“He pasado por malos momentos, como el haber estado preso, pero sin cometer delito”, recuerda Pedro Jova, cuando han pasado ya 50 años de uno de los momentos más duros de su vida.

Entonces, era apenas un joven pelotero que mostraba su talento cuando fue acusado, injustamente, por un robo que nunca cometió y que casi termina con su incipiente carrera. Tiempo después, cuando atraparon al ladrón, se confirmó la inocencia que siempre defendió.

Aquel muchacho que fue Novato del Año en el béisbol cubano en 1972 pudo recuperarse y encontrar el camino a la gloria, que lo llevó a integrar las poderosas selecciones nacionales de la isla que dominaron el panorama internacional por décadas.

Tras el retiro, llegaron los buenos tiempos como entrenador para Pedro Jova, pues hizo historia con un equipo Villa Clara que constituyó una dinastía y ganó tres títulos consecutivos en la década de los 90 (1992-1993, 1993-1994, 1994-1995).

La vida le volvió a colocar ante otra injusticia cuando él y un grupo de peloteros destacados de aquella generación dorada fueron sancionados y separados del béisbol por los sucesos relacionados con una llamada desde el exterior del lanzador Rolando Arrojo, lanzador que llegó a actuar en Grandes Ligas.

Pedro Jova, quien aprendió a levantarse pese a las caídas y la decepción, analiza en retrospectiva una vida marcada tanto por la gloria merecida por su esfuerzo y talento, como por las injusticias que estuvieron a punto de sepultarlo.

Pedro Jova fue un “muchachito” de Esperanza que quiso ser pelotero.

Me le escapaba a mi mamá y a mi papá, quienes no querían que jugara en el estadio con los demás niños porque, a veces, no iba ni a la escuela y me castigaban. En los años 1963 y 1964 se jugaba mucho al béisbol en la calle, incluso, con desechos de cajas de cigarros que con pelotas de trapo.

Cuando aquello, tuve a entrenadores como Marcelino y Pedrito Pérez. No existía un área deportiva como tal, sino que iba un grupo y ellos nos enseñaban a jugar. Décadas después, se hicieron grandes técnicos por la cantidad de peloteros que surgieron de Esperanza y Ranchuelo.

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Pero usted entró a una escuela deportiva por otro deporte.  

Algo curioso: me captaron para la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Cienfuegos, pero para el fútbol. Fui hasta centrodelantero en esa etapa. Pero allí, el entrenador Pedro Moré, quien después fue gran entrenador de bateo de los equipos de Villa Clara, me hizo una prueba y me cambiaron al béisbol.

Empecé jugando center field, left field y segunda base, pero vieron mis habilidades y me pasaron al short stop. De esa manera, comencé a jugar, de forma organizada, con el equipo de Esperanza en la Serie Provincial, el cual representó a Villa Clara en los sextos Juegos Escolares Nacionales, en La Habana.

De aquella época, recuerdo que no faltaban ni los bates ni las pelotas. Cada muchacho tenía un guante y sus spikes. Nunca dejábamos de entrenar por falta de implementos.

Después, integré una preselección juvenil para el Mundial de Venezuela. Aunque fui quien más bateó en los entrenamientos, no me llevaron. Yo era torpedero, pero ellos veían a otros peloteros con más calidad que yo.

¿Cómo fue el tránsito de Pedro Jova de los juveniles a la primera categoría?

Al terminar en los juveniles, me vio el director del equipo de la provincia, Servio Borges. Con Azucareros, él me dio la oportunidad de ser regular. Yo no lo creía, porque estaba José Pérez establecido en esa posición. Fue en 1972, cuando fui el Novato del Año.

Recuerdos especiales de aquella primera temporada.

En el primer juego contra Industriales estaba lanzando Santiago “Changa” Mederos, con un estadio Latinoamericano repleto y yo era un principiante. Nunca había visto la gran curva de Changa: en la primera vez al bate, me tiró tres y a ninguna le di.

