En cuatro ocasiones, a Enrique Carrión, un campeón mundial del boxeo cubano, las circunstancias de la vida le privaron de ir tras el sueño del oro olímpico. Las injusticias, una lesión, sus propias decisiones y hasta decisiones políticas le cerraron la puerta para ganar un título que ansiaba tener en sus vitrinas.

La última ocasión, en el año 2000, “enterró mi carrera deportiva. Acabó con mis sueños”, cuenta el expugilista.

“Cuando vi lo bien que estaba en el 98, me dije: voy a ir a las Olimpiadas del 2000 y voy a coger el oro, el único título que me faltaba para tener todos los de la AIBA. Voy a ganar el oro olímpico y termino con 33 años y me retiro. Pero, lo que pasó, se veía venir”, dice.

Carrión ganó, además, dos medallas de plata en campeonatos mundiales como parte de una carrera que estuvo marcada por un parón en plenitud de forma debido a una sanción que lo sacó de los cuadriláteros.

Después del retiro, Enrique Carrión se convirtió en un entrenador exitoso con un paso reconocido en varios países. Reconocimiento, afirma, que no ha tenido en su propio país.

¿Cómo y cuándo comienza Enrique Carrión en el boxeo?

Comencé a finales del 81, porque lo que practicaba antes era pelota. Inicié en el boxeo porque un señor llevó una vez un par de guantes y me los puse con uno que era de los más bravos del barrio, que estaba en boxeo, y le di una buena zurra. Ahí me dije: si le gané a este, les gano a los demás.

Era algo estimulante porque estudiaba en una secundaria en la que había un boxeador llamado Juan Vinent, quien siendo estudiante de la escuela era del equipo Santiago y siempre lo estimulaban en el matutino. Yo quería ser igual que él.

En una época de tantos púgiles legendarios en el país, ¿quiénes eran tus ídolos?

Desde el comienzo, fueron Candelario Duvergel y Adolfo Horta y fue tan rápido mi ascenso que estuve en equipos Cuba con ellos. Llegué a la escuadra nacional después del Torneo Giraldo Córdova Cardín de Ciego de Ávila en el año 85.

Fuiste Campeón Mundial de mayores en 54 kg en Moscú 1989 con una victoria ante Serafim Todorov. ¿Cómo recuerdas esos momentos? ¿Qué significó esa victoria para ti y tu carrera?

Fue muy emocionante porque fue un mundial muy fuerte para el cual estuve en dudas para integrar ese equipo. La victoria frente a Todorov fue un desquite porque él me había vencido 3 meses antes en las Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos.

Precisamente contra ese boxeador perdiste dos finales de Campeonato del mundo, en 1991 y 1993. ¿Se te hacía muy difícil ganarle?

Con Todorov no me vi perder en ninguna de esas dos peleas. En aquel tiempo, existía parcialización de los árbitros del mundo contra Cuba. Ahí se jugaba mucho dinero, había mucho interés económico. Creo que el único que le ganó a Todorov fui yo, lo derroté cinco veces, pero difícil sí era.

Combatiste varias veces con Mario Kindelán, otro de los boxeadores históricos de Cuba. ¿Había rivalidad entre ustedes? ¿Cuál fue el principal contrincante que tuviste en tus tiempos?

La primera vez fue en el Torneo Playa Girón de Guantánamo, discutiendo la medalla y ahí le gané por votación unánime en el año 89. En el 90, lo derroté en el Cardín de Cienfuegos y la última vez fue en el preolímpico del 2000. Nunca tuve esa rivalidad deportiva con él porque, después de la primera vez, no nos enfrentamos más hasta el 2000 cuando el colectivo técnico decidió bajarlo a 57 kilos, no sé por qué razón, pues él era considerado el mejor boxeador del mundo en aquellos tiempos. Pienso que fue para hacerme daño, pero una vez que le gané, lo volvieron a subir de peso.

