Dicen que un buen jugador está en un gran equipo, y los buenos equipos de Cuba están en los pueblos futboleros, como en Zulueta, cuna del fútbol nacional. Tal es el caso de Ariel Betancourt Cepero. Según recuerdan aficionados de este deporte en esa localidad, él era una de las figuras de mayor convocatoria en todo el país, pues decir que se presentaba Villa Clara y el “jimagua Betancourt”, era sinónimo de atracción.

Ariel disputó 14 Campeonatos Nacionales con su equipo Villa Clara. Debutó en 1987 y quedó líder anotador en varias ocasiones, lo cual le valió para estar en el top 3 de los goleadores históricos del torneo de casa, con 122 dianas.

En la selección nacional, su carrera estuvo marcada por una gran decepción y una ausencia de casi 7 años. Tras más de 15 años desde su retiró del deporte activo, concedió una entrevista exclusiva para Play-Off Magazine, para conocer aspectos de su vida inexplorados anteriormente.

¿Cómo fueron los inicios en el fútbol de Ariel Betancourt?

Comencé a practicar a los 6 años de edad, guiado por mi primo Ledesma y Máximo Silverio “Chachito”, quienes me llevaban al terreno del Complejo Deportivo Camilo Cienfuegos. Como vivía muy cerca del estadio, me pasaba casi todo el día allí y de esa manera también me tenían vigilado, pues el terreno era como el patio de mi casa.

El primer torneo que jugué recuerdo que fue en la categoría 11- 12 años, y siempre me sacaban de la escuela junto a mi hermano Alexis para ir a jugar fútbol.  Al año siguiente estuve en dos provinciales, en mi categoría 13-14 y en la 15-16, aunque la participación en esta última fue muy rápida porque acababa de llegar de la competencia anterior.

¿Cómo se produce tu llegada a la selección nacional?

Tras anotar 17 goles en un Campeonato Nacional me suben a la ESPA y luego participé en los Juegos Juveniles de la Amistad en Checoslovaquia. Al año siguiente, integro el equipo sub-20 y posteriormente me dan baja del conjunto, pues subieron a mi hermano por mí. Me sentí contento por él pues lo llamaron a la selección, solo que después me reía porque mi baja supuestamente fue por bajo rendimiento; pero al mes siguiente me volvieron a subir al equipo. Entonces, lo único que hicieron fue no llevarme al torneo al que iba la selección.  

¿Qué recuerdas del fútbol cubano de las décadas de 80 y 90 del siglo pasado?

Lo que más recuerdo es la competitividad que existía, no había rival pequeño, todos los equipos tenían grandes jugadores. El torneo tenía muchos más partidos que ahora y, por tanto, los jugadores se desarrollaban más. Todo pasa por la cantidad de partidos y la experiencia que se adquiere, eso influye en todos los aspectos de juego.

En cuanto a lo táctico, cada cual se caracterizaba por cumplir en su posición y hacer mejor su trabajo, mientras que hoy vemos que solo 1 o 2 jugadores sobresalen en el equipo y eso los resalta a ellos, pero en ocasiones, dañan al conjunto porque dejan mucho espacio en el terreno al abandonar su posición. Creo que los entrenadores tienen que trabajar en eso, en el planteamiento táctico y el posicionamiento en el terreno. Muchos de los que hemos jugado, al ver partidos del campeonato nacional decimos: ¡Qué reguero hay adentro!

Una de las etapas más difíciles que ha atravesado el balompié nacional fue el llamado período especial, que se sintió en todos los campos de la vida en Cuba. ¿Qué recuerdas de esos momentos?

Diría que fue la etapa más difícil del fútbol cubano. En los campeonatos nacionales se llevaban pocos pares de tacos (botines) y con eso jugábamos todos los equipos. Mi hermano y yo cosíamos zapatos, siempre viajábamos con agujas e hilo a todas las competencias para ayudar a los demás compañeros y lo mismo hacía un jugador de Pinar del Río, conocido como Tenga. Él llegaba y nos decía: necesito la ayuda de ustedes, Pinar juega a primera hora y los zapatos están rotos. Nosotros dejábamos de almorzar e íbamos y lo ayudábamos: lo mismo hacía él, no solo por su provincia, sino por todos los equipos.

