Cuando David Estrada se vio solo, cerca de la frontera con República Dominicana, pensó por un momento que lo iban a matar. Era un joven que había salido de Cuba para intentar llegar a Grandes Ligas, después de un paso por varios equipos de la Serie Nacional.  

Atrás quedaban las medidas arbitrarias y las injusticias que sufrió por “ser de La Habana”. También, las mentiras sobre su elección para el equipo de Matanzas.

Finalmente, después de vivir un infierno y pensar que todo podía acabar mal, entró en Dominicana. Él soñaba con lanzar en Grandes Ligas e incluso compartió escena con Hector Neris y Dellin Betances. Pero, meses después de entrenar y vivir en condiciones adversas, regresó a intentarlo de nuevo en Cuba.  

Sin embargo, una lesión cortó su carrera y lo obligó a alejarse del béisbol. Hoy se gana la vida como bartender en un restaurante de la capital cubana. 

David Estrada vivió momentos difíciles en un lapso de 4 años que marcaron para siempre su futuro, no solo como atleta, sino también como persona. Sobre su paso por las categorías inferiores de La Habana, su “liberación” de Artemisa, el acoso psicológico sufrido en Matanzas, la estancia en República Dominicana y la lesión que lo alejó del diamante, conversó con Play Off Magazine. 

Son las 12:30 p.m. El callejón de Espadas en La Habana Vieja se caracteriza por tener una diversidad de negocios relacionados con la gastronomía. En la otra punta de la cuadra se encuentra Chacón 162. El intenso calor de agosto azota y se escucha: “Hello, my friend, do you want to drink mojito?”.  

¿Cómo comenzaste en el béisbol? 

Por mi abuelo, todo ha sido gracias a él. Desde que tengo uso de razón me gusta la pelota. Yo soy de Plaza y mi abuelo es un fanático empedernido, todos los días me llevaba a la canchita que está por el Teatro Nacional. Ahí conocí lo que se convertiría en mi razón de ser por los próximos años. Pasé por todas las categorías inferiores con buenos resultados. 

¿Siempre fuiste lanzador? 

No, era jardinero, pero él abuelo quería que yo lanzara, porque fue pícher reserva de los Industriales en los años 60, además de que tenía buen brazo. De esta forma, en la categoría 13-14 comencé como serpentinero. 

Jugué en ambas posiciones hasta los juveniles, cuando ya me convertí en lanzador solamente. Estudiaba los wind-up y la sabermetría cuando pocos sabían de ella, quise buscar perfiles de pícheres que se asemejaran a mi forma de lanzar y descubrí que lo más parecido era Jake Arrieta, mientras que veía muchos videos de Adam Wainwright, que es mi jugador favorito. 

Cuando llegaste a las categorías juveniles, tras integrar el equipo sub-23 de La Habana, tuviste tu primera decepción en el béisbol. ¿Qué sucedió en aquel entonces? 

Tuve excelentes resultados durante aquellas pruebas y en mi primer año en el equipo, apenas me hicieron carreras. Durante aquellos años, Lázaro de la Torre era el director técnico, pero de él no tengo un recuerdo agradable. 

En mi segundo año, durante la provincial, me aparecí lanzando máximas de 88-89 mph. Ese año, se insertó al equipo sub-23 de La Habana en el campeonato. De La Torre dirigiría ambos elencos, y yo personalmente le dije que quería lanzar por Plaza, no por el sub-23, ya que nuestro objetivo era lograr algo con nuestro municipio. 

El día que anunciaron la preselección yo no estaba, pero ni siquiera me lo dijeron.  Me chocó, porque me conocía de mi paso por Plaza, incluso era mi director de equipo. Ni siquiera pregunté el porqué, simplemente ignoró mi actuación y decidí, desde ese momento, que no jugaría nunca para los equipos de la capital, por tanto, busqué abrirme camino en otras provincias. 

¿A dónde fuiste? 

Ese año hice una preparación fortísima junto a Enrique Rojas (Pipo), él siempre fue mi entrenador personal. Yo practicaba fuera del sistema convencional y ya que debía probarme con mayor exigencia que el resto por ser de otra provincia, tenía que estar al 200% para superar cualquier prueba que me pusieran. 