También enfrentaste en varias ocasiones a Joel “Cepillo” Casamayor, otro campeón olímpico.

Con Cepillo Casamayor fueron cuatro peleas y las gané todas. Lo dominaba bien, lo conocía. Sabía que tenía esa mano de atrás muy fuerte y yo trataba de anularla. La rivalidad no era precisamente contra él, sino con Alcides Sagarra, su entrenador, porque el mío era Raúl Fernández. El principal rival mío en aquellos tiempos era la pesa.

¿Por qué se quedó fuera Enrique Carrión de los Juegos Olímpicos de 1992? ¿Cuánto te marcó no asistir?

En el año 1992 fue por una lesión que me hice en una riña fuera del escenario deportivo con Arnaldo Mesa y otra gente de la calle. Sin embargo, estaba listo para ir, porque fue superficial, pero, se agarraron de aquello. Yo no era bien mirado en la selección nacional, estaba ahí porque ganaba en los campeonatos y no me quedaba sin medallas. Desde el primer momento, Alcides trató de llevar a Cepillo Casamayor a eso Juegos y él quedó campeón. Después, cuando él vino para Cuba, Alcides me subió de división para que no me enfrentara más.

Esa no participación en aquellos Juegos Olímpicos me marcó mucho. Antes, en 1988, era uno de los deportistas que iban a asistir a los Juegos Olímpicos de Corea, a los cuales Cuba no fue por razones políticas. 1988 fue prácticamente mi mejor año, quedé invicto.

¿Recibiste alguna oferta para ser profesional? ¿Por qué no aceptaste?

Ofertas recibí, pero nunca me decidí. Mi mamá y mi tío eran del Partido Comunista y yo en aquel tiempo pertenecía a la Unión de Jóvenes Comunistas. Ideológicamente, nosotros creíamos muchos en aquellos tiempos en Fidel y la Revolución y por eso no aceptábamos. Teníamos miedo de que nos llamaran traidores y que a la familia se les hicieran actos masivos. Muchos de nosotros tuvimos miedo, yo lo tuve.

¿Qué sintieron los boxeadores de tu época cuando vieron que dos boxeadores de la escuadra cubana muy conocidos como Joel Casamayor y Ramón Garbey escogieron el camino del profesionalismo?

Sabíamos que, si se dedicaban al boxeo, iban a ganar porque en aquellos tiempos nosotros éramos los reyes. Los que estaban dominando el boxeo profesional entonces eran de Estados Unidos y México y nosotros les ganamos a mucha de esa gente. Incluso, cuando íbamos a preparaciones a México, muchos profesionales querían hacer sparring con nosotros. A lo mejor, si yo hubiera estado en aquel equipo que estaba en una preparación en México con vistas a los Juegos Olímpicos de Atlanta [cuando Garbey y Casamayor dejaron a la escuadra] también hubiera dado el paso de frente. Porque en ese tiempo yo estaba sancionado, no llegué a ir a los Juegos Olímpicos porque estuve sancionado desde el año 95.

En aquella época, casi el 99 por ciento de los boxeadores cubanos éramos asediados cada vez que salíamos, principalmente a competencias en América, por promotores de boxeo profesional. Era la moda que los boxeadores de Latinoamérica que peleaban con cubanos, prácticamente, tenían un pasaje para el profesionalismo. Quien ganara a un cubano era seguro prospecto para el boxeo profesional. Era muy difícil que uno de nosotros perdiera con alguien de Centroamérica o América del Sur.

¿Cómo se miraba dentro de la escuadra cubana al boxeo profesional? ¿Qué les decían sobre ese tema?

En aquel tiempo, sobre el profesionalismo, nos decían que era antihumano, que los boxeadores eran esclavos y que no eran dueños de ellos mismos porque se debían a un mánager. Nos llenaban la cabeza de tantas cosas que nos preguntábamos si era verdad que peleaban y no ganaban el dinero que decían.