La hermandad y la ayuda entre los futbolistas hizo que todo fluyera mejor, en esa etapa surgió el lema: el fútbol es una gran familia, por la gran ayuda que nos dábamos entre todos.  Recuerdo también la poca alimentación que recibíamos: muchas veces comíamos arroz y sopa y entrenábamos dos sesiones, el alojamiento también fue difícil, pues se llegó al punto de dormir en la cisterna del Fajardo.

¿Cuál fue la mayor decepción en tu carrera como atleta?

Fue no haber participado en los Juegos Panamericanos de la Habana 1991. Yo estaba en el equipo para asistir al torneo y atravesaba por un gran momento futbolístico, pero cuestiones fuera del terreno me alejaron de la selección. En el torneo anterior de la selección, mi hermano era jugador de la banca y se terminó ganando el puesto de titular en el equipo, pero al regresar de esa competencia le dieron baja, según ellos, por bajo rendimiento.

Cuando le pregunté a diversas personas me dijeron que el entrenador Julio C. Álvarez era quien había dado la baja. Regresé a Zulueta, me encontré al entrenador y allí le pregunté. Este me dijo que eso no era cierto, y partimos los dos para La Habana para aclarar las cosas. Al llegar, resulta que se enteró que a él también le habían dado baja, todo fue un engaño y decidí irme del equipo.

Recuerdo que iba saliendo por la parte de atrás del Cerro Pelado y me encuentro al comisionado de mi provincia, quien me dijo que no me fuera, que me quedara. Soy una persona que va de frente y no me gusta el engaño. Me desmotivé, entrené sin ánimos, con los tacos desabrochados y hasta cometí indisciplinas leves, cosas muy extrañas en mí, porque soy alguien muy disciplinado: al final, no me dieron respuesta y me fui.

Tras esa situación me marginaron muchos años. Digo esto porque quedaba líder goleador en el torneo y no me llamaban a la selección. Regresé al equipo nacional 7 años después, en 1998. Ya las heridas cerraron, no les guardo rencor a ninguno y los saludo sin problemas. Nunca me desesperé por volver a la selección. Siempre me entregué a fondo en cada equipo que estuve y eso es lo que me satisface y me deja tranquilo.

Tuviste la oportunidad de ser dirigido por dos entrenadores extranjeros, como el italiano Giovanni Campari y el peruano Miguel Company. ¿Cómo valoras el aporte de estos al fútbol cubano?

Varios jugadores tienen su visión sobre el técnico italiano, pero en lo personal, creo que aportó mucho. Era un entrenador de temperamento suave, pero sabía manejar los tiempos, como regañarte y como motivarte. Tenía mucho conocimiento y exigía disciplina y su visión europea aportó mucho a Cuba. Cualquier sistema que él usara era polémico para los cubanos, porque, aunque los conocíamos todos, solo queríamos jugar 4-3-3. Hoy en día recuerdo lo que él decía: quien pueble la línea media, será el ganador. Se puede decir que no solo aportó a los jugadores sino a entrenadores y directivos, porque impartía sus conocimientos a todos y, por tanto, el fútbol cubano se nutrió de eso.

En el caso de Miguel Company, para no ser absoluto, creo que ha sido uno de los mejores entrenadores que ha tenido Cuba. Mucho se habló de él, pero pocos saben el gran conocimiento que atesora este hombre. Los cubanos éramos fuerte físicamente, pero carecíamos de trabajo táctico: en eso, él trabajó y profundizó en los planteamientos de juego. Company logró en nosotros una gran cohesión como grupo. Se logró avanzar en aquellos años, futbolísticamente hablando. Te puedo decir que tenía mucha seguridad en el trabajo que estaba haciendo y sus ideas no estaban muy lejos de la realidad.

¿Qué jugador se te hizo más difícil en el terreno?

Aunque me marcaron grandes defensores, el jugador más difícil para mí fue el portero Máximo Iznaga. Era chiquito, pero con muy buena colocación y sobre todo rápido, no encontraba como anotarle, de hecho, nunca le marqué un gol.

¿Con que jugador te entendías mejor en la cancha?

