amigo mío.

Con las miras ya puestas en el Mundial, van a una gira de 14 competencias previas al evento. Había saltado hasta 5.70 m, pero la marca de inscripción era de 5.72 m, por lo que aún no había clasificado.

El concentrado de los clasificados sería en España. Antes, hay una competición en Ávila, provincia del propio país. Quien hiciera la marca se quedaba, el que no, regresaba en ese instante para Cuba. Otra vez, el todo o nada, la presión.

—El jefe técnico se acerca y me dice: “Lazarito, se te trajo a esta competencia para saber si tú hacías la marca para clasificar, pero tranquilo, que como sea vas a ir”. Se me fue toda la presión.

Borges saltaría el 5.72 m, récord para la competencia y que lo clasificaba por derecho propio. No tuvo que esperar las gestiones del país para pagarle el boleto y ponerlo como invitado.

Justo antes de partir al Mundial, tuvo otra competencia en Pamplona, donde volvería a imponer récord nacional con 5.75 m. Además, le sería muy útil, pues pudo conseguir tres pértigas debido a una clínica en la que participaron.

—Me catapulta al número 8 del ranking mundial. Me sentía bien, fue un ensayo del Mundial.

***

Lázaro Borges se queda en shock. El mismísimo Steve Hooker, campeón y recordista olímpico de Beijing, le había dado palabras de aliento. No solo eso, también sabía quién era. Puede que para el mundo fuese un completo desconocido, y lo era, pero en la Villa, cuando estaban entregando la ropa para el Campeonato del Mundo, el australiano se le acercó y le dijo: “Te vi muy bien, felicidades. Tienes posibilidades de estar aquí con nosotros”.

—Me crecí aún más.

Es el 29 de agosto del 2011, y Borges está sentado en la ventana de su habitación. Una amiga le pregunta sobre qué estaba pensando, pero él dice que en nada, no recuerda, estaba ido. “No pienses tanto que ya tienes que irte”, le responde la amiga.

Se va a almorzar. A las 7 de la noche tenía que estar listo. Debe salir de la Villa y dirigirse al Estadio Daegu, la sede del Campeonato Mundial de Atletismo, donde tendría lugar en unas horas la final del salto con pértiga.

El trayecto no es largo. Antes de llegar se pueden ver las montañas que colindan con el estadio y un paisaje verde y ecológico, muy característico de la Ciudad Metropolitana de Daegu. Se queda en la caseta del equipo Cuba y comienza a calentar. Adentro, el estadio tiene capacidad para 66000 personas, y aunque nunca se llena, esa noche también es la final de los 110 metros con vallas, por lo que puede que haya más público.

De pronto, Lázaro Borges se percata dónde está. Hasta ese momento se sentía en otro sitio, a lo mejor en esa ventana de su habitación pensando en nada, pero cuando comienza a ver a varios de los que hasta hacía muy poco eran método de enseñanza a través de la pantalla ahí, entrenando junto a él, es que cae en la cuenta de la magnitud.

—Empezó la competencia en 5.50, una altura que no había practicado. Lo salto, igual que 5.65. De ahí cambian a 5.75 y doy dos faul. Me dice mi entrenador: “cambia de pértiga porque esa ya no te sirve”. Lo hice y lo salté en el último intento, con buen margen. Ponen el 5.85, una marca que nunca había saltado. Si lo saltaba en el primer intento me ponía por delante de todos. Fui mentalizado y lo hice a la primera. Puse a los 6 que quedaban en jaque. Un escándalo, negrito, cubano, chiquitico, alaba´o. Nadie se lo esperaba.

Salta Renaud Lavillenie, segundo; un polaco, tercero; otro polaco, cuarto. —No importa, un buen lugar— pensó Borges.

Llegado ese punto, el salto con pértiga era el único evento por concluir de la noche. Dayron Robles acababa de ganar la polémica carrera ante Liu Xiang y todos se reunieron para ser testigos.

—Se cambia a 5.90, vengo en el primer intento y lo tumbo, pero me di cuenta de que podía darle. En el segundo intento, casi, y en el tercero…

Cae, sus manos se elevan al cielo, apuntando a donde nunca había llegado y a donde nunca más llegaría. Segundos antes, sus pies despegaban del suelo, la garrocha estaba en tensión y su cuerpo se quedaba perpendicular en el aire. Primero, pasan sus pies por encima de la varilla, luego el tronco, por último, sus manos. El salto de su vida.

Son milisegundos en los que cae desde los 5.90 al colchón, instantes que para el público pasan desapercibidos. Lo mismo para Lázaro Borges, no siente nada. Está muy concentrado, aunque las emociones estén a flor de piel. Levanta sus manos, las apunta a las gradas y ve como por poco tumban a Alexander Navas por la algarabía.