Luego, nos hacían la historia de la vida de Kid Chocolate y de Kid Gavilán [dos célebres boxeadores cubanos profesionales] que triunfaron y murieron como pobres y nos lavaron el cerebro.

Enrique Carrión, exboxeador cubano que fue campeón mundial
Enrique Carrión, exboxeador cubano que fue campeón mundial

¿Cuál era el nivel de atención que recibía el pugilismo en tu tiempo? ¿Era un deporte priorizado?

Era un deporte priorizado y a donde llegábamos, en cualquier provincia, éramos bien atendidos y recibidos. En la selección nacional todo estaba bien: buen desayuno, almuerzo, comida, la ropa de entrenamiento no nos faltaba. Cuando salíamos al extranjero era con ropa muy elegante, con el módulo deportivo que estuviera vigente. La atención en aquel tiempo es verdad que era magnífica.

Los boxeadores del equipo nacional vivíamos normalmente. Teníamos un poquito de atención cuando estábamos en la selección. En la provincia sí nos atendían, pero no como se debía a un campeón.

A veces, estábamos en conferencia, en un encuentro con Fidel y lo primero que decían, principalmente a los boxeadores, era: “si les preguntan, tienen que decir que no tienen ningún tipo de problema. Al Comandante en Jefe no se le puede preocupar. Los problemas de los boxeadores los resolvemos nosotros”.

Muchos deportistas de élite en aquel momento, de voleibol, atletismo, lucha u otros deportes, planteaban situaciones y se les resolvían. En el boxeo nunca nadie pudo decir nada porque antes del encuentro nos decían que nadie planteara ninguna situación y no teníamos el valor de hacerlo.

¿Recibía algún tipo de atención especial Enrique Carrión por ser campeón mundial?

Nunca recibí ninguna atención diferenciada por ser campeón mundial. Sí recuerdo en Santiago de Cuba, cuando tuvo lugar un encuentro con el presidente del Poder Popular, en el que estuvieron Ana Fidelia Quirot, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán y yo era el más joven. Nos preguntaron qué nos hacía falta. Pacheco y Kindelán me dijeron: pide, que aquí es donde tienes que hablar. Planteé la necesidad de una viviendo y el gobierno me la otorgó. Esa atención sí la tuve.

Sobre el ring, ¿sentías miedo? ¿Qué siente un boxeador cuando sube a combatir? ¿Cómo te recuperas de esas sensaciones?

Quien diga que no siente miedo, creo que es un mentiroso. Todo el mundo sentía miedo, lo que hay diferentes maneras de manifestarlo. Principalmente, uno lo pierde después de que chocan los guantes, ya cuando suena la campana. Con el primer golpe que tiras o te dan, ahí uno lo pierde. Pero, mientras, uno está calladito, concentrado, no quiere hablar con nadie y si es con un boxeador que sabes que es fuerte, que te puede hacer fuerza, o que sabes que es mejor y te puede ganar, uno lo siente.

En 1995 estuviste suspendido por dos años, al igual que varios boxeadores cubanos por tomar diuréticos para adelgazar. ¿Qué sucedió entonces con tu carrera y cómo se manejó aquella situación?

Es bueno aclarar sobre la sanción mía en el año 1995.  En vísperas de los Juegos Panamericano de Mar del Plata, hubo una reunión en el colectivo técnico en la que se decía que, en 54 kilos, teníamos al número uno (yo) y al número dos en el ranking mundial (Casamayor). Alcides Sagarra propuso, debido a la calidad que teníamos ambos, que uno participará en los Juegos Panamericanos y el otro en los Juegos Olímpicos.

Hubo criterios divididos. Entre ellos, predominó el de mi entrenador personal Raúl Fernández, quien dijo que no, que quien ganara en el Cardín de 1995 en Matanzas era quien iba a representar a Cuba en los Juegos Olímpicos y en el campeonato mundial.