Sin pensarlo mucho te digo que Ariel Álvarez: nos conocíamos bien, solo con mirarnos ya sabíamos lo que queríamos hacer. El conocer a tu compañero es vital para el equipo y con Ariel eso funcionó perfectamente.    

¿Qué posición en la cancha te gustaba jugar más?

Empecé como delantero, pero el entrenador Antonio Lanza, gran conocedor del fútbol, me puso de medio enlace. Al principio me puse bravo, pero después me fue gustando y fue donde anoté la mayor cantidad de goles en mi carrera. También debo destacar que Julio C Álvarez, quién ha sido el entrenador que más me ha aportado, me dio la libertad de jugar por todo el terreno y esto también me gustó mucho.

¿Cómo se concretó la oportunidad de jugar en Alemania?

Un compañero que visitaba mucho a Santiago y a quien le gustaba mucho el fútbol, se interesó por jugadores cubanos y la selección viajó a ese país. Seleccionaron a 8 jugadores para el club, entre los cuales estaba yo. Estuvimos un mes entrenando y jugamos varios partidos: el equipo era de cuarta división y con la ayuda de nosotros, llegó a tercera. Después, vino la Copa de Oro y volvimos a la selección, posteriormente, nos mandaron a buscar de Alemania, pero aquí se trabaron las cosas y no nos dejaron volver al club. La experiencia me sirvió para darme cuenta de que el jugador cubano puede jugar en cualquier liga.

¿Te hubiese gustado vivir esta etapa de las contrataciones en ligas extranjeras?

Sí, me hubiese gustado vivir esta etapa. Entre los compañeros lo comentamos y, sin dudas, me hubiese aportado mucha experiencia. En la actualidad, hay muchos jugadores que se han desarrollado con los contratos, pero a su vez, varios contratos dejan mucho que desear. Se debe tener en cuenta que cada día son más los jugadores que salen de contrato y el torneo nacional pierde calidad porque ellos no regresan a jugar la liga. Hay que tener proyecciones sobre eso y trazar estrategias.

Algo que mucha gente no sabe es que, estando retirado ya, vino un agente del Atlético de Madrid para contratarme. Le expliqué que como había jugado con la selección no podía ir y me dijo que eso eran mentiras que me decían aquí, que él lo resolvía todo. Lo pensé, pero ya tenía más de 35 años y no estaba en mi mejor forma, por eso decidí no ir.

¿Pensaste alguna vez en abandonar el país?

Nunca lo pensé, para mí el cariño de mi pueblo vale más que todo. Nunca me iba a quedar fuera, sobre todo, por mi pensar. Siempre he querido vivir aquí y me siento feliz en Zulueta. En la actualidad, viajo a varios países y me han propuesto quedarme a vivir afuera, cosa que he rechazado. Aunque quizás económicamente pueda estar mejor, la familia está primero, aquí viven mis padres y mis hijos, así como demás miembros del núcleo familiar.

En Cuba me siento bien, he hecho mi vida aquí, mi patrimonio, no me hace falta ir a vivir a otro lugar. Pero lo más importante es mi pueblo y su gente: hace poco se hizo un salón de la fama en Zulueta y me preguntaron por qué yo no estaba. Recuerdo que expresé: ¿quién te dijo que no estoy en el salón de la fama? Fama no es estar en un libro y en un museo, fama es lo que tengo yo pues, dondequiera que estoy, las personas me abrazan y me quieren. A veces, estoy trabajando con los niños y las personas vienen a saludarme y a ver cómo estoy: eso vale más que todo para mí.

¿Cómo valoras la actualidad del fútbol cubano?

Se puede desarrollar más que en años anteriores, porque el apoyo de la FIFA es muy superior. Se debe mejorar en los cuerpos arbitrales, pues ellos dejan mucho que desear con sus actuaciones. En Cuba se hizo una escuela de árbitros, se desarrollaron y ahora no están. Los terrenos deben tener más calidad y condiciones, pues en la actualidad, su estructura y confort son muy limitados. Creo que el trabajo en la provincia debe ser en la base, en las áreas deportivas, para que lleguen a las EIDE con menos dificultades, recuperando además el trabajo con los talentos para que arriben a la élite de nuestro fútbol.

