Dicen por ahí que es casi imposible recorrer cualquier lugar del mundo y no toparse con algún cubano. La emigración de tantos hombres y mujeres de la Isla ha llevado a la expansión de buenos profesionales antillanos por el planeta. El baloncesto no ha escapado y en la actualidad, muchos grandes hombres de este deporte han hecho carrera lejos de la tierra que los vio nacer, como el caso del coach Raúl Aguilar.

Su historia de vida relacionada al deporte ráfaga se remonta a muchos años atrás en su natal Pinar del Rio. Transcurría el año 1980 y Raúl decidió ingresar a la Escuela para Profesores de Educación Física, lo cual le permitía estar muy cerca de su sueño de niño, convertirse en entrenador.

«Desde que tenía 13 años aspiraba de ser un profesional del baloncesto y a partir de ese momento hice hasta lo imposible por lograrlo», explica.

Raúl creció quizás en años de éxtasis en el deporte de las canastas en Cuba. Mientras sobrepasaba la etapa de la niñez y la adolescencia, pudo disfrutar del mayor éxito de nuestro país en esa disciplina, el bronce olímpico de Múnich.

Lo que quizás nunca imaginó cuando se adentró en este deporte fue que esos hombres que se volverían ídolos y leyendas para él, en un futuro no muy lejano serían sus maestros.

Raúl Aguilar entrenador del baloncesto cubano
Raúl Aguilar, entrenador del baloncesto cubano que ha hecho carrera en Argentina.

«Tener a Ruperto Herrera, Tomas Herrera y Miguel Calderón como ídolos del baloncesto cubano y muchos años después tener la oportunidad de conocerlos personalmente, fue un regalo del destino», comenta.

Al pedirle profundizar más acerca de este “regalo” como le llama, Raúl no tardó en deshacerse en elogios y bellos de recuerdos de aquella etapa.

«Con Ruperto tuve la oportunidad de ser su ‘alumno ayudante’ en el Fajardo (Universidad del Deporte en Cuba) cuando estudiaba la Licenciatura. Con Tomás, mi acercamiento se materializaba cuando ya trabajaba en la EIDE de Pinar del Rio, pues por aquel entonces  el ‘Jabao’ era el Comisionado Nacional. Mientras que con Miguelito se estableció una relación de amistad cuando yo estudiaba en el Fajardo y asiduamente me permitía presenciar los entrenamientos de la selección cubana en el Cerro Pelado», recuerda.

Raúl se gradúo de la Universidad del Deporte Manuel Fajardo como Licenciado en Ciencias de la Cultura Física. Como es costumbre para quien estudia allí, toparse con un campeón olímpico en las aulas o tener de profesor a inmortales del deporte es algo cotidiano.

Al graduarse de la universidad partió hacia su natal Pinar donde comenzó a trabajar con las categorías inferiores, mientras se consagraba como profesor universitario. Además, logró hacerse Doctor en Ciencias Pedagógicas muy joven, pero a pesar de tantas distinciones académicas, el baloncesto no quedaba detrás.

«La docencia en la Universidad no impidió que mi sueño, el de entrenador profesional, se viera truncado. Desde el 1990 hasta 1996 tuve la suerte de formar parte de los cuerpos técnicos de las selecciones femeninas de primera categoría en mi provincia. Compartir esos cuerpos técnicos con el Poty Perdomo, Fermín Arteaga, Gloria Gálvez, Eriel Grenier, entre otros, fue sin dudas parte de mi aprendizaje sistemático», manifiesta.

De aquellos equipos de Pinar del Río que le llevaron a trabajar en el primer nivel, Raúl recuerda todos los detalles.

«Grandes equipos, con jugadoras de primer nivel, muchas de ellas con paso por selecciones nacionales en diversos eventos en el extranjero, como Odalys Cala, Ana Gloria Hernández, Liset Castillo, Olga Lidia Vigil, Allame Ochandarena, Marcia Casanova, entre otras. Fue un paso inolvidable por el baloncesto cubano de primer nivel», sentencia.

El crecimiento de Raúl como profesional le llevó a cumplir un contrato con la empresa Cuba Deportes en Argentina, una nación a la que considera su segunda patria.

«Tras dos años cumpliendo con el contrato de trabajo en la Dirección de Deportes de la provincia de Formosa, así como de las selecciones formativas de la Federación Formoseña de Básquet, aparece la posibilidad seria y soñada de ser un profesional de lo que más me gustaba», refiere.