—Para qué fue aquello.

Luego, el polaco Pawel Wojciechowski tenía un intento menos que él y consigue la misma altura, con lo cual lo desplaza a la segunda posición.

—Quedábamos yo y el polaco en la lucha, pero ya había dado alrededor de 9 saltos. Estaba exhausto, no podía casi ni caminar, pasé corriendo y me di cuenta de que mis pies no daban más.

Concluye la competencia y van a la rueda de prensa. Todas las preguntas fueron dirigidas a él; una a Lavillenie, otra a Pawel Wojciechowski, y el resto, para Borges. Le preguntaron de todo, de dónde había salido, cómo había empezado, que quién era. Un desconocido acababa de ser subcampeón mundial.

Están en la Villa, se baña y se sienta en la cama, pero le da hambre. Se dirige al restaurante con Leonel Suárez, su amigo desde pequeño, y cuando entran al local, todos comienzan a aplaudir.

—Pasé y me seguían aplaudiendo, como diciendo: “ño, el negrito la echó buena”. Fue muy bonito que la gente reconociera lo que había hecho.

El presidente del INDER en aquel entonces lo llama para felicitarlo, y aconsejarle que llamara a su familia, pero Borges decide que no.

—Si lo hago en ese momento hubiese infartado a alguien, no se esperaban eso.

Expertiguista cubano Lázaro Borges
Expertiguista cubano Lázaro Borges.

***

A 12.648 km de distancia y 13 horas de diferencia horaria, ese mismo día, en el reparto los Ángeles de Marianao, la mayoría se levantaba algo antes de lo normal. En televisión estaba su vecino compitiendo en una final mundial y, como pasaba el tiempo y Lázaro Borges seguía en competencia, esa jornada nadie fue a trabajar. El barrio se movilizó. “Oye, que sigue Lazarito”, decían. Querían verlo en compañía, pues así se disfrutaba más. Hicieron una fiesta con cubos de agua para la calle y aquello parecía fin de año. Se reunían en casa de la madre, del que tuviese la puerta abierta en aquel momento y, cuando Borges dio aquel salto, dicen que la euforia fue insostenible. La madre casi se infarta, se le trabó la lengua, la familia entera llorando.

—Me llamó a los días, porque si nos hubiese llamado en el momento, no íbamos a poder hablar— dice Esperanza Rey Montalvo, la madre de Borges, mientras sigue mirando a la grabadora con desconfianza.

—Había una emoción entre la familia y los vecinos. Se formó hasta conga. Los vecinos lo han apoyado muchísimo, lo respetan, lo quieren. —Es morena, más bien baja, y usa una blusa desgastada y un short de mezclilla.

Tiene 61 años y actualmente es ama de casa, luego de ser, por muchos años, tabacalera. Vive a menos de una cuadra de su hijo, y así ha sido desde siempre. Mientras habla, Lázaro Borges baja la cabeza, como apenado, pues su madre no deja de alagarlo.

—Es muy bueno, y no porque sea mi hijo, aunque todas las madres digan lo mismo.

Según Esperanza, siempre fue muy obediente, pausado, y me cuenta sobre lo muy orgullosa que está.

—Yo siempre lo apoyé y le pregunté si estaba de acuerdo, si estaba seguro, y no me decepcionó, la verdad. Fue para adelante, independientemente de que tuvo muchos obstáculos, muchísimos, ya becado.

Esperanza no podía ir a visitar a su hijo los miércoles a la EIDE como las otras madres, pues tenía que hacerse cargo de sus otras dos hijas, además de que reconoce que fue una madre muy práctica.

—Era para que él se independizara también y supiera coger el camino que tenía que coger por él mismo. A veces, nosotros las madres apoyamos muchísimo y no nos damos cuenta de que los estamos sobreprotegiendo, y eso lo ayudó a él a ser un hombre de bien.

Luego del Mundial, el pertiguista siguió con el itinerario competitivo. Pasó dos meses más de gira en Europa, y declinó participar en la Diamond League, se sentía agotado y aún le quedaba por delante los Juegos Panamericanos. Llegó el momento de volver a casa.

—Cuando se abre la puerta veo a mi mamá en llanto, a mis hermanas, a mi pareja en aquel momento. Después, cuando salgo, veo a toda esa gente con carteles y aplaudiendo.

Al parecer la euforia no había pasado. En el aeropuerto se le había colado el barrio entero. Recuerda que le cayeron encima, todos, y no veía a más personas en la terminal que no fueran conocidos suyos.

—No sé cómo fueron, pero no faltó nadie. Quien era, quien no era, una comisión de embullo.

