El baloncesto de la década de los 80 vio sobre las canchas al santiaguero Alberto Maturell, uno de los defensas y tiradores de tres puntos con mejores resultados dentro de Cuba y en la arena internacional.

Santiago de Cuba tuvo un elenco de lujo capitaneado por su inteligencia, capacidad y explosividad, atributos destacados que el palmero aprovechó para tener una carrera deportiva de éxitos en el baloncesto.

Alberto Maturell acumula una amplia experiencia y muchas vivencias como basquetbolista y entrenador. Vivió 11 años en República Dominicana, pero el destino hizo que regresara a Cuba por una razón especial: su hijo. De estas y otras historias, conversó con Play-Off Magazine.

¿Cómo fueron los comienzos de Alberto Maturell como deportista en Palma Soriano?

Me inicié en el básquet aquí en Palma Soriano, municipio de Santiago de Cuba. Yo había recorrido varios deportes como el béisbol, tenis de campo y esgrima, hasta que un amigo mío, ya fallecido, me llevó con Gilberto Rodríguez, entrenador que nos impulsó a todos nosotros, a la edad de 10 años.

Íbamos a varias competencias de minibásquet municipales, interprovinciales y luego ingresé a la EIDE con 13- 14 años y participé en juegos escolares nacionales con grandes entrenadores santiagueros en la década de los 70. Tuvimos grandes resultados en el podio en esas lides y después vino mi salto a la ESPA nacional en el 80.  

Fue una etapa muy bella, con grandes jugadores del básquet que fueron saliendo para categorías juveniles. Fui seleccionado el mejor defensa como escolar. Después, llegué a capitán del equipo nacional juvenil, un gran elenco, y en segundo año se nos incorporaron atletas como Leonardo Pérez, Marinosky Teherán, Ramón Laferté y otros.

¿Cómo influyeron en usted esos años de formación deportiva?

Se podía ir a la EIDE, escuela y beca de iniciación deportiva que no tenía una gran calidad en la alimentación, pero a la cual llegábamos con tremendo entusiasmo: éramos muchachitos que buscaban un sueño.

Recuerdo que jugaba descalzo, mientras llovía, en aquellas canchas de cemento. No tenía hora de jugar y era una etapa muy bella, con gran rivalidad, que es donde sale la calidad. Nuestra generación inauguró esa escuela y estaba buena. Actualmente, creo que las condiciones son difíciles.

La primera categoría se celebraba en diez u once días, con mucha rivalidad; la larga, era la serie especial por la cual se viajaba por toda Cuba. Aquí nunca han existido las condiciones de otros países. Tuve la oportunidad de dirigir en República Dominicana y es diferente.

Hay que mejorar las condiciones en general en Cuba. Antes se jugaba con mucho amor y había buenos árbitros. Comparaba la comida de la selección nacional, ¡dios mío!, con una dieta balanceada en los años 80 con un comedor especial. Había de todo, no faltaba nada, lo puedo decir con todo el gusto del mundo.

jugador cubano Alberto Maturell
Jugador cubano Alberto Maturell en sus años como deportista

¿Cómo llega Alberto Maturell a la primera categoría?

Fue muy bonito, espectacular. Mi primera competencia fue en el 80, cuando me seleccionan para participar en la primera categoría por el equipo de Santiago de Cuba. Ahí se encontraban jugadores como Tomás Herrera, Alejandro Urgellés  y otros atletas con mucha calidad, y yo comenzaba como juvenil.

Santiago, como quinteto, tenía mucha rivalidad con los demás equipos. Había un Ciudad Habana muy fuerte, un Villa Clara que crecía y nosotros, que éramos favoritos junto con Guantánamo. En la medida en que avanzaron los años, creció mi liderazgo. Teníamos muy buena sincronización, ganamos varios campeonatos.

No solo fuimos Caballero, Bisett, Núñez o Alberto Maturell. También estaban otros juveniles en la base que ayudaban en la preparación. Llegamos a estar por encima del béisbol y repletábamos la Sala Amistad de Santa Clara y la Maceo en Santiago de Cuba: éramos muy compactos y estoy orgulloso de aquella época.     

Siempre fui defensa, muy rápido e inteligente en la ofensiva. Recuerdo que el Jabao Tomás Herrera me dio su número cuando se retiró porque le gustaba jugar conmigo. Me caracterizaba en la defensa por robar la pelota, porque calculaba a los jugadores. Cuando tuve más madurez comencé a centrarme en los tiros de tres, que son un arma letal y me convertí en uno de los mejores tiradores de Cuba de todos los tiempos. Quedé muchas veces como líder de ese departamento. Tengo que agradecerles a muy buenos entrenadores que tuvimos en Santiago, como Javier Hernández y Alejandro Castañeda: de los mejores, para mí.      