La segunda ocasión, me la vuelve a tirar y le di hit al center. Empecé a coger confianza porque, además, José Pérez, el otro torpedero de mi equipo, se enfermó. Esa temporada discutí el novato con Sergio Bravo, quien bateó doscientos setenta y pico, mientras que yo tuve promedio de 291.

Después de la serie nacional, fui con Servio como mánager al torneo internacional de Haarlem, en Holanda. Impacté en ese campeonato y me mantuve varios años en el equipo Cuba. Rodolfo Puente era el regular de la posición y Agustín Arias hizo pocas selecciones nacionales porque yo estaba en la banca, pero Borges siempre me daba posibilidades.

Después de que Puente se retiró, entonces fui el torpedero regular de los seleccionados cubanos. Hablamos de 1981, cuando éramos muchos de Las Villas, junto a Albertico Martínez, Antonio Muñoz, Lourdes Gurriel y otros.

Se dice que aquellos eran jugadores “aficionados”, pero con nivel de profesionales.

Aquellos entrenamientos de nuestra época no eran como los de ahora, pero había mucha calidad de peloteros y éramos como una familia. Sin tanta figura física en el terreno, pero lo daban todo. Llorábamos cuando perdíamos y no nos comíamos ni la merienda. Si eras novato, te daban aliento, aun estando en la nómina del equipo Cuba. No había celos por estar en el banco.

¿Cómo fueron sus años en el equipo Cuba?

En los equipos Cuba, estuve con la combinación de Alfonso Urquiola y Rey Vicente Anglada, pero me sentía mejor con Rey Vicente porque era un fildeador con más habilidades y nos conocíamos muy bien, aunque Alfonso fue una gran segunda base. Servio alternaba: Anglada conmigo y Puente con Urquiola. En Villa Clara, combiné con Adolfo Borrell y Ramón Moré.

En el 81, por ejemplo, en la Copa Intercontinental de Edmonton, en Canadá, discutí ser el líder de los bateadores con Víctor Mesa. El último día, él dio fly al center y yo di hit y me lo llevé. Sin embargo, en nuestras series nacionales nunca lo pude lograr, aunque sí en una Selectiva, en la cual lo hice para 372.

¿Cómo logró ser Pedro Jova un jugador de élite en un tiempo repleto de grandes figuras?

Yo practicaba mucho la defensa, cogía muchos rollings, miraba a otros jugadores que tenían más experiencia y observaba dentro del juego a los contrarios en la defensiva. Me excedía con respecto a los demás jugadores en los entrenamientos. El brazo mío no era potente, pero soltaba la bola muy rápido y repetía, diariamente, pues todo para mejorar y perfeccionar.

Entrenaba mucho. Le daba a la bola pegada para el righ field, lo practicaba todos los días y fui adquiriendo una maestría grande. No me picheaban mucho por fuera y había lanzadores cubanos que tiraban duro y cerrado. Por ejemplo, Rogelio García me hacía eso y yo le daba hit entre primera y segunda.

No fui gran robador, pero tuve grandes habilidades con el toque de bola. En un alto porciento, cada vez que lo intentaba, lograba llegar a primera base. Tengo que confesar algo: me costaba trabajo tirarme en las bases.

¿Qué momentos o historias, entre tantas, marcaron su paso por las Series Nacionales?

En el estadio Sandino había una barbería y una vez, en una de las subseries contra el equipo Vegueros, le pregunté a Rogelio García si iba a lanzar y me dijo que sí. Entonces, le dije que le iba a dar tres imparables y me dijo que yo estaba loco, porque él tenía la recta y el tenedor “encendidos”. Le respondí que yo también tenía el bate cabrón. Esa noche, le di tres hits y después, él decía que no se me podía pichear por ningún lado.

Rogelio y yo hemos sido buenos amigos. En otra ocasión, en la preselección nacional a los Juegos Centroamericanos de Medellín, Colombia, estaba picheando para ganarse el último puesto como lanzador. Él estaba ganando 1-0 en un juego y si triunfaba, integraba el equipo Cuba. Con corredor en tercera, Juan Castro me dijo que no bateara y me dejé cantar los tres strikes y ganó. Entonces, Rogelio pudo hacer el equipo ese año.