Llegaron a los Ángeles, Marianao, y cerraron la calle, la fiesta duró hasta las 4 o 5 de la mañana. Ese día descansó, para incorporarse posteriormente a los entrenamientos, pues tenía por delante la competencia fundamental del año para el país.

Para los juegos Panamericanos de Guadalajara ya estaba propuesto para oro. Volvió la presión, y si no sacaba oro en ese evento, salía mal en la evaluación del año, aunque hubiese sido subcampeón mundial unos meses antes.

—Toda mi vida fue bajo presión, por lo que aprendí muy bien a lidiar con ella.

Cuando llegó la delegación cubana a México para entrenar, la principal atracción era él. A donde quiera que iba eran fotos, entrevistas, se sentía un artista, una estrella de rock.

Estratégicamente, empezó alto para saltar lo menos posible. Sus principales rivales eran los norteamericanos, los brasileños y un argentino, recuerda.

Llegado a la altura de 5.70, ya Borges era campeón y, como si de un reto entre colegas del barrio se tratase, Yari, como le llama Borges a Yarisley Silva, le dice:

—Lázaro, pon récord panamericano.

—¿Cuánto es? —pregunta Borges.

—5.76 metros —responde ella.

Dispuesto a aceptar el reto, e incluso para demostrar que iba sobrado, pide 5.80 m. Lo salta, récord, saluda a los jueces, al público, y se va. No obstante, no sería tan fácil, pues como estrella que era, tenía otras responsabilidades.

-Salí del doping a las 8 de la noche y del estadio me fui a las 11. Saludando, fotos, entrevistas. Me fui en la última guagua. En la Villa fue parecido.

***

El estuche para guardar las pértigas tiene un diámetro aproximado de 40 cm y 5 metros de largo, y su transportación requiere cierto tiempo. En el caso de los cubanos, tienen que hacer diferentes escalas para ir a una competencia debido a temas de presupuesto, y en múltiples ocasiones, esto ha sido motivo de extravíos o demoras en el traslado, algo que ha llevado a que se queden sin sus garrochas a la hora de comenzar el evento.

Con experiencia en estos ajetreos, Lázaro Borges viajó a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con tres pértigas. Cada una se utilizaba dependiendo de la altura y formaban una especie de escalera por saltos. Las réplicas de la escalera decidió dejarlas en Cuba.

Por eso, cuando a Borges se le rompe su pértiga en tres pedazos al hacer su primer salto sobre 5.40 m en la clasificación, y el modelo de competencia que tenía previsto se le vino abajo, sabía que estaba en aprietos.

—En ese momento, no sabía muy bien qué hacer

Se le rompe el ciclo de la escalera, y tenía que subir a la pértiga prevista para la final o bajar a la de prácticamente el entrenamiento. La del medio fue la que se rompió. Intenta primero con la de arriba y da foul. Luego, en su tercer intento, es que logra vencer la altura con la de abajo.

Lázaro Borges no se sentía preparado para la pértiga de arriba y siguió intentándolo con la otra. Se quedó con los 5.50 m y no fue suficiente para clasificar, pues pedían 5.65 m.

—¿No pensaste en pedirle prestado una a alguien?

—En ese momento, no. Tuve varias experiencias de pedir pértigas prestadas y ganarles a ellos con sus mismas pértigas. Pero tampoco me molestaba en pedirlas, porque ya tenía un nombre, era subcampeón del mundo.

—Mucha gente repite que, después de eso, sufriste un trauma y no confiabas en la pértiga.

—No, no, no, no. El cubano no se traumatiza con nada. Con las necesidades que tiene uno, no existe ese trauma. Qué pasa: la gente, por no saber, dice eso. Que si después que se te partió no pudiste, etcétera. Obviamente, después de que se te parte una pértiga es complicado, pero es un proceso de recuperación.

No clasificar fue realmente el trauma para Borges, pues esa era la quinta pértiga que se le partía en su carrera. Fue más bien la envergadura de la competencia en que sucedió y con las expectativas que llegaba.

—¿No es tan dramático entonces?

—Para nada, lo que pasa es que no tenemos la posibilidad de reponer esa pértiga que se parte. Básicamente, es eso.

—¿Pero cuánto tiempo pasó para que pudieras adquirir otra pértiga? ¿Y las que habías dejado en Cuba?

—Hermano —se ríe.

La temporada de atletismo se acaba y llega fin de año, cuando se realiza un receso. Al finalizar y entrar en enero, Lázaro Borges se encuentra el candado del almacén roto. Se habían robado todas sus pértigas.

—¿En el almacén del equipo nacional?

—Sí. Se llevaron más cosas, pero entre ellas, todas mis pértigas.

—¿Y las de Yarisley?