¿Cómo fueron los años en la selección nacional para Alberto Maturell?  

Comienzo siendo juvenil en la preselección nacional en el 82, cuando fui a una gira a Martinica con grandes jugadores como Juan Roca y Lázaro Ortiz. Participé en mi primera competencia internacional en un torneo en Nicaragua con el gran entrenador Pedro Chapé y alcancé el primer lugar.

Llegaron los centroamericanos de la Habana y no participé porque era juvenil, pero de ahí en lo adelante sí. Fui en el 83 a los Juegos Panamericanos de Caracas y me lesioné, el cual fue uno de los momentos más duros de mi carrera: ocupamos el sexto o séptimo lugar y no pude jugar ni un partido. A partir de ahí, llegó mi integración en la selección cubana. Había mucha juventud talentosa con estatura.

Pasamos a otra etapa, a las esperanzas olímpicas con Pepe Ramírez, actual técnico de la selección nacional, y alcanzamos un tercer puesto. Había muchos eventos internacionales, además de torneos superiores. Poco a poco, se integraron Lázaro Borrell, Yudi Abreu y Ángel Oscar Caballero.  

Tuvimos la oportunidad de jugar con los mejores equipos que se hayan visto. Recuerdo al gran equipo soviético, al yugoslavo, Brasil, Argentina o la doble preselección de Estados Unidos para los Olímpicos del 84. Nos invitaban a importantes torneos. El primer equipo salía para América, el otro para Europa y eso nos permitía estar entre los primeros del mundo.

Nos codeábamos con jugadores de otros países y eso daba confianza. Jugábamos con primeros equipos y de tú a tú. Para nosotros, era normal y tuvimos grandes resultados en los centrobásquet.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles y las mayores satisfacciones en su carrera?     

En mi primer torneo en Matanzas fallé un tiro libre contra Camagüey. Allí estaban Loaces, El Jabao, Urgellés, Daniel Scott y otros y por ese tiro perdimos y no llegamos a discutir el campeonato ese año. Era un muchachito y fue una dura y amarga experiencia para mí. Hubo muchas después, pero esa fue la más mala.

Puede ser que ese momento me haya llevado a convertirme en uno de los mejores tiradores de tiros libres de Cuba de la historia. Siempre estaba discutiendo los primeros en ese departamento, junto a Dubois y Leonardo Pérez.  Después, jugué la serie especial con más experiencia y fogueo. Había mucha calidad y me seleccionaron a la preselección nacional en el 81.

Tampoco puedo olvidar los juegos de la Amistad del 84 con el tercer lugar, aunque estaban presentes la antigua Unión Soviética y todos los quintetos europeos. El otro momento importantísimo fue haber integrado el equipo nacional al preolímpico de Portland, en Estados Unidos, donde jugamos contra el famoso dream team, en el 92.

¿Qué le reportó a Alberto Maturell haber estado en la selección nacional?

La única ventaja que tenía era que estaba en la selección nacional y, por ende, tenía más calidad deportiva que cualquier otro jugador. Recuerdo una vez en que, a nosotros, como preseleccionados, nos tocaba el motel deportivo y a los peloteros le tocaba el estadio, pero no ocurrió así. Me planté en huelga y dije que todos los muchachos tenían que estar en el motel deportivo y que, si no era así, no jugaba más. Otros jugadores se sumaron, hasta que arreglaron la situación y nos pasaron para el motel.

Para el seleccionado nacional nosotros teníamos un presupuesto para más o menos sufragar algunos gastos. Nos merecíamos muchas cosas más, no era suficiente dinero como para decir voy a esto, voy a lo otro. Existía bastante timidez con eso, con lo que nos daban, no sé por qué. Nosotros jugábamos por el amor que le teníamos a la camiseta y a nuestro país, pero en realidad, aquello no era lo que debería llevar un atleta al extranjero.   

 Sabíamos que ir al extranjero era salir para ganar el torneo o tener un gran resultado. Todo el mundo que sale es pensando en qué traer, eso es muy normal.

Ahora hay posibilidades de tener jugadores en otras ligas, con contratos internacionales. En mi época llegábamos hasta un momento equis y después, había que mantenerse en un mismo círculo. Sin excepción, todos los de esos años de los 80 hubiésemos salido al extranjero a otros clubes del mundo.

¿Cómo llegó el retiro de Alberto Maturell?

Después del preolímpico del 92, ya Miguel Calderón -que como entrenador fue uno de los grandes que ha tenido Cuba-, revolucionó el básquet con los tiros de tres puntos y el juego exterior. Hizo una renovación y se quedó con jugadores como Roberto Carlos, que en paz descanse; Ángel Oscar Caballero, Yudi Abreu y otros. Decidí retirarme y solamente estuve uno o dos años más en la preselección, ayudando a los muchachos, aunque podía haber seguido jugando.