¿Qué momentos duros o tristes, vivió usted?

Todo no fue lindo, pues vivimos con muchas dificultades cuando fuimos peloteros en mi época. Ahora, son mejores las condiciones porque antes se viajaba en guaguas checas y dormíamos en los albergues. Metíamos en el maletín los mosquiteros y llevábamos los palos en la guagua para colgarlos en las literas y, a veces, en los estadios.

Los trajes casi siempre estaban mojados. La alimentación no era tan mala, pero los atletas éramos excelentes. Nadie pensaba en irse del país, íbamos a morirnos en los terrenos de pelota, sin condiciones, prácticamente. Daba gusto ver a los equipos.

Uno de los momentos más malos, internacionalmente, fue cuando perdimos contra los Estados Unidos jugando yo tercera base. Dieron un bounce, el árbitro de mi base cantó foul y el de home lo dio como buena bola. Yo no pude tirar a ningún lado y perdimos la Copa Intercontinental.

Yo jugué durante 18 series, hasta los 35 años. Uno debe saber hasta dónde puede llegar. Cuando te pesa ponerte el pantalón y los atuendos, es mejor terminar como un profesional.

Como mánager, Pedro Jova hizo historia con un equipo que constituyó una dinastía y que ganó tres títulos consecutivos en la pelota cubana en la década de los 90 (1992-1993, 1993-1994, 1994-1995).

Fue uno de los tiempos más felices que he vivido, al ganar los tres campeonatos en la década de los 90 y sumar dos segundos lugares. Había mucha calidad en los muchachos aquellos, con figuras como Jorge Luis Toca, Eduardo Paret, Rafael Orlando Acebey, Ángel López, Rolando Arrojo, Riscart, Eliecer Montes de Oca, Osmani García, Jorge Díaz, Eddy Rojas, Oscar Machado y Víctor Mesa, ya más veterano. Yo mismo me decía que podíamos hacer muchas cosas en el país.

Ellos eran talentos de verdad. Jugaban casi solos a la pelota. A la defensa, aquello era tremendo, me decían que no sabían por dónde iban a batear los contrarios. Se querían mucho entre ellos y lo daban todo. Yo les daba mucha confianza y si tenía que tomarme una botella de ron con ellos, lo hacía, pero al otro día estaban en forma en los entrenamientos.

Nos respetábamos de ambas partes. También se presentaban situaciones difíciles, por ejemplo, tuve que sacar a Toca del equipo. Fue una mañana en el estadio de Camagüey y no aparecía, porque estaba durmiendo. Esa noche, picheaba Omar Luis Martínez y no lo puse en el line up. Toca se sentó en una esquina y me comentaron que él le dijo al chofer que lo llevara para Santa Clara.

Ganamos ese juego y lo decidió Félix Borges, a quien puse por él en primera base. Llamé a Humbertico Rodríguez, que cuando aquello, era el presidente del gobierno en Villa Clara, y le conté. Al otro día, me dijo que lo iba a mandar de vuelta y le dije que no. Se apareció como a las tres de la madrugada en un carro.

Me reuní con la dirección del equipo para que opinaran, aunque yo alegaba que no lo quería. Todos decían que le diera una oportunidad. Llamamos a Toca y lo requerimos duramente, antes de integrarlo otra vez. Después, jugamos contra Las Tunas y él bateo de 5-5. Siempre hay cabezones, pero después las relaciones fueron excelentes y con alegría. Todo quedó ahí.

También, jugué junto a Víctor y después fui su director. Decían que era loco, pero él cogía un taburete y se sentaba a mi lado. Ayudaba a todos los muchachos siendo center field y a mí también. Nunca faltó a un entrenamiento ni a un juego de pelota y lo daba todo en el terreno.

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¿Fue premiado por sus resultados en dentro del país con la dirección de equipos en el exterior?