—Las de Yarisley no, porque son más cortas, de más envergadura, pero menos flexibilidad —me dice, y me quedo pensando a qué se refería. Pienso en quién necesitaba que las pértigas fueran más largas o flexibles, quién usaba pértigas en Cuba además de ellos dos. Se lo pregunto.

—¿Pero, quién más utilizaba pértigas en Cuba?

—Las persiguen mucho las personas del circo.

En el circo hay un número en el que se pone una persona en cada extremo y sobre sus hombros sujetan una especie de tabla. Arriba, en el medio, se mantiene otra saltando y dando volteretas. Esa tabla es un forro, y adentro contiene otro forro que puede contener entre 4 y 5 pértigas. Supuse, entonces, que no debió ser difícil encontrarlas.

—La investigación, hasta donde yo sé, se hizo, pero nunca llegó a nada. A mí nunca llegó la información. Se denunció, se hicieron todos los pasos pertinentes, pero nada. Es complicado, incluso, ellos iban personalmente a preguntarme si tenía alguna: “Compadre, ¿tú tienes alguna pértiga que me puedas vender? Te doy 400, 500, 600 dólares”. “No te puedo vender esto, cómo se te ocurre”.

—¿Pero las pértigas no eran de ustedes?

En el 2010, que fue uno de los años más importantes en la carrera de Lázaro Borges, ya que se le abrió la puerta a Europa, el dueño de la marca de las pértigas con las que saltaba se dio cuenta de que dos cubanos estaban utilizándolas sin él saberlo, promocionándolas en eventos mundiales, europeos, iberoamericanos; todo de manera gratis. Cuba, como institución deportiva a nivel de empresa, contacta con ese hombre a través de Alberto Juantorena para comprarle algunas.

Según el cuento que le hizo Juantorena a Borges, el hombre le dijo que le iba a donar tres pértigas si compraba previamente otras tres, para cada uno. Serían seis pértigas para Yarisley y seis para Borges.

El proceso se demoró, pasó el tiempo, Borges quedó subcampeón y Yarisley, quinta en el mundial. Luego, en los panamericanos, el dueño de la marca mandó a su hijo personalmente a contactar con los pertiguistas. Los busca en la Villa y, finalmente, se encuentran en el área de calentamiento del estadio. Cuando aquello, ya Borges se defendía un poco más en el inglés, y el hijo, les dice: “Mi papá me mandó con 12 pértigas. Ya el negocio no es con Cuba, les donamos las 12 a ustedes”.

—Sí, eran mías, propias.

—¿Cuánto vale una pértiga?

—Depende la calidad. En aquel momento, las nuestras, que eran las mejores, estaban entre 18000 y 21000 dólares, cada una. Eso era para comprarlas yo. A nivel de empresa, no sé.

Las que le robaron eran las que tenía anteriormente, que las consiguió en distintos lugares. En una base de entrenamientos en Pamplona consiguió tres, en una gira otras tantas, y así. Las pértigas que lo llevaron al éxito, fueron las que se llevaron. 

Las seis nuevas no las habían tocado, pensando en el futuro. Cuando roban las otras es que las usa. Según él, eran igual de buenas, pero no eran las mismas. El peso, la distancia, requería un proceso de adaptación.

—En el salto con pértiga, la gente piensa que en un año se entrena y se salta. Para adaptarte solamente al entrenamiento, dura de 5 a 7 años. Es lo que la gente no sabe. De 5 a 7 años para llegar a un resultado x en un día.

El robo de sus pértigas significó un antes y un después en la carrera de Lázaro Borges, hecho que influyó en sus resultados. Al unísono, atravesaba una difícil situación personal, con la pérdida de su padre en el 2013 y de su primer hijo.

Él tuvo planes con su pareja anterior de tener un hijo. Cuando el niño varón venía en camino con 6 meses, se descubre que traía espina bífida. Ocurre cuando la columna vertebral del bebé no se cierra durante la gestación, y conlleva una afectación de los nervios y la médula espinal. La enfermedad tiene varios tratamientos, pero no una cura.

Los sientan en un salón y el doctor, junto a una psicóloga, se los explica. En este momento, la voz del expertiguista se vuelve baja y se queda mirando al piso, le costó recordar.

—Nosotros decidimos entonces no tenerlo. Éramos jóvenes en aquel momento, nos lo dice la psicóloga: “Tú eres bastante fértil, no hay necesidad de que lo tengan”. Tenía 23 o 24 años.

Lázaro Borges se fue degradando por esas cosas, además de por decisiones de la jefatura. No fue la misma confianza a partir de ahí, ni por parte de los directivos ni de él, a pesar de que estaba entrenando muy duro y sintiéndose en buena forma, pero las nuevas pértigas le quedaron por debajo de su nivel.

