«La más hermosa de todas las dudas es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza y dejan de creer en la fuerza de sus opresores», dijo Bertolt Brecht. Se trata de una frase expresada en otro tiempo y contexto, pero que parece perfecta para describir la historia de un cubano que lleva casi 40 años luchando por una causa.

Eddy Herrera emigró desde Guantánamo, con su madre, al barrio Alturas de Miramar en La Habana en la década del 60. Los habitantes de esta barriada vieron crecer a un niño impetuoso que gustaba de practicar disímiles deportes, béisbol fundamentalmente, a pesar de tener problemas de visión en el ojo izquierdo, la cual recuperó de manera casi milagrosa.

Algunos lo recuerdan como Eduardo, registrado así erróneamente desde su debut con el equipo Constructores, al no percatarse de que su nombre verdadero era Eddy Herrera. Y así, a través de su vida, va el pelotero, el trabajador, el entrenador, el padre de familia, el señor que camina por su barrio de siempre, «El Hermanón».

Sin embargo, lo que queda en la memoria popular es la razón por la que este hombre lucha a diario desde cada espacio que encuentra, ya sea en redes sociales e, incluso, con manifestaciones en las inmediaciones de la Plaza de la Revolución. Esto se debe a que la mayoría lo recuerda como el tercera base de Industriales que, junto a otros 16 jugadores de la capital, fue acusado y encarcelado bajo una presunta “venta de partidos” en el año 1982.

Alrededor de este suceso se ha conjeturado mucho y su verdadera naturaleza permanece oculta. El consenso general considera que la mayoría de los casos de 1982 fueron procesados de manera injusta y usados como medida ejemplarizante. Esto se debió a que, en años anteriores, varios peloteros de La Habana fueron suspendidos por vender juegos -algunos de ellos confesaron-, como Bárbaro Garbey.

Lo que sí fue un hecho es que Rey Vicente Anglada, la figura más emblemática de aquellos 17, obtuvo el cargo de mánager del conjunto Industriales en 2002. La opinión pública lo tomó como una disculpa silenciosa. El propio Herrera, tras realizar una de sus protestas públicas, fue reinstaurado en el béisbol, y trabajó como entrenador en la Academia de La Habana y posteriormente, como uno de los asistentes de Anglada por varios años.

No obstante, nunca hubo una declaración pública por parte de ninguna de las autoridades de cualquier nivel que confirmara la inocencia de ninguno ni que aclarara lo acontecido en aquel año. Solo ha existido un silencio sepulcral de todas partes, como si se quisiera borrar lo ocurrido, algo a lo que nuestro protagonista se niega fervientemente, ya que la herida de una vida mutilada jamás cierra del todo y sus cicatrices nos recuerdan que el pasado fue real.

Eddy Herrera se encarga de mantener vivo el recuerdo de lo que vivió, y clama justicia para él y sus compañeros. Exige lo que, según su criterio, es lo más importante que debe tener un hombre: respeto.

He aquí su historia: la crónica de una vida rota.

17 de marzo de 1982

A pura fuerza de voluntad y poco a poco, Eddy Herrera se coló en el béisbol. Con una formación fuera de los canales convencionales establecidos en el país, fue capaz de llegar a la Academia de La Habana y mantenerse en esta contra viento y marea hasta que llegó a la Serie Nacional con los desaparecidos Constructores. Ya a principios de los años 80 estaba logrando establecerse como tercera base titular de Industriales, el equipo más popular del país. Su carrera iba en una curva ascendente hasta el fatídico año 1982.

Ese año no comenzaría bien para Herrera, pues un pelotazo en una de sus manos lo mantendría alejado de los terrenos buena parte del campeonato. Su recuperación abarcó los meses de noviembre, diciembre y la mitad de enero, cuando pudo seguir defendiendo con su bate la causa azul hasta el final del campeonato.

A principios de marzo empieza el rumor entre todos de que había peloteros detenidos por el DTI por vender juegos. La mayoría lo tomamos como una simple ‘bola’ porque no existía mucha información al respecto y usted sabe que cuando los comentarios pasan de boca en boca, la historia suele cambiar. Estos rumores apuntaban a Dagoberto Echemendía, Jorge Beltrán y Rey Vicente Anglada. En lo personal, jamás me pasó por la cabeza hacerle caso a nada de eso. Pero después fue tomando más fuerza a causa de que ese mismo mes debía empezar la Serie Selectiva y esto no ocurría.