Varios clubes de categorías formativas fueron el comienzo para él por diversas provincias argentinas. Por allí se iba labrando como extranjero un currículum que a la postre le llevaría a momentos excitantes en su carrera.

«En la ciudad Charata, en el sudoeste de dicha provincia, me recibe un club histórico de la región Asociación Española, primero como coordinador general del básquet formativo, después como preparador físico y entrenador asistente del primer equipo que participaba en la antigua Liga B, lo que hoy se conoce como el Torneo Federal», cuenta.

«Fueron tres años y medio en Española, ‘El Glorioso Prado’ como dicen sus seguidores, donde la posibilidad de realizar varias funciones me llevaron al aprendizaje continuo y a corroborar que los conocimientos que había adquirido en mi querida Cuba me servían y demostraba que podía ser un profesional en toda la extensión de la palabra», explica.

Muchas cosas buenas le dejó la Española, otras no tanto. Pero ahí quedo en la memoria el reconocimiento de la gente y el ascenso al TNA, coronado con un campeonato histórico para todos sus fanáticos. A pesar de todo, el futuro estaba más allá.

Tras 13 largos años deambulando por todo el país, la vuelta a Formosa representó un reconocimiento emocional y tuvo muchas consecuencias favorables. Allí se le daba la oportunidad de incursionar en la Liga Nacional A.

«Estuve en algunas oportunidades como asistente del primer equipo y otras como DT del equipo de la Liga de Desarrollo de la franquicia La Unión de Formosa. En 4 temporadas pude disfrutar del máximo básquet argentino y compartir con entrenadores de la talla de Gabriel Picatto, Fabio Demti y Guillermo Narvarte. Un subcampeonato en la temporada 2015 – 2016 representó la felicidad de estar en el podio en la Liga nacional de este país», expresa.

El cubano desempeñó también otras funciones dentro de la Federación Formoseña de básquet. Ahí le dieron la posibilidad de continuar vinculado al deporte cuando no estaba dentro del equipo profesional de Liga.

En la actualidad, Raúl es un estudioso y por demás, un precursor de las estadísticas avanzadas en Argentina, una modalidad conocida como la sabermetría del baloncesto. Tras muchos años, todavía siente que conoce muy poco y que le resta mucho por aprender.

«Los que piensan que lo saben todo no saben nada. Vivo del estudio y he sido precursor de las avanzadas, creé un grupo de estudio de estas y, aun así, no me canso de investigar», comenta.

Al cuestionarle sobre las personas que viven de títulos y medallas ganadas antaño y que se escudan en ello, responde: “Hay quienes ganan un título y se escudan detrás de este toda la vida. Lo mejor es saberse mantenerse en el tiempo y siempre actualizado”.

Por estos años, Cuba no goza de buena salud a nivel de selecciones a pesar de que en la masculina se tienen buenos exponentes a nivel mundial.

«Es un poco tedioso el tema. No me gusta mezclar la política con el deporte, pero parece que van de la mano. No solo el baloncesto se ha venido abajo en Cuba, sino todos los deportes. El tema económico afecta mucho, los jugadores después de estar formados no tienen competencia y cuando digo competencia, me refiero a torneos de nivel, con calidad. En sí, es una suma de valores que han contribuido a la decadencia», opina.

A pesar de estar lejos de la isla, Raúl no olvida sus raíces. Siempre que puede comparte sus conocimientos con entrenadores dentro y fuera del país, pues tiene claro que no hay ningún mérito en no esparcir la sabiduría.

«He trabajado con dos grupos de entrenadores cubanos y les he compartido mis experiencias, además de tomar también las suyas», dice.

Tan lejos de su tierra, a sus 56 años, Raúl Aguilar se siente todavía un apasionado por el deporte de las canastas. Su devoción por el magisterio le continúa abriendo puertas y espacios para la enseñanza del baloncesto, pero lo mejor de todo y su éxito más grande, es poder contar con toda la familia reunida en su hogar.

«El destino quiso que armara una nueva familia ‘argentina’: Mercedes, mi esposa; Edy, July y Leo, mis hijos argentinos; pero no todo queda ahí. El mismo destino me siguió premiando pues mis hijos cubanos, Ruly y David, también están en Argentina y la reunificación familiar trajo el disfrute pleno que hoy me permite ‘sentarme a una mesa larga’, para que todos entren», concluye.

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