Cuando hicieron la prueba antidoping en 1995, al día después de hacerla, fue que consumí furosemida. La prueba antidoping no dio ningún positivo. Fui yo personalmente quien fue a la oficina donde estaba Alcides, porque tenía miedo de que me hicieran una prueba antidoping en Argentina y que salieran los restos de furosemida, y que en Cuba fuera divulgado en la prensa.

Fui a la oficina de Alcides y le dije: “Creo que no soy digno representante de la delegación porque yo hice esto [tomar furosemida]”.

Él me preguntó: ¿“Quién sabe de esto?”. “Nadie”, le dije: “Solo usted y yo”. “Llama al doctor”, me dijo. “Que nadie se entere”.

A última hora, el día que íbamos a salir para Mar del Plata, reunió al equipo y dijo: “Carrión no puede hacer el viaje”. Cuando preguntaron, dijo: “Carrión, di por qué”. Me quedé callado. Vi la cara de Raúl, me dio tremenda pena. Fueron a Mar del Plata y me enteré de la sanción por los medios de prensa. Conmigo no se fue frontal en ese tiempo.

Recuerdo que aquella situación se manejó estrictamente en secreto hasta dos o tres días antes de empezar el campeonato mundial. Quien debía haber ido a los Juegos Panamericanos era Cepillo Casamayor, pero fue Juan Despaigne. ¿Por qué? Porque Casamayor había tomado más furosemida que yo, y eso lo sabían todos. En el equipo nacional todos sabíamos quiénes consumían la furosemida. Nosotros la tomamos para perder líquido, no era para sentir fuerza, al contrario, eso te mata, te engarrota los músculos.

Eso se manejó en un silencio hasta dos o tres días antes de empezar el Campeonato Mundial en Alemania en el 95, que fue cuando salió por los medios de prensa de nosotros, éramos como cinco o siete. Había muchos que no habían consumido, pero no tenían un rendimiento y andaban en malos pasos en La Habana y por ahí mismo se agarró el colectivo técnico y eliminó un poco de gente. Me cogieron, principalmente a mí, como cabeza de cañón.

¿Qué significó estar cerca de dos años sin pelear? ¿Qué hizo Enrique Carrión durante ese tiempo?

No sabía hacer nada, lo único que sabía era boxear. Primero me quedé en La Habana, estuve por Santa Cruz del Norte en un campismo. Después, estuve en Varadero, fui detenido dos veces, me expulsaron y de ahí fui para Santiago.

No tenía trabajo, no tenía nada, y me consiguieron un contrato en el Inder, en recreación. Una vez iba pasando por un gimnasio y había un sparring entre Guantánamo y Santiago para el torneo por equipos. Me quedé mirando desde afuera y sentí nostalgia. El entrenador de Guantánamo me vio y me dijo: “Campeón, entra”. Me daba pena, estaban mis excolegas allí. Me daba pena por la figura con la que andaba, yo estaba mal. Los entrenadores de Santiago me dijeron que volviera a entrenar. Decidí entrenar. Me dije: voy a ir, para ganar una licencia deportiva para no trabajar y ganar dinero por ahí. Así volví a entrenar.

¿Cómo fue el regreso a la competición con varias victorias y luciendo tan bien?

Cuando empecé no me sentía bien, después de dos años sin entrenar, la carga a la que me estaban sometiendo era la misma que a los demás que entrenaban normalmente y me sentí cansado. Se me acercó un profesor del Fajardo que estaba haciendo un experimento y me preguntó que si quería someterme a este. Era hacer ejercicios de yoga y una buena preparación física. Me sometí solo a ese entrenamiento y noté que estaba cogiendo la forma deportiva, incluso, mejor que en muchas preparaciones del equipo nacional. Fui un pilar en la victoria del equipo Santiago en el año 1997, gané todas las peleas en el torneo por equipo. Cogí una confianza tal que, en el Girón del 98, sabía que iba a alcanzar el oro en la división que fuera.