El miércoles 17 de marzo yo iba a salir a jugar la Serie Provincial con mi equipo de la Industria Ligera. Estaba preparándome para la Selectiva. A las 9 am tocan la puerta de mi casa y observo a través de la mirilla de la puerta y veo alrededor de 10 guardias del DTI parados afuera de mi casa. Cuando salgo, el que estaba al frente del grupo me pregunta mi nombre y me enseña una orden de registro. Para mis adentros no creía lo que estaba pasando, enseguida pensé en los rumores de la venta de partidos y no daba crédito a que ellos sospecharan de que yo me había vendido. No obstante, como no tenía nada que esconder, accedí sin protestar a que pasaran e hicieran su trabajo. Yo ganaba 181 pesos como plantilla de la Industria Ligera y mi esposa en ese entonces 217 pesos como maestra, lo cual todos saben que en aquella época bastaba y sobraba para vivir de forma digna, por tanto, no necesitaba venderme.

Mi antigua casa tenía dos plantas y fue revisada de punta a cabo. Al final del registro, llegaron al cuarto de mi difunta madre que estaba ubicado en la segunda planta, abrieron el closet y en un blazer ella tenía guardado un paquete grande de dinero que tenía alrededor de 3500 pesos en billetes de a 20, la mayor denominación de la época. Yo estaba tranquilo porque este dinero era de una venta de oro y plata que ella había realizado en la joyería Almendares de La Habana Vieja. Cogieron el dinero, lo miraron y lo volvieron a poner en su lugar, o sea, yo interpreté que no estaban buscando dinero.

Mientras revisaban el cuarto de mamá, pude ver por la ventana que la calle estaba llena de mis vecinos mirando todo el show que habían montado con las patrullas, como si yo fuera un delincuente. Te cuento que al final del registro nos pidieron una caja de cartón en la cual echaron toda la bisutería de mi madre, la cual sellaron. Además de eso, cogieron el maletín que yo usaba para jugar y lo llenaron con todas mis cosas. Me dijeron que tenía que acompañarlos, me sacaron esposado al mismo tiempo que salían con mi maletín y la caja delante de todos mis vecinos, quienes, como es lógico, al ver esa escena, pensaron que yo había cometido un delito real.

No puedo describir la vergüenza que sentí en ese momento. A pesar de los años, no se me ha pasado y es uno de los principales motivos por los cuales no puedo callar. Que mis amistades del barrio de toda la vida, que sabían que había un rumor de venta de juegos, pensaran que yo estaba implicado, sencillamente era algo insoportable. No sabía dónde meter la cara. Me condujeron a la estación de policía de Monserrate y allí me metieron en una celda tapiada.

Frío

Tras la ignominia sufrida en el pequeño terruño a causa de la vergonzosa escena de la detención, el calvario de Eddy Herrera solo acababa de comenzar. Imaginemos el sentir de un individuo que un día se acostó en su casa como un hombre libre y al siguiente se encuentra a sí mismo en una celda sin mucha explicación por parte de sus captores. La expresión en su rostro al rememorar esos tres días en los que estuvo incomunicado en Monserrate denota que el simple recuerdo de lo vivido causa un dolor agudo a pesar de los años.

Nadie está exento de que sospechen de él cuando ocurre un hecho delictivo; sin embargo, ante los ojos de la ley, todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, procedimiento que no se cumplió, según el testimonio de nuestro entrevistado.

Como al tercer día de estar detenido me trasladaron a un cubículo donde me esperaban el capitán Prieto y el coronel Quero, los dos principales esbirros que nos atendieron en ese momento. A Prieto le pregunté por qué me tenían encerrado allí y este, con una sonrisa en los labios, me entregó un ejemplar del periódico Granma y me indicó que buscara la página de los deportes. Allí veo la nota del INDER y este me pide cínicamente que la lea en voz alta. La nota era muy al estilo de este gobierno cuando quiere hundir a alguien. Tenía todos los elementos difamatorios de costumbre, los cuales no han dejado de usar. O sea, que si se reúnen con elementos antisociales; que si tienen conductas impropias; que si iban a borrar nuestros registros de la guía de beisbol, etc; en resumen, éramos muy malos. Proseguí leyendo en voz alta aquel bodrio hasta que llegó la parte de la lista, no recuerdo el orden exacto de la misma, pero nunca olvidaré que yo era el número 8 y cuando leí mi nombre rompí a llorar como un niño pequeño.