Hay una cosa de nuestro país: te retiran cuando sale un entrenador y entra otro que quiere incursionar con nuevos jugadores jóvenes. Hay ciclos olímpicos, pero hay que respetar a jugadores que se merecen estar en una selección, aunque tengan una edad no tan avanzada.

A mí me ha parecido siempre que en Cuba han retirado a los atletas de muchos deportes antes de tiempo: los han obligado. En el caso mío, me retiré en buen tiempo, porque hubiese jugado en varios clubes en el exterior.    

¿Cómo fue atendido tras su retiro?

El único beneficio ha sido que el pueblo de Cuba nos reconoce. Solicité una casa en Palma Soriano, tenía la calidad y suficientes méritos para que me la dieran y jamás eso sucedió. No hubo una atención nunca. Con eso provocaron que yo cometiera algunas indisciplinas grandes, las cuales me las reservo. 

¿Tuvo Alberto Maturell desavenencias con directivos en su vida como atleta?

Estando en la selección tuve muchos contratiempos. Era un jugador joven, con cierta madurez, pero hubo ciertas indiferencias y cosas con Pepe Ramírez, el director del equipo, y yo. Los entrenadores a veces tienen sus jugadores.

En muchas ocasiones pude hacer el grado para la selección nacional y en muchas, me dejaron. Cuando hacíamos el equipo -iba a un torneo y al otro no iba-, nunca dejé de estar entre los máximos anotadores.

Cuando salíamos al extranjero siempre tenía resultados con respecto a otros jugadores. Cada entrenador sabe a quién poner, por eso, no les echó la culpa a ellos, pero no fueron honestos. Muchas veces, lloré cuando me dejaban fuera del equipo a juegos importantes y yo estaba entre los defensas de mayor rendimiento. No les guardo rencor en la actualidad y me llevo bien con Pepe y también lo hacía con Carmelo, que en paz descanse, pero me enseñaron mucho con esa actitud, que no fue la mejor. Hay que olvidar y aprender de eso y sacarle mucha experiencia, ya que no solo fue conmigo.               

Recuerdo que nosotros jugábamos con mucho miedo, sobre todo, yo. He hablado de eso con Leonardo Pérez, quien, para mí, ha sido el mejor baloncestista de Cuba de todos los tiempos. No fui solo yo: fueron muchos los que jugaron con temor. Aun siendo un jugador experimentado, tienes que hacerlo con alegría y responsabilidad. Andábamos con mucho miedo dentro y fuera del país.   

Estuvo 11 años fuera de Cuba, viviendo en República Dominicana

A República Dominicana llego por casualidades de la vida. En Cuba, se realiza el primer torneo de baloncesto para veteranos. Yo estaba por la calle, en la Habana, después de una indisciplina que cometí en Colombia. Me avisan y me incorporé. Compitieron Puerto Rico, Dominicana y yo estaba en el conjunto A de Cuba: logramos el primer lugar. Nos vimos muchos jugadores después de tantos años de estar separados del baloncesto.

Se iba a desarrollar también en Puerto Rico y República Dominicana otro torneo y yo iba a participar porque tenía menos de 45 años cuando aquello. No me querían llevar por el problema que me salió de Colombia, pero hice muy buena y hermosa amistad con Andrés Rodríguez, el cónsul de Dominicana en Cuba.

Cuando me entero de que no voy, por la indisciplina de Colombia, hablo con él y me dice que preparara todo, que yo sí iba. Al final, se suspendió el viaje, pero yo hice todos los trámites y me fui solo para allá, un 24 de diciembre. Estuve un mes, con todos los amigos, quienes me brindaron su apoyo. Me tenían todo en los clubes para trabajar y ahora es mi segunda patria, porque soy ciudadano dominicano.

Este servidor nunca se quedó en República Dominicana. Más tarde, regresé e hice mi residencia allá y todos mis trámites y empecé a trabajar en los clubes Los Minas y El Paraíso. Después, estuve en la primera Liga Superior de República Dominicana con Los Minas y ocupamos el tercer lugar. Al año siguiente, tuve la suerte de preguntarles a los entrenadores y llevamos a Lázaro Borrell, obtuvimos buenos dividendos. Más tarde, alcanzamos el primer puesto y yo estaba como asesor: por primera vez en la historia, ese equipo se llevó la corona.

¿Qué diferencia vio entre el básquet cubano y dominicano? 

En los 80 siempre le ganamos a República Dominicana. Cuando estábamos en los entrenamientos teníamos una mejor preparación física y táctica. Ellos son muy técnicos igual que nosotros, pero la diferencia está en el tiro exterior. Nosotros tenemos jugadores altos, aunque tenemos que insertarnos en ligas extranjeras.