En Cuba tenemos varias categorías: 9-10, 11-12, 13-14-y 15-16. ¿Cuántos partidos juegan los atletas en esos años? Son muy pocos los que tienen y no les permiten desarrollarse, esa es la principal causa de las carencias del fútbol de casa. Se debe añadir a eso que en un equipo no siempre juegan todos y que hay jugadores que tienen pocos minutos y, por tanto, no adquieren experiencia competitiva alguna.

¿Qué opinas de las disposiciones en la Liga Nacional respecto al uso obligatorio de los jugadores menores de 20 años en los encuentros?

No entiendo por qué los equipos deben tener esa regulación. ¿Nuestros campeonatos nacionales reúnen tanta calidad para tener esos jugadores en el terreno? ¿Por qué regalarles ese mérito de estar en un equipo de primera división? Si alguno tiene la calidad y el nivel para estar allí, lo veo bien, pero lo más lógico es crear un torneo de su categoría y que se desarrollen en igualdad de condiciones con los jugadores de su edad. Lo otro, es que el director tiene que estar pendiente a eso, lo cual puede influir en el desenlace de un partido. Condicionar un juego de esa manera es negativo.

¿Qué importancia concedes al apoyo de la afición al fútbol cubano?

Al público hay que respetarlo, es parte importante para los resultados de un equipo y si como jugadores no somos capaces de arrastrar el público, de tener personas que apoyen, esto influye al final. El entrenador te da las herramientas y sus conocimientos, pero la motivación y el impulso, que es muy importante, es la afición la que lo da. Cada vez que jugábamos y llegaba la conga de Zuleta al estadio, varios compañeros me decían: llegó lo que te gusta. Aquello me motivaba a jugar, me erizaba la piel, pero, a su vez, era un compromiso con ellos porque sabía que tenía que sacar el extra para tener una mejor actuación.

El amor al público, al equipo y al pueblo influyó mucho en nosotros, pero nos ganamos al público que nos seguía por todo el país. A veces, le decíamos al chofer: parquea la guagua dos horas más, que los aficionados tienen que compartir con los atletas.

Recuerdo que en Banes había un aficionado que siempre iba a vernos jugar. Después de los partidos tenía que hacer un tiempo e irme con él para un parque que está cerca de la línea del tren y jugar un minifútbol; allí, descalzo, al igual que él, pero muy contento, compartíamos durante un tiempo. Era una manera de devolverle ese apoyo y sacrificio que hacía para ir a ver jugar al equipo.

¿Cuán importante fue tu familia en tu carrera como atleta?

La familia influye en la vida de cada deportista, te forma, te guía y siempre está pendiente a tu desarrollo. En mi caso, conté con su apoyo desde mi niñez, cuando aún daba mis primeros pasos. Ellos sufrieron conmigo los momentos tristes y también celebraron las victorias. Tuve la dicha de jugar con mi hermano Alexis en cada equipo que estuve y eso es algo que siempre me llena de orgullo y de cierto modo, se puede decir que la familia no estaba tan lejos.

¿Cómo es la vida de Ariel Betancourt Cepero más allá del deporte?

Me gusta vivir tranquilo, soy una persona normal. Prefiero que me recuerden como persona a que lo hagan solo por lo que fui como deportista. Siempre tuve dos sueños en la vida: uno, tener una moto y el segundo, aprender a bailar. El primero lo cumplí, pero el segundo es y será una tarea pendiente. Se puede decir que la música no me entra.

Tras retirarme no tenía ningún título porque me dediqué completamente al fútbol, así que intenté ser alguien en la vida, tener un título, una profesión. Cuando pedí la baja en la selección, Luis Hernández me dijo: tienes que pedir la baja por escrito porque eres un jugador al que llama mucho la prensa y voy a tener que dar explicaciones. Conservo buenas relaciones con Luis y recuerdo que le dije: tranquilo, que lo haré. Hoy no me voy de la selección por los problemas de antes. Yo no podía ser trabajador de un central toda mi vida. Llamé al INDER y pasé un curso de profesor emergente, después cursé la licenciatura y hoy trabajo en el Combinado Deportivo Camilo Cienfuegos con categorías menores.

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Imagen cortesía de Ariel Betancourt