En mi desesperación, les grité que todo eso era mentira, que estaban engañando al pueblo. Mientras esos descarados con el capitán Prieto a la cabeza reían a carcajadas, él me dijo que no sabía si era verdad o mentira, pero mi nombre había salido en esa lista y, por tanto, yo iba a prisión. Yo le pregunté si él sabía quién era yo en esa lista, a lo que me respondió que no sabía ni le interesaba saberlo, que sabía que estaba detenido allí por eso, lo que da a entender que ellos no habían investigado ni tenían pruebas de absolutamente nada.

Tiempo después descubrí que, al momento de salir esa información publicada en el periódico, había 10 u 11 peloteros en la calle. ¿Se imagina lo que es estar tranquilo en tu casa y de repente, ver tu nombre desprestigiado por todos los medios de difusión? Me alegro de haber estado encerrado porque me hubiera dado un infarto o algo, de haber visto eso. Los peloteros se dirigieron al DTI, al INDER y al estado Latinoamericano buscando respuestas, porque no era posible que saliera una nota diciendo que estaban presos y con pruebas judiciales y que estuvieran en la calle llevando una vida normal. El presidente del INDER, Galván, y otras autoridades policiales, incluso, les dijeron que estuvieran tranquilos, que debía ser una equivocación, y que regresaran a sus casas. Uno por uno, fueron cazados en sus casas mientras esperaban que se solucionara todo.

A partir de la salida de la nota me empezaron a torturar, me dejaron aislado en ese cubículo. Allí había una tubería de la cual empezó a salir una especie de humo y mientras más salía, más y más se iba enfriando el espacio y yo con ropa de preso, la cual estaba hecha de un material que aumentaba la sensación de frío que tenía; y sin usar medias en los pies. A las 5 o 6 horas llegó enfundado en un abrigo de cuero el hipotético instructor de mi caso y me dijo que iban a empezar a investigarme y empezó a intentar que confesara. Todos los días que pasé en ese lugar me metían en el cuarto frío y trataban de sacarme la confesión, con el argumento de que Jorge Beltrán me había acusado; sin embargo, nunca me lo pusieron delante. Me dijeron que Beltrán me había dado dinero para venderme el 31 de diciembre, algo ilógico porque no solo yo estaba lesionado, sino que todos saben que, en esa fecha, no se juega pelota. El otro supuesto hecho fue el 17 de enero contra Ciego de Ávila, fecha en la que seguía lesionado y la subserie fue contra Holguín. Con esto daban más muestras de que no habían investigado nada, pues con pedir los box score en el CINID del INDER tenían para comprobar

Incluso, me pusieron un «confidente», así se les llama a los presos que trabajan para ellos, algo que en mi mente sana no cabía. Esta persona estaba constantemente repitiéndome que les dijera a mis captores lo que querían oír, que, si no, me iban a matar, que al final en el juicio eso se arreglaba. Al final firmé un documento en el que decía que aceptaba lo que Beltrán decía, pero que no era mi afirmación y que había que aclararlo todo en el juicio. Que equivocado estaba con todo.

expelotero Eddy Herrera Industriales
Eddy Herrera, junto a otros 16 jugadores de la capital, fue acusado y encarcelado bajo presunta “venta de partidos” en Cuba. Foto: Hansel Leyva

Peligrosidad

Posteriormente, los 17 serían trasladados a la prisión de La Cabaña a la espera de su proceso judicial. Fueron 6 meses que debieron lucir como una eternidad por la incertidumbre y la adaptación a la vida de recluso que nunca es fácil para ningún ser humano acostumbrado a vivir en libertad. Llama la atención que no hubo ningún tipo de fianza o arresto domiciliario mientras llegaba la fecha del juicio, como se realiza de manera usual en este tipo de casos. Era como si estuviesen condenados de antemano.

Llegué a La Cabaña el 28 de abril junto al grupo de los que habían cogido por la calle. Allí ya estaban Anglada, Alemán, Echemendía y otros. En cuanto entré, no pude evitar ir para arriba de Beltrán a comérmelo vivo. Los demás me aguantaban sorprendidos porque yo no soy de ese tipo de persona y él era la prueba de mi inocencia, pero en ese momento no entendí tan fácil. Yo nunca había tenido trato ni ningún tipo de confianza con él para que dijera que sí me había dado dinero para venderme. Además, él fue el factor común con el que amenazaron a varios de los que tengo conocimiento. No me explico por qué.