Llevo solo cinco meses trabajando en el INDER y no sé si pueda adaptarme porque aquí no existen pelotas y de las condiciones de los terrenos, ni hablar. Es increíble, no existe nada para entrenar.

No hay una pelota. Comencé a trabajar y me dijeron que tenía que buscarlas yo. Así no se va a poder. Nosotros estamos luchando por un baloncesto mejor. La base es importantísima y no la veo bien y no existen las condiciones: esa es la realidad. Aquí en Palma Soriano hay entrenadores buenos.

Hay base, pero hay que impartir aspectos nuevos con el acceso a internet para poder auxiliarse de muchas técnicas que se enseñan en las categorías inferiores. Estas no son para tener resultado: el minibásquet es para divertirse. El muchacho siempre va a tener en su cabeza el primer lugar, pero no se le puede formar una mentalidad de que solo hay que ganar.

¿Por qué vuelve a su natal Palma Soriano Alberto Maturell?

Gracias a Dios, no le he tenido que pedir nada al INDER. Mantengo a mi hijo con una gran alimentación y lo preparo fuertemente. Estoy con el INDER trabajando: me llamaron por gloria deportiva y acepté porque esta mi hijo ahí.

Todo el mundo me decía: ¿por qué viraste? Tengo a mi hijo, y lo estoy preparando. Tengo una misión de incursionar nuevamente con los veteranos, pues me llamó la comisionada Dalia Henry. Ha sido muy lindo y positivo, porque por primera vez hemos ido a jugar como seres humanos libres, nadie te vigila, y he tenido grandes resultados internacionales. No he tenido problemas ni he tenido que delinquir: he metido cabeza por aquí y por allá, pero he salido adelante.

También los entrenadores estamos llevándoles comida a los ancianos de los círculos de abuelos aquí en Palma. Estoy en esas funciones también, pero por la tarde, entreno a mi hijo.

¿Hábleme del sueño con su hijo?

Estamos aquí en Palma Soriano, entrenando durísimo. Se llama Robert Alberto Maturell Hernández, tiene 11 añitos y mide 1.61 metros. Estoy faja’o con mi hijo, que quiere jugar en la NBA, y creo que ese sueño lo podemos cumplir. Tiene condiciones y mando videos a otros entrenadores para que me den valoraciones y deficiencias He tenido una gran ayuda de Yudi Abreu, Leonardo Pérez y los entrenadores Carrión e Isaac, de Palma Soriano.

¿Piensa mantenerse en Cuba?           

No, no pienso mantenerme definitivamente aquí. Hay una sola cosa que me mantendría aquí: si un compañero llegara a dirigir la selección nacional y me pidiera ir como asistente. Pero tengo un niño que está luchando por sus sueños.

Yo no veía la NBA y empecé a verla por él. Voy a tratar de que cumpla su sueño por todos los medios. Soy ciudadano dominicano, estoy aquí faja’o, pero todo tiene un límite y un propósito en la vida.      

Me pagan cinco mil pesos. Al principio alcanzaba el salario, ahora está un poco difícil, pero yo meto la cabeza por donde la tengo que meter y ahí vamos. Vamos a ver cómo sigue mejorando esto. Están haciendo reajustes económicos y eso trae consigo todas esas cosas, pero en realidad, la situación está bien difícil. Consigo los alimentos de mi hijo por aquí y por allá, a como dé lugar: ¿qué vamos a hacer?     

Tengo las puertas abiertas en República Dominicana porque mi trabajo fue bueno a nivel de clubes y de torneo superior. Estuve en febrero allá antes de la pandemia. Hacía 10 años que no iba y fui por problemas consulares: me preguntaban qué me pasaba y estaban preocupados. Eso quiere decir que, si quiero, no tendré problemas para volver.

¿Es feliz Alberto Maturell con la vida que lleva?

Soy feliz porque tengo una hija de 25 años y un niño que juega básquet: eso me hace sentirme muy orgulloso. Estuve en Dominicana, pero la vida me fue ubicando aquí nuevamente por ese muchacho. El médico de los veteranos me sentó una vez en Panamá y me dijo: no vengas a trabajar a ningún lado; tienes un niño y tiene que estar contigo. La mamá se fue a México y yo me he tenido que quedar con él. Es muy educado, eso me da una gran felicidad.

La vida me fue empujando por cuestiones de negocios, pero no le aconsejo a nadie que salte: hay que estar en donde uno esté bien, en donde sean felices. Valoren la vida y el lugar en que están: hay que vivir con los pies sobre la tierra.  

Me sentiría aun más feliz en un tabloncillo, trabajando con muchachos, con pelotas, con todo lo que en realidad el básquetbol necesita en esta etapa. También aquí tengo a mi madre viva. Aquí es donde la vida me ha ubicado y es donde tengo que estar ahora.  

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Imagen cortesía de Foto: Alberto Maturell