Dije, voy a ir en 54 kg porque Waldemar Font era alumno de Sagarra y fue subcampeón mundial y quería ganarle y demostrarle a Alcides que había Enrique Carrión para rato, pese a que tenía 31 años. En Villa Clara callé bocas y a Font le gané en semifinales.

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Otra vez quedaste cerca de la posibilidad de los Juegos Olímpicos, en el 2000. Le ganaste incluso a Kindelán. ¿Qué pasó en ese momento? ¿Cómo te sentiste?

La decepción más grande fue en el año 2000, eso enterró mi carrera deportiva. Acabó con mis sueños. Cuando vi lo bien que estaba en el 98, me dije: voy a ir a las Olimpiadas del 2000 y voy a coger el oro, el único título que me faltaba para tener todos los de la AIBA. Voy a ganar el oro olímpico y termino con 33 años y me retiro: me veía que estaba en una forma deportiva óptima.

Pero, lo que pasó se veía venir, porque en el año 99 no me llevaron a los Panamericanos en Winnipeg pues alegaron que después de los Juegos teníamos el mundial. En Cuba, quedamos Félix Savón, Ariel Hernández, otros y yo. En aquel entonces, yo era 57 kg. A los Panamericanos fue Yudel Johnson, que quedó campeón; en 75 kg fue Johanson Martínez, también campeón y en 91 kilogramos fue Odlanier Solís, quien ganó.

Alcides nos dijo textualmente que no íbamos a hacer el equipo a los Juegos Panamericanos porque nosotros habíamos intervenido en la Copa Presidente en Tailandia y que como éramos longevos, y habíamos peleado fuerte, el colectivo técnico había estudiado y visto la posibilidad de que las segundas figuras en aquel momento podían ganar en los Juegos Panamericanos.

Se dijo que nosotros íbamos a inyectarle fuerza a ese equipo después para el campeonato mundial, pero solo hizo dos cambios para el mundial: Johanson Martínez por Ariel y Savón por Odlanier. Cuando pregunté por qué a mí no me llevaron, él dijo que fue una decisión de colectivo técnico. Me mandó con un equipo que fue a la República Popular Democrática de Corea y no quise ir. Por eso, me sancionaron y me bajaron de la selección nacional en 1999. Son cosas que no dijeron, pero me mandó para la preselección ampliada en provincia. Decidí no pelear más, pero el profesor Santiago Coss me dijo que volviera y demostrara.

Llegó el torneo por equipos del 99 y le dije al colectivo técnico de Santiago de Cuba que no iba a pelear, que me iba a preparar, pero para el Playa Girón. Pero, la comisión nacional bajó una ley que nunca antes había bajado y que decía que el boxeador que no participara en el torneo por equipos no peleaba en el campeonato nacional.

Entonces, asistí al último tope contra Ciego de Ávila y gané. Fui entonces al Torneo Playa Girón y en semifinales, contra José Caraballo, gané los tres primeros asaltos: 1-0, 2-0 y en el tercero yo estaba ganando 4-0 y cuando se acabó el cuarto, perdí por votación de los jueces, pero el resultado nunca lo dijeron.

Ahí creo que intervinieron José Barrientos, comisionado, y Alcides Sagarra. En ese mismo caso estaba Aragón que le ganó a Guerra todos los asaltos y perdió por votación de los jueces. Así de sencillo perdí. Con eso y todo, Raúl se fajó y logré que me llevaran a la preselección nacional. Cuando llegué, éramos como cinco o seis en 57 kg. Me pusieron a pelear con todo el mundo y a todos les gané.

En el 2000 gané el preolímpico, gané el Cardín, cuando derroté a Aguilera, que fue a los Juegos Olímpicos. Dijeron también que había consumido furosemida y era mentira, porque para 57 kilogramos yo no necesitaba ingerir diuréticos. Cuando dije que me abrieran la muestra B, ellos me dijeron que para guardar mi reputación no querían hacer eso público y quedó así. La causa real por la que a mí no me llevaron a los Juegos Olímpicos era porque tenían miedo de que yo desertara, por las relaciones que tenía con Garbey y Casamayor. Incluso, en una reunión de colectivo técnico se me cuestionó el porqué yo recibí dinero de ellos en el momento en que estaba suspendido. En sí fue que yo no era 100% confiable.