En mi caso casi ninguno de los que estábamos allí tenían una relación cercana con él y cuando uno va a hacer algo malo siempre lo hará con los suyos. Sin embargo, ni a él, ni a Echemendía ni Alemán que están marcados como las ovejas negras entre nosotros, tampoco fueron capaces de ponerles pruebas posteriormente en el juicio. Por tanto, para mí son tan inocentes como yo y los demás. Pero, los nombres de la lista salieron de ellos y me gustaría que dieran una explicación al respecto, si lo hicieron bajo amenaza, tortura o lo que sea. Hoy Jorge Beltrán vive en Nueva York escondido, yo le pido que tenga el valor y la vergüenza de dar la cara y contar la verdad.

En La Cabaña nos tenían como la peor clase de presos que podía existir, nos tenían aislados del resto de los presos comunes en una celda que era solo para nosotros. En el patio a cualquier recluso que cogieran hablando con nosotros le quitaban sus privilegios. No obstante, hubo muchos que arriesgaron lo poquito que tenían para vivir mejor en ese lugar donde nadie vive bien por ayudarnos a nosotros. Como estábamos incomunicados, gracias a ellos teníamos ese poquito de azúcar o los cigarros, o simplemente nos cuidaban. Por eso yo creo más en esos hombres que en este gobierno que nos tenía en esa situación injusta y siempre los recordaré donde quiera que hable por lo agradecido que estoy con todos.

A los 5 meses de estar allí me viene a visitar mi abogado y me dice que a todos nos iban a juzgar por Peligrosidad. Yo le pregunté que como eso era posible si nosotros estábamos acusados de vender partidos o sea Juego Ilícito, cuya condena por cierto es una multa, suspendidos de por vida del deporte y para la casa.

Pero la Peligrosidad es otra cosa, eso básicamente es condenarte por un crimen que no has cometido aún, alegando que eres un elemento antisocial que es propenso a cometer un delito y esas cosas que inventan en este país. Sin embargo, el quid de ellos de usar esto es que no tenían las más mínimas pruebas de que se hubiese cometido el delito. ¿Tienes idea de lo que es aplicar peligrosidad a un grupo de jóvenes deportistas, los cuales en su mayoría eran militantes del partido y la UJC y los que como yo éramos buenas personas que nunca habían tenido ningún tipo de problema con la justicia? Cuando le planteé esto al abogado este me dijo apesadumbrado que no podía hacer nada.

Una vez llegado el juicio nos dividieron en grupos de tres y cuatro que no tenían que ver entre sí, por ejemplo, a mí me tocó con integrantes de los Metropolitanos, ni uno solo de mis compañeros de Industriales. Lo único que se habló allí fue por parte del instructor del caso que dijo que por «fuentes secretas» se había demostrado que nosotros nos habíamos vendido, que Jorge Beltrán le había dado dinero a los Industriales y Dagoberto Echemendía a Metropolitanos. Beltrán, quien en teoría era la piedra angular del caso y el que me acusaba directamente a mí, jamás fue llamado a testificar y eso fue aceptado por el juez. Las sentencias fueron de esta manera a tres le echaron 2 años, yo y otro más fuimos sentenciados a 3 años, el resto cumplieron 4 años, todos bajo el cargo de peligrosidad».

Convicto

Nunca es fácil la vida en prisión, el confinamiento, la escasez, el trato con personas que no pertenecen a tu mismo círculo social. Son algunas de las cuestiones que tuvo que enfrentar nuestro entrevistado. Sumado a su convicción de hombre inocente, no debió de ser sencillo.

Herrera cumplió todos los días impuestos de su condena entre varios establecimientos penales. Fueron años llenos de esas vivencias propias que tiene la vida de un convicto que cambian para siempre todo orden de vida posterior. Uno sale de la cárcel, pero esta no se va nunca de uno.

Después del juicio nos regresaron a La Cabaña por unos meses más, de allí nos llevaron para un campamento en Río Verde, cerca de Güines. Fue terrible, a cada rato amanecíamos llorando y con ganas de hacerle cualquier cosa a los presuntos delatores. Estos eran los que más lloraban y decían que habían fallado, sin embargo, nunca hablaron ni dijeron nada de lo que había pasado, así debió ser el nivel de chantaje al que estaban sometidos o ellos trabajaban para el DTI como sospechaban muchos.