El mismo Pipo coordinó para que fuera a jugar con Artemisa, no me interesaba viajar todos los días en camión, guagua, carro, en lo que apareciera, lo mío era demostrar mi talento y jugar pelota. 

Al llegar allí me hicieron pruebas, estaba consciente que sería duro, el staff de Artemisa había sido el mejor picheo de la Serie Nacional el año anterior y tenía rivales duros para optar por una plaza en el equipo. 

Logré incluirme en la rotación y jugar con los Cazadores. Fue muy importante este paso para mí, porque sentí que, a pesar de no ser oriundo de ahí, se me juzgó por lo que hice en el montículo, no por mi carnet de identidad. 

Pavel Pino: “no quería regresar a Cuba con las manos vacías”

Vistiendo esos colores, tuviste experiencias agridulces. ¿Cuáles fueron? 

Con Artemisa estaré siempre agradecido por darme la oportunidad de jugar mi primera Serie Nacional y confiar en mí, pero hubo episodios feos también. En primera instancia, creo que la vida siempre te da revanchas. En una ocasión enfrenté al equipo de La Habana sub-23, ese día estaba muy motivado, pero, además, estaba duro. Después de los tres primeros innings no me habían hecho nada, pero yo los escuché en el banco diciendo que no podían permitir que yo los dominara, sería una vergüenza, y eso me dio más fuerzas. 

Al final dejé el juego en el octavo inning ganando 3-1 y les hice una seña de que estaban muertos, eso calentó el juego y culminó en una riña. No tuve nada que ver directamente, pero mi actuación en la lomita fue el detonante de todo. 

Ya con el equipo mayor hubo par de anécdotas que me marcaron. La primera fue en la gira para Oriente, yo estaba fuera de la lista, me tenía que quedar en la provincia hasta que regresaran porque cuando debuté, di una base por bolas y me sacaron automáticamente, no me molestó, sabía que era lo normal. Hablé con Valdespino que era el técnico para que me llevara, aunque fuera en el pasillo de la guagua. 

Era complicado, los tickets de comida, los asientos, las camas, las habitaciones, todo era limitado y llevarme era un riesgo, pero le pedí que me dejara demostrar. Él accedió y viajé agregado, un día algún compañero me daba su comida, otro día no comía, como si tenía que dormir en el piso, realmente las condiciones no me importaban, yo solo quería jugar pelota. 

Me fue muy bien, lancé en casi todas las subseries, hubo algún que otro temor relacionado con que creían que yo estaba utilizando a Artemisa como trampolín para ir a Industriales, nada más alejado de la realidad. 

Yo quería triunfar, pero en cualquier equipo menos en la capital, eso estaba claro. No tenían ningún deseo de jugar en La Habana. 

¿Cómo fue la siguiente Serie Nacional sub-23? 

Me preparé muy bien, estaba duro, en el mejor momento de mi carrera. Me convertí en el primer relevo del equipo. Quien fuera el abridor, yo lanzaba en cuanto lo sacaran, era la opción después de ellos. Estaba superbien, pero llegó el momento que condicionó mi salida de Artemisa. Llevaba 16 innings lanzados en apenas una semana. Hablé con el director del equipo y le dije que estaba cansado, que no abriría el próximo juego, que pusiera a otro. 

Él me comentó que necesitaba al menos tres innings, que luego me sacaría del montículo. Acepté y cogí la bola, pero en el primer episodio me hicieron seis carreras y en segundo cinco más. Le pedí que me relevara ya, que estaba muerto y no podía más. 

De los tres juegos que había ganado Artemisa en aquel momento, yo había sido el victorioso en dos y el salvador del otro. Desde el banco, me gritaron que tenía que estar ahí hasta que me mataran de una forma muy despectiva. 

Acto seguido, terminé el inning, me senté en el banco, me quité la camiseta y le dije al coach que no volvería a salir. Su reacción fue decirme que eso me costaría caro, y yo refuté diciéndole que había sido injusto.  

¿Cómo terminó esta situación? 

Llamé a Valdespino, le conté lo sucedido y me apoyó. Sin embargo, el equipo ese año era un desastre internamente. A nadie le importaba nada. Y molestaba que yo saliera al paso para criticar lo que veía mal, aunque estuviéramos últimos de la clasificación. La dirección hizo una reunión con todas las categorías para analizar mi caso y algo me decía que se estaba cocinando mi salida del equipo. 