Luego de Londres, lo máximo que llegó a saltar fue 5.70 m, y, tras su retiro, donaría las pértigas al equipo nacional.

Expertiguista cubano Lázaro Borges
Lázaro Borges.

***

Yirisleidi Fort Carbonell se crio en Sancti Spíritus y fue miembro del equipo nacional de atletismo en la modalidad del lanzamiento del martillo entre 2004 y 2016, además de ser, por mucho tiempo, la segunda figura después de Yipsi Moreno. En su último año participó en los Juegos Olímpicos de Río, pero no pudo clasificar a la final. También es la pareja de Lázaro desde hace casi 7 años, según ella, aunque él dice que cumplirán 6 en septiembre.

—Nosotros nos conocemos de siempre —me dice Yirisleidi en el portal, mientras Nayet y Layet juegan alrededor nuestro. Viste camiseta y short de mezclilla y tiene la misma estatura de Borges, además de un pelo muy cuidado. Habla rápido, tiene muchas labores aún que hacer en la casa.

—Pasábamos al lado del otro, no hablábamos, pero como éramos del mismo deporte nos veíamos. Él tenía su pareja, yo la mía. Pero siempre, después de tanto tiempo, nos dimos cuenta de que nos llamábamos la atención. Pasaron los años, y ya casi antes de retirarnos, yo fui la que decidí ir hasta donde estaba él, y hasta el sol de hoy.

Luego de su regreso de Río, a Yirisleidi Fort se le dio baja del equipo nacional: se vio, entonces, con 26 años, sin una vía clara para su futuro. En el sistema deportivo cubano la planificación se hace por ciclo olímpico. Si el atleta no cumple con los requisitos o deja de ser de interés, deciden darle baja del equipo nacional, aunque, como en el caso de Yisrisleidi, haya asistido a la competencia fundamental y estado en su mejor forma deportiva.

—Ahora tengo la mejor medalla que son mis niñas. Me fue mejor —me dice, mientras se ríe.

—¿Qué hiciste cuando te retiraron de la selección?

—Nada. Cuando yo salí, después de toda una vida entrenando, uno no sabe hacer más nada. Yo me vi afuera, y no sabía qué hacer. No voy a ganar dinero, no voy a viajar, qué hago. Empecé a llorar mucho.

Lázaro Borges la ayudó, le dijo que no era el fin del mundo. Con su salario se iba resolver, trataron de inventar algo. Decidieron tomar el fondo monetario que tenían e invertirlo para hacer un negocio.

—Empecé a arreglar uñas, de todo un poco. Todo lo que yo sentía que pudiese darme dinero, lo empecé. Después, una amistad tenía un negocito de las extensiones, vendían pelitos. Me fui metiendo adentro, me gusta el tema de la peluquería desde la escuela becada. Y hoy tengo mi pedacito montado, tengo mis clientas, tengo una vida. Si no fuese por Borges.

Yirisleidi se mantiene superándose y, nuevamente, gracias a la ayuda de Lázaro y de su mamá que vive en España, se encuentra pasando cursos profesionales de peluquería.  

La convivencia en el hogar ha sido un constante aprendizaje para ambos. Fue como lanzar a adolescentes, pero con 30 años y todas las responsabilidades de un adulto, a las labores cotidianas. Una vida dedicada exclusivamente a entrenar, tenían que aprender prácticamente de cero, y a eso, agregarle la llegada de las jimaguas.

—La mamá es él y yo soy el papá. Siempre se lo digo a la gente, en el buen sentido, porque después de que tuvimos a las nenas, él seguía entrenando y yo estaba afuera. Tenía que venir del entrenamiento a ayudarme, porque éramos nosotros dos solos, y aprendió a hacerlo todo. A bañarlas, a darle la leche, a preparársela, a darle la papilla, todo. Yo trabajo mayormente hasta tarde, a veces tengo que ir a casa de la gente, y quien se queda con las nenas es él. Hay días en los que pasa más tiempo con las niñas que yo. Las dos somos mamás —termina Yirsileidi, quien se levanta rápido y se despide. —Déjame adelantar aquí con mis niñas que se quedan sin comer.

***

Ya son casi las 7 de la noche, y sigo sentado en el portal en dos sillas pequeñas junto a él. Leyet y Nayet no se cansan y mantienen su juego al lado de nosotros. El sol comienza a esconderse detrás de los árboles,  y Esperanza y Yirisleidi están en la cocina.

Lázaro Borges me cuenta que siempre dijo, de jarana, que iba a tener jimaguas, que iba a abrir por la puerta ancha y que, de una vez, iba a salir de eso, por lo que, aunque lo decía en modo de broma, confiesa que era un deseo que tenía.

