A casi un año desde que pidiese la baja Cristian, y a más de dos desde que a Juan lo sacaran, los Nápoles han regresado al equipo nacional de atletismo de Cuba y el triple salto vuelve a respirar. Dos de los miembros más importantes de la especialidad en los últimos años vuelven al sitio de donde nunca debieron haber salido.

Hace pocos días, Juan Nápoles se escondía detrás de la única columna de metal en las gradas para protegerse de los rayos del sol. Desde ahí controlaba el calentamiento de su hijo, quien se encontraba abajo en la pista con unos auriculares realizando los ejercicios.

En el estadio Pedro Marrero, de la capital cubana, sólo están ellos y una persona mayor que le da vueltas a la pista. Pienso en la de veces que se habrá repetido la misma escena: padre e hijo entrenando bien temprano, sacrificándose por un mañana del que nadie les da seguridad.

Bajo a la pista e intercambio saludo con el padre y le hago par de preguntas sobre la buena noticia, mientras Cristian me ve desde lo lejos. Es un buen día para ellos, pues tanto Juan como su hijo Cristian Nápoles han sido aceptados nuevamente en el equipo nacional de atletismo.

El padre está más tranquilo, la noticia es de su agrado, pero no puede evitar guardar recelos. Más de 30 años dedicado al entrenamiento lo han hecho desconfiar. Quiere esperar a estar en el Estadio Panamericano y hablar con el comisionado nacional.

El puesto que está disponible es el de entrenador de triple salto. Aunque sus inicios como entrenador fueron en esa especialidad, sus mayores resultados han sido en el salto largo, más allá de su hijo. No obstante, su preocupación no pasa por ahí.

Los problemas que tuvo en el pasado fueron por la necesidad de reconocimiento, de seguir con sus propios atletas formados en categorías base hasta la selección adulta, y no entregárselos a nadie para que tuviese el trabajo fácil. Aun así, se siente dispuesto, sobre todo, por ayudar a su hijo, quien sólo quiere entrenar con él.

A Cristian le es más difícil esconder su ilusión. A finales del pasado año pedía la baja del equipo nacional debido a diferencias con la comisionada por aquel entonces, Yipsi Moreno, quien llegó incluso a etiquetarlo como posible desertor.

Muchos pensamos que tomaría el mismo rumbo que sus excompañeros de equipo, Andy y Jordan Díaz, quienes abandonaron la delegación en eventos internacionales y ahora defienden otras nacionalidades. A inicios de año, en una entrevista, Nápoles comentaba: “No tengo la necesidad de abandonar mi país ni dejar las raíces de dónde vengo”.

Desde el día anterior habíamos quedado. Estoy aquí para realizarle algunas fotos y vídeos. Parecía bastante difícil que se gestara este regreso, pues en el pasado junio no lo dejaron competir en el Barrientos. El comisionado de la Habana le dijo que no querían saber nada de él y que no estaba invitado al evento. 

Pero Nápoles siguió confiando, puede que hasta con cierto grado de ingenuidad: “Sigo a la espera de nuevos cambios, pero no voy a estar ahí toda una eternidad”.

Los cambios llegaron. Tras la debacle del Mundial de Oregón, la comisionada Yipsi Moreno fue sustituida, y su cargo lo ocupó Rolando Carlos Charró Estrada, quien viene realizando varios ajustes, entre ellos, llamar a los Nápoles para que vuelvan a integrar las filas del atletismo cubano.

Concluye el calentamiento y nos sentamos unos minutos a conversar. Me hablan sobre el objetivo de defender el título de Campeón Centroamericano, de varios “chismes” deportivos, de un trabajo sobre Sotomayor en esta revista, de que en ese mismo estadio corría Silvio Leonard. Luego, Cristian me dice que ese es su estadio, donde todo comenzó.

Hoy le corresponde trabajar lo que es la técnica, con unos pocos saltos sin caer demasiado brusco en el foso, en el que Cristian acomoda la arena con un pedazo de teja. Juan está al lado, indicándole. Miden uno de los saltos: alrededor de 14 metros. Termina y se sacude la arena del cuerpo. Adentro de las zapatillas gastadas también cae arena. Esperan que les den un módulo de ropa, pues ya llevan mucho tiempo con la misma.

A las 10 a.m. ya habían terminado, pero desde las 7:30 a.m. estaban ahí, un sábado. Ahora harán el viaje de regreso a Marianao, esperando para incorporarse a las filas del equipo nacional en el Estadio Panamericano. La espera, esta vez, sí dio resultado.

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Imagen cortesía de Leonardo Ruiz