Previo a esto, Valdespino me había dado su palabra de hombre cristiano de que no me sucedería nada. Pero no fue así, terminé siendo el único que se equivocó en la cuestión y me hicieron una carta que me liberaba del equipo. 

Algo que todavía no entiendo, porque si supuestamente yo tuve una actitud antideportiva, debían haberme sancionado y no liberarme sin represalias. Además, con el paso del tiempo me di cuenta de que el salario del contrato que yo tenía con el equipo estaba siendo cobrado por otra persona, cuando debía haber sido cerrado y cancelado. 

Una vez más, Estrada sintió el rechazo de los directivos del beisbol de un elenco provincial. En esta ocasión, no lo sorprendió ni le dolió tanto como el desprecio de De La Torre en La Habana, pues poco a poco entendía que la vida está llena de injusticias y la pelota cubana no está exenta de ellas. 

Posteriormente, David regresaría a los terrenos de juego, otra vez gracias a Pipo, quien coordinó su traslado para intentarlo con el equipo de Matanzas. 

Viajé a Matanzas y vi a Salgado, el entrenador de picheo del equipo. Le expliqué que yo iba para que Armando Ferrer me hiciera unas pruebas, pero ese día no podían hacérmelas. Me comentó que fuera otro día al Victoria de Girón. Cuando llegué solo estaban Salgado y el médico del equipo porque el resto estaba almorzando. Marqué 90-91 mph la recta y el resto de mi repertorio con bastante calidad. Al terminar, Salgado me mandó a ir para mi casa porque ya estaba el equipo completo. 

El médico y Edel Tamayo intervinieron para decirme que esperara por Ferrer, que esa decisión él debía aprobarla. Fue en Matanzas donde noté mucho regionalismo, que yo fuera de La Habana era el problema. Salgado me llegó a decir: “antes de llevarme a un habanero, subo a cualquier matancero”. 

Ferrer se reunió conmigo e integré el equipo en la pretemporada. Mi primera vez en el montículo fue para relevar a Noelvis Entenza, lancé tres innings y no me hicieron nada. Al otro día, se hizo una reunión con los lanzadores que habían participado en el juego. 

Cuando Salgado se refirió a mí, en tono de desprecio, me dijo que no entendía cómo yo a estas alturas de la preparación estaba ya en óptimas condiciones cuando el resto no lo estaba. Lo que sucedía era que el entrenamiento en Matanzas era flojo, yo estaba acostumbrado a entrenar a un nivel mucho más fuerte y por eso se notaba en mis salidas que estaba muy bien físicamente. 

Raymond Figueredo: «pasé trabajo para regresar, fue un sufrimiento para mi familia»

¿Qué sucedió luego? 

No estuve entre los seleccionados. Previamente, el propio Ferrer y Salgado, me habían dicho que yo podría aportar mucho al conjunto por mis condiciones. Sin embargo, el día cero, la justificación que se me dio fue que no estaba en óptimas condiciones para ser parte del staff de lanzadores.  

Me chocó esta doble moral, porque si me habían dicho una cosa antes y ahora otra totalmente opuesta, simplemente no podía creer en la palabra de ninguno de ellos. Salí de la formación y decidí regresar para La Habana.  

Al otro día, me llamó Ferrer personalmente para decirme que debía ir de nuevo para Matanzas, que yo sí había integrado el equipo. O sea, tuvo que venir el director técnico para desmentir lo que me había dicho el entrenador de pitcheo personalmente. Una locura todo. 

En el hotel me recibió el delegado, y me dijo que ahí no se podían tolerar las injusticias, que ellos habían conversado con Salgado y que la decisión que había tomado de forma arbitraria no era la correcta. Sin embargo, la actitud del entrenador de picheo hacia mí sería igual de fuerte.  

Cuando arrancó la serie, me tuvo en el banco todo el tiempo. No lancé ni un inning. Llegó la gira por Oriente y pedí ir aunque fuera de agregado en la guagua. Fui, pero continué sin lanzar, de hecho, no podía ni hacer bullpen para calentar, me decían que no, que eso era cuando ellos lo mandaran. 

Tras estos episodios, David Estrada vio la luz de la misma forma que disímiles peloteros cubanos lo han hecho, a través de la emigración.  