En la arena internacional, dirigí durante los Juegos Universitarios de Búfalo, en los Estados Unidos, también en Fukuoka, en Japón, y ganamos. Además, también al equipo Villa Clara que fue a Colombia, torneo de Clubes Campeones.

Pude haber tenido más incursiones como mánager en eventos internacionales, porque fui muchos años campeones nacionales y también segundo lugar, pero, a veces, me llevaban como coach.

Pedro Jova volvió a dirigir en la Serie Nacional de Béisbol. ¿Cómo fue esta segunda incursión como director, tantos años después?

Cuando volví a dirigir en la Serie 61 veía que era un buen equipo, pero esos muchachos nunca han jugado tanta pelota. Al ver que les dimos la oportunidad de que jugaran como regulares, demostraron que podían y que tienen calidad. Al final, no se clasificó, pero se mejoraron los lugares y perdimos la clasificación en el último día.

La disciplina era aceptable, pero no se parecía en nada al gran equipo de los años 90. Si están en el dogout, es mirando para las gradas. A veces, se reían de malas jugadas de un compañero y estaban usando el celular. Están locos por comerse las meriendas y esperan que se terminen los juegos de pelota para salir con las “jevitas”, para darse unos tragos: se escapan por la noche para meterse en una discoteca. Dirigir un conjunto de pelota, actualmente, no es fácil con esta juventud.

Les decía que, en mi época, me sentaba a mirar al pícher para ver cómo tiraba la curva y dónde la tiraba. No era santo, pero cuando nos tirábamos para el terreno era solo eso, pero ahora no es así.

¿Cómo ve Pedro Jova el béisbol cubano actual?

El béisbol de Cuba no ha desaparecido, la calidad existe, pero hay que motivarlos de otra forma. Eso es lo que hace que jueguen y lo entreguen todo. Hay muchos muchachos que ganan muy poco dinero. Es por eso que se van tantos jugadores de este país. El béisbol es grande, pero para una mayor calidad hay que buscarlo por otro lugar. No es que todos sean millonarios, pero hay que atenderlos.

No tienen garantizado ni medianamente lo que necesitan. Uno hace muchas gestiones, en mi caso, como mánager que fui en la Serie 61, pero eso no es todo. Necesitan más, incluido el sueldo, porque algunos tienen hijos y no tienen los problemas resueltos como casas, teléfonos y otras cosas, para que, cuando vayan a jugar para otra provincia, se sientan protegidos y tranquilos por dejar a la familia.

Yo tuve la suerte de que había bastantes pelotas y bates. Todo va cambiando y las mentalidades varían porque en el exterior ven que ganan dinero. Pienso que para que no se vayan tantos muchachos, hay que atenderlos mucho mejor.

¿Cómo recuerda su despedida de los terrenos? ¿Qué sucedió después de aquello gloriosa etapa de director en los 90?

Me sentí muy satisfecho con el retiro que nos hicieron a Alberto Martínez y a mí, en el estadio Sandino. Fue doloroso, porque no fue fácil dejar el béisbol después tantos años.

Al pasar el tiempo, Eduardo Martín, ya director de Villa Clara, me llamó y empecé a trabajar como entrenador de bateo con él. Más tarde, lo hice con Kiki González.

En una ocasión, cuando estaba en Panamá de entrenador, me llamó Humberto Rodríguez, quien era el presidente del INDER y me habló para dirigir a Guantánamo. Me llevé a Juan Carrera, a Roberto Pupo y a Manso, para el picheo. Fue solo una temporada, pero ganamos más en esa serie que en todas las demás anteriores por ese equipo.

Estuve, después, 17 años en Italia trabajando en una academia internacional con Antonio Muñoz al frente. Al regreso, fui entrenador nuevamente hasta que decidí dirigir el equipo Villa Clara, por pedido del pueblo.

¿Qué momentos tristes o duros marcaron su vida?