La noticia la recibió en una nota en la puerta del refrigerador, en el que recuerda que apuntaba: “sé que tenemos planes este año, pero viene alguien a nuestras vidas a desorganizarnos los planes”, y al lado, un test de embarazo positivo. Recuerda, también, aunque me parece que se lo contaron, que cogió una borrachera que se durmió sentado.

Cuando van a su primer ultrasonido, la doctora pregunta por el padre y le pide que se siente. Él temió lo peor, pero enseguida lo tranquilizaron, sólo querían que se sentara. “¿Ves estas tres manchitas de aquí? Pues esas son tus tres hijas”.

“Tírate un ‘sogazo’, ve y habla con el INDER para que te den una casa”, era el chiste que cuenta que le daban los conocidos.

—La tercera fue un coágulo de sangre, que pensaron que era un bebe, y quedaron estas dos bellezas que tú vez aquí —me dice con las dos bien cerca de nosotros, formando prácticamente parte de la entrevista.

***

Varios sucesos habían alterado el final de la carrera de Borges. Además de la situación personal y el robo de las pértigas, que lo llevaron a un bajón en su rendimiento, la confianza de los directivos volvió a flaquear como al comienzo de su carrera, y las competencias escasearon.

Fue duro verse tan fuertemente criticado luego de todo lo que había logrado en una disciplina que no tenía la historia ni las condiciones para salir adelante. Sobre los comentarios de la comisión nacional y los de ciertos profesores -aunque confiesa que esto no le afectó-, sentía que no estaban siendo justos.

Todo eso fue pasando hasta que falleció su entrenador Rubén Camino, y, estratégicamente, pasa a ser de Alexander Navas, entrenador de Yarislei Silva.

—Me volvió a insertar en competencias internacionales y me dio ese voto de confianza. Aprovecho para darle las gracias por todo lo que hizo por mí.

Aunque Lázaro Borges se mantuvo estable un tiempo, nunca fue como en aquellos años de gloria. Conseguir pértigas le resultó mucho más complicado, y las suyas seguían sin ser las adecuadas.

El cambio de dirección en el atletismo en Cuba también resultó un problema, pues con la nueva comisionada, Yipsi Moreno, las cosas resultaron más difíciles.

—Comenzó a tener actitudes con el atletismo y los atletas que en el momento no eran adecuados. Las formas, el trato. Yo realmente debo agradecerle de cierto modo. Fue una de las personas en las que me basé para ser Lázaro Borges, pues fue una de las figuras emblemáticas del atletismo cubano, como Yoandri Betanzos, Leonel Suárez, Yarelys Barrios, Javier Sotomayor, Iván Pedroso, todos ellos. Pero lo cortés no quita lo valiente: Como directiva, al menos en mi tiempo, dejó mucho que desear.

El último evento de Lázaro Borges serían los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Sus hijas ya tenían tres meses de nacidas, y recuerda que fue muy duro dejar a su esposa con las dos niñas en casa. Quería pasar más tiempo con su familia y así lo decidió.

A su regreso, se sienta con Alexander Navas y le confiesa que quería retirarse, pero poco a poco, en parte para aprovechar el pago del equipo nacional.

A las glorias deportivas se les da un período de 6 meses para incorporarse a algún centro de trabajo luego de su retiro, donde les pagan el total de todas las medallas alcanzadas durante su carrera. Si luego de ese tiempo no se han integrado en ningún centro, el pago es finiquito. Lázaro Borges no esperó a esto, y se encuentra trabajando desde ese entonces en un combinado deportivo, recibiendo el pago por todas sus medallas y un salario como trabajador, ya que es licenciado en cultura física.

Primero incursionó como entrenador, pues tuvo en algún momento aspiraciones de llegar al equipo nacional en esa nueva función, pero hace muy poco lo promovieron a director del centro Juan Manuel Márquez, en Marianao: “por mis cualidades, por ser gloria deportiva, por ser militante del partido, por la influencia que ejercí en mis alumnos en el poco tiempo que estuve como profesor”, dice.

Pasó de profesor a director del complejo. Según me cuenta, las exigencias son distintas y sus funciones ahora son más administrativas. Sus aspiraciones han cambiado.

—Desde mi posición, tengo otros puntos de vista. La mente se te abre un poco más a otras posibilidades. Ya no como entrenador, sino como directivo.

https://youtu.be/N-lKibPciJk

***

Desde esa visión más amplia de él, primero como atleta, luego como entrenador y ahora como directivo, le pregunto a Lázaro Borges sobre la actualidad del atletismo cubano.

—¿Qué crees que debería cambiar el atletismo cubano?

