Cuando revisas en los libros de historia del baloncesto cubano, el nombre de Juan Leopoldo «El Helicóptero» Vázquez no puede faltar. Aunque pasen los años, es motivo de debate en conversaciones sobre este deporte en Cuba y fuera de la Isla, la comunidad cubana también le venera.

Bautizado de esa manera por el inolvidable narrador René Navarro, es ese hombre sincero, sin pelos en la lengua, que no escatima esfuerzos para defender su verdad. Un caballero en la extensión de la palabra que lleva tatuada la bandera cubana en el corazón y aunque hoy resida en la ciudad de la cual se enamoró, Toronto, siempre guarda amor y cariño para la que llama “su querida Cuba”.

Cuentan que su aspiración de niño era ser pelotero

Sabes que en mi tiempo existía mucha inclinación por la pelota, y entonces me llamaba mucho la atención. Tuve un tío, Víctor Morejón, que fue jugador de pelota en los equipos de Santiago de las Vegas. Después de la pelota me gustaba el fútbol, el atletismo, el voleibol y el ajedrez. El baloncesto nunca estuvo entre mis favoritos. Es más, no sabía que existía como deporte.

¿Cómo llegas entonces a un deporte del que ni tan siquiera conocías?

Me encontraba en la escuela Camilo Cienfuegos cursando el segundo grado cuando aparecieron entrenadores que estaban haciendo captaciones para la Pre-EIDE Celso Stakeman. Uno de ellos comenzó a hablar acerca de los motivos por los cuales estaban visitando la escuela. Yo no les prestaba atención a lo que hablaban, y solo me percaté cuando dijeron “¿a quién le gusta el deporte?” y sin pensarlo dos veces alcé mi mano como el primero. Para mi desgracia, no sabía que el entrenador se especializaba en el baloncesto (risas). Me dijeron, puedes pararte, lo hice, vieron mi estatura y se quedaron complacidos. Yo mismo me embarqué (ríe otra vez).

Leopoldo “El Helicóptero” Vázquez
Leopoldo “El Helicóptero” Vázquez, exjugador cubano de baloncesto. Fotos: Cortesía de Leopoldo Vázquez

Hay anécdotas curiosas de usted cuando llegó a la Pre-EIDE, pues se dice que se fugaba para los entrenamientos de béisbol a pesar de que estaba por baloncesto

Estando el primer día en la Pre-EIDE, después de terminar las clases, me voy con el grupo de los peloteros. Cuando llego al estadio de pelota de Santiago de las Vegas pasan la lista el y entrenador Chavito no menciona mi nombre, mucho menos lo encuentra en la lista. Pero, quedó impresionado con la estatura que tenía para la edad, y entonces me puso en la lista. Ese día entrené con el equipo.

Increíble, estaba supercontento, tanto que no lo pude creer. Al día siguiente, fue cuando todo cambio para mí. Al terminar las clases, el entrenador de baloncesto Ronald vino a buscarme diciéndome que yo había sido captado para el baloncesto (vuelve a sonreír), y ya te puedes imaginar como yo estaba.

Entonces, por educación decidí irme con él y el grupo de baloncesto. Allí comenzó otra batalla, pues los dos entrenadores me querían para su equipo hasta que el de baloncesto habló con mi papá, quien trató de convencerme para que fuera para el baloncesto. Por el respeto y cariño que le tenía acepté, pero realmente no tenía deseo alguno.

¿Dejaste atrás la pelota del todo?

No, desde el tercer grado hasta el sexto, seguí en el baloncesto. Jugaba béisbol los martes y jueves en el minibéisbol con el entrenador Chavito. Él siempre me estaba chequeando en caso de que yo decidiera regresar al béisbol. Durante esos cuatros años, Chavito estaba atento a lo que pasaba con mi vida deportiva hasta que se entera de que me voy para la EIDE y pierde todas sus esperanzas de que fuera pelotero. Nunca olvido esa historia.

¿Su padre era el principal impulsor para que practicara el deporte de las canastas?