He pasado malos momentos, como el haber estado preso, pero sin cometer delito [bajo acusación de robar unas prendas de ropa durante una concentración del equipo]. Yo era jugador y había regresado de México con un equipo que dirigió Servio Borges. Él nos trajo para Santa Clara a hacer pruebas psicológicas a la universidad. Yo fui de los primeros en terminar. Entré al cuarto para irme para la casa, pero después me dijeron que no me fuera, porque habían robado y había que esperar a que llegara la policía.

Después, aparecieron con los perros. Les dieron una camiseta verde para que olieran y me fue para arriba el animal. Me llevaron para El Vaquerito, donde estuve tres días. Sucede que yo me había limpiado unos botines que traje de México con esa camiseta. Después, me soltaron y cogieron al ladrón en Sancti Spíritus con el pantalón robado, tiempos después.

Las sanciones a un grupo de peloteros del equipo de Villa Clara durante su época como director, por una llamada desde el exterior del lanzador Rolando Arrojo, es uno de los sucesos lamentables que marcaron al béisbol cubano durante aquellos años. ¿Qué sucedió y cómo lo recuerda Pedro Jova?

No puedo olvidar las sanciones que se produjeron cuando fui director del equipo de Villa Clara en la década de los 90. Dijeron que entró una llamada telefónica de Rolando Arrojo [lanzador de Villa Clara que llegó a actuar en Grandes Ligas] y que nosotros la habíamos recibido, pero eso no fue así.

Decían que esa llamada la había tomado Osmany García y que estábamos todos nosotros. Entonces, sancionaron a Jorge Luis Toca, Eduardo Paret, Osmany García, Ángel López, Jorge Díaz, a los entrenadores Orlando Chinea y Luis Enrique González, y a mí. Nos separaron definitivamente del béisbol y solo podíamos trabajar en el terreno del 26 de julio. Estuvimos como ocho meses sin hacer nada, pero después, por nuestra actitud, Raúl Castro mandó una carta al gobierno para reincorporarnos. Estaba decepcionado, hasta que Humberto Rodríguez, como presidente del INDER, me envió para Italia y estuve 17 años allá.

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¿Qué sucedió después con Pedro Jova?

En la vida cualquiera tiene un fracaso. Yo tenía carro y una buena casa que logré con mis esfuerzos propios, pero me divorcié y las cosas se fueron perdiendo. A mí nunca me han ayudado, nunca, y lo digo aquí y dondequiera que esté. Como persona, todo el mundo me quiere.

No me he ido de aquí, de Cuba, pero otros, a quienes les dieron todo, no están aquí. Volví a dar el paso al frente para ayudar a la provincia en la temporada de 2022, pero no vuelvo a dirigir porque tengo problemas de diabetes. Para conseguir una pomada que necesito cuesta trabajo y tengo que resolverlo con los amigos, por otro lado. Me siento decepcionado con esto, de verdad. Si me volvieran a llamar para dirigir, con mis 69 años, no lo voy a hacer más. Estoy de asesor del equipo Villa Clara. Estoy jubilado, pero recontratado.

No he tenido atención con todo lo que he aportado a este país, al cual no he abandonado. A mí nunca me dieron carro, el que tuve lo compré con mi trabajo fuera del país, pues ni por Cuba Deportes cogí nada.

¿Qué espera de la vida?

El pueblo me aclama. Me ha parado mucha gente en la calle cuando renuncié a no dirigir más. Ya con mi edad no es para estarse buscando tantos problemas, aunque me mantengo de asesor, pero sigo con cosas que duelen. Mi última voluntad sería que me pudieran resolver mis problemas y haber tenido condiciones merecidas por derecho propio.

Cuando ya no esté, quiero que me entierren en Esperanza, al lado de la tumba de mi mamá y mi papá, en ese pueblo donde nací, me vio crecer y jugar, un pueblo que siempre ha estado a mi lado. A los que han seguido mi carrera y mi vida, les digo que nunca los voy a defraudar, que hice un esfuerzo grande el último año que dirigí. Seguiré vinculado al béisbol en otras tareas, pero jamás como director.

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Imagen cortesía de Roberto Santiago
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