—Para mí, el atletismo cubano tiene muy buen futuro, porque casi el 80% de los resultados que se están teniendo son de atletas jóvenes. Juan Miguel Echeverría (en el momento de la entrevista aún pertenecía a la Federación), Maykel Massó, Lázaro Martínez. Juventud para avanzar tiene.

—¿Pero en tu tiempo no era así, incluso hasta mayor?

—En mi tiempo éramos más, un grupo más grande, pero éramos todos contemporáneos. Y ya estaban saliendo estos muchachos, que comenzaron a tener resultados desde bien temprano. Hacía mucho tiempo no teníamos saltadores de esas perspectivas, como Luis Enrique Sayas. Yo creo que la base del atletismo está bien posicionada, porque juventud tiene con mucho talento.

—¿Pero no te da la sensación de que cada vez son menos?

—A ver, todo es por algo, como la situación que atraviesa el país con estos dos años de Covid. Ahora mismo, por la situación en que se encuentra la economía. Viendo tantos atletas jóvenes con muchas posibilidades que están desertando, pidiendo baja, compitiendo por otros países, o sea, todo eso la juventud lo ve. Es algo difícil, porque todo el mundo quiere el bien para su familia, económicamente quieren sentirse bien. Yo creo que eso es lo que está atacando al deporte cubano, no solo al atletismo. Como el país no tiene para sustentar, la juventud del deporte está pensando de otro modo, por decirlo de alguna manera.

—Yo recuerdo que en mis tiempos los pensamientos eran completamente diferentes a los de ahora. No se puede comprar. Nosotros pensábamos en entrenar bien, competir bien, para llegar aquí y disfrutar entre nosotros. Recuerdo que en una gira planeamos qué hacer cuando llegáramos a Cuba, en ir a una discoteca que sonaba mucho por aquel tiempo.

—Esa era el sueño de nosotros, compartir, sentirnos bien, como juventud al fin. Nosotros nos retroalimentamos de las historias que nos hacían Iván Pedroso, Javier Sotomayor, Anier García. Ellos hacían los cuentos y nosotros queríamos hacer básicamente lo mismo. Nuestros cuentos y hacer locura.

—Esa retroalimentación bonita que tuvieron con nosotros, intentamos hacerlo con la sangre nueva también, pero, tocó la casualidad que vinieron los dos años de Covid, la situación del país se agravó.

—¿Piensan un poco más en su bienestar los muchachos de ahora?

—Completamente diferente.

—¿Y eso lo ves mal? Algunos siendo jóvenes piensan en llegar a lo más alto, pero también piensan en cuando se retiren, y tener la vida algo resuelta, con sus cosas.

—Realmente sí, esa es la aspiración, lo que pasa es que no todo el mundo se retira con una carrera.

—Tú fuiste subcampeón mundial.

—Sí, pero a veces hay boxeadores que tienen muchas más medallas que yo y tienen mucho menos que yo. Eso va también con la persona. Mi abuela siempre me decía: “Guarda pan para Mayo” y quien no guarda, cuando se retira no tiene nada: lo gastaste todo y ¿qué hiciste? Así tampoco.

—Pero eso tampoco son todos los casos.

—Ya eso como que cambia hace un tiempo para acá, con lo que son los premios beneficiarios del atletismo. Recuerdo que en mi tiempo solo era el 15% de todas las ganancias que tuviste en el año y ahora es el 80%. Sigue habiendo problemas con esto, es verdad, porque ahora el monto es mucho más grande, se demoran más en pagarlo, pero bueno. Al final, cuando te lo logran dar, es algo económico bastante grande. Imagínate ser medallista mundial, ganar varios mítines de la liga del diamante, el 80% de todo eso. Hoy por hoy, se puede un poco más.

Lázaro Borges me sigue contando. Su perspectiva como directivo y papel activo dentro del atletismo cubano en la actualidad puede ayudar a esclarecer ciertos temas.

—El atletismo es uno de los deportes en este país que camina prácticamente solo. Solo hay que llegar a un consenso y tratar de hacerles ver a los entrenadores que son los mayores beneficiarios y más afectados, que tenemos que tener una sola visión. Directivo, entrenador, cuerpo técnico, médico, psicólogo, todos, en beneficio del atleta, porque sin ellos, ninguno de todos los otros, incluso hasta el INDER, tuviésemos trabajo. Eso hoy en este país está al revés.

—Se piensa primero en el beneficio del directivo que en el del atleta.

—Claro. La gente ya se quedaba antes del Covid, desertaban, porque había muchas cosas mal. Siguen habiéndolas. Hay que pensar como uno, como dice Díaz-Canel, hay que pensar como país. Yo te aseguro a ti, y por experiencia propia, que un atleta bravo, molesto, no te compite bien, incluso hasta te deserta, porque experiencia tuve, muchísima.