¿Fueron los Juegos Olímpicos la gran deuda de Enrique Carrión?

Fueron los Juegos Olímpicos mi gran deuda. En el 88 fueron cuestiones políticas, en el 92 la lesión, en el 96 la sanción y en el 2000 porque no era confiable. Los Juegos Olímpicos no se hicieron para mí.

¿Por qué dejaste de boxear? ¿Qué ocurrió en aquel momento?

El entrenador que se quedó al frente de la selección cuando partieron para los Juegos Olímpicos, no voy a decir el nombre para no perjudicarlo, me habló claro y me dijo: “no fuiste a los Juegos Olímpicos realmente porque no eres confiable”.

Me dije: ¿para qué voy a boxear? Ya tengo 33 años. Me propuse una meta: dije que iba a hacer como entrenador lo que no pude hacer como atleta. Me fui para Santiago y trabajé en la EIDE.

¿Qué pasó después del retiro? ¿Estabas preparado para no boxear más?

Yo estaba preparado para no boxear más. Me preparé mentalmente para pelear hasta los Juegos Olímpicos del 2000, ganara a perdiera, iba a dejar el deporte y empezar una vida activa como entrenador. Al no poder asistir a los Juegos Olímpicos me dediqué inmediatamente a mi carrera como entrenador en la EIDE de Santiago de Cuba y participamos en los Juegos Escolares de ese año 2000-2001. Contribuí a que, con atletas míos, Santiago de Cuba lograra el segundo lugar detrás de Ciudad de La Habana.

Luego ganamos los primeros lugares en los juegos Escolares hasta el 2005, cuando me fui para Tailandia. Después, regreso a Cuba a finales de 2006 y en el 2007 fui para Lesoto, en donde estuve hasta el 2011. En 2013, viajé para por cuenta propia para Angola, hasta el 2023, cuando el club y yo no nos pusimos de acuerdo y cerramos el contrato.

Trabajé con el boxeo femenino, nunca en mi vida lo había hecho, porque en Cuba no se practicaba. Fue en Tailandia y logré participar en los Juegos del Sudeste Asiático y quedamos en segundo lugar detrás de Filipinas, que era una potencia en aquel tiempo en el boxeo femenino. En Lesoto, me fue bien. Logré ir a los Juegos Olímpicos de 2008 con un atleta. Gané también la única medalla de bronce en el boxeo de ese país en Juegos Africanos.

En 2013, fui para Angola contratado y tuvimos buenos resultados a nivel de África. Logré incluir a los boxeadores angolanos en el ranking mundial. Ganamos varias medallas. Durante mi trabajo en el club gané todas las competencias realizadas hasta mi salida.

¿Cuáles fueron los momentos más felices de tu carrera y los más difíciles?

El momento más feliz de mi carrera fue cuando gané la medalla de oro del campeonato mundial de 1989 porque estuve en duda hasta última hora. Recuerdo que un día antes de la salida para el campo de entrenamiento en Alemania había pelea en el Ponce Carrasco, en un cartel improvisado. Fui la última pelea y si perdía ese combate, no iba. Peleé contra Arsenio Vidal, un boxeador zurdo de Ciudad de La Habana a quien querían meter por delante de mí. Luego, en la preparación allá, le gané también un sparring, igualmente le gané un sparring a Todorov y a un alemán. Vieron mi dedicación al entrenamiento y fue que se decidieron por mí, pero prácticamente fui a tapar un hoyo y salí con la medalla de oro.