Mi padre Leopoldo fue atleta del equipo nacional de lucha libre. Creo que el profesor de baloncesto fue muy hábil y habló con mi papa para que él lo hiciera conmigo, sin saber que al final me hizo un favor.

Pese a no vivir en Cuba mantiene una especial relación con muchos entrenadores y a uno de ellos, lo conoce desde que era un adolescente: Alberto Zabala. ¿Cómo nació esta relación?

A Zabala lo conocí en la categoría 13-14, pero antes de llegar a eso, tengo que decirte que mi primer entrenador fue Franklin Standard Johson. Él fue quien trabajó con ese grupo en el 12-13 y con quien todos nosotros estamos muy agradecidos por lo que nos enseñó como entrenador y ser humano.

En mi caso, me ayudó grandemente en el perfeccionamiento del tiro en suspensión. Entonces ya en el 13-14, entra el profe Alberto Zabala que le dio continuidad al trabajo que habíamos tenido de la mano de Franklin.

Llevó el equipo desde el 13-14 hasta el 15-16. Siempre dispuesto a trabajar y ayudarnos en todo lo que tenía que ver con nuestra formación como atleta, estudiantes y como seres humanos. Llegamos a tener muy buena relación y química porque nos respetábamos mucho y creamos una familia. Siempre valoró y respetó nuestra forma de ser. A cada uno de nosotros supo llegarnos con su filosofía y pedagogía a través de la palabra y el entendimiento mutuo. Realmente, aprendimos mucho de él como él de nosotros y es por eso que dicen que el mejor 15-16 que pasó por la EIDE Mártires de Barbados fue el nuestro dirigido por él.

¿De esas categorías inferiores guardas algún recuerdo en particular con él?

Tengo dos anécdotas con Zabala. En el 15-16 había grandes posibilidades de que siete de los diez jugadores fuéramos para la ESPA Nacional. Ya estando en los Juegos Escolares, él se entera de que no había sido elegido y antes de empezar el juego contra provincia Habana, delante de todo el equipo me dijo: “sabemos que no estás entre los elegidos y solo quiero que cuando entres al terreno demuestres el jugador que eres”.

El equipo me ayudó mucho, y ya para el final del primer tiempo, había anotados de 5-5 desde la línea de tres puntos. Luego del duelo, le di las gracias por su apoyo y le pedí que me cambiaran pues pensé que era suficiente con lo que había hecho.

Te cuento la segunda. En una ocasión, jugábamos contra Matanzas y al término del encuentro no había tenido mucha participación dentro del terreno. Luego, en el albergue, cuando me disponía a salir, Zabala entraba y me detuvo, se disculpó conmigo y comenzó a darme una explicación del porqué no había tenido mucho tiempo de juego.

Mientras esto ocurría, yo me preguntaba para qué tanta explicación, si es el entrenador y si no jugué más debió ser porque era lo mejor para el equipo. Cuando terminó de hablar me dio la mano y en ese momento entendí la clase de ser humano que era, el respeto por sus atletas y su humildad como entrenador. Siempre agradecido por ese gesto tan humano.

Llegas muy joven a los equipos de la capital y tras un paso por los elencos de Industriales y Ciudad Habana, llegaste a Capitalinos, un equipo que estaba en horas bajas y era acusado por la afición del país de falta de carácter, y eso cambió

Creo que todos los equipos de Ciudad Habana tenían sobrada calidad en todos los aspectos de juego, pero existía falta de concentración, había diferentes generaciones, estaba el ego, no había amor por la camiseta y ni un entrenador capaz de unir al grupo.

Cabe destacar dos cosas, mi generación venía imponiéndose y a los demás les quedaban dos opciones: seguir con nosotros o quedarse en el camino. Teníamos una mentalidad muy positiva y con deseo de hacer del triunfo colectivo un hábito. Lo otro se debe a un trabajo muy educativo de Heriberto Laferté.