—¿Nunca te pasó por la cabeza? —y, sin terminar la frase, me responde:

—Nunca me pasó por la cabeza. El pensamiento era diferente. Hoy por hoy, todas mis amistades, el círculo deportivo, ninguno desertó. Todos terminamos nuestras carreras aquí, y cada cual tomó su camino. Influencia hubo en su momento, porque era un piquete que casi todos teníamos resultados, era complicado, pero bueno, éramos bastante unidos y no teníamos ese pensamiento.

Lázaro vuelve a hablarme sobre el pensamiento de la nueva generación. Cree, fervientemente, que esa es una de las causas.

—Ya hoy eso cambió. No te sé decir qué están pensando los muchachos, porque no soy quien para meterme en la cabeza de nadie. Pero sé que es diferente. Si un atleta se siente bien, si le das economía estable, si le das atenciones, aunque sean las mínimas, ese atleta no se va a ninguna parte. A mí no me dieron ningún tipo de condiciones ni de atención, pero yo me sentía bien.

—¿Y crees que sea porque están haciendo mal su trabajo los directivos?

Lázaro baja la voz, como si temiese que alguien lo oyese: —Es complicado, es complicado, no quisiera meterme ahí. Por eso en el INDER a cada rato…

—Sucede algo.

—Sucede algo, entonces, ahí te das cuenta. ¿Por qué suceden esas cosas, cuando nosotros que en realidad somos los que producimos, no tenemos nada? Hay que ir a ver el Cear Giraldo Córdova Cardín en Habana del Este, la escuela del equipo nacional juvenil y ahora, el de mayores también. Hay que ver cómo está eso, ahí no se puede vivir. Aquello está deprimente. Es complicado para el atleta cubano.

—A lo mejor es que los atletas jóvenes están viendo esto, y ustedes lo veían con otros ojos.

—Claro, pero son otros tiempos realmente. Mi ejemplo: yo cuando competía no estaba pensando ni en el comisionado, ni en el país, ni en nada. Lo hacía simplemente porque me gustaba, apartando que económicamente me iba a beneficiar, pero me gustaba realmente lo que estaba haciendo, y no me importaba tanto si me pagaran bien o mal. Es mi pensamiento particular, y estoy seguro de que hoy no se piensa así. He conversado con varios y están pensando en lo que le van a pagar. No estoy diciendo que no lo pensé, pero me gustaba. Las redes sociales han abierto un poco más, y la necesidad hoy está bastante dura. Son otros tiempos, el país está pasando por una situación difícil, entonces la gente al palo que ven para agarrarse, se agarran.

***

Borges guarda con especial cariño la primera vez que rompió el récord nacional. “Fue una galleta sin manos a mucha gente”, dice. Sobre sus primeros Juegos Olímpicos en Beijing: “Aquello fue impresionante” y, por supuesto, del subcampeonato mundial: “fue muy bonito el apoyo y el respeto de tanta gente grande en aquel momento, incluso Usain Bolt se acercó a saludarme”.

—El récord panamericano ese mismo año en Guadalajara y por último el nacimiento de mis hijas. Fue una época linda de mi vida y lo volvería a repetir 50 veces. No lo cambiaría. No me arrepiento de nada.

Me confiesa que normalmente la gente lo recuerda por la partidura de la pértiga en Londres. No le gusta, quisiera que fuera por todos sus otros logros. “Mi difunto padre me decía que a los grandes se le recuerda siempre en la cima, y quisiera que fuese así”.

A Lázaro Borges le gusta el básquet, es su segundo deporte favorito. Es seguidor de LeBron James y del Real Madrid, y su música favorita es el hip hop, los clásicos.

—Mis artistas favoritos ya casi hoy no cantan. Snoop Dogg, Dr Dre, Eminem, 50 Cent. Clásicos. Se han dedicado a producir. The Notorius, Tupac.

Esperanza me trae un pan y un jugo, que me vino como agua en el desierto. Una de las jimaguas dice: “¿y yo, abuela?”, y le responde Borges: “dale, dale”. Nos reímos. Ya era de noche, salir de ahí iba a ser complicado con una bicicleta, y mientras termino el pan rápido para irme, el expertiguista que un día tocó la gloria, afirma:

—Toda Cuba es deportista, y saltan y corren con uno. Para eso también lo hacemos. Tú te paras en la pista, y las cámaras te están enfocando y tú sabes que toda Cuba te está viendo. Eso nace con el cubano. Y si lo haces mal te critican porque sí, porque tú eres cubano y eres guapo y eres bueno. Y así es la cosa.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva
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