Estaba muy cansado del trato recibido en toda mi carrera deportiva, y obviamente la oportunidad de jugar en otro país era una salida viable que podría cambiar mi vida de forma radical. En primer lugar, mejoraría económicamente, puesto que todos sabemos que en Cuba no puedes vivir de lo que haces, dígase cualquier profesión, y mucho menos un deportista que solo se desempeña en la Serie nacional. 

¿Qué hiciste para embarcarte en este camino? 

Me senté con Ferrer y pedí la baja formalmente. Al mes y medio, viajé a Haití para luego ir a cruzar la frontera en Cabo Haitiano rumbo a República Dominicana. La situación allí estaba tensa, el país estaba virado al revés, mucha violencia en las calles y eso me chocó muchísimo. 

El camino fue durísimo. Todo me lo costeé yo gracias a mi papá que vive en Estados Unidos. La primera noche me asaltaron y me pidieron el poco dinero que tenía encima. La persona con la que había contactado no estuvo en el lugar a la hora indicada debido a un percance que tuve lo cual me retrasó y complicó la situación. 

No tenía ni celular ni nada, iba a ciegas todo el tiempo. Estuve toda la noche en un monte cerca de la frontera con Dominicana. Lo único que tenía era un mp3, unos audífonos y la mochila. Era un infierno. Llegó un momento que pensé que me iban a matar, porque no sabía en manos de quién estaba, todo se había torcido. 

Decidí sentarme encima de la mochila, ponerme a oír música y que pasara lo fuera. Todo oscuro, de noche, ni siquiera me podía ver las manos. No tuve miedo en ningún momento, estaba listo para lo que fuera, creo que la adrenalina se apoderó de mí, estaba solo y simplemente sobreviví.  

Finalmente llegó una persona que supuestamente envió el contacto que me iba a recoger, me tocaron por detrás, y ahí mismo pensé que me iba a morir. Me dijo que lo siguiera y caminamos muchísimo, comencé a sentir el ladrido de los perros de la frontera y fue cuando me di cuenta de que las cosas saldrían bien después de todo. 

Cuando me recogieron me llevaron a una casa y me preguntaron mi nombre. Ahí pensé que de verdad me mataban, porque si pedían dinero por mí, una yo no tenía para darlo y otra, nadie iba a darlo por mí porque yo era uno más. 

Era alguien prescindible y ahí es cuando te das cuenta de que tu vida para mucha gente no vale nada, y que, si no hay dinero, te desechan y no pasa a mayores. 

Al final no era lo que yo pensaba, ellos eran los que inicialmente tenían que haberme recogido y lo que sucedió fue que estaban confirmando que yo era el muchacho que estaban esperando. 

Logré finalmente entrar a Dominicana y allí rápidamente busqué la forma de contactar con mi papá. Le di 100 dólares a una muchacha para que me dejara conectarme por su móvil. Llamé a mi papá y le dije todo lo que me pasó pero que ya estaba todo bien. 

Tenía que ir a ver a otra persona que me iba a recoger, él se puso en contacto con ella y me dio una dirección. Por supuesto yo no conocía nada allí, y me perdí varias veces, pero llegué al lugar. Ahí comenzaría mi preparación para buscar la manera de mostrarme a alguna franquicia de Grandes Ligas. 

¿Cómo fueron esos meses de entrenamiento? 

Los mejores de mi vida en cuanto a forma física y como lanzador. Llegué a lanzar 93 mph, dominé todos los comandos de mi repertorio. Lanzaba lo que quisiera, como quisiera y a la velocidad que quisiera. Compartí con lanzadores que estaban en MLB como Héctor Neris,, Luis García y Dellin Betances. 

Me vieron varios equipos y entre ellos el más interesado eran los Orioles. Pero finalmente no se dio, porque vino el COVID. Yo tenía previsto ir un martes a mostrarme, pero el viernes previo cerró el país. 

¿Cuánto tiempo estuviste en el país y cómo viviste allí? 

Hacía las compras cada 40 días, y me mantuve entrenando a escondidas. Junto a otro cubano, Javier Terán, teníamos que brincar un muro altísimo todos los días para hacer los ejercicios y mantenernos en forma. 