Con esa generación de Capitalinos “El Helicóptero” levantó 5 campeonatos consecutivos que pasaron a la historia como una época de éxtasis en el baloncesto capitalino. Por aquellos años muchos te recuerdan como un buen tirador desde la larga distancia. Actualmente, esta es una habilidad muy cotizada en el baloncesto. ¿Cómo lograste ser tan efectivo desde la larga?

Desde el 12-13, el tiro era mi mayor arma o recurso como jugador. Franklin Standard me ayudó grandemente desde que entré a la EIDE. Él vio que tenía cualidades para el tiro y que lo podía combinar con el salto. Él cogía un escobillón y a veces unos pedazos de cartones, y alzaba sus brazos. Me decía, “cuando usted salte y vea el aro por encima de lo que estoy sujetando, usted tira, y deje la terminación de su mano con el muñequeo”.

Cuando en el 82-83 aceptan la línea de tres puntos en la FIBA, siempre que terminaban los entrenamientos le dedicaba tiempo al tiro de tres puntos, mientras el resto del equipo se marchaba. También tengo que decir que la concentración es fundamental y el entrenamiento diario te permite conocer tus límites e ir ajustando la mecánica del tiro para cada situación que se te presente durante el partido.

Tu primera participación con una selección nacional mayor se dio en Toronto, ciudad en la que actualmente vives. ¿Qué recuerdos conservas de aquel evento?

Me enamoré de esta ciudad. Fue una experiencia única participar en un Mundial donde asistieron jugadores de la NBA. Contribuir con mi rendimiento en los resultados del equipo me emocionaba y cuando jugábamos contra Australia, al terminar el partido, el mejor jugador de su equipo Andrew Gaze me felicitó por mi juego, especialmente desde la línea de tres puntos.

Estuviste poco más de 5 años en la selección nacional. Durante este corto período, ¿qué recuerdos memorables atesora?

Poder jugar con Leonardo Pérez y Lázaro Borrell (el segundo NBA), enriqueció mis cualidades como jugador y ser humano. El poder participar en un Mundial, lograr ganar tres Centrobasket en línea y sobre todo ser parte del “Team Cuba”. El convivir con atletas que se dedicaban en arma y espíritu a jugar baloncesto, y lo dejaban todo en el terreno, fue la mayor experiencia como jugador.

Agregar, el preolímpico del 95 en Argentina, en el cual terminé como líder de efectividad desde la línea de tres puntos con un 52%.

En el año 1999 vuelves a Canadá con motivo de los Juegos Panamericanos de Winnipeg. Dicho evento ostenta el récord de mayor abandono de delegaciones por parte de atletas cubanos, y uno de ellos fuiste tú. ¿Por tomaste esa decisión?

La tomé por lo más importante que tiene el ser humano, poder vivir en paz y armonía. Estaba decepcionado por la poca atención que recibían los atletas en todos los sentidos. Era como un régimen militar donde solo se reconocía la voz del entrenador sin importar el criterio de los jugadores.

No existía pedagogía alguna, ni el respeto hacia el atleta como ser humano. Nunca existió un dialogo o relación entre el colectivo técnico y los jugadores, como familia, y existían relaciones del entrenador Miguel Calderón con jugadores que se beneficiaban a la hora de integrar el Cuba. A esos problemas, la Comisión Nacional nunca les prestó la atención requerida y mucho menos la solución, y por ese motivo muchos decidieron dejar la selección.

¿Qué beneficios eran esos?

Había par de jugadores que se beneficiaban de inmoralidades de Miguel Calderón. Los que conocen del tema saben de lo que estoy hablando. Como yo no caía en ese tipo de cosas, se vetaba mi progreso en el equipo nacional en beneficio de esos que sí lo hacían.

¿Cómo fueron esos primeros días desde que no volviste a Cuba?

Desde que salí, ya sabía que no había regreso alguno y estaba más que decidido a quedarme. Tuve la suerte de que otro jugador de la Selección de Cuba, que se había quedado en el 1994 durante el Mundial, me facilitó quedarme en su casa.

Has afirmado en varias ocasiones que ahora te sientes un hombre libre. ¿A qué te refieres cuando lo expresas?