En mi caso yo nunca acepté estar preso por algo que no hice y siempre estaba protestando. Pero otra cosa que también he de aceptar con pesar es que nunca hemos estado unidos y esa es nuestra mayor debilidad, por lo general todos aceptaron su destino y cumplieron por algo que no habían cometido, nadie estuvo de acuerdo en tomar medidas para protestar como hicieron aquellos irlandeses que se inmolaron por una huelga de hambre. Yo propuse que empezáramos a ahorcarnos uno a uno siendo yo el primero, para así ver si recapacitaban con respecto a nosotros, pero no, nadie acepto.

A mí me separaron del resto por revoltoso y me mandaron para Quivicán, a una prisión con mayor rigor y con presos comunes de la peor calaña. Querían que me complicara allá adentro y no lo lograron, a pesar de que, sí tuve problemas, incluso fui a huelga de hambre a causa de un oficial que se equivocó conmigo. Por otro lado, hice grandes amigos allí y pude ganarme el respeto de muchos por mis ideales, además que en un momento de la condena llego el difunto Radamés Maceo que era uno de mis hermanos de causa y lo habían separado del resto como castigo. Él me sirvió de compañía. Al final pude adaptarme a esa mala vida de preso y pude cumplir mi condena sin mayores contratiempos.

Hasta que un buen día me dicen que me van a sacar de allí, en primera instancia pensé que me iban a trasladar, pero en realidad me iban a soltar a mí y a Radamés Maceo. Nos dijeron que no íbamos a tener ningún tipo de problemas, no íbamos a ser perseguidos y podríamos trabajar donde quisiéramos. Ya éramos libres y era hora de intentar retomar nuestras vidas. Al final cumplí todos y cada uno de los días de mi condena, no me rebajaron ni me dieron nada, por tanto, no le debo nada a nadie”.

Eddy Herrera
Eddy Herrera, junto a otros 16 jugadores de la capital, fue acusado y encarcelado bajo presunta “venta de partidos” en Cuba. Foto: Hansel Leyva

Paria

La reinserción a la sociedad para cualquier exrecluso siempre es un tema complejo. Más aún para un pelotero que lo único que había hecho en su vida era jugar béisbol. En esa época se profesaba el dogma del deporte amateur y los jugadores pertenecían a la plantilla de un centro laboral por la cual cobraban sus honorarios. Estos poseían una licencia deportiva que los eximía de cualquier tipo de responsabilidad que tuvieran que desempeñar en sus trabajos. Por tanto, aunque un atleta estuviese en plantilla de una fábrica como tornero, lo más probable es que no supiese manejar un torno.

Además, nuestro protagonista cargaba con el estigma de ser una figura pública caída en desgracia. No serían pocos los que señalarían con un dedo a «el que vendió juegos», afrenta que se convirtió en el principal motivo de su lucha eterna por recuperar su dignidad. Fue así incluso hasta el momento que el discurso oficial acerca de los 17 cambió de manera radical en el año 2002.

Como a los 20 días de estar en libertad me citan en el Ministerio del Trabajo, allí me recibe un capitán, el cual prácticamente me obligó a trabajar en la Papelera de Puentes Grandes con tres turnos, porque era lo único que había. Estaban incumpliendo una de las promesas que se habían hecho, al final me estaban dando tratamiento de expreso, lo cual me acomplejó porque era abusivo y no es lo que me gané. Allí estuve 28 días, hablé con mi mamá y mi esposa para pedirles permiso para dejar este lugar y buscar un trabajo donde me sintiera bien. Después fui cartero en mi propio barrio, todo fue bien hasta que un grupito me llamó para preguntarme si yo era Eddy Herrera el pelotero, eso me dolió, porque, aunque no me dijeron nada me dieron el tratamiento de «el que vendió juegos», así que dejé de ser cartero.

Después empecé a trabajar en la empresa de Materias Primas por mediación de una amistad que dirigía en La Habana Vieja. Estuve tres años y medio, no me iba mal y ganaba buen dinero. Pero igual un día me topé a un conocido que iba con su novia y este me saludó, cuando iba alejándose escuché que le decía a su pareja, ese es Eddy Herrera el que se escachó, me miré a mí mismo y me vi con la ropa sucia por el trabajo, algo que nunca me había pasado en mi vida anterior. Sentí tanta vergüenza que igual me fui.

Por esa época me iba a jugar los fines de semana en un terrenito que hay por el bosque de La Habana con varios de la reserva de Industriales y Metros. A esos juegos iba un señor muy buena persona de apellido Cárdenas que tenía un cargo en la empresa Cubalse, hablé con él para ver si me podía conseguir trabajo y este me puso a trabajar para la corporación CIMEX. Pero fíjate como es la mentalidad de los que están por encima, que a pesar de su bondad sin querer me dijo, … coño negro no me hagas quedar mal…, tuve que tragar en seco. Pero al final fui capaz de establecerme allí y me pasé 20 años trabajando en el lugar, empecé como estibador y terminé como jefe de área en el almacén.