El otro gran momento fue la victoria que tuve frente a Mario Kindelán, porque fue una injusticia lo que Alcides quiso hacer conmigo bajando a Mario a 57 kg cuando él era el mejor 60 kg del mundo y el mejor boxeador libra por libra amateur. Logré derribar una vez más el muro que se me estaba poniendo para no poder llegar a donde yo quería llegar.

Los momentos más difíciles fueron en el 1992, cuando no participé en los Juegos Olímpicos, en el 1995 cuando me sancionaron y en el 2000, cuando me bajaron también de los Juegos Olímpicos.

¿Qué significó Alcides Sagarra en la carrera de Enrique Carrión y qué significa para el boxeo y el deporte cubano en general?

Alcides Sagarra fue el jefe de colectivo técnico que mejor resultado ha tenido en el boxeo cubano. No sé si será por las acciones que tuvo conmigo, pero para mí no significó nada. Significó bastante para el boxeo, sí, pero fue apoyado por un colectivo de entrenadores que trabajaba bien. El equipo era de 12, pero todos no eran de Alcides, él tenía uno o dos. Como él era jefe técnico, el triunfo le correspondía a él, pero hubo muchos entrenadores que eran tan buenos o mejores.

Puedo mencionar a Sarbelio Fuentes, Raúl Fernández, se incluye Julián González Cedeño, un joven que con tremendo talento en ese tiempo. Marcelino, quien tuvo tres campeones olímpicos en Barcelona 92. Estaban Julio Mena, Honorato Espinoza. Todos tenían campeones.

¿Qué entrenadores te marcaron más?

Fue Raúl Fernández. Cuando llego al equipo nacional, era la cuarta figura. El primer día en que comencé a trabajar, me dijo: “de ti se dice que eres cobarde por tu forma de pelear. Tienes que demostrar que quieres ser campeón”. Entré en el equipo en el 85 y en el 86 ya fui campeón nacional de Playa Girón. A partir de ahí, empezaron mis logros en el equipo grande, sin embargo, no fui ni a los Juegos Centroamericanos ni al Campeonato Mundial del 86 porque no era confiable para ganar la medalla de oro.

¿A qué te dedicas en estos momentos?

Me encuentro en Santiago de Cuba y después de que resuelva unos problemas familiares que tengo principalmente con mi mamá, pienso incorporarme a trabajar de nuevo, si me dan plaza. Pienso estar con ella hasta que Dios quiera. Quiero comenzar en Cuba de nuevo a trabajar, si no, esperaré.

Voy a intentar ayudar al boxeo cubano. En estos momentos estoy pasando por una situación con respecto a mi mamá que está enferma y necesita de mí. Quiero estar aquí este tiempo y seguir apoyando el boxeo santiaguero y quiero empezar a trabajar en el femenino. Quiero ayudar, si me dejan. En estos estos momentos no tengo ningún vínculo con el movimiento boxístico, pero quiero hacerlo.

¿Qué opinas del boxeo cubano actual y de las peleas de la escuadra cubana en el profesionalismo? ¿Podemos hablar de “declive” en la escuadra cubana?

Veo que hemos cedido mucho terreno debido a que, con 17 o 18 años, los talentos se van. El profesionalismo lo está abarcando todo y por la crisis económica que está pasando el país, la mentalidad de estos muchachos es otra, no es la de nosotros. Ellos ven la situación cómo está y en cuanto tienen algo de calidad, se van a probar su suerte en el profesionalismo, eso está acabando con el boxeo cubano. Hay un declive en la escuadra cubana boxeo.

¿Te sientes satisfecho y reconocido por tu carrera deportiva?

Sí, en los países en los que he trabajo me han reconocido. También en el extranjero, Tailandia, Lesoto y Angola me han reconocido dirigentes de la AIBA, comité organizador, federaciones de otros países. He tenido más reconocimiento en el extranjero que en Cuba, en donde creo que nunca se me ha hecho una entrevista, nunca me han llevado a Deportivamente, o una entrevista por la televisión.

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Imagen cortesía de Foto: cortesía de Enrique Carrión
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