Siempre fui un hombre libre espiritual, porque fui capaz de tener criterio propio y no permitir abusos de ninguna índole. Pero, al empezar a vivir en Canadá, fuera de nuestra querida Cuba, comienzas a vivir, sentir y conocer el significado de la palabra libertad. Sientes también que deseas que todos los que no la conocen tengan la misma experiencia.

A pesar de estar en sus mejores años, no tuvo una carrera profesional destacada. ¿Qué pasó?

Aquí todo dependía de mis papeles legales y no tuve suerte con ningún agente para que me encaminara con respecto a poder jugar como profesional. En lo que recibía mis papeles pude jugar en un colegio Durham College y en dos ocasiones, en la Liga Profesional de Dominicana.

¿Sigues la actualidad del deporte de las cestas en Cuba?

Sí, claro. No pierdo la oportunidad de seguirlo y mucho menos de darles consejos las veces que pueda. Me encanta este equipo por la diversidad de jugadores en todos los aspectos del baloncesto, la posibilidad que han tenido de participar en diferentes ligas, y es una generación para admirar por lo que pueden hacer si se les encamina con disposición y deseo de crear una familia.

¿Qué piensa que nos falta para explotar y dar el salto?

Lo más importante es trabajar en la base y tener una liga más competitiva. También, un cambio radical y definitivo en la Comisión de Baloncesto porque deseo y calidad existen, tanto por los que están dentro de la selección, como aquellos que un día decidieron marcharse en busca de una mejor vida. Es un equipo muy joven y con deseo de imponerse, pero si empezamos a alejarnos de los eventos internacionales los pasos serán más lentos.

En los Juegos Panamericanos de Toronto lo pudimos ver en la grada apoyando a la selección femenina y levantando su bandera cubana con orgullo. ¿Qué sintió?

Estuve allí apoyando con mucha alegría y me sentí parte de ellas. Quería que hicieran lo mejor que pudieran para ganar. Si eso dependiera de mi presencia, con más orgullo levantaría la bandera de Cuba. También ver a Zabala y a Moya dirigiendo el conjunto me emocionó mucho.

Leopoldo “El Helicóptero” Vázquez
Leopoldo “El Helicóptero” Vázquez, exjugador cubano de baloncesto. Fotos: Cortesía de Leopoldo Vázquez

Usted es una persona polémica y cada vez que publica un post en Facebook saltan las alarmas. Algunos le consideran loco y otros, un hombre sincero. ¿Con cuál de esas dos se queda?

Sobre el tema de la polémica: locura y sinceridad. Pienso que la polémica existe cuando se habla con la verdad y se es sincero en cada momento. Todos tenemos diferentes criterios, pero en realidad muchos por no perder lo que supuestamente tienen, no son capaces de ser conscientes con la realidad en la que se vive en nuestro país. Yo solo pretendo hacer conciencia para el bienestar de los demás.

¿Le gustaría regresar a Cuba?

Sí, me gustaría regresar a Cuba. Por supuesto, para poder convivir nuevamente con la familia, amigos y aficionados al baloncesto. Apoyaría el baloncesto haciendo instituciones que se dediquen a la educación, atención y desarrollo humano de los atletas desde edades tempranas. Esto para que sean hombres de bien y ayuden al progreso del país. Para que su niñez, adolescencia y juventud no se vean afectadas por inmorales entrenadores como Miguel Calderón, Pepe Ramírez y Mandy Acosta.

Si pudiera cambiar una decisión de su pasado, solo una, ¿cuál sería?

Pienso que cambiar algo del pasado hoy no nos permitiría estar disfrutando de esta agradable entrevista. Pero para no dejarte con la duda, seguro cambiaría el haber vivido tanto tiempo lejos de mi familia. Quisiera agradecerte por la entrevista, por el trabajo que estás haciendo con tu programa, agradecer a mis padres Prudencia Luisa y Leopoldo Vázquez por el amor incondicional que me brindaron en todo momento.

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Imagen cortesía de Foto: Cortesía de Leopoldo Vázquez
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