Mientras estuve allí me cansé de reclamar porque limpiaran mi nombre y el de mis compañeros. Le escribí a Fidel y a cuanto dirigente e institución existe en este país, siempre sin respuesta. Hasta 2001, que hacen público que Rey Vicente Anglada es nombrado director de Industriales. Me puse contento, pero quedábamos 16 de nosotros que permanecíamos en la vergüenza.

Por eso me lance a protestar para la Plaza de la Revolución reclamando justicia para mí y el resto de mis compañeros. En las varias ocasiones que lo he hecho nunca me han maltratado físicamente, pero sí me han conducido a la unidad de Zapata y C donde me han atendido. Siempre intentaron presionarme para que no lo hiciera más, pero yo simplemente les decía que era mi derecho reclamar y que todos merecíamos que se nos restituyera públicamente. Porque ni siquiera con Rey han salido a decir que se equivocaron con él a pesar de todo.

Después me llamaron para ir a trabajar a la Academia Provincial, al principio estaba renuente a ir, pero me convencieron y así fue como regresé al béisbol, siempre dejando claro de que aún no me habían pedido disculpas ni a mí, ni a Rey, ni a ninguno. Hice mi trabajo, dirigí al equipo de Playa en las provinciales y me gané el puesto como coach en Industriales, ganando dos campeonatos con los mismos en cinco años.

Sin embargo, a pesar de todo nunca dejé de reclamar y eso me trajo muchos problemas durante ese periodo, fíjate que nunca me dieron la posibilidad de viajar, nunca pude traerle a mis hijos ni un caramelo. Además de que como uno ya está desprestigiado, el equipo tenía una mala racha y los aficionados enseguida empiezan a decir cosas feas. Después de la salida de Rey, me botaron del equipo y de la Academia, dijeron que ya no necesitaban de mis servicios. Eso es porque este sistema es así, al que reclama lo justo lo aplastan. Por eso es que juré no trabajar más nunca para el estado cubano.

Desde ese 2008 he estado viviendo de la nada, tengo la suerte de que uno de mis hijos vive en Estados Unidos y de tener buenas amistades que me ayudan. Nadie del INDER ha venido a preocuparse por mí o de cómo me las arreglo.

Negación

Es derecho de cada cual dar crédito o no a esta historia, en definitiva, es su palabra contra la de todo un estado que lo juzgó y condenó. Quedan pocos testigos del hecho y estos prefieren mantener un perfil bajo, guardando silencio al respecto. Por tanto, de momento es solo un hombre describiendo su verdad.

Sin embargo, su mayor crédito es la constancia que ha mantenido en su reclamo a pesar de los años, él solo pide que se limpie su imagen pública. Ese es el sueño de ese hombre de la tercera edad que se sienta en el parque del Cira García por las tardes, rememorando un tiempo anterior cuando paseaba por el mismo lugar siendo un joven pelotero que buscaba consolidar su carrera.

Lo cierto es que el escándalo de corrupción de 1982 fue el último, al menos público, que ha presentado el béisbol cubano hasta la fecha. Sin el más mínimo cuestionamiento por parte de la prensa oficial. Entre el silencio y el paso del tiempo, la verdad se va hundiendo más en la oscuridad del olvido. Pero Eddy Herrera quiebra la estática silenciosa y así será hasta el fin de sus días.

Lo más grande que tiene un ser humano es su moral, su dignidad. Algo de lo que nos hemos quedado escasos en el país, por cualquier razón como simplemente obtener mejoras económicas. Yo no pido nada que no sea que me devuelvan el respeto, porque me lo quitaron hace 40 años. Por eso todos los días voy a seguir faja’o reclamando en contra del abuso que cometieron contra nosotros. Yo no invito a los demás para que se sumen a mi lucha, pero a esta edad no me queda mucho más que poder salir a caminar por mi barrio con la frente en alto.

Sé que es muy probable que nunca logre el objetivo por el cual lucho, porque este gobierno no reconoce jamás cuando comete un error. Pero eso no implica que vaya a dejar de protestar por mí y por los demás. Cueste lo que cueste, no dejaré de luchar. Por muy poderosos que estos sean, contra la verdad nadie puede.

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Imagen cortesía de Foto: Hansel Leyva