En una ocasión tuvimos que estar alrededor de 15 días encerrados obligatoriamente porque se dio un chivatazo de que había cubanos entrenando por ahí y hasta la policía fue a verificar. 

Después de 1 año y 7 meses estando ilegal en Dominicana me di cuenta de que mi oportunidad ya había pasado y decidí volver a Cuba para jugar otra vez en la Serie Nacional. 

¿Qué hiciste al regresar? 

Retomé la preparación con Pipo, fue empezar de cero otra vez. Sin embargo, esta vez ya tenía totalmente dominados los comandos y una buena velocidad. Me presenté con Industriales, ya no estaba De La Torre ahí y digamos que fue borrón y cuenta nueva para mí en la historia con la capital.  

En aquel entonces estaban topando con un equipo Cuba que iría a Curazao. Finalmente, lancé 4 innings contra ese equipo y en el último envío me lesioné. Distensión y rotura de ligamentos del codo derecho. Me tocaba operación de Tommy John, pero no entré al salón. Me recuperé y cuando volví a lanzar me resentí, me puse bien, lancé de nuevo y tenía otra lesión. 

Me hicieron una resonancia y me pusieron tratamiento. Me filtraron el codo. El médico me dijo: si hacemos todo esto y vuelves a sentir dolor tienes que operarte. Durante ese tiempo comencé a sentirme el hombro bloqueado, apenas podía moverlo, se me dormía solo. 

Fui a ver al doctor para que me revisara el hombro y me diagnosticó la lesión de Labrum. Sus palabras fueron estas: Lo que te diré a continuación no es ético, pero es para que entiendas, si tú fueras mi hijo, no te dejo lanzar más nunca.  

Posteriormente fui al Hospital Frank País a ver al Dr. Tarragona y al Dr. Libán. Me hicieron una resonancia y además del Labrum, tenía una necrosis en esa zona provocada por la misma lesión.  

Expelotero cubano David Estrada
Expelotero cubano David Estrada

¿Cómo te sentiste? 

Vi todo el sacrificio que hice y el que hizo mi familia, sobre todo mi abuelo, irse por la borda por un diagnóstico médico. El rechazo en La Habana, los viajes a otras provincias, las guaguas donde iba de más, el maltrato en Artemisa, en Matanzas, todo eso fue finalmente en vano. No pude demostrar nada realmente a todos aquellos que dudaron de mí y eso es muy frustrante.  

A los 24 años, vi truncado mi futuro y mis sueños. Sufrí y aún sufro de depresión por esto. Yo no puedo siquiera ver la pelota. He llorado frente al televisor cuando ponen beisbol. Bajé 40 libras de peso corporal. Fue durísimo. Hoy día aún me siento mal por ello.  

Me gusta la gastronomía, la cocina y lo ejerzo, no estoy triste, me va bien, resuelvo, tengo dinero, pero mi vida es la pelota. No puedo pasar cerca de un terreno de béisbol, se me salen las lágrimas. 

¿Qué sueños te quedan? 

A nivel personal estoy bien, vivo solo con mi novia, aportamos para la casa, he crecido en ese sentido, pero soy una persona frustrada. Yo he estado en casa conversando con ella y de momento empiezo a llorar porque me acordé. Fue algo muy chocante para mí.  

En cuanto a sueños, me gusta mucho la sabermetría. Si en algún momento vuelvo a involucrarme con el beisbol, será como entrenador personal de lanzadores, pero creo que pasará mucho tiempo para que lo supere realmente.  

Mantente actualizado con Telegram y disfruta nuestras historias en YouTube

Quieres estar siempre al tanto de la actualidad del deporte cubano? Únete a nuestro canal de Telegram: ¡lleva a Play Off en tu bolsillo! Haz click para seguirnos: Canal de Telegram Play-Off Magazine.

Historias de deporte cubano contadas con una mirada profunda a la vida personal de los protagonistas y la sociedad. Para disfrutar nuestras exclusivas suscríbete en: Canal de YouTube Play Off-Magazine.

Imagen cortesía de Hansel Leyva
https://googleads.g.doubleclick.net/pagead/ads?ad_type=video_text_image&client=ca-video-pub-4968145218643279&videoad_start_delay=0&description_url=http%3A%2F%2Fwww.google.com&max_ad_duration